Cuando decidí irme a vivir a Valencia, no conocía nada más que a un par de personas, pero no tardé en hacer amigos. Uno de esos amigos eraJoseph, hombre de 58 años que no los aparenta, deportista, 1.78, fuerte, pelo corto con aire militar, aunque su negocio está en el campo de la arquitectura, diseño, reformas, reconstrucción... y es negocio lo lleva con su esposa Isabel. Todos tenemos defectos, pero el mayor de ellos en Joseph son los celos. Porque en general es un hombre además de culto y de buena conversación, agradable, ameno, simpático y sabe entretener, uno no se aburre con él.
Su mujer Isabel es su talón de Aquiles. Isabel tiene 43 años, a pesar de sus dos embarazos se encuentra físicamente formidable, cuando se conocieron y por lo que él cuenta, fue haciendo deporte, como él era un crápula (palabras suyas) se encapricho de la jovencita y se casaron cuando ella cumplía los 20 años, a pesar de que los padres de ella no querían. Isabel mide 1.72, rubia, 55 kg., pelo largo, ojos azules, pecho calculo que más cerca de la talla 100 que de la 90, un culito que se nota muy cuidado y parece que, con forma de pera, viste muy bien pero muy discreta, mirada leonina o eso me parece a mí, simpática como su marido y da confianza, pero hasta un límite que, sin decirlo, sin necesidad de exteriorizarlo lo deja bien marcado. Se da un gran parecido con Kristen Bell.Como he dicho el matrimonio trabajan juntos y están muy compenetrados. Pero suelo pensar lo mismo en este tipo de uniones... “Viejo que con moza casó, o vive cabrito o muere cabrón”
Nuestra amistad era buena y solíamos comer o cenar, más esto último varias veces al mes. Últimamente más, porque sus dos hijas estaban en universidades que estaban fuera de Valencia. Ella me atraía y mucho, pero jamás hice el menor acercamiento o dije nada inconveniente, porque era de los casos que, si tuviera algo con esa mujer o intentara algo, la amistad con Joseph se destrozaría y sería imposible recomponer. Con motivo de la DANA nos unimos un grupo de amigos para ayudar y colaborar en lo que se pudiera. Por cierto, en esos días de ayudar me encontré con personas que hacía mucho tiempo no veía y que no eran de Valencia, en particular hubo un encuentro que prometía mucho y ya contare si sucede, porque sería de los encuentros más increíbles por no decir el que más.
Cuando estábamos en zafarrancho de limpieza, me di cuenta de dos cosas que Isabel y otra amiga más estaban más buenas de lo que me había imaginado, todo por la ropa que llevaban, pero lo que más me llamó la atención fue el careto de Joseph, nunca lo había visto así y pensé que había tenido un mal día o que había discutido con su mujer, en principio no le di mayor importancia. Pasaron los primeros días y reconozco que estaba más bien cachondo, porque mis últimas relaciones no habían sido lo que esperaba y estaba con necesidad de resarcirme, pero no ponía en peligro ver tan buena a Isabel. Paré a beber agua y Joseph hizo lo mismo, fue cuando le pregunté... “¿Qué es lo que te pasa? Porque te veo mala cara y si puedo serte de ayuda...”, me dio las gracias, pero mintiéndome, porque me mentía me dijo que no le pasaba nada.
Cuando nos íbamos de retirada me dijo que, si podíamos hablar, le dije que sí, pero me dijo que en otro momento. Supuse que me llamaría esa semana para tomar algo, pero estaba relajándome en mi casa, tomándome un batido casero de verduras cuando llaman y es Joseph. Me extraño por la hora que ya eran un poco más de las diez de la noche. Entro le ofrecí tomar algo y una vez que le pasé la bebida, empezó como empiezan ese tipo de personas que son torpes. Porque si vas a hacer a alguien una confesión importante o se la haces o guardas silencio... “Carlos asegúrame que lo que te voy a decir quedará entre nosotros...”
- Mira Joseph... si me quieres contar algo me lo cuentas y si no quieres pues no pasa nada, pero sin condicionantes.
