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155📑Ahora son 2 Putipobres

155📑Ahora son 2 Putipobres


El ventilador apenas movía el aire espeso del mediodía cuando Dahiana abrió la puerta con una sonrisa. En la vereda, con una mochila colgada al hombro, sandalias, shortcito negro y una remera que dejaba los pezones marcados, estaba Paola.

—¡Prima, al fin llegaste! —gritó Dahiana, abrazándola.

Paola se rio, la apretó fuerte y le susurró al oído:

—Más te vale que tengas hombres en este barrio, porque vengo caliente y muy puta.

Eran primas, sí. Pero parecían hermanas del pecado.
Ambas morenas, de cuerpos criminales, culonas, pechugonas, con esa sonrisa de mujer que sabe lo que quiere… y cómo conseguirlo.

Apenas tiraron las cosas en el cuarto, Paola sacó su celular.

—Che, Dahi… ¿no tenés calor con ese short? Estás mojada entera, y no creo que sea solo sudor.
—Mmm, es que vi una historia de Matías en musculosa y se me vino el alma abajo —se rieron.
—¿Ese es el que te rompe el culo y te acaba en las tetas?
—Ese mismo. Pero ya no me alcanza uno solo, Paola. Estoy encendida.
—Entonces vamos a jugar.

Paola se paró frente al espejo, se sacó la remera y se quedó en corpiño.

—Dale, Dahi. Saquemonos unas fotos juntas… para calentar más el barrio.

Dahiana no dudó. Se quitó la remera también y quedaron las dos en ropa interior, curvas al aire, carcajadas sucias, cuerpos tan parecidos como peligrosos. Se apretaron en la cama, se sentaron una sobre la otra, se tocaron por la espalda, y empezaron a sacarse selfies de infarto:

—Una tocándome la teta…
—Listo.
—Ahora vos mordeme el cuello.
—Pará… ahora abrí las piernas. Esa va en blanco y negro.

Los flash iluminaban el cuarto. Y la galería del teléfono ya parecía un catálogo prohibido.
Paola se relamía:

—Con estas fotos se nos cae el barrio encima.

—¿Y si las subimos a la página? —preguntó Dahiana, con los ojos encendidos.
—¿La que usás para tus suscriptores VIP?
—Esa misma. Pero ahora son dos fogosas.

Se miraron. Y en ese momento, el deseo flotó entre ellas.

—¿Nunca te preguntaste cómo sería que nos miren juntas… tocándonos?

Paola no respondió. Solo se acercó. Le corrió el bretel del corpiño a Dahiana, le besó el hombro… y le susurró:

—Me encanta el plan. Pero primero… vamos a ver quién de las dos calienta más al barrio.

Y el juego recién empezaba.
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La tarde cayó pesada sobre el barrio. Las luces anaranjadas entraban por la ventana, y dentro del cuarto de Dahiana el aire ardía por otra razón.

—Dahi, ¿estás segura que querés que las subamos? —preguntó Paola, mientras se acomodaba el pelo y mordía una fresa frente al espejo.
—¿Segura? Estoy mojada desde antes de apretar "subir".
—Entonces vamos a romper la página —sonrió su prima.

Ya no era juego.
Estaban desnudas sobre la cama, una sentada con las piernas abiertas, la otra detrás, lamiéndole el cuello, con una mano apretando una teta y la otra bajando suave entre sus piernas.
El teléfono en trípode. Cámara con temporizador. Luz cálida. Miradas perversas.

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—Ahora una donde chupás mi pezón, pero que se vea mi cara de loca.
—Listo. Y después vos me abrís los labios de la concha con los dedos, bien cerquita.
—Ahí va… ¡clic!

