You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Mi hijo me quiere follar

Historia real que me contó una de las involucradas.



Primero empezó con sus miradas. Las madres siempre sabemos cuándo empiezan a mirarnos distinto. No la típica mirada de hijo. Una agachada, y allí están sus ojos, en los escotes, en las faldas. Entonces, a cuidar la ropa. Es normal, es parte del crecimiento de ellos. Es solo cuestión de mantenerlos dentro de un nivel aceptable. El mío empezó temprano. Le tuve que llamar la atención algunas veces. Otro hubiese tenido miedo, pero con él no fue así. La misma forma de ser del fallecido padre, cuánto más le daba reprimendas, más se atrevía.

Encontré semen en mis calzones. Al principio creí que eran secreciones mías, pero pronto me di cuenta de que él las sacaba de la ropa sucia para jalarsela y volvía a poner allí. Hasta encontré uno limpio debajo de su almohada.

Me asusté. No sabía a quién hablar. Al final le dije a mí cuñada. Me sorprendió cuándo me dijo que era normal. Que luego se les pasaba. Imaginé a mí sobrino haciendo lo mismo con los calzones de ella. Me dijo que se hacía la opa. Incluso se atrevió a tocarla dormida. Un día agarró novia y paró.

Hablar con ella no me tranquilizó. Busqué en internet. Un montón de relatos que no sabes si son reales o falsos, pero que te dan la dimensión de la cosa. Sí un 1% fueran reales ya era una locura.

Me acordé de historias. Una pareja de la iglesia, hace muchos años, ella era mayor que él, venían de otra provincia, se descubrió que eran madre e hijo. Tías y sobrinos, primas y primos, eso había un montón. Mi cuñada me contó de una abuela con su nieto y me dió mucha incomodidad.

En mi casa decidí arreglar la situación. Volví a ir a la iglesia más seguido y llevarlo. Empecé a ocultar mis calzones, vigilar la ropa que vestía, pero nada. Entonces tuve que hablarle. Mi cuñada me recomendó no hacerlo pero lo hice.

Traté de ser comprensiva, que eran cosas de la edad y las hormonas, pero que no estaba correcto y debía dejarlo “si no, te voy a dar una paliza”. 

Yo nunca había sido de las que pegan. Y además, él ya había dado el estirón, ya era más alto y fuerte que yo, y eso que no soy chaparrita. Pero lo amenacé. Él se rió. Quedamos bien unos días, hasta que empezó con las charlas tratando de convencerme.

Un día en la lavandería me dijo que, con todo el respeto, pero el hijo tenía derecho a poseer la madre, si el padre se había ido o se había muerto. Que era la ley de la naturaleza. Que eso hacía que un extraño no entrase en casa y yo le dije que eran pavadas, que de dónde había sacado aquello, si la propia biblia decía que estaba mal, y el tome de tratar de convencerme diciendo que había leído no sé dónde y que había un psicólogo que no sé qué.

Yo le mandaba callar, pero me sorprendió el atrevimiento. Desde ese día, de vez en cuando venía con esas charlas. Yo lo escuchaba, lavando el servicio o la ropa, a veces durante la comida, lo miraba como desconfiada, demostrando que no llevaba en serio nada de lo que me decía y cuando me cansaba lo mandaba a callar.

Pero la verdad es que a veces me acordaba, antes de dormir, y me quedaba pensando. Qué atrevimiento, qué ideas, de dónde se sacaba esas cosas, y alguna vez sin darme cuenta me mojé, pero la peor fue cuándo no pude dormir y me puse a leer relatos y estuve a punto de tocarme.

Otro día después del colegio, me pilló poniendo la ropa a secar y se puso a ayudarme. En un rato tenía una tanga mía en la mano, la única que yo tenía. Me dijo que cuando fuera su mujer, solo iba a poder usar aquel modelo, ya no las grandes. Lo miré muy seria. Se reía. Era guapo y su sonrisa era lo mejor. Era cobardía que un hijo se pruebe así con su madre, porque para la madre el hijo lo es todo. Peor en mi caso, que solo estábamos los dos. Yo debí abalanzarme sobre él y tirarle una buena paliza, pero nada, no tuve reacción y esa debilidad ellos la huelen. Los humanos somos como perros.