- Hay que joderse contigo siempre tan, tan... dominante. Bueno lo que me pasa es que Isabel me pone los cuernos y no sé qué hacer, porque claro no se lo puedo contar a cualquiera y a la familia mucho menos, porque mis suegros descorcharían una botella de champán y por eso... ¿Tu qué harías en mi caso?
- Te diría muchas cosas, pero en tu caso es complicado, porque eres demasiado celoso y seguro que no te iba a gustar.
- ¡ME CAGO EN TODO...! ESO ES QUE TÚ LO SABÍAS Y NO ME HAS DICHO NADA...
- Para, para... que no se si te los pone o no te los pone, yo iba por otro lado. No te hagas pajas mentales, aunque si lo supiera nunca te diría nada, porque eso sería problema tuyo y de tu mujer.
- ¿Entonces?
- Primero... o la has pillado o algún alma caritativa te lo ha contado. Por lo que has dicho hasta ahora es un alma caritativa, lo único que te tienes que preguntar es qué interés ha tenido quien te lo ha contado y luego lo más importante, la fiabilidad de esa persona. Porque es muy complicado que os pongáis los cuernos, vivís juntos, trabajáis juntos...
- Ni la he pillado ni me lo han contado... lo he deducido, la conozco, se lo veo en los ojos...
- Para de nuevo Joseph... ni lo has visto, ni lo has deducido, ni nada de nada, lo que has tenido y tienes es un puto ataque de cuernos injustificado.
- Que no Carlos, que lo se. No es un ataque de cuernos y ya, que no, que la conozco y sé por lo que lo digo. ¿Tú qué harías?
- Y yo que se... lo primero seria hablar con ella, pero sin estar enloquecido, trataría de saber porque me los ha puesto y sobre todo si la mas de verdad, te quedan dos cosas, perdonarla o entender que es solo sexo y tolerarla. Que no se acaba el mundo. Pero qué te vuelvo a repetir que me da que es un ataque de celos infundados y piénsalo... los empleados que tenéis son mujeres en su mayoría y los hombres que hay son todos gais, que me miran más a mí el culo cuando os visito que el de tu mujer que es de diez.
- Qué pasa... ¿Que te gusta el culo de mi mujer?
- No vayas por ahí, ha sido solo un comentario. Lo he dicho porque no creo que haya podido cambiar la orientación sexual de ninguno de ellos.
- Esto tampoco lo cuentes por lo que más quieras... hace ya unos años empecé con algún que otro tratamiento porque tenía problemas de erección...
- Me parece muy bien, inteligente que eres, no hay que avergonzarse.
- Espera... Luego pase al viagra y me fue bien, pero me encuentro inapetente y no estoy ni mucho menos a la altura, estoy más bien en modo eunuco, porque hasta me parece que mi pija se ha hecho más pequeña. Si a todo eso le sumas que Isabel es excesivamente fogosa y que desde que las niñas no están viviendo con nosotros se ha vuelto más libertina y con ideas, deseos que nunca antes había expresado, que alguien la ha “enseñado” seguro.
- Habla con ella, con mucha tranquilidad y si fuera cierto, que yo creo que está en tu imaginación y llega a un acuerdo con ella, porque si fuera cierto y no quieres perderla tendrías que hacer algunas cesiones. Pero sobre todo no vayas contando por ahí lo de que es excesivamente fogosa y por lo que has dicho que lleva tiempo sin follar, porque aparecerán los buitres.
- ¿Como tú? Porque me has sorprendido con lo del culo de mi mujer.
- Sabes como soy y no te miento tu mujer está de pan y moja, pero también lo tengo muy claro, no quiero romper nuestra amistad, así que por ahí no vayas conmigo. Porque si me montas una escena de celos, te mando a tomar por culo y se acabó nuestra amistad.
- Y si te pidiera que vieras si quiere ponerme los cuernos, pero solo tantearla... ¿Que me dirías?
- PRIMERO... aprecio a Isabel y no le haría esa marranada, SEGUNDO... no creo que le guste, TERCERO... sería un peligro, porque cuando me pongo, me pongo y no tengo freno. No se juega con las cosas del comer.