Fotos explícitas. Sucias. Bellas en su lujuria. Arte pornográfico casero.
Subieron cuatro fotos a la página privada de Dahiana, ahora rebautizada como:

> “Fogosas x2 🔥🔥 — Dahiana & Paola”

En menos de media hora, los comentarios explotaron:

> 🔥 “No puede ser lo que hacen estas dos…”
🍑 “Dahiana era mi diosa… pero Paola es el infierno en carne”
💦 “Quiero que me usen, que me destruyan entre las dos”
👁️ “¡Suban video! ¡Suban video!”
🧎‍♂️ “Les pago lo que quieran por una videollamada”

Pero entre todos los comentarios, hubo uno que llamó la atención de ambas:

> "Yo las conozco. Son del barrio. Las vi salir juntas hoy. No saben lo que desataron. Las quiero para mí. Las dos." – usuario: ELTR3SERO87


—¿Ese no es…? —dijo Paola, al leer el comentario.

—Sí. Julián, el de la esquina. El que siempre nos mira desde el portón, el que limpia la vereda con una manguera aunque no llueva.
—¡Ese es un enfermo! Me siguió hasta la despensa una vez.
—Ahora está obsesionado con nosotras.

Minutos después, el mismo usuario volvió a comentar:

> "Les juro que tengo la pija dura desde hace una hora. No puedo sacarlas de mi cabeza. Quiero meterme entre las dos, o que me usen como juguete. Les pago. Lo que pidan."

Paola se rió. Se estiró, con el culo hacia arriba, y dijo:

—Mirá si vamos a coger por dinero.
—No, prima. Pero sí podemos calentar a todos… sin darles nada más que deseo.

Y esa noche, grabaron un video de cinco segundos:

Dahiana tirada boca arriba, con Paola montada sobre su cara, y las dos miraban a cámara mientras Paola decía, jadeando:

—Ya no hay marcha atrás. Ahora somos dos… y estamos más calientes que nunca.

Lo subieron.
El barrio no durmió.

Y en una casa al fondo, Julián se tocaba con desesperación, mirando la pantalla, jurando que haría lo que fuera por tenerlas… aunque sea una vez.


Sábado. Casi las 6 de la tarde. La hora en que el barrio se llena de gente: chicos en bici, señoras barriendo el frente, hombres tomando cerveza en la vereda.
El calor se pegaba en la piel, pero ellas salieron igual, como si el mundo fuera su pasarela personal.

Paola llevaba un vestidito blanco, sin corpiño, corto al punto de que al agacharse, se notaban las nalgas.
Dahiana optó por un short de jean abierto a los costados y una remera atada justo bajo los pechos. Sin sostén, claro.

Caminaron juntas hacia la despensa, con el ritmo lento y cadencioso de dos bombas sabiendo que están siendo vistas. Y lo sabían. Cada paso, cada curva, cada mirada… era parte del espectáculo.

—Ese es Julián, mirá cómo nos ve —dijo Paola en voz baja, mientras pasaban por su cuadra.

Él estaba sentado en una reposera, cerveza en mano, y cuando las vio, se quedó inmóvil, la boca entreabierta.
Dahiana se agachó exageradamente a atarse el cordón, dándole vista completa de su tanguita negra asomando.
Paola lo saludó con un beso al aire.

—¿Todo bien, Juli? —dijo, como si nada.

Más adelante, los pibes en la cancha se callaron cuando ellas pasaron. Uno se golpeó con el poste por no dejar de mirar.

—¡Dios mío, Dahiana! ¡Esa prima tuya es peor que vos!
—¡No podés salir así!, Vas a hacer chocar a los autos —gritó uno.

Pero no todos los comentarios eran elogios.

Frente al almacén, dos mujeres mayores las miraron de arriba abajo. Una de ellas le dijo a la otra, sin bajar la voz:

—Una más descarada que la otra… así están los hombres, babosos.
—Dos putas con Instagram, eso son.

Paola se giró, sonrió y respondió con picardía:

—¿Les molesta? ¿O les da envidia?

Dahiana no pudo evitar soltar una carcajada.
Tomaron su gaseosa, su bolsa de papitas y siguieron caminando como si fueran reinas en territorio conquistado.

