Finalmente quedé en verme con Valentino. Esa misma tarde, tras salir del telo con Marcos, tenía un mensaje suyo proponiendo encontrarnos al día siguiente.
En la oficina, ya más tranquila y relajada después del polvo con mi ex rival, lo llamé y le pedí disculpas por haber tardado en responderle.
-Mañana tengo Facultad hasta tarde, ¿qué decís? Me pasás a buscar y de ahí vamos a...- me dice, dejando en suspenso el final de su propuesta.
-... a coger...- la completo por él.
-Bueno, sí...-
-¡Jajaja...! No te avergüences de decirlo, yo también tengo de ganas de coger con vos...-
-¿Entonces te parece bien que quedemos así?-
-Me parece perfecto, pasame la hora, el lugar y ahí estoy...-
Con la excusa de siempre, estar recargada de trabajo, esa noche le digo a mi marido que voy a llegar tarde a casa, que no me esperen para cenar y que por favor acueste a los chicos por mí.
En la oficina, ya una vez que se fueron todos, me arreglo, me retoco el maquillaje, y salgo al encuentro de Valentino.
La situación me excita sobremanera, soy una mujer, a punto de cumplir los 43 años, yendo a encamarse con un chico de apenas 20, cuando muchas, muchísimas veces, había sido al revés, yo era la pendeja de 20 que se iba a encamar con tipos de más de 40. ¿Será un cambio de paradigma en mi vida? ¿De ahora en más tendré que cantarles el arroró a mis amantes? No lo sé, de lo qué sí estoy segura es de que cuando de sexo se trata, no hay brecha generacional que valga.
Por el camino nos vamos mensajeando. Me dice que ya salió de clases, que está en la esquina de Córdoba y Uriburu. Yo vengo por Córdoba, así que cuando me estoy acercando, lo veo con un grupito de amigos, chicos y chicas, entre los que espero no esté su novia.
Bajo la velocidad, me acerco a la vereda y toco un par de veces la bocina. Al voltear y verme se le ilumina el rostro con una sonrisa. Se despide del grupo, y se acerca al auto.
¿Qué les habrá dicho? ¿Es una tía, una amiga, la veterana que me estoy garchando? Lo que haya sido, todos me miran sin revelar el interrogante, aunque alcanzo a notar, leyéndole los labios, que uno le dice a otro: "¡Qué buena está!".
-Ninguna es tu novia, ¿no?- le pregunto cuando ya está sentado a mi lado, refiriéndome a las chicas.
-No, ella estudia Psicología, está en otro centro, además le dije que hoy no podíamos vernos porque tenía que estudiar para un examen...- me dice.
Recién estaba empezando en el mundo de los cuernos, de hecho yo había sido su primera infidelidad, pero aprende rápido el niño.
Mientras conduzco hacia el telo, me cuenta sobre su carrera, que especialidad piensa seguir, cuáles son sus expectativas de futuro.
Cuando quiere saber sobre mí, le digo:
-La expectativa de futuro más cercana que tengo es chuparte bien la pija... Eso primero, para después te tengo preparada una sorpresita...-
-¿Sí, qué es...?- me pregunta ansioso, inquieto, como si fuera un nene.
-Si te lo digo ya no va a ser sorpresa- repongo -Pero seguro que te va a encantar-
Vamos a un albergue transitorio del centro, de los caros, ya que quería una noche a toda orquesta, con champagne, jacuzzi y todos los chiches.
Apenas entramos y cerramos la puerta de la habitación, nos comemos a besos, chuponeándonos con ganas, con calentura, manoseando, mientras nos desvestimos, esas partes álgidas de nuestros cuerpos que ya desde el día anterior están en estado de alerta.
-Mientras preparo el agua, ¿servís el champagne?- le digo, yendo hacia el jacuzzi.
Valentino descorcha la botella, sirve la bebida y se acerca con las dos copas en las manos. Yo estoy sentada en el borde, jugando con la espuma, de modo que cuando se pone a mi lado, quedo de frente a su erección.
-¿Cuál es para mí...?- le pregunto, incitante.
