Pasaron los días…El galpón de herramientas olía amadera fresca, cemento y sexo. Paula, con sus 23 años depiel blanca y curvas de niña bien, estaba doblegada sobre el bancode trabajo, pollera levantada, tanga negra por lasrodillas.
Walter, sudoroso y poderoso con sus 37años de obrero, le agarraba las nalgas con manos callosas, marcándolela piel delicada con cada dedo.
"Mirá cómo se te abre este culitode rica", gruñó, clavándole los dedos entre los labiosya empapados. "Lista para que te la meta toda, ¿eh,princesa?"
Paula gimió, aplastando susmejillas rubias contra la mesa llena de virutas.
"Sí, Walter... por favor..."
Primera Pose: De perrito sobre la mesade herramientas
Walter no tuvo piedad. Le empujólas piernas abiertas con una rodilla, y con un gruñido de macho, leenterró la verga de un tirón.
"¡Ahhh, mierda! ¡Es muygrande!" gritó Paula, uñas arañando la madera.
"Callate y mové ese culo", le ordenó Walter, azotándole una nalga con fuerza. Lamarca de su mano quedó impresa en su piel blanca.
Paula obedeció, moviendo lascaderas en círculos, sintiendo cómo cada centímetro de Walter laabría.
"Así... así me gusta, putita de papi", murmuró él, agarrándola del pelo para tirar su cabezahacia atrás.
Segunda Pose: Sentada en la mesa,piernas abiertas
Walter la levantó como un muñeco de trapo y lasentó al borde de la mesa. Sus muslos temblaban, suspechos perfectos rebotando con cada movimiento.
"Vas a chuparla hasta que te corrasen mi boca", le ordenó, frotando su vergacontra sus labios hinchados.
Paula no lo pensó dos veces. Abrióla boca, dejando que esa verga gruesa y oscura le llenara lagarganta. Babeaba, tosía, pero no paraba.
"Sí, así... chupala como la nena bienque sos", rugió Walter, empujándole lacabeza hacia abajo.
Tercera Pose: Contra la pared, unapierna al hombro
Sin sacársela de la boca, Walter la levantó y la empujó contra la pared. Lesubió una pierna al hombro, dejando su concha completamente expuesta.
"Ahora te voy a dar lo que tantopedís", gruñó, volviendo a metérsela de un golpe.
Paula gritó de placer. Pero nopidió que parara. No esta vez.
"¡Más duro! ¡Por favor, másduro!"
Walter sonrió, sádico, yle dio lo que pedía.
Entre embestida y embestida, Walterle agarró la cara.
"Te quiero ver con otro", le dijo, voz ronca por el esfuerzo.
Paula abrió los ojos, confundida.
"¿Otro?"
"Sí, nena... un amigo mío. Te va aencantar."
"¿Quién es?", preguntó, entre jadeos.
Walter no respondió. En cambio, ledio una nalgada tan fuerte que resonó en todo el galpón.
"Solo decime que sí... y te prometoque no te vas a arrepentir."
Paula lo miró, cara de inocenciaperdida, labios hinchados, pelo revuelto.
Y asintió.
Walter no tardó en correrse. Lasacó de un tirón, y con unos gruñidos animales, lepintó la cara y los pechos con chorros espesos.
Paula jadeó, sintiendo el calor ensu piel.
"La próxima... no vas a estarsola", le prometió Walter, ajustándose los jeans.
Y Paula, a pesar de todo, sonrió.
Walter, sudoroso y poderoso con sus 37años de obrero, le agarraba las nalgas con manos callosas, marcándolela piel delicada con cada dedo.
"Mirá cómo se te abre este culitode rica", gruñó, clavándole los dedos entre los labiosya empapados. "Lista para que te la meta toda, ¿eh,princesa?"
Paula gimió, aplastando susmejillas rubias contra la mesa llena de virutas.
"Sí, Walter... por favor..."
Primera Pose: De perrito sobre la mesade herramientas
Walter no tuvo piedad. Le empujólas piernas abiertas con una rodilla, y con un gruñido de macho, leenterró la verga de un tirón.
"¡Ahhh, mierda! ¡Es muygrande!" gritó Paula, uñas arañando la madera.
"Callate y mové ese culo", le ordenó Walter, azotándole una nalga con fuerza. Lamarca de su mano quedó impresa en su piel blanca.
Paula obedeció, moviendo lascaderas en círculos, sintiendo cómo cada centímetro de Walter laabría.
"Así... así me gusta, putita de papi", murmuró él, agarrándola del pelo para tirar su cabezahacia atrás.
Segunda Pose: Sentada en la mesa,piernas abiertas
Walter la levantó como un muñeco de trapo y lasentó al borde de la mesa. Sus muslos temblaban, suspechos perfectos rebotando con cada movimiento.
"Vas a chuparla hasta que te corrasen mi boca", le ordenó, frotando su vergacontra sus labios hinchados.
Paula no lo pensó dos veces. Abrióla boca, dejando que esa verga gruesa y oscura le llenara lagarganta. Babeaba, tosía, pero no paraba.
"Sí, así... chupala como la nena bienque sos", rugió Walter, empujándole lacabeza hacia abajo.
Tercera Pose: Contra la pared, unapierna al hombro
Sin sacársela de la boca, Walter la levantó y la empujó contra la pared. Lesubió una pierna al hombro, dejando su concha completamente expuesta.
"Ahora te voy a dar lo que tantopedís", gruñó, volviendo a metérsela de un golpe.
Paula gritó de placer. Pero nopidió que parara. No esta vez.
"¡Más duro! ¡Por favor, másduro!"
Walter sonrió, sádico, yle dio lo que pedía.
Entre embestida y embestida, Walterle agarró la cara.
"Te quiero ver con otro", le dijo, voz ronca por el esfuerzo.
Paula abrió los ojos, confundida.
"¿Otro?"
"Sí, nena... un amigo mío. Te va aencantar."
"¿Quién es?", preguntó, entre jadeos.
Walter no respondió. En cambio, ledio una nalgada tan fuerte que resonó en todo el galpón.
"Solo decime que sí... y te prometoque no te vas a arrepentir."
Paula lo miró, cara de inocenciaperdida, labios hinchados, pelo revuelto.
Y asintió.
Walter no tardó en correrse. Lasacó de un tirón, y con unos gruñidos animales, lepintó la cara y los pechos con chorros espesos.
Paula jadeó, sintiendo el calor ensu piel.
"La próxima... no vas a estarsola", le prometió Walter, ajustándose los jeans.
Y Paula, a pesar de todo, sonrió.
1 comentarios - la hija de mi amigo en la obra (parte 2)