Yo no supe qué decirle. Paraba diciendo que la madre debía ser del hijo y yo le dije más de una vez que sí, que lo era, pero no en ese sentido que él quería. No me sirvió decirle que eso era cosa de hormonas, que iba a pasar, no me sirvió decirle la Biblia, ni la psicología. Tenía respuesta para todo.

Desde ese día empezó a ir a mi cama, aprovechando que la cerradura estaba mal. Nunca lo había arreglado porque nunca fue necesario. Pero ahora, me despertaba a media noche y sentía que me estaba tocando la cintura, o apegándose a mí, debajo de las sábanas. Le decía que se vaya a su cuarto, pero se quedaba. Al día siguiente cuando yo me quejaba, me decía que solo me estaba haciendo compañía.

Se hizo la costumbre de dormir conmigo. Y no me pueden acusar de permisiva, porque sí le resistí, pero en eso de dormir solita, eso nunca me había gustado. Habíamos dormido juntos desde que su papá falleció, pero los últimos tres años lo había mandado a su cuarto, porque ya estaba grande. Fueron meses de insomnio y desveladas. Yo me calmé llenando la cama de almohadas y muchas veces dormía con las luces prendidas.

Ahora lo tenía allí conmigo y les confieso que me gustó. Pese a que poco a poco se fue atreviéndose a más, que su mano cada noche trataba de ir más allá de las zonas permitidas y su verga dura apuntaba entre mis nalgas, fue cuando mejor dormí. 

Decidí hacer lo que dijo mi cuñada. Hacerse la opa, que la fase iba a pasar. Pero cuándo me tocó las tetas por primera vez, me desperté y le dije que no. Se defendió diciendo que cómo que no, si siempre habían sido de él. Si me había mamado hasta los dos años y porque no podía seguir haciéndolo. Le dije obviamente que porque ya estaba grande y que además, si no se portaba bien lo iba arreglar la cerradura.

Pero él no retrocedía y tuve que hacerme la dormida algunas veces mientras él me tocaba las tetas. Y eran mi punto débil. Yo me mojaba en serio, y tenía que controlar el cuerpo para no reaccionar.

La verdad es que, en aquél punto, ya habíamos empezado, yo solo me convencía de que no. Mi cuñada me preguntó cómo iba aquello y yo le dije que gracias a Dios había pasado. No ve? Te dije. Pero nada. Cada noche iba a mi cama y a veces me despertaba medio sobre él, con la cabeza en su pecho. 

Se sentía bien dormir acompañada, e incluso las amasadas de tetas, mientras no pasase a más, pero ellos siempre quieren más.

Una noche yo estaba con mi regla y me dolía mucho y sus caricias en mi panza aliviaban la incomodidad. Esa noche yo estaba particularmente sensible. Le dejé darme besitos en la panza y le dije que eso sí podía hacer, cuidar a mami, darle besitos, abuenar a mami. La menstruación siempre me había puesto muy sensible. 

Desperté con sus manos en mis tetas. Me había dormido de verdad. Esa noche estaba sin sostén porque para colmo las tetas se me hinchaban y se ponían durísimas. Me desperté ya preguntando qué hacía.

-Masajitos, pues.
-Pues esos masajitos, no. No sé puede.
-Si todas las noches te hago y no te quejas. Te haces la dormida. Pero, hoy las siento diferentes. Te duelen?

Era todo lo contrario. Estaban re sensibles. Le pedía que saque su mano de allá. Le pedía por favor, pero él seguía tocando suavemente y preguntando si era normal. 

-Mamá cuando se quedan así es porque te está gustando mucho, verdad?
-Mami no es de hierro mi amor, me encanta, pero no está bien que le hagas eso a tu mamita.
-Y quién más si no yo?

