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Tendre sexo con mi madre? pt7

La mañana olía a café y a huevos revueltos. Bajé las escaleras sintiendo aún el sabor de mi madre en mis labios. Mi padre, como siempre, estaba sentado a la mesa del comedor, leyendo el periódico con sus gruesos lentes de lectura mientras la radio tocaba un bolero a volumen bajo ("La mentira" de Los Panchos), perfecto para cubrir susurros.
 
—Buenos días, Sam —dijo sin levantar la vista.
 
—Buenos días, papá —respondí, tratando de que mi voz no delatara los nervios.
 
Mi madre estaba en la cocina, vestida con unos shorts ajustados y una blusa escotada que conocía demasiado bien. Me miró con esa sonrisa pícara que hacía que mi sangre hirviera.
 
—Sam, ven a ayudarme con el jugo de naranja —dijo con voz dulce, demasiado inocente.
 
Asentí y seguí a la cocina, sintiendo cómo mi corazón latía más rápido con cada paso. En cuanto estuvimos fuera de la vista de mi padre, todo cambió.
 
Ella me empujó contra la nevera, su cuerpo presionándose contra el mío.
 
—¿Te gusta verme así? —susurró mientras su mano deslizaba dentro de mi short, encontrando mi erección al instante—. ¿Te excita saber que tu padre está ahí, a unos metros, mientras te toco?
 
—Mamá... esto es peligroso... —gemí, pero no me aparté.
 
—Por eso es tan excitante —respondió, comenzando a mover su mano con lentas y precisas caricias—. ¿Te vas a venir en mi mano como un niño asustado? ¿O prefieres guardarlo para cuando me la metas en el baño más tarde?
 
Su voz era un susurro caliente en mi oído, sus dedos expertos trabajando mi piel sensible. Podía sentir cómo el placer se acumulaba en mi vientre, rápido e inevitable.
—No... no puedo... él va a darse cuenta... —intenté protestar, pero mi cuerpo ya estaba traicionándome.
 
—Claro que puedes —murmuró, apretando un poco más—. Y lo harás. Porque sabes que esto es lo único que importa ahora.
 
Sus palabras fueron el detonante. Con un gemido ahogado, exploté en su mano, temblando contra la nevera mientras ella me sostenía, sonriendo con satisfacción.
 
—Eres tan predecible, cariño —susurró, limpiando sus dedos en un trapo antes de darme un beso rápido—. Ahora ve a la mesa. Y no te atrevas a mirarme demasiado... o tendré que castigarte.
 
Con eso, se dio la vuelta y volvió a la mesa del comedor como si nada hubiera pasado, sirviéndole a mi padre su jugo con una sonrisa angelical.
 
Yo me quedé pegado a la nevera, jadeando, sabiendo dos cosas con absoluta certeza:
 
 
El rugido del auto alejándose aún resonaba cuando ella irrumpió en mi cuarto, jadeando, los ojos oscuros de deseo. "Seis horas y media, Sam", susurró mientras se mordía el labio, desabotonando su blusa con dedos impacientes.
 
No esperé. La empujé contra la pared con un golpe sordo, nuestras bocas chocando en un beso salvaje. Sus uñas se clavaron en mis hombros cuando le agarré las muñecas y las inmovilicé sobre su cabeza.
 
Así no— jadeó, retorciéndose, pero su cuerpo me traicionaba, las caderas empujando contra mí, buscando fricción.
 
¿No? —le gruñí al oído, apretándola más fuerte contra la pared—. Pero estás mojada, mamá. Empapada.
 
Mis dedos se deslizaron bajo el elástico de sus bragas, encontrando ese calor húmedo que me esperaba. Ella gimió, intentando cerrar las piernas, pero mi rodilla las separó.
 
Dime que lo quieres —ordené, frotando mi erección contra su vientre, dejando una mancha húmeda en su piel—. Dime que es mío.
 
Ella intentó resistir, jugando al poder que siempre nos enloquecía, pero cuando le metí dos dedos de golpe, su espalda se arqueó.
 
¡Tuyo! ¡Siempre tuyo! —gritó, ahogando el sonido en mi hombro cuando mi pulgar encontró su clítoris.
 
El juego terminó cuando me agarró la nuca y me obligó a mirarla, sus ojos negros de lujuria pura:
 
Pero tú también eres mío, Sam. Y hoy te voy a hacer pedazos.
Giró nuestras posiciones brutalmente, mi espalda golpeando contra la pared. Sus manos me inmovilizaron mientras se arrodillaba, su aliento caliente en mi piel.
 