-La que quieras...- me responde del mismo modo, dándome a elegir entre las dos copas y lo que se eleva entre sus piernas.
Es una obviedad mi elección. Me mando de frente con la boca abierta y no me detengo hasta que me rebota contra la garganta. Cierro los labios, aprisionando todo su contorno, y se la chupo con arrebatado entusiasmo.
Valentino cierra los ojos y bebe un sorbo de una de las copas, mientras su sexo se desliza dentro y fuera de mi boca, soltando una fragante espumita, mezcla de saliva y líquido preseminal.
-¿Ya te dije que me gusta tu pija?- le digo, sacándomela de la boca un momento para besársela por los lados.
Por supuesto se trata de una pregunta retórica.
-¡Me encanta chupártela!- agrego, y me la vuelvo a comer, de nuevo hasta la garganta.
Luego de una soberana mamada, me tiende una de las copas. Bebo un buen trago, y el sabor a pija y a champagne se mezcla deliciosamente en mi paladar.
Nos metemos al jacuzzi. El agua está deliciosa, pero se siente aún mejor con su cuerpo fibroso y bien proporcionado a mi lado.
Brindamos y nos besamos, pasándonos el champagne de boca a boca. En un momento, al reírnos, la bebida se derrama sobre mi cuerpo, por lo que baja para lamerme el cuello, y chupetearme las gomas, ávido, sediento.
Me recuesto en el borde del jacuzzi y me abro de piernas, ofreciéndole mi concha mojada, y no solo por el agua. Me la chupa también con entusiasmo, con devoción, como si estuviera mamando de la fuente de la vida.
Su lengua, sus dientes, sus labios hacen estragos en mi sexo. Me ponen justo a tiro del orgasmo, pero no quiero acabar todavía, así que me levanto, y agarrándolo de la mano, me lo llevo a la cama, la maestra guiando al alumno.
Tengo ganas de garchar sin protección, sentirla a pelo, pero no me estoy cuidando y la verdad es que no me gustaría para nada embarazarme de un chico que podría ser mi hijo.
Nos tiramos en la cama, uno sobre el otro y nos cogemos con furia, con frenesí, golpe por golpe, expresando con gritos y exclamaciones lo intenso de ese momento.
El polvo, que antes estaba ahí, repiqueteando, se mantiene expectante, agazapado, aguardando el momento oportuno para estallar en plenitud.
Mientras Valentino se impulsa dentro mío, me pregunto si así se garchará a la novia, con ese ímpetu, con esa energía descollante que por sí sola podría abastecer una central eléctrica.
Acabo yo primero, me hubiera gustado llegar con él, pero no me pude aguantar, y exploté en medio de un jadeo que pareció prolongarse por varios minutos.
Mientras yo me pierdo en un disfrute intensamente emotivo, Valentino me pone de costado y me sigue cogiendo, buscando su propio goce, metiéndomela toda con unos empujones que me hacen vibrar hasta el alma.
Cuando acaba, se queda adentro, vaciándose plácidamente. Hasta me parece sentir los borbotones de leche golpeando contra el látex.
Cuando volvemos al jacuzzi, le pido que me saque una foto, con el cuerpo cubierto de espuma.
Nos servimos de nuevo champagne, brindamos, nos besamos y entonces le anuncio que ya es momento de darle la sorpresa que le tengo preparada.
-¡Sí dale...!- se entusiasma.
Me recuesto sobre uno de los bordes, levanto la cola y abriéndome las nalgas, le ofrendo lo que se hunde entre ellas.
-¡Para vos, bebé...!-
De solo ver lo que tiene adelante, ya está de nuevo al palo, exhibiendo una erección que es para babearse del gusto. Las venas bien marcadas, formando a lo largo de la piel tirante, un entramado rebosante de vigor. La cabeza hinchada, enrojecida, soltando ya unas espesas gotitas pese a haber acabado ni hacía cinco minutos. Pura testosterona.
Me chupo los dedos y me los meto en el culo, mostrándole como me lo tiene que trabajar.
-Ahora vos...- le digo, sacando mis dedos para recibir los suyos, mucho más largos y gruesos, por supuesto.