- No sería una marranada, sería solo asegurar lo que te pide un amigo. Gustar no se si le gustas para eso, pero dice que físicamente estás bien y no tendría que ser peligroso, porque puedes tantearla por WhatsApp... y le puedo decir que como te he visto desnudo que tienes un buen pijón.
- Si de verdad me aprecias, si me consideras un amigo no me lo pidas.
Se marchó y como en situaciones no iguales, pero sí similares, me quedó un mal sabor de boca. En realidad, no me cogió de nuevas, porque ya había encontrado hombres muy celosos, físicamente que estaban bien como Joseph, que luego pasaban a ser los más cornudos, pero se dividían en dos grupos, los que aceptaban serlos para luego hacerse los mártires, los pobrecitos y luego estaban los que se hacían super viciosos. A Joseph no le veía en ninguna de esas dos situaciones, pero si le había encontrado resignado, cosa que me extrañaba porque era un hombre que tenía mucho mundo en todos los sentidos. El siguiente fin de semana me dicen de salir a cenar como hacíamos otras veces y siempre los recogía en mi coche porque al no beber luego podía coger el coche.
Al llegar a su casa les llamo como siempre para decirles que ya estaba abajo, Joseph me dice que aparque y suba que Isabel tardará. Nada nuevo, subo y Joseph está bebiendo una copa, lo noto taciturno a pesar de su sonrisa fingida, debe seguir dándole vueltas a la cabeza. Vamos a cenar con dos parejas más, nos vamos y al llegar una estaban todos, una de las otras parejas eraToni, 40 años, rellenito, 1.80, con poco pelo, simpático, inteligente, muy buen abogado, pero para mi gusto bebía demasiado y no se creía que pudiera tener una mujer que estuviera tan buena. A esta sí que la había echado bien el ojo, Graciela 36 años, 1.67 de altura, 53 kg, ojos color marrones claros, melena marrón oscuro y unas medidas de cuerpo que poco me equivocaría, 86.58.86, lo tenía muy calculado. Culito con forma de corazón invertido y se le adivinaban nalgas duras, pero aunque su forma era muy bonita, era a mi juicio demasiado pequeñito, lo que le hacía ver un culito delicado pero muy apetitoso.
Graciela trabajaba en el negocio de Isabel y Joseph, eran buenas amigas, como sus maridos lo eran. Toni les llevaba todos los asuntos legales del negocio que no eran pocos. De la otra pareja poco que decir. En mitad de la cena Toni y Joseph sacaron un asunto legal pendiente, por lo que me dediqué a prestar más atención a las mujeres. Fue cuando algo me hizo clic y me pareció ver una mirada “extraña” entre Isabel y Graciela. Seguí observando el resto de la cena y mis sospechas unidas a las de Joseph me llevaron a pensar que él no estaba mal encaminado, aunque dejaba la puerta abierta a que lo que me confeso Joseph me estuviera influenciando en mis pensamientos.
Después de cenar siempre íbamos a bailar o a alguna terraza a tomar algo, pero ese día Joseph dijo que no se encontraba bien, quería coger un taxi y me negué, dije que los llevaba yo. En el coche hablé de Graciela, de lo guapa que estaba y de su forma física, es cuando Isabel con un tono de orgullo me decía... “Si la verdad que físicamente se ha puesto muy bien, cosa que no me extraña, porque cuando llego yo al gym ella ya lleva por lo menos una hora machacándose...” y Joseph no decía nada. Iba con la mirada fija mirando al frente, pero una mirada perdida. No aparque, pare en segunda fila justo a la altura de su portal y Joseph me dijo que hiciera el favor de aparcar, para que subiera a su casa. Isabel se puso seria y le preguntó si estaba bien, él respondió con un seco SÍ y subimos a su casa. Ahora sí acepté tomar algo de alcohol, porque sospeche que venían curvas.
JOSEPH. - Seguro que estáis pensando que sucede, porque he querido que subiera Carlos y no voy a demorar más... He querido que Carlos esté presente porque le he contado mis dudas sobre lo que llevamos hablando unos días y...
ISABEL. - No me puedo creer que le hayas contado nada de nuestra intimidad, POR FAVOR... a cuantos más se lo habrás contado... POR DIOS...
JOSEPH. - Es que quiero que él sea testigo, para que no me digas que estoy loco, que veo fantasmas.