Entonces él empezó a chuparme las tetas, mientras me decía que era mi único hombre, que en aquella casa él era el macho. Puro pavadas, pero que me sometían, no sé por qué. Y su boca en mis pezones. No era un experto, era un poco tosco incluso, pero el hecho de que fuera mi hijo. Estaba tan mal. Pero se sentía tan bien. Le dije cómo debía hacer. Suavito, turnarse entre labios y lengua, cuando me ví, ya lo estaba enseñando, ya le estaba diciendo, y la otra mi amor? Se va a quedar celosa. Eso querías, no? Chupar las tetas a tu madre? Aprovecha hoy, que mañana pongo la cerradura en mi puerta.

El placer fue tanto que lo dejé besarme en la boca. Mi primera reacción al sentir sus labios en los míos fue rara. Me quise frenar, pero él insistió y de pronto nuestras lenguas se entrelazaron y ya fui yo quien no quiso parar. 7 años sin besar. Unos cuantos años más sin besar así con su padre. Y tanto que me gustaba besar, así que me maté las ganas.

No lo dejaba volver a mis tetas. Quería besos. Se subió sobre mí entre mis piernas. Lo abracé. Lo dejé mamar de nuevo. Pero entonces sentí el turbión. Iba a venirme. Pocas veces me había pasado con su papá. Venirme sin penetración. Pero me vine. Y en pocos minutos me vine otra vez. Fuerte. El cuerpo lleno de hormigueos. 

Él se balanceaba sobre mí. Sentí su pene. Toqué su pene. Tan duro. Tan rico. ¿Cuándo había crecido tanto? Si hace tan poco era mi bebé. Ahora estaba allí sobre mi queriendo cogerme. Pero yo no se lo iba a dejar.

Me controlé. Ya me había dejado ir demasiado lejos. Cuando trató de quitarme el calzón yo le dije que no, que estaba con mi regla. 

-No me importa.
-A mí sí. Y no te olvides que eres mi hijo.
-Por eso. Te quiero hacer mía ahora, ma. Quiero entrar.

Me quería doblegar, pero no dejé. De repente, yo no lo esperaba. Vino sobre mi rostro con la verga en la mano y trató de metérsela en mi boca. Yo cerré los labios a tiempo, pero él siguió allí presionado. El pre cum salado en mis labios. Abrí la boca solo un poquito. Fue suficiente. Él entró. “Cuida los dientes, ma". Lo estaba lastimando, así que abrí mejor y un buen pedazo entraba y salía de mi boca. Sentía en el cielo de mi boca, tuve que abrir bastante el maxilar. Sentía sus huevos en mi mentón. Dios mío qué era aquello, que estaba pasando. Me estaba dejando follar la boca.

Tenía que parar aquello. Estaba pensando en eso cuándo los chorros empezaron. Fuertes, abundantes, calientes, pegajosos, ácidos y salados. Añadas que no sentía aquel sabor. Lo escuché gemir. Sentía su pulso en mi lengua. Nunca había tragado. Sentía asco. No sé qué me pasó esa vez. Tragué un poco, porque era mucho y ya me estaba ahogando, me estaba rebasando. Tragué un poco y otro poco y cuando me ví estaba lamiendo la puntita, me había tragado todo y mi hijo la exprimía diciendo “que rico, ma".

Me vine otra vez. Fuerte, sentía oleadas subiendo desde mi concha, y casi me desmayé. La sensación era increíble. Aún sentía su verga en mi boca y yo seguía chupando, hasta que él se echó a mí lado.

Nos despertamos tarde. Y cuando se fue al colegio llamé un cerrajero. Pero nuestra nueva historia apenas empezaba .

3 comentarios - Mi hijo me quiere follar

fito555 +1
uuuuuuuuffffff.... Segui.. segui..!!
eustasc2 +1
falta foto de la involucrada