No sé si habrá sido por instinto, o por haber visto porno, pero él solo, por propia iniciativa, me separa las nalgas, me escupe en el centro y me pasa la lengua por toda la raya, llegando incluso a metérmela en el chiquito.
Esta vez, cuando quiere ir a buscar un preservativo, le digo que no, que quiero sentirlo así, en carne viva.
Me apoya entonces la punta en la entrada, se queda un momento ahí, como midiendo la magnitud de cada parte, y tras comprobar que, por más grande que la tenga, hay espacio de sobra, comienza a empujar.
-¡Ahhhhhhhhh...!- me estremezco al sentir esa primera punzada.
Algo que hay que señalar sobre el sexo anal es que, por más culeadas que tengas encima, cuando te la meten siempre duele un poquito.
Valentino se frena con la mitad, casi, de la pija adentro.
-¡No parés... Dale, que me gusta que me duela...!- le digo, incitándolo a seguir para adelante, abriéndome yo misma para que me entre toda.
Sigue empujando, y cuando ya la tengo toda adentro, es él quién deja escapar una exclamación.
-¡Siiiiiiiiiii... Así... Culeame bebé... Rompeme toda...!- le pido casi en un bramido, entregándole al pendejo lo más íntimo de mi cuerpo.
Me sujeta de la cintura, fuerte, con ansia, como si fuera a escaparme, y me entra a bombear el orto en una forma absolutamente exquisita. Dura, violenta, pero deliciosa.
Tras las primeras penetraciones ya no me duele, el esfínter y todo el conducto se adaptan al tamaño del invasor, recibiéndolo ya sin roces incómodos.
Podrá no tener experiencia, ser la primera vez que prueba un culito, pero aún así me demuele a pijazos. Me la mete toda, entera, completa, haciendo que sus huevos, de nuevo llenos, reboten una y otra vez contra mis glúteos.
Gemimos, jadeamos, gritamos, disfrutando por igual la culeada...
-¡Te voy a llenar el culo de leche, Mariela...!- me intima, y en medio de un alarido, se precipita dentro mío.
Siento los latigazos de semen fluir por mi conducto anal, calientes, espesos, invasivos...
Se derrumba sobre mi espalda, entre excitados jadeos, y sin sacármela, me termina de bombear el resabio de sus huevos.
-¡Ahora sí soy toda tuya, bebé, me diste hasta por el culo...!- le confirmo por si quedaba alguna duda.
Volvemos a la cama en estado de gracia, sintiendo aún refulgir en nuestros cuerpos las llamaradas del placer que acabamos de compartir.
Hacemos una pausa. Mientras él llama a la novia para responderle los mensajes que le había dejado, yo respondo los de mi marido que quiere saber dónde guardo la ropita de dormir de Romi, ya que había ensuciado la que tenía puesta.
-Amor...- le digo luego de indicarle en dónde está guardada -Salimos a cenar algunos de la oficina, quizás me demore un poquito más de lo habitual-
Me dice que está todo bien, que no me haga problema, que los chicos ya están listos para acostarse. Me despido de mi marido y vuelvo con Valentino, que regresa a la cama luego de haber hablado con su novia.
Se acuesta a mi lado, nos abrazamos, nos besamos...
-¿Pido otro champagne...?- me pregunta.
-¡Dale...!- le digo.
Cuando llega la nueva botella, la descorcha y vuelve a llenar las copas.
En todo momento nos estamos tocando, acariciando. Nos damos besos, no solo en la boca, en todo el cuerpo también.
-Qué envidia me da tu marido...- me comenta en algún momento.
-¿Ah sí? ¿ Y qué dirías si fueras mi marido y yo estuviera en un telo garchando con un pendejo?- le pregunto.
-Si fuera tu marido te garcharía tanto que ya no tendrías ganas de andar garchando por ahí...-
-¿Estás seguro?-
-Segurísimo, conmigo tendrías un polvo por día, hasta más de uno...-
-Bueno, por ahora estás cumpliendo, me estás haciendo acabar más de una vez...- le confirmo, y agarrándole la pija, que está gomosa y a medio levantar, le pregunto: -¿Estás para seguir?-
-¡Obvio...!- exclama.