ISABEL. - Eres increíble, cómo me puedes hacerme estas cosas... seguro que cuando le cuentes a Carlos lo que sucede, me dará la razón, pero solo pretendes humillarme. VENGA CUÉNTALE LO CELOSO QUE ERES.
JOSEPH. - NO SON CELOS... Ya te lo te lo he contado, pero quiero que sepas más... como te dije Isabel es más que ardiente una explosión en la cama, no falla a ningún palo... bondage suave, anal, felación... le gusta cualquier postura, de vez en cuando sexo subido de fuerza, insultos... como ves todo y por ella a cualquier hora es buena. Reconozco que por mi culpa ahora, en estos momentos el ritmo y lo demás ha bajado por lo menos un 80 por ciento y llevamos mucho tiempo así. Pasó de estar quejándose a su manera un día sí y otro también, pero de pronto dejó de quejarse... ¿POR QUÉ?... ya respondo yo, porque hay algún hombre que se ocupa de montarla y...
YO. - Y... nada más. Primero no me parece bien esta encerrona e imagino que a Isabel tampoco le estará gustando. Esto lo solucionáis entre vosotros o buscáis ayuda especializada. Porque sé que entre vosotros hay amor, pero hay un refrán... “Amor loco, si ella es mucho y tú eres poco”, porque me da que es tu imaginación, ves a tu mujer como una devoradora de hombres, de sexo y tú crees que no vales ya, eso no es bueno, tienes que cambiar el chip.
JOSEPH. - ¡JODER! QUE NO ESTOY LOCO... que la conozco bien y es más, para que veas que no soy celoso... le he dicho que, si necesita a otro hombre, que no me importara, pero lo único que quiero saber con quién y eso sí, que sea alguien de mucha confianza, que luego no sea una bocachancla. ¿Eso lo permitiría un celoso?
ISABEL. - Es que me arrastras en cuanto puedes. Claro que eres un celoso, si me vieras con otro te morirías, seguro que te lanzarías sobre mí y sobre quien estuviera conmigo. Sabes que eso nunca pasará, porque tú eres mi único hombre y además te he jurado mil veces QUE NO ME ACUESTO CON NINGÚN HOMBRE. Ya no sé cómo decírtelo.
YO. - Mi opinión... o arregláis esto o al final saltáis por los aires. No hay relación que aguante mucho tiempo esta situación.
JOSEPH. - Si hasta le he dicho que me podría atar para que no tenga miedo de que pueda hacer nada cuando ella estuviera...
YO. - Joseph, que no es manera de proponerlo, eso se habla en la intimidad, se llega a un acuerdo y convenciendo no imponiendo.
De pronto le da un arrebato, manda todo a tomar por el culo y se va dando un portazo con la puerta de la calle. No lo esperábamos y entonces es cuando Isabel se pone en modo víctima, lo único que le faltaba era inmolarse, dejaba que hablara y hablara, no quería interrumpirla y su cara era de satisfacción pensando que estaba con ella, hasta que me pregunta que me parece la situación y mi contestación no se la esperó...
- La situación me parece una cobardía por parte de los dos.
- No te entiendo, ¿Por qué una cobardía? Yo no he mentido a mi marido.
- Porque tú no le has mentido, no has tenido sexo con ningún hombre, pero si te estas follando a Graciela y una vez dicho esto... porque no aceptas su proposición y en vez de con un hombre le dices mejor con una mujer, que seguro que encuentras argumentación suficiente, que por lo que veo le tienes comida la moral.
- Como te atreves a acusarme de eso, Graciela solo es una buena amiga y compañera de trabajo.
- Que no te estoy recriminando nada, que tú puedes hacer lo que quieras, que a mí me da igual como comprenderás, pero no me trates de vender la moto, que no... (Me mira con cara de cordero que va al matadero, respira profundamente)
- Vamos a suponer que es verdad, ¿Tu qué harías?
- Te digo lo que a tu marido cuando me contó todo esto... lo tenéis que solucionar entre vosotros.
