Y justo cuando pensaba que no podía calentarme más, la morocha abre la boca y hace esa pregunta que empieza a hacer realidad todo lo que siempre quise pero nunca dije.
—¿Te queres sentar en la pija de mi novio?
Con la calentura que había en el ambiente, Flor no lo dudó ni un segundo, se subió arriba del rubio. Le sostiene la pija con una mano y se la guía despacito, mojada, con hambre de verga. Cuando la tiene en la entrada, lo mira a los ojos con esa expresión suya que ya no pide permiso. Se la mete de golpe, entera, con un gemido que le nace desde el fondo del cuerpo.
Y empieza a cogérselo. Sin pausa.
Le rebota encima con una actitud asesina. Apoya las manos sobre su pecho y se mueve con las caderas desatadas, como si lo estuviera castigando con cada embestida. Gime con rabia. El pelo húmedo pegado a la cara, las tetas saltando con cada golpe. Se lo coge como si fuera el último polvo de su vida.
Y todo eso lo hace mirándome. Sabe que me esta prendiendo fuego entero.
Yo estoy destruido del morbo en el sillón, sin aire, con la morocha chupándome la pija como una desesperada. Me la devora de una forma hermosa. Me la escupe, me la traga entera. Me masajea los huevos con una mano mientras con la otra se apoya sobre mi muslo, firme, entregada. Se la mete tan profundo que le caen lágrimas, pero no para. Se la banca toda. Y le encanta.
Pero es Flor la que me rompe la cabeza.
Sigue arriba del rubio, en trance. Se retuerce, se agarra las tetas, se toca el clítoris sin frenar el vaivén. Le brilla el cuerpo. Se lo coge sin piedad, mientras nos mira a nosotros como si fuera la directora de toda esta locura. Hasta que suelta la bomba, con la voz entrecortada de placer:
—Ahora vos sentate en la pija de mi novio.
La morocha levanta la vista, me clava una mirada de trola infernal, y sin decir nada se sube encima mío. Me agarra la pija bañada en saliva y se la mete entera, de una, hasta el fondo. Grita. Se queda unos segundos clavada, sintiéndome adentro. Y después empieza a moverse.
Me monta con una intensidad salvaje, como si necesitara vaciarse encima mío. Cada salto es más fuerte que el anterior. El cuerpo le tiembla, las tetas rebotan a centímetros de mi cara. Me inclino y se las chupo, la piel caliente, los pezones duros. Tiene unas tetas hermosas. Ella gime, se vuelve loca, me agarra la cara y me mete un beso lleno de lengua.
Le meto un dedo en la boca. Me lo chupa con la mirada perdida, con la pija bien adentro. Me lo chupa lento, mirándome, como si estuviera entrenada para esto. Y no para de moverse. Se me clava una y otra vez con violencia, empapada, desbordada, húmeda hasta el alma. Me exprime.
Flor, mientras tanto, se sigue cogiendo al rubio como una yegua fuera de control. Está agitada, transpirada, al borde. Lo cabalga con furia, con ritmo, con esa cara de loca que sólo saca cuando está por acabar. Nos mira. Se toca las tetas. Se ríe. Se goza a sí misma viendo lo que armó.
Y todo se sigue prendiendo fuego una vez mas.
La morocha se deja caer sobre mí, gimiendo fuerte, apretándome con las piernas, apretándome con la concha, el cuerpo entero se le sacude y nos regala un tremendo orgasmo. Se estremece encima mío, mojada, acabada.
Flor la sigue. Tira la cabeza hacia atrás, grita ahogado, y se viene como una tormenta. Se agarra fuerte del rubio, lo exprime, lo cabalga con espasmos. Acaba mordiéndose los labios, con los ojos cerrados, temblando entera. Como una descarga de electricidad.
Y yo… ya no puedo más. No podía contenerme ni un segundo mas. Siento cómo la morocha me aprieta hasta el fondo, cómo su cuerpo vibra sobre el mío, cómo Flor con otra pija adentro y recien acabada me mira. Y ahí, con todo el morbo del mundo, exploto como un volcán. Fuerte. Con todo. Le lleno la concha entera de leche a la morocha, con un gemido largo, seco, que me arranca el alma. Acabo apretándola, con los ojos completamente blancos y la vista borrosa. Uno de los orgasmos mas fuertes de mi vida.
Quedamos los tres destrozados, inmóviles. Transpirados. Empapados.
Silencio. Solo se escuchan respiraciones agitadas. Es increíble lo que acabo de vivir.
La morocha me da un beso y se levanta despacio, y sin decir palabra se va al baño.
Flor se sienta a mi lado, me acaricia el pecho, todavía con los pezones duros y la respiración agitada. Me besa el cuello. Y me susurra, bajito, con esa voz de putita que me hace volver loco:
—¿Me dejás hacerlo acabar a él?
Me giro para mirarla.
No hace falta decir nada.