—¿Te diste cuenta? —dijo Paola.
—¿De qué?
—Que los hombres nos quieren coger… y las mujeres nos quieren desaparecer.
—Entonces estamos haciendo algo bien, prima.

De vuelta en casa, con el ventilador encendido y los muslos brillando de calor, abrieron sus celulares y vieron los comentarios nuevos en la página.

> 🥵 “Las vi en la calle. Son reales. Las quiero ya.”
👀 “Vi cuando Paola se agachó y casi me da un infarto.”
😈 “¿Se animan a salir sin bombacha la próxima?”

Paola chupó un hielo y dijo:

—¿Y si salimos sin bombacha mañana?
—Solo si hay video.

Y mientras el barrio ardía… ellas seguían pensando cómo subirle más la temperatura.



Esa tarde, la página privada de las chicas se volvió a llenar de notificaciones. Un nuevo video de Paola moviendo el culo frente al espejo en tanga roja, y otro de Dahiana chupando lentamente un hielo entre los pechos, desató comentarios descontrolados.

Pero hubo uno que se repitió varias veces.

> “Voy a animarme. Hoy voy.” — ELTR3SERO87

Ellas se miraron desde el celular.

—¿Te diste cuenta quién es, no? —dijo Dahiana.
—Obvio. Julián. El que no paraba de comentar con la pija dura.
—¿Y si viene?

Paola sonrió, se bajó la tanga sin aviso y se sentó desnuda sobre la mesada de la cocina.

—Entonces que venga. Pero que aguante.

No pasaron ni 40 minutos.

Alguien golpeó la puerta. Tres golpes secos.

Dahiana, en short de dormir y remera, abrió la puerta. Ahí estaba Julián: remera negra, pantalón ancho, cara roja. Los ojos no sabían a dónde mirar. Tragó saliva.

—Hola… no sabía si… si iba a tener respuesta.

Paola apareció detrás, con una toalla envuelta y el pelo mojado.

—Hola, Julián. ¿Venías por un poco de hielo… o por un poco de fuego?

Él no respondió. No podía. Las tenía ahí, frente a él, como en los videos… pero reales.
Dahiana le tomó la mano, lo hizo entrar, y cerró con llave.

—Mirá, vecino… sabemos que nos viste, que nos leés, que te pajeás pensando en nosotras. Pero hoy tenés suerte. Porque hoy… estamos con ganas.

Paola soltó la toalla y quedó completamente desnuda. Julián la miró como si fuera un sueño húmedo.

—Pero acá no hay amor, ni promesas. Solo cuerpo. Solo placer.

Dahiana se puso de rodillas y comenzó a bajarle el pantalón. La pija de Julián cayó dura, temblando, y ella empezó a chupársela con lentitud.
Paola se sentó en la cama, se abrió de piernas y se tocó la concha mientras lo miraba:

—¿Nunca viste dos fogosas juntas, Julián?

Dahiana lo mamaba con la boca llena, escupiéndolo, mientras Paola se acercaba y le lamía las bolas.

—Vas a tener que aguantar, ¿eh? Porque hoy… te vamos a vaciar.

Y así comenzó el juego.
Una lo chupaba. La otra lo besaba. Una se sentaba en su cara. La otra le cabalgaba el torso.

Lo tomaron. Lo usaron. Lo hicieron gritar.

Y antes de acabar, Paola lo miró fijo y le dijo:

—Vas a acabar en nuestras tetas. Y después… vas a agradecer.

Y así fue. Chorros calientes sobre los pechos morenos y sudados de ambas, mientras Julián se desplomaba, respirando agitado.

Dahiana lo empujó suave.

—Listo, vecino. Ya pagaste tu membresía en persona.
—Pero ahora te vas… y nos dejas descansar.

Paola se acercó a su oído, aún con los pezones brillantes de leche:

—Quizás te llamamos de nuevo… si seguimos con ganas de jugar.