- Te pregunto porque me llegó a ofrecer que de tener algo con alguien que lo intentara contigo, que si no se equivocaba eras un amigo de máxima confianza, que no dirías nada y para que no creas que te estoy engañando me dijo textualmente... “Y es muy pijudo”
- Te creo, como también creo que ha montado el numerito de marcharse para ver si intentaba algo contigo y volver sin hacer ruido en un rato, que lo veo capaz.
- ¿Tú crees? (Poniendo cara de no creérselo) Lo que sí te voy a pedir es que no hagas ninguna insinuación a nadie con lo de Graciela.
- Seguro que veros a las dos le sentaría mejor que el viagra.
- Te aseguro que no, te equivocas totalmente, porque cuando me hablo de tener una relación con alguien, un trío o lo que fuera, le insinué que si sería con una mujer y me contestó... “Por supuesto que no, de que me salgan cuernos que sea con uno que te reviente” palabras textuales, le mande a la mierda y ya está.
- Pues ahora sabremos quién tiene razón, si abre la puerta silenciosamente, no me he equivocado.
No me equivoqué al rato pudimos escuchar que la puerta se abría sin apenas ruido, se notó más la corriente de aire que el ruido de la puerta. Se quedó cortado o mejor sería decir defraudado. Cada uno estábamos en un sillón y una mesa baja de por medio. Se puso una copa, nos pidió disculpas y su mujer dijo que iba al baño, con cara de estar muy enojada. Tardó en regresar y su cara era rara, sin más dijo... “Si el problema es que tampoco quiere que salgamos solos, no le gusta bailar y no hace el mínimo esfuerzo por intentarlo sabiendo que a mí me gusta mucho, es un conjunto de cosas...”, él se levanta y pone música lenta, baila una vez con ella y se podía entender a Isabel, era como bailar con una escoba. Dijo que ahora regresaba y se fue a toda velocidad.
Cuando apareció llevaba una buena minifalda de color negra y una camiseta de manga larga color oro, cuello en V de lentejuelas y decir que el escote era muy pronunciado. Llevaba unos zapatos con tacón fino considerablemente altos. La expresión de Joseph era de estar anonadado y la mía sería la de expectación. Antes de que su marido pudiera decir nada Isabel le dice o más bien le ordena... “Joseph trae una de las sillas del cuarto de estar”, no duda y va por la silla, que es de respaldo bajo, redonda y rústica. Lo siguiente que le dice es que se quite los pantalones y Joseph la mira con incredulidad, a mí me mira con asombro o susto y le dice que no lo va a hacer, diciéndole Isabel que o lo hacía o ya me podía ir diciendo que me tenía que ir.
Mientras parece que se lo está pensando Isabel sale del salón meneando como nunca el culazo. Joseph casi dándome la espalda se empieza a quitar el pantalón. Hace que se siente y ella ha traído un rollo grande de cuerda. Ata con firmeza a Joseph, que no está fingiendo, su cara es de pavor y blanca como un folio. Enciende la TV, pone un canal de pago con música, la elección es música tipo balada, bolero... y me extiende los brazos invitándome a bailar con ella, parece que estaba esperando a que su marido dijera algo, porque no pronuncio la primera sílaba cuando ella se acerca y ¡Plaf! Guantazo, le regaña... “¡CHIST! VER, OÍR... Y YA HABLARÁS CUANDO TE DIGA”, si él se quedó sin palabras más yo, porque nunca la había visto autoritaria.
No quiso bajar la intensidad de la luz cuando se lo dije, para dar más ambiente a lo que pudiera suceder, ella me dijo que así lo vería mejor. No podíamos achacar al bailar tan pegados que era porque en la “pista” estaba a reventar. El momento resultaba inquietante y porqué no decirlo excitante, aunque andaba con pies de plomo, por si lo que estaba haciendo Isabel era putear a su marido, pero sin ir más allá, porque, aunque di por cierto mi afirmación de que tenía algo con su amiga, ella no me dijo que si, solo me dijo que no hiciera esos comentarios, por no perjudicar a nadie.