Y así, con esa sonrisa sucia que anticipa otro incendio, me besa de nuevo... y empieza la próxima guerra.
—¿Te queres sentar en la pija de mi novio?
Con la calentura que había en el ambiente, Flor no lo dudó ni un segundo, se subió arriba del rubio. Le sostiene la pija con una mano y se la guía despacito, mojada, con hambre de verga. Cuando la tiene en la entrada, lo mira a los ojos con esa expresión suya que ya no pide permiso. Se la mete de golpe, entera, con un gemido que le nace desde el fondo del cuerpo.
Y empieza a cogérselo. Sin pausa.
Le rebota encima con una actitud asesina. Apoya las manos sobre su pecho y se mueve con las caderas desatadas, como si lo estuviera castigando con cada embestida. Gime con rabia. El pelo húmedo pegado a la cara, las tetas saltando con cada golpe. Se lo coge como si fuera el último polvo de su vida.
Y todo eso lo hace mirándome. Sabe que me esta prendiendo fuego entero.
Yo estoy destruido del morbo en el sillón, sin aire, con la morocha chupándome la pija como una desesperada. Me la devora de una forma hermosa. Me la escupe, me la traga entera. Me masajea los huevos con una mano mientras con la otra se apoya sobre mi muslo, firme, entregada. Se la mete tan profundo que le caen lágrimas, pero no para. Se la banca toda. Y le encanta.
Pero es Flor la que me rompe la cabeza.
Sigue arriba del rubio, en trance. Se retuerce, se agarra las tetas, se toca el clítoris sin frenar el vaivén. Le brilla el cuerpo. Se lo coge sin piedad, mientras nos mira a nosotros como si fuera la directora de toda esta locura. Hasta que suelta la bomba, con la voz entrecortada de placer:
—Ahora vos sentate en la pija de mi novio.
La morocha levanta la vista, me clava una mirada de trola infernal, y sin decir nada se sube encima mío. Me agarra la pija bañada en saliva y se la mete entera, de una, hasta el fondo. Grita. Se queda unos segundos clavada, sintiéndome adentro. Y después empieza a moverse.
Me monta con una intensidad salvaje, como si necesitara vaciarse encima mío. Cada salto es más fuerte que el anterior. El cuerpo le tiembla, las tetas rebotan a centímetros de mi cara. Me inclino y se las chupo, la piel caliente, los pezones duros. Tiene unas tetas hermosas. Ella gime, se vuelve loca, me agarra la cara y me mete un beso lleno de lengua.
Le meto un dedo en la boca. Me lo chupa con la mirada perdida, con la pija bien adentro. Me lo chupa lento, mirándome, como si estuviera entrenada para esto. Y no para de moverse. Se me clava una y otra vez con violencia, empapada, desbordada, húmeda hasta el alma. Me exprime.
Flor, mientras tanto, se sigue cogiendo al rubio como una yegua fuera de control. Está agitada, transpirada, al borde. Lo cabalga con furia, con ritmo, con esa cara de loca que sólo saca cuando está por acabar. Nos mira. Se toca las tetas. Se ríe. Se goza a sí misma viendo lo que armó.
Y todo se sigue prendiendo fuego una vez mas.
La morocha se deja caer sobre mí, gimiendo fuerte, apretándome con las piernas, apretándome con la concha, el cuerpo entero se le sacude y nos regala un tremendo orgasmo. Se estremece encima mío, mojada, acabada.
Flor la sigue. Tira la cabeza hacia atrás, grita ahogado, y se viene como una tormenta. Se agarra fuerte del rubio, lo exprime, lo cabalga con espasmos. Acaba mordiéndose los labios, con los ojos cerrados, temblando entera. Como una descarga de electricidad.
Y yo… ya no puedo más. No podía contenerme ni un segundo mas. Siento cómo la morocha me aprieta hasta el fondo, cómo su cuerpo vibra sobre el mío, cómo Flor con otra pija adentro y recien acabada me mira. Y ahí, con todo el morbo del mundo, exploto como un volcán. Fuerte. Con todo. Le lleno la concha entera de leche a la morocha, con un gemido largo, seco, que me arranca el alma. Acabo apretándola, con los ojos completamente blancos y la vista borrosa. Uno de los orgasmos mas fuertes de mi vida.
Quedamos los tres destrozados, inmóviles. Transpirados. Empapados.
Silencio. Solo se escuchan respiraciones agitadas. Es increíble lo que acabo de vivir.
La morocha me da un beso y se levanta despacio, y sin decir palabra se va al baño.
Flor se sienta a mi lado, me acaricia el pecho, todavía con los pezones duros y la respiración agitada. Me besa el cuello. Y me susurra, bajito, con esa voz de putita que me hace volver loco:
—¿Me dejás hacerlo acabar a él?
Me giro para mirarla.
No hace falta decir nada.
Y así, con esa sonrisa sucia que anticipa otro incendio, me besa de nuevo... y empieza la próxima guerra.
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