Un par de sacudones y de nuevo se yergue pletórico, rebosante. Me pongo encima suyo, del revés, formando un 69, para chuparle la pija mientras él me chupa la concha. El disfrute es mutuo.
Cuando ya estamos al dente, me muevo hacia adelante, le hago una turca, y poniéndome en cuatro, lo invito a que me siga cogiendo.
Ahora sí se pone un forro, me la mete y me coje con el entusiasmo de un pendejo que se imagina actor porno. Me encanta, debo decir. No quiero sutilezas. Quiero que me destruya, que me aniquile.
-¡Dale... Cogeme fuerte... Dame con todo... Reventame...!- le reclamo, ya completamente sacada.
A través de los espejos veo como se empeña en complacerme, dando todo de sí, dispuesto a demoler lo que tiene enfrente. Con cada embiste me hace retumbar las nalgas... PLAP PLAP PLAP... y todo el cuerpo... PLA PLAP PLAP...
En un momento se detiene, como para recargar energías, y entonces soy yo la que se mueve, atrás y adelante, empalándome con todo en su verga, chorreándome de ganas, de calentura...
Es tanto el placer que siento, tan intenso, que entre tanto combazo, caigo casi derrumbada, boca abajo, la pija bien adentro, ganando cada vez más terreno.
-¡Dámela por el culo...!- le pido, casi como un reclamo.
Me la saca de la concha y de un solo empujón me la manda por atrás. Enloquezco al sentir como esa dureza exquisita me trajina de nuevo el ojete, imponiendo el poder de su virilidad con cada empuje.
Hundo la cara entre las sábanas, ahogando un grito de pura emoción, intenso, agónico. Echando todo su cuerpo encima mío, Valentino me sigue culeando, brutal, salvaje, indómito, hasta que en medio de un exaltado rugido, me la saca toda, se arranca el forro y acaba, descargando sobre mi cuerpo unos violentos y cargadísimos lechazos, que me llegan hasta la nuca.
El goce es soberbio, mayúsculo, sobre todo cuando, al levantarme, siento el semen, tibio, espeso, derramándose por toda mi espalda.
-¿Qué te parece si nos quedamos a pasar la noche?- le pregunto mientras me levanto para ir al baño a enjuagarme.
-Me encantaría...- asiente.
Hacía tiempo que no me quedaba a pernoctar con alguien, pero sentía que con Valentino bien valía la pena.
Le dejo entonces un mensaje a mi marido diciéndole que estoy algo mareadita, que no puedo manejar en ese estado, que me estoy quedando en lo de una amiga. Establecida ya la coartada, nos metemos en el jacuzzi, tomando lo último que resta del champagne.
Luego vamos a la cama y... no, no cogemos sin parar toda la noche, como seguro estarán pensando. Tampoco dormimos. Nos quedamos despiertos charlando. Podrá haber un abismo de más de dos décadas entre los dos, pero eso no impide que tengamos muchas cosas en común.
Temprano un rico mañanero, como corresponde, una ducha compartida, el desayuno y a retomar la rutina.
Salimos juntos del telo, aunque lo dejo en la esquina, para que se tome un taxi.
Llego a casa justo para levantar a los chicos. Mi marido ya está listo para irse a trabajar, llevando de paso a Romi a la casa de la Abu, que es quién la cuida en la semana.
Me saluda con un beso y me pregunta como estoy.
-Con un poco de resaca, todavía...- le digo, y es cierto, con Valentino nos bajamos tres botellas de champagne, aunque la resaca sexual es la más fuerte.
Me despido de ambos y con el Ro salimos a esperar la movilidad del colegio. En eso me llega un mensaje de Valentino:
"Gracias por una noche inolvidable..."
Llega el micro, despido a mi hijo, y ya cuando estoy en casa, más tranquila y relajada, le contesto:
"Gracias a vos por culearme tan rico...", rubricando el mensaje con besos y corazones.
No sé cómo seguirá mi historia con Valentino, de lo que sí estoy segura es que voy a aprovechar cada oportunidad que tenga de echarme un polvo con el pendejo, de eso no tengan dudas...