Vas a venirte en mi boca —susurró—. Y luego me la vas a meter tan duro que vas a rogarme que pare.
 
No hubo tiempo para responder. Su boca me envolvió enterosu lengua jugando con la cabeza mientras una mano me agarraba las bolasLos dedos de la otra se enterraron en mi muslo, marcándome.
 
Fue demasiado rápido, demasiado intenso. Mis caderas empujaron sin control cuando el orgasmo me golpeó, sus labios sellados alrededor de mí, tragando cada gota.
 
Pero ella no terminó ahí.
 
Me arrastró al bañomis piernas aún temblorosas. El espejo empañado reflejó cómo me empujaba contra el lavabosu espalda arqueadamis manos en sus caderas marcando moretones.
 
Ahora repítelo —ordenó, mirándome por encima del hombro—. Y esta vez no te vengas hasta que yo te lo diga.
 
 
Los meses pasaron en un éxtasis constante. Las mañanas eran siempre iguales: el portazo de la puerta principal cuando mi padre salía, el taconeo rápido de ella subiendo las escaleras, la manera en que mi cama crujía bajo nuestros cuerpos sudorosos. Era nuestro ritual sagrado, nuestra adicción compartida.
 
Pero como todas las cosas buenas, tenía que terminar.
 
Una noche, durante la cena, mi padre dejó caer la bomba:
 
La empresa me transfiere a Chicago. Nos mudamos en tres semanas.
 
 
El tenedor se me clavó en la lengua. Chicago. A mil kilómetros de distancia.
Mi madre, siempre la actriz perfecta, puso una sonrisa falsa.
 
¡Qué emocionante! —dijo, mientras su pie descalzo recorría mi pantalón por debajo de la mesahaciéndome palpitar bajo el mantel.
 
 
No desaprovechamos estas 3 semanas, fueron intensas.
 
El ultimo dia que estuvieron aquí, mi madre le dijo a mi padre que iria a comprar algunas cosas conmigo
 
El auto avanzaba lentamente por la carretera, las maletas de mi padre ya cargadas en el baúl. El aire olía a limpieza y a mentira.
 
 
—Para aquí —ordenó de pronto, señalando un callejón polvoriento entre dos almacenes abandonados.
 
Detuve el auto.
Antes de que pudiera preguntar, sus dedos ya desabrochaban mi jeans con urgenciasus uñas rojas arañando mi abdomen mientras se inclinaba.
 
—Voy a hacer que recuerdes esto cada vez que te toques en esa universidad —susurró, su aliento caliente en mi piel mientras su lengua lamía el contorno de mi erección a través del boxer.
 
glup-glup-schlack— cada vez que bajaba hasta que mi punta rozaba su gargantasus dedos apretando mis muslos como grilletes.
 
—Mamá... dios... así... —gemí, enredando las manos en su pelo negro mientras su nariz se enterraba en mi vello púbico.
Ella respondió metiéndose dos dedos en su propia bocamojándolos con saliva brillante antes de deslizarlos entre sus piernasfrotándose en círculos obscenos sobre la tela de sus bragas.
 
—Mírame —jadeó, sacando mi miembro de su boca con un pop húmedo—. Mírame mientras me corro sabiendo que esto es tuyo.
 
Y lo hizo.
 
Sus músculos abdominales se tensaronsus pezones se endurecieron visiblemente bajo la telaun gemido ronco escapó de su garganta cuando su orgasmo la sacudiómanchando el asiento de pasajero.
 
Fue demasiado.
 
La agarré de las mejillas y la obligué a tragármelo enterosintiendo cómo su garganta se contraía alrededor de mí cuando exploté con un gruñido que hizo temblar los vidrios del auto.
 
 
Permaneció ahíbebiendo cada gotasus lágrimas saladas mezclándose con nuestro desastre.
 
Cuando al fin se sentó, se limpió la boca con el dorso de la mano y recompuso su vestido con precisión militar.
 
—No me escribas —dijo, encendiendo un cigarrillo con manos que apenas temblaban—. Pero no te atrevas a olvidar.
 
El auto arrancó.
 
El polvo del callejón se tragó nuestros secretos.

2 comentarios - Tendre sexo con mi madre? pt7

nukissy980
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Jhoan_28
Es la mejor serie de relatos que he leído en mucho tiempo