Y Julián salió sin decir una palabra, con la ropa mal puesta, pero con una sonrisa que no se le iba a borrar jamás.

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Era de noche. El ventilador giraba lento, el aire olía a sexo seco y perfume barato. Paola aún tenía las marcas de Julián en los muslos, y Dahiana, en tanguita negra y una camiseta rota, se servía un trago.

—Che, ¿y ese Matías que nombrás siempre? —preguntó Paola, mientras se pintaba las uñas de los pies.
—Ese… ese no es como los demás —dijo Dahiana, con una sonrisa traviesa.

—¿Tan bueno en la cama es?
—Paola… ese tipo te abre el alma con la lengua y después te parte en dos sin preguntar.

La prima la miró intrigada.

—¿Y viene mañana?

—Sí. Me escribió que no se aguantaba más, que se la pasó viendo nuestras fotos, que se la cascó tres veces seguidas y quiere vernos juntas.
—¿Nosotras dos? ¿Con él?
—Ajá. Y te digo algo…

Se acercó despacio, se sentó en el borde de la cama y le habló al oído:

—Prepará tu culo, porque Matías es puro fuego… y no le alcanza con una sola entrada.

Paola tragó saliva. Su corazón se aceleró.

—¿Me lo decís en serio?
—Te lo digo calentándome.

Dahiana se arrodilló frente a ella, le abrió las piernas, le bajó la bombacha lentamente, y empezó a chuparle la concha con suavidad, como quien marca territorio.

—Quiero que estés lista, mojadita, abierta, pidiendo más.
—¡Ahhh, Dahiana! Me vas a volver loca…

—Ese es el plan —respondió ella, lamiendo más profundo—. Mañana vamos a dejar a Matías seco… o nos va a dejar destruidas a las dos.

Paola se retorcía, gimiendo suave, mientras su prima la calentaba con la lengua y la imaginación volaba:

Una cama. Tres cuerpos. Una sola regla: reventarse sin límites.

Y cuando Paola acabó temblando entre las manos de Dahiana, no pudo evitar susurrar:

—Que venga ya ese Matías… quiero que me rompa.

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Matías llegó puntual. Remera ajustada, mirada caliente, la pija ya a medio endurecer.
Dahiana le abrió la puerta con una bata suelta, sin nada debajo. Paola apareció detrás, con una tanguita blanca y los pezones marcando fuerte bajo una blusita transparente.

—¿Listo para el infierno? —dijo Dahiana.

Matías tragó saliva.
—No me hablen. Solo denme eso.

—No tan rápido —intervino Paola—. Hoy primero… nos mirás. Después jugás.

Lo sentaron en la silla del rincón, con una cerveza en la mano, y lo dejaron ahí.
Las dos subieron a la cama, se miraron… y empezaron a tocarse.

Dahiana se acostó boca arriba y Paola se puso entre sus piernas, lamiéndole suave la concha, mientras Matías los ojos no los podía cerrar.

—Mirá cómo le mojo la lengua, papi —dijo Paola, mirándolo mientras le abría los labios de la vagina con los dedos y se los comía con ganas.

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—¡Ahhh, sí, seguí! —gemía Dahiana—. Que vea lo que es una fogosa de verdad.

Después cambiaron. Dahiana tomó el control. Se puso de rodillas y le chupó las tetas y los pezones a su prima, mientras con dos dedos le metía y sacaba rápido entre las piernas.

Paola se tocaba el clítoris, con la boca abierta, gimiendo fuerte.

—¡Ya no aguanto, Dahi!
—Entonces llamalo… que entre ya.

Matías se paró como un lobo suelto. Se sacó la ropa sin decir una palabra. Estaba duro como una piedra.

Dahiana fue la primera en arrodillarse frente a él. Se metió su pija entera en la boca, mientras Paola se agachaba al lado y le lamía los huevos, lenta, provocadora.

—Dios mío… no puede ser esto —gimió él.