En la oficina, ya más tranquila y relajada después del polvo con mi ex rival, lo llamé y le pedí disculpas por haber tardado en responderle.
-Mañana tengo Facultad hasta tarde, ¿qué decís? Me pasás a buscar y de ahí vamos a...- me dice, dejando en suspenso el final de su propuesta.
-... a coger...- la completo por él.
-Bueno, sí...-
-¡Jajaja...! No te avergüences de decirlo, yo también tengo de ganas de coger con vos...-
-¿Entonces te parece bien que quedemos así?-
-Me parece perfecto, pasame la hora, el lugar y ahí estoy...-
Con la excusa de siempre, estar recargada de trabajo, esa noche le digo a mi marido que voy a llegar tarde a casa, que no me esperen para cenar y que por favor acueste a los chicos por mí.
En la oficina, ya una vez que se fueron todos, me arreglo, me retoco el maquillaje, y salgo al encuentro de Valentino.
La situación me excita sobremanera, soy una mujer, a punto de cumplir los 43 años, yendo a encamarse con un chico de apenas 20, cuando muchas, muchísimas veces, había sido al revés, yo era la pendeja de 20 que se iba a encamar con tipos de más de 40. ¿Será un cambio de paradigma en mi vida? ¿De ahora en más tendré que cantarles el arroró a mis amantes? No lo sé, de lo qué sí estoy segura es de que cuando de sexo se trata, no hay brecha generacional que valga.
Por el camino nos vamos mensajeando. Me dice que ya salió de clases, que está en la esquina de Córdoba y Uriburu. Yo vengo por Córdoba, así que cuando me estoy acercando, lo veo con un grupito de amigos, chicos y chicas, entre los que espero no esté su novia.
Bajo la velocidad, me acerco a la vereda y toco un par de veces la bocina. Al voltear y verme se le ilumina el rostro con una sonrisa. Se despide del grupo, y se acerca al auto.
¿Qué les habrá dicho? ¿Es una tía, una amiga, la veterana que me estoy garchando? Lo que haya sido, todos me miran sin revelar el interrogante, aunque alcanzo a notar, leyéndole los labios, que uno le dice a otro: "¡Qué buena está!".
-Ninguna es tu novia, ¿no?- le pregunto cuando ya está sentado a mi lado, refiriéndome a las chicas.
-No, ella estudia Psicología, está en otro centro, además le dije que hoy no podíamos vernos porque tenía que estudiar para un examen...- me dice.
Recién estaba empezando en el mundo de los cuernos, de hecho yo había sido su primera infidelidad, pero aprende rápido el niño.
Mientras conduzco hacia el telo, me cuenta sobre su carrera, que especialidad piensa seguir, cuáles son sus expectativas de futuro.
Cuando quiere saber sobre mí, le digo:
-La expectativa de futuro más cercana que tengo es chuparte bien la pija... Eso primero, para después te tengo preparada una sorpresita...-
-¿Sí, qué es...?- me pregunta ansioso, inquieto, como si fuera un nene.
-Si te lo digo ya no va a ser sorpresa- repongo -Pero seguro que te va a encantar-
Vamos a un albergue transitorio del centro, de los caros, ya que quería una noche a toda orquesta, con champagne, jacuzzi y todos los chiches.
Apenas entramos y cerramos la puerta de la habitación, nos comemos a besos, chuponeándonos con ganas, con calentura, manoseando, mientras nos desvestimos, esas partes álgidas de nuestros cuerpos que ya desde el día anterior están en estado de alerta.
-Mientras preparo el agua, ¿servís el champagne?- le digo, yendo hacia el jacuzzi.
Valentino descorcha la botella, sirve la bebida y se acerca con las dos copas en las manos. Yo estoy sentada en el borde, jugando con la espuma, de modo que cuando se pone a mi lado, quedo de frente a su erección.
-¿Cuál es para mí...?- le pregunto, incitante.
-La que quieras...- me responde del mismo modo, dándome a elegir entre las dos copas y lo que se eleva entre sus piernas.
