You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Morbo con mi hija. Nº 1

Soy un tipo como cualquier otro de 51 años, con una vida común y un tanto aburrida. Separado desde hace varios años pero con muy buena relación con mi ex y con toda la familia, al punto que casi todos los días nos estamos viendo o nos mensajeamos por cuestiones menores, es decir por cosas domésticas. Vivo solo y núnca rehice mi vida con otra mujer al igual que ella. Tenemos una hija de 26 años que es la luz de nuestras vidas, lo mejor que nos pasó.

Sole, mi hija, tuvo una infancia feliz, la mejor pero una de sus características es que desde muy pequeña demostró un carácter fuerte y una enorme autoestima de independencia. Eso se acrecento en la adolescencia donde como es habitual le sumó un toque de rebeldía propio de la edad pero con el paso del tiempo todo volvió a los carriles habituales aunque acrecentó su caracter volviendose más firme y determinante.

Su relación con la madre siempre fue mala, diría pésima. Núnca la vio como una figura a quien debía obediencia o un ejemplo a seguir. Conmigo fue diferente, siempre tuvimo buena relación de padre a hija, con la única salvedad de su adolescencia donde chocamos varias veces, pero esa etapa se superó y quedó solo como una anécdota. Hoy en día tenemos una excelente relación, aunque a veces es medio distante, pero en la actualidad es muy unida a mi y solemos charlar de cualquier cosa entre risas y chistes varios.

Desde su adolescencia Sole tuvo varios noviecitos, pero ninguno duraba mucho. Siempre supusimos que tuvo un despertar sexual temprano. Ya en sus veinte y algo tuvo dos o tres parejas, alguna un poquito más estable que otros pero finalmente siempre los abandonaba. Actualmente hace cerca de dos años que está sola y sin compromisos.

En la actualidad Sole es una mujer hecha y derecha, plena y adorable. Fisicamente siempre fue esbelta, alta, hermosa y con buenos atributos (sus lolas) como su madre, es simpática y muy entradora.

Hace unas semanas ocurrió un hecho que cambió todo. Por una cuestión privada que no viene al caso, debíamos salir con mi hija a hacer ciertos trámites y como vivimos en una ciudad medianamente grande, ese día opté por ir en la moto en vez del auto puesto que es más facil para moverse en zona céntrica.

Esa mañana pase a buscarla y ella aún debía alistarse. Luego de charlar brevemente y convidarme unos mates como desayuno, comenzó a cepillarse el cabello a lo cual se inclina un par de veces hacia adelante y a través del amplio escote de la musculosa que había utilizado de pijama, pude observar como se balanceaban sus pechos mientras se cepillaba el cabello.

La primera vez quité la vista rapidamente y sentí mucha vergüenza, pero al volverse a inclinar frente a mi y estando yo sentado en el sofá nuevamente quedaron sus pechos frente a mis ojos, y esta vez no se porque, no retiré la vista y observé en silencio. Me sentí una porquería pero definitivamente ese fue el disparador.

Mientras terminaba de alistarse, en mi mente le di mil vueltas al asunto y traté de restarle importancia decidiendo enterrarlo en el olvido, porque moralmente no es aceptable que un padre mire con otros ojos a su propia hija. Definitivamente eso no está bien.

Salimos en la moto a hacer nuestros trámites. El viaje comenzó tranquilo pero a las pocas cuadras tuve que frenar de golpe para evitar que nos choquen en una esquina y es ahí donde siento que los pechos de Sole se aprisionan contra mi espalda. No pude evitar sentirlos y otra vez en mi mente me enoje conmigo mismo por haber tenido ese pensamiento. A partir de ahí, cada vez que frenaba ya sea una esquina, un bache o en los semáforos sentía con mucho placer como los pechos de mi hija se hundían contra mi cuerpo.

Para ser honesto debo confesar que, a partir de ese momento, iba un poquito más rápido de lo habitual. Un poquito de velocidad y los frenos fueron mis mejores aliados para poder sentir como las tetas de mi hija se hundían contra mi humanidad. Aunque moralmente sea reprochable debo admitir que eso me exitó.

Ese día anduvimos de un punto a otro sin parar, y todo el tiempo fue así. Esperaba ansioso que terminaramos una gestión para subirnos a la moto y nuevamente volver al mismo juego, aceleradas, frenadas y sus hermosas tetas comprimiendose contra mi una y otra vez. 

Sentir el roce de sus pezones y las embestidas plenas de sus ubres contra mi cuerpo fue raro y exitante, lo que finalmente despertaría en mi un morbo oscuro, prohibido y despreciable que me sumirían en una profunda batalla entre lo correcto, lo moral y el mandato social y cultural imperante versus los bajos deseos y el instinto primitivo de la cópula entre machos y hembras. Esa era la lucha interna, si debía ver a mi hija como algo sagrado e intocable como fue siempre hasta ese momento o bien ahora, ya adulta, la podía ver como una mujer plena, una fémina objeto de deseos oscuros, bajos, prohibidos pero inmensamente exitantes.

Lo narrado hasta aquí no es el fin de la historia, pero el resto lo dejamos para la segunda entrega.

1 comentarios - Morbo con mi hija. Nº 1

eustasc2
queremos ver una fotode tu hija a ver lo ferte que esta