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putita la niñera 18


El sábado por la mañana arrancamos bien tranquilos. Clara se había llevado a los chicos a la casa de su hermana para pasar el día, dejando la casa en un silencio raro, casi incómodo. Yo estaba en el living, mate en mano, scrolleando el celular sin mucho interés, cuando Lucía apareció por el pasillo. Se habia puesto una remera mia que apenas le tapaba el culo y el pelo suelto, todavía despeinado de dormir. Caminó hasta mi descalza y con su paso corto de atorranta. Me miró con esa cara de pendeja insolente que sabía usar tan bien y dijo:
—Viejo, ¿me sacás unas fotos? Quiero subir algo a Instagram.
Levanté una ceja, medio sorprendido, pero no dije que no. Agarré el celular que me tiró sobre el almohadon del sillón y la seguí al patio trasero, donde el sol dibujaba sombras largas sobre el césped. Lucía se puso contra la pared de ladrillos, haciendo poses de modelo, cruzando las piernas, tirando el pelo para atrás, sonriendo con esa boca que me llenaba el cerebro de fantasias pornograficas y pervertidas. El sol le pegaba de lleno, y la remera se le transparentaba un poco, dejando ver que no tenía nada abajo.
—Sacá de abajo, que queda más sexy —me dijo, apoyando una mano en la cadera y levantando la remera lo justo para mostrar el borde de su bombacha negra.
Hice lo que me pidió, agachándome un poco, sintiendo cómo la situación empezaba a calentarme. La pendeja sabía lo que hacía. Cada pose era más provocadora que la anterior: se dio vuelta, sacó el culo, se mordió el labio, me miró fijo mientras se levantaba la remera un poco más. Dejó ver a proposito por un segundo como se le clavaba la tanga bien profundo el en el orto.
—Sacáte la remera, queda mejor —le dije, con la voz más seca de lo que esperaba.
Ella se rió, esa risa corta y filosa. —¿Qué te pasa, degenerado, no ves que soy chiquita yo? —Pero se la sacó igual, quedándose en bombacha, con las tetias perfectas al aire, los pezones duros por el fresco de la mañana. Siguió posando, ahora más descarada, apoyándose en la pared, abriendo las piernas apenas, mirándome como si me estuviera provocando a que le chupara toda la concha.
Mi pija ya estaba dura, apretando contra el pantalón. No podía evitarlo. Lucía era un imán, una trampa perfecta Tan putita como las actrices porno que miraba mientras me pajeaba escondido en el baño. Seguí sacando fotos, acercándome más, capturando cada detalle: el brillo del sudor en su piel, la curva de su cintura, la forma en que se le marcaba todo con esa bombachita mínima. Ya me imaginaba chupandole la tanga y su olor a pendeja puta me volaba la cabeza.
—Viejo, sos un enfermo —dijo, riéndose, pero no paró. Al contrario, se bajó la bombacha despacio, dejándola caer al césped, y se quedó completamente desnuda, con una mano tapándose la concha como si fuera una broma. —¿Así te gusta, degenerado?
No respondí. Mi cabeza era un incendio. Seguí sacando fotos, casi sin pensar, mientras ella se sentaba en una silla del patio, abría las piernas mostrando toda la concha rosada y empezaba a tocarse, lenta, mirándome fijo. El celular temblaba en mi mano.
—Filmame —dijo de repente, con la voz más grave, más seria—. Quiero un video.
Dudé un segundo, pero apreté el botón de grabar. Lucía se recostó en la silla, una mano en la concha se le habian mojado toda, la otra pellizcándose un pezón, gimiendo bajito mientras se metía los dedos. La cámara capturaba todo: el movimiento de sus caderas, el brillo húmedo entre sus piernas que le llegaba hasta el culo, la cara de puro placer. Mi pija estaba a punto de reventar el pantalón, y ella lo sabía. Cada tanto me miraba, sonreía, y decía “degenerado” entre gemidos, como si fuera un juego. Ella hizo unos movimientos raros y lo temblores hermosos de antes del orgasmo.
Cuando acabó como una zorra, temblando mas y con un gemido largo, se levantó de la silla y vino al lado mio. Sin decir nada, me arrancó el celular de las manos, lo apoyó en la mesa del patio para que siguiera grabando, y se arrodilló frente a mí. Me bajó los pantalones de un tirón, liberando mi verga toda dura, y descubrio mi cabeza mojada al rayo del sol. Brillaba mi pija sobre sus labios carnosos.
—Mirá qué enfermo estás, viejo —dijo, con esa sonrisa sucia, antes de metérsela toda en la boca.
No pude ni hablar. Lucía chupaba como si quisiera sacarme toda la leche de mi vida, profunda, chorreando saliva, rápida, con la lengua jugando en la punta. Agarré su pelo, empujándola un poco, perdiéndome en la sensación. Le queria cojer toda la boca. Ella gemía contra mi pija, vibrando, y yo sentía que iba a sacar lechita en cualquier momento. Cuando no pude más, le avisé, pero ella no se apartó. Al contrario, se la metió hasta el fondo, y le acabé toda la boca hasta la garganta, un chorro tras otro, mientras ella lagrimeaba y tragaba todo, sin dejar una gota. Cuando terminó, me lamió la pija despacio, dejándola limpia, y se puso de pie, limpiándose la boca con el dorso de la mano.
—Buen video, ¿no? —dijo, agarrando el celular y revisando la grabación con una sonrisa—. Esto se lo voy a mandar al flaco que me cojió en el casamiento. Le va a encantar.
La miré, todavía con la respiración agitada, la cabeza hecha un quilombo. —¿Qué? —fue lo único que pude decir.
Lucía se rió, se puso la remera y me dio una palmada en el pecho. —Tranquilo, viejo, no te pongas celoso. Vos ya tuviste lo tuyo. —Y se metió en la casa, dejándome ahí, parado en el patio, con los pantalones bajos y la sensación de que me había metido en un juego que no podía controlar.

2 comentarios - putita la niñera 18

nukissy4544
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