Es una obviedad mi elección. Me mando de frente con la boca abierta y no me detengo hasta que me rebota contra la garganta. Cierro los labios, aprisionando todo su contorno, y se la chupo con arrebatado entusiasmo.
Valentino cierra los ojos y bebe un sorbo de una de las copas, mientras su sexo se desliza dentro y fuera de mi boca, soltando una fragante espumita, mezcla de saliva y líquido preseminal.
-¿Ya te dije que me gusta tu pija?- le digo, sacándomela de la boca un momento para besársela por los lados.
Por supuesto se trata de una pregunta retórica.
-¡Me encanta chupártela!- agrego, y me la vuelvo a comer, de nuevo hasta la garganta.
Luego de una soberana mamada, me tiende una de las copas. Bebo un buen trago, y el sabor a pija y a champagne se mezcla deliciosamente en mi paladar.
Nos metemos al jacuzzi. El agua está deliciosa, pero se siente aún mejor con su cuerpo fibroso y bien proporcionado a mi lado.
Brindamos y nos besamos, pasándonos el champagne de boca a boca. En un momento, al reírnos, la bebida se derrama sobre mi cuerpo, por lo que baja para lamerme el cuello, y chupetearme las gomas, ávido, sediento.
Me recuesto en el borde del jacuzzi y me abro de piernas, ofreciéndole mi concha mojada, y no solo por el agua. Me la chupa también con entusiasmo, con devoción, como si estuviera mamando de la fuente de la vida.
Su lengua, sus dientes, sus labios hacen estragos en mi sexo. Me ponen justo a tiro del orgasmo, pero no quiero acabar todavía, así que me levanto, y agarrándolo de la mano, me lo llevo a la cama, la maestra guiando al alumno.
Tengo ganas de garchar sin protección, sentirla a pelo, pero no me estoy cuidando y la verdad es que no me gustaría para nada embarazarme de un chico que podría ser mi hijo.
Nos tiramos en la cama, uno sobre el otro y nos cogemos con furia, con frenesí, golpe por golpe, expresando con gritos y exclamaciones lo intenso de ese momento.
El polvo, que antes estaba ahí, repiqueteando, se mantiene expectante, agazapado, aguardando el momento oportuno para estallar en plenitud.
Mientras Valentino se impulsa dentro mío, me pregunto si así se garchará a la novia, con ese ímpetu, con esa energía descollante que por sí sola podría abastecer una central eléctrica.
Acabo yo primero, me hubiera gustado llegar con él, pero no me pude aguantar, y exploté en medio de un jadeo que pareció prolongarse por varios minutos.
Mientras yo me pierdo en un disfrute intensamente emotivo, Valentino me pone de costado y me sigue cogiendo, buscando su propio goce, metiéndomela toda con unos empujones que me hacen vibrar hasta el alma.
Cuando acaba, se queda adentro, vaciándose plácidamente. Hasta me parece sentir los borbotones de leche golpeando contra el látex.
Cuando volvemos al jacuzzi, le pido que me saque una foto, con el cuerpo cubierto de espuma.
Nos servimos de nuevo champagne, brindamos, nos besamos y entonces le anuncio que ya es momento de darle la sorpresa que le tengo preparada.
-¡Sí dale...!- se entusiasma.
Me recuesto sobre uno de los bordes, levanto la cola y abriéndome las nalgas, le ofrendo lo que se hunde entre ellas.
-¡Para vos, bebé...!-
De solo ver lo que tiene adelante, ya está de nuevo al palo, exhibiendo una erección que es para babearse del gusto. Las venas bien marcadas, formando a lo largo de la piel tirante, un entramado rebosante de vigor. La cabeza hinchada, enrojecida, soltando ya unas espesas gotitas pese a haber acabado ni hacía cinco minutos. Pura testosterona.
Me chupo los dedos y me los meto en el culo, mostrándole como me lo tiene que trabajar.
-Ahora vos...- le digo, sacando mis dedos para recibir los suyos, mucho más largos y gruesos, por supuesto.
No sé si habrá sido por instinto, o por haber visto porno, pero él solo, por propia iniciativa, me separa las nalgas, me escupe en el centro y me pasa la lengua por toda la raya, llegando incluso a metérmela en el chiquito.