—¿Querías vernos juntas? Ahora vas a sentirnos juntas.

Lo llevaron a la cama. Paola se subió encima y lo cabalgó como una salvaje, con el culo chocando contra su pelvis, mientras Dahiana se sentaba en su cara y le decía:

—¡Comé concha, papi! ¡Abrí la lengua! ¡Así! ¡Más!

Gemidos por todos lados. Las sábanas hechas un desastre. Piel contra piel, tetas rebotando, cuerpos sudando.

Después Matías la puso a Paola en cuatro, le metió la pija en la concha y la cogió con fuerza mientras le metía la lengua Dahiana, y se frotaba sin parar.

—¡Cambiemos! —gritó Paola, temblando.

Y lo hicieron. Matías se metió en Dahiana desde atrás, mientras Paola se sentaba en su cara con las piernas abiertas, mojada entera.

—¡Así! ¡Dale, Matías! ¡Partime el culo también si querés! —gritó Dahiana.
—¡Hoy quiero todo! —rugió él.

Y se lo dio. Les dio por todos los agujeros, las hizo acabar una, dos, tres veces… hasta que su cuerpo no dio más.

Terminó sobre las tetas de ambas, jadeando, temblando, con las piernas flojas y la cara desencajada de placer.

Las chicas se miraron, sudadas, desarmadas… pero con una sonrisa de triunfo.

—¿Te gustó, papi?
—Quiero morirme así. Entre ustedes.

—No te mueras todavía —dijo Dahiana, dándole una nalgada a Paola—. Esto recién empieza.

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El domingo amaneció suave. El ventilador giraba lento, el cuarto aún olía a sexo de la noche anterior. Las sábanas revueltas, los cuerpos cruzados, y el sol colándose por entre las cortinas.

Paola se desperezó desnuda, con el cabello alborotado y los muslos aún marcados por las manos de Matías.
Dahiana, a su lado, jugaba con un cubito de hielo entre los dedos, desnuda también, mordiendo su sonrisa de loba.

—¿Dormiste, guarra?
—Dormí… pero con la concha todavía latiendo —rió Paola.

Dahiana se giró hacia ella, apoyando su pierna entre las de su prima, rozando suavemente.

—Che… te vas en dos días, ¿no?
—Sí. Ya tengo el pasaje. Pero me llevo la memoria llena.
—Antes que te vayas… respondé algo.

—Decime.
—¿Quién te gustó más?

Paola sonrió sin responder. Dahiana le lamió el cuello, subió hasta su oído y repitió:

—¿Quién, Paola? ¿Matías… o yo?

La otra se mordió el labio. La mano bajó despacio entre las piernas de Dahiana, y la encontró mojada.

—Sos vos. No hay con qué darte.

Dahiana la besó, profundo, húmedo, lento. Y mientras se besaban, sus dedos empezaron a tocarse mutuamente, sin prisa, sin interrupciones.

—Entonces tocame… una vez más, antes que te vayas.

Y se acariciaron juntas, frente a frente, gimiendo bajito, sin presión, solo placer entre piel conocida.
Se besaban las tetas, los pezones, se miraban mientras se masturbaban, rozando sus clítoris con los dedos mojados, hasta que los temblores las tomaron juntas.

Acabaron una contra la otra, jadeando suave, con las frentes pegadas y el corazón palpitando al mismo ritmo.

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Después, Paola se acomodó sobre la almohada y dijo:

—No llores, Dahiana.
—¿Llorar? Tengo fotos, videos… y el recuerdo de cómo gemís cuando te hago acabar.
—Voy a volver.
—¿Cuándo?
—El mes que viene. Y más caliente que nunca.

Dahiana sonrió, prendió un cigarro, y respondió:

—Entonces que el barrio se prepare. Porque cuando vuelvas…
— Vamos a prender fuego a todo.

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1 comentarios - 155📑Ahora son 2 Putipobres

Riverson007
Que rico, sería genial lamerles el coño al mismo tiempo