Tatiana yacía en el suelo, temblorosa, con el cuerpo brillando de sudor y semen. Su respiración era agitada, sus muslos manchados, su ano latiendo después de haber sido invadido sin descanso.
El Maestro se puso de pie y chasqueó los dedos.
La puerta del sótano se abrió lentamente y, uno a uno, fueron entrando más hombres. Cinco, seis… hasta que hubo al menos diez alrededor de ella, todos con las pollas duras, observándola con una mezcla de deseo y desprecio.
—Levántala —ordenó el Maestro.
Dos de los nuevos la tomaron de los brazos y la pusieron de rodillas, sujetándola como una muñeca rota. Un collar con cadena fue enganchado a su cuello, y el Maestro tiró de él con fuerza, obligándola a alzar el rostro.
—Miren bien a esta cosa. No es un hombre, no es una mujer. Es solo una sissy… un agujero dispuesto para todo lo que queramos.
Las risas llenaron el sótano. Tatiana tragó saliva, sabiendo que no habría descanso.
El primero se adelantó y le metió la verga en la boca sin compasión. Otro, al mismo tiempo, abrió sus nalgas y empujó con violencia en su culo aún goteante.
dos al mismo tiempo otra vez, pero ahora con más fuerza, con más cuerpos observando, con más manos sujetándola, sobándola, jalando de su cabello, abofeteando sus mejillas para que mantuviera la boca abierta.
—Eso es… —se burló uno de ellos—. Una puta multiusos.
El resto esperaba turno, rodeándola como lobos. Uno encendió un cigarro y, con una sonrisa, exhaló el humo sobre su rostro antes de usarla como cenicero humano, apagando la brasa en su lengua. Tatiana gimió, pero no se apartó. El Maestro tiró de la cadena.
—Agradece, putita. Este es tu lugar.
—G-gracias… amo… —balbuceó ella, entre arcadas y gemidos.
Las embestidas se volvieron más frenéticas. Su garganta ardía, su culo vibraba y palpitaba con cada empuje. No era Tatiana quien controlaba su cuerpo: era la jauría de machos que la usaban sin descanso, turnándose, llenándola una y otra vez.
El Maestro, disfrutando del espectáculo, levantó la voz:
—No se detengan hasta que esta sissy quede marcada para siempre. Quiero que cada agujero de su cuerpo recuerde quién manda.
Uno tras otro, los hombres se corrían dentro de ella, en su boca, en su culo.. sobre su cara, en su pelo. Tatiana quedó bañada, rota, vibrando de placer y humillación.
El Maestro tiró nuevamente de la cadena y, con una sonrisa oscura, la obligó a gatear en medio del círculo de machos.
—Y ahora… vamos a empezar con los juegos de verdad.
El Maestro se puso de pie y chasqueó los dedos.
La puerta del sótano se abrió lentamente y, uno a uno, fueron entrando más hombres. Cinco, seis… hasta que hubo al menos diez alrededor de ella, todos con las pollas duras, observándola con una mezcla de deseo y desprecio.
—Levántala —ordenó el Maestro.
Dos de los nuevos la tomaron de los brazos y la pusieron de rodillas, sujetándola como una muñeca rota. Un collar con cadena fue enganchado a su cuello, y el Maestro tiró de él con fuerza, obligándola a alzar el rostro.
—Miren bien a esta cosa. No es un hombre, no es una mujer. Es solo una sissy… un agujero dispuesto para todo lo que queramos.
Las risas llenaron el sótano. Tatiana tragó saliva, sabiendo que no habría descanso.
El primero se adelantó y le metió la verga en la boca sin compasión. Otro, al mismo tiempo, abrió sus nalgas y empujó con violencia en su culo aún goteante.
dos al mismo tiempo otra vez, pero ahora con más fuerza, con más cuerpos observando, con más manos sujetándola, sobándola, jalando de su cabello, abofeteando sus mejillas para que mantuviera la boca abierta.
—Eso es… —se burló uno de ellos—. Una puta multiusos.
El resto esperaba turno, rodeándola como lobos. Uno encendió un cigarro y, con una sonrisa, exhaló el humo sobre su rostro antes de usarla como cenicero humano, apagando la brasa en su lengua. Tatiana gimió, pero no se apartó. El Maestro tiró de la cadena.
—Agradece, putita. Este es tu lugar.
—G-gracias… amo… —balbuceó ella, entre arcadas y gemidos.
Las embestidas se volvieron más frenéticas. Su garganta ardía, su culo vibraba y palpitaba con cada empuje. No era Tatiana quien controlaba su cuerpo: era la jauría de machos que la usaban sin descanso, turnándose, llenándola una y otra vez.
El Maestro, disfrutando del espectáculo, levantó la voz:
—No se detengan hasta que esta sissy quede marcada para siempre. Quiero que cada agujero de su cuerpo recuerde quién manda.
Uno tras otro, los hombres se corrían dentro de ella, en su boca, en su culo.. sobre su cara, en su pelo. Tatiana quedó bañada, rota, vibrando de placer y humillación.
El Maestro tiró nuevamente de la cadena y, con una sonrisa oscura, la obligó a gatear en medio del círculo de machos.
—Y ahora… vamos a empezar con los juegos de verdad.
1 comentarios - ✨ **Relato – “La Sissy del Sótano” (parte 3) ✨