Esta vez, cuando quiere ir a buscar un preservativo, le digo que no, que quiero sentirlo así, en carne viva.
Me apoya entonces la punta en la entrada, se queda un momento ahí, como midiendo la magnitud de cada parte, y tras comprobar que, por más grande que la tenga, hay espacio de sobra, comienza a empujar.
-¡Ahhhhhhhhh...!- me estremezco al sentir esa primera punzada.
Algo que hay que señalar sobre el sexo anal es que, por más culeadas que tengas encima, cuando te la meten siempre duele un poquito.
Valentino se frena con la mitad, casi, de la pija adentro.
-¡No parés... Dale, que me gusta que me duela...!- le digo, incitándolo a seguir para adelante, abriéndome yo misma para que me entre toda.
Sigue empujando, y cuando ya la tengo toda adentro, es él quién deja escapar una exclamación.
-¡Siiiiiiiiiii... Así... Culeame bebé... Rompeme toda...!- le pido casi en un bramido, entregándole al pendejo lo más íntimo de mi cuerpo.
Me sujeta de la cintura, fuerte, con ansia, como si fuera a escaparme, y me entra a bombear el orto en una forma absolutamente exquisita. Dura, violenta, pero deliciosa.
Tras las primeras penetraciones ya no me duele, el esfínter y todo el conducto se adaptan al tamaño del invasor, recibiéndolo ya sin roces incómodos.
Podrá no tener experiencia, ser la primera vez que prueba un culito, pero aún así me demuele a pijazos. Me la mete toda, entera, completa, haciendo que sus huevos, de nuevo llenos, reboten una y otra vez contra mis glúteos.
Gemimos, jadeamos, gritamos, disfrutando por igual la culeada...
-¡Te voy a llenar el culo de leche, Mariela...!- me intima, y en medio de un alarido, se precipita dentro mío.
Siento los latigazos de semen fluir por mi conducto anal, calientes, espesos, invasivos...
Se derrumba sobre mi espalda, entre excitados jadeos, y sin sacármela, me termina de bombear el resabio de sus huevos.
-¡Ahora sí soy toda tuya, bebé, me diste hasta por el culo...!- le confirmo por si quedaba alguna duda.
Volvemos a la cama en estado de gracia, sintiendo aún refulgir en nuestros cuerpos las llamaradas del placer que acabamos de compartir.
Hacemos una pausa. Mientras él llama a la novia para responderle los mensajes que le había dejado, yo respondo los de mi marido que quiere saber dónde guardo la ropita de dormir de Romi, ya que había ensuciado la que tenía puesta.
-Amor...- le digo luego de indicarle en dónde está guardada -Salimos a cenar algunos de la oficina, quizás me demore un poquito más de lo habitual-
Me dice que está todo bien, que no me haga problema, que los chicos ya están listos para acostarse. Me despido de mi marido y vuelvo con Valentino, que regresa a la cama luego de haber hablado con su novia.
Se acuesta a mi lado, nos abrazamos, nos besamos...
-¿Pido otro champagne...?- me pregunta.
-¡Dale...!- le digo.
Cuando llega la nueva botella, la descorcha y vuelve a llenar las copas.
En todo momento nos estamos tocando, acariciando. Nos damos besos, no solo en la boca, en todo el cuerpo también.
-Qué envidia me da tu marido...- me comenta en algún momento.
-¿Ah sí? ¿ Y qué dirías si fueras mi marido y yo estuviera en un telo garchando con un pendejo?- le pregunto.
-Si fuera tu marido te garcharía tanto que ya no tendrías ganas de andar garchando por ahí...-
-¿Estás seguro?-
-Segurísimo, conmigo tendrías un polvo por día, hasta más de uno...-
-Bueno, por ahora estás cumpliendo, me estás haciendo acabar más de una vez...- le confirmo, y agarrándole la pija, que está gomosa y a medio levantar, le pregunto: -¿Estás para seguir?-
-¡Obvio...!- exclama.
Un par de sacudones y de nuevo se yergue pletórico, rebosante. Me pongo encima suyo, del revés, formando un 69, para chuparle la pija mientras él me chupa la concha. El disfrute es mutuo.
Cuando ya estamos al dente, me muevo hacia adelante, le hago una turca, y poniéndome en cuatro, lo invito a que me siga cogiendo.
Ahora sí se pone un forro, me la mete y me coje con el entusiasmo de un pendejo que se imagina actor porno. Me encanta, debo decir. No quiero sutilezas. Quiero que me destruya, que me aniquile.
-¡Dale... Cogeme fuerte... Dame con todo... Reventame...!- le reclamo, ya completamente sacada.
A través de los espejos veo como se empeña en complacerme, dando todo de sí, dispuesto a demoler lo que tiene enfrente. Con cada embiste me hace retumbar las nalgas... PLAP PLAP PLAP... y todo el cuerpo... PLA PLAP PLAP...
En un momento se detiene, como para recargar energías, y entonces soy yo la que se mueve, atrás y adelante, empalándome con todo en su verga, chorreándome de ganas, de calentura...
Es tanto el placer que siento, tan intenso, que entre tanto combazo, caigo casi derrumbada, boca abajo, la pija bien adentro, ganando cada vez más terreno.
-¡Dámela por el culo...!- le pido, casi como un reclamo.
Me la saca de la concha y de un solo empujón me la manda por atrás. Enloquezco al sentir como esa dureza exquisita me trajina de nuevo el ojete, imponiendo el poder de su virilidad con cada empuje.
Hundo la cara entre las sábanas, ahogando un grito de pura emoción, intenso, agónico. Echando todo su cuerpo encima mío, Valentino me sigue culeando, brutal, salvaje, indómito, hasta que en medio de un exaltado rugido, me la saca toda, se arranca el forro y acaba, descargando sobre mi cuerpo unos violentos y cargadísimos lechazos, que me llegan hasta la nuca.
El goce es soberbio, mayúsculo, sobre todo cuando, al levantarme, siento el semen, tibio, espeso, derramándose por toda mi espalda.
-¿Qué te parece si nos quedamos a pasar la noche?- le pregunto mientras me levanto para ir al baño a enjuagarme.
-Me encantaría...- asiente.
Hacía tiempo que no me quedaba a pernoctar con alguien, pero sentía que con Valentino bien valía la pena.
Le dejo entonces un mensaje a mi marido diciéndole que estoy algo mareadita, que no puedo manejar en ese estado, que me estoy quedando en lo de una amiga. Establecida ya la coartada, nos metemos en el jacuzzi, tomando lo último que resta del champagne.
Luego vamos a la cama y... no, no cogemos sin parar toda la noche, como seguro estarán pensando. Tampoco dormimos. Nos quedamos despiertos charlando. Podrá haber un abismo de más de dos décadas entre los dos, pero eso no impide que tengamos muchas cosas en común.
Temprano un rico mañanero, como corresponde, una ducha compartida, el desayuno y a retomar la rutina.
Salimos juntos del telo, aunque lo dejo en la esquina, para que se tome un taxi.
Llego a casa justo para levantar a los chicos. Mi marido ya está listo para irse a trabajar, llevando de paso a Romi a la casa de la Abu, que es quién la cuida en la semana.
Me saluda con un beso y me pregunta como estoy.
-Con un poco de resaca, todavía...- le digo, y es cierto, con Valentino nos bajamos tres botellas de champagne, aunque la resaca sexual es la más fuerte.
Me despido de ambos y con el Ro salimos a esperar la movilidad del colegio. En eso me llega un mensaje de Valentino:
"Gracias por una noche inolvidable..."
Llega el micro, despido a mi hijo, y ya cuando estoy en casa, más tranquila y relajada, le contesto:
"Gracias a vos por culearme tan rico...", rubricando el mensaje con besos y corazones.
No sé cómo seguirá mi historia con Valentino, de lo que sí estoy segura es que voy a aprovechar cada oportunidad que tenga de echarme un polvo con el pendejo, de eso no tengan dudas...

14 comentarios - Meciendo la cuna...
Seria un sueño poder cojer con vos.
van pts.