Con esos tacones y su altura, quedaba perfectamente a mí altura y en segundos prácticamente, gracias a su movimiento de cintura, con mi polla pegada a su vientre, me puso la polla como el cuello de un cantaor de flamenco. Resultaba un poco inquietante, porque era la mujer de mi amigo, mi amiga y mi amigo mirando, aunque solo nos veía bailar y nada más. De momento tenía claro que ella estaba dando una lección su marido además de provocándole, tenía la sensación de que esperaba que él dijese de todo para que paráramos, lo único que me fastidiaba aparte de irme con un calentón, era que no me hubiese pedido mi opinión. Su pecho quedaba ahora pegado al mío, sentía hasta su respiración, empezó a hablar en susurros a centímetros de mi cara, empezaba a ser un momento erótico y electrizante.
Notaba algo especial y me parecía que sus pezones se habían puesto duros y los notaba perfectamente, lo que quería decir que además de estar tan cachonda como yo si no me estaba equivocando, que sus pezones tenían que ser la leche. Otra cosa que me gustaba de ese momento, era el punto vergonzoso de Isabel. Ahora mi movimiento era de dar un pequeño empujón en su vientre con mi polla, como quien no quiere la cosa y cuando le hacía eso, notaba que le gustaba por cómo me apretaba el cuello. Quiso parar un momento para dar un sorbo a su bebida, lo hacía quedándose de frente a su marido, con las piernas un poco abiertas y como diciendo, querías y pedias esto, pues es lo que vas a tener y se giró para acercarse a mí quedado asombrado, porque los pezones que se le marcaban eran algo exagerados. Es lo que había estado enseñando a su marido, estoy convencido.
Empezamos a bailar de nuevo y desde el primer momento los roces eran más y más descarados, no sé cómo los estaría percibiendo su marido, pero ella cada vez se dejaba hacer más, por eso le susurre al oído... “Vamos a ver Isabel... si lo que querías es dar celos a Joseph ya lo has conseguido, te lo digo porque si seguimos luego no quiero que me pares...” y ella con voz normal, seguro que para que su marido lo escuchase me responde... “¿Quién te ha dicho que voy a parar? Mira Carlos este idiota celoso, es asi porque jamás me ha hecho bien el amor y ahora se le ha sumado sus flaquezas, pero por lo menos ha sido un verdadero hombre y aunque me ha dicho que puedo estar con otro con la boca chica... pues que sea asi” y luego se abrazó más, puso su cara junto a mi mejilla y me lamió la oreja poniéndome más cachondo.
Mientras hacía eso, mis manos bajaron de su cintura a acariciar sus nalgas. Me daba un gusto tremendo acariciarlas, tocarlas, agarrarlas... tal como me miraba sabía que iba a suceder, que tendríamos un momento placentero a tope, era ese momento que me daba igual los arrepentimientos posteriores. Se estaba produciendo entre nosotros, con tanto roce, con tanto tocamiento una química bestial y esa química nos traicionó, porque sin saber cómo terminamos besándonos, empezamos de forma suave, con el roce de nuestros labios y no tardó en llegar el momento animal, donde empezamos a comernos la boca con absoluta pasión, nuestras lenguas estaban como en un combate de lucha a muerte. Deseaba acariciar sus tetas, comerme sus pezones y cuando intenté meter mano bajo su camiseta, me paró de forma contundente, me quedé descolocado hasta que me dijo... “Espera” y se dio la vuelta, se colocó de cara a su marido, que estaba rojo, pero de un rojo intenso. Me hizo ponerme detrás de ella.
Me pegaba bien pegado a su culito, mi polla se colocaba casi sola entre sus poderosas nalgas. Puse mis manos sobre sus tetas y no podía ver su cara, pero si la de su marido que miraba con furia, pasando de furia a cólera cuando metí mis manos por debajo y las acaricie, mucho más cuando acaricio sus enormes pezones y les doy una de mis sesiones de castigo especial, haciendo que suelte su mujer un gemido de desesperación. Es cuando Isabel gira su cabeza, agarra la mía y me da un tremendo beso con lengua que esta vez su marido ve en su integridad. Tal como me besaba, como movía su culito a la misma vez, estaba claro que estaba llena de lujuria y que su marido ya daba igual lo que pudiera decir o pedir. Por su parte si en algún momento hubo resistencia o intento de ella, había quedado anulada, porque estaba completamente entregada.
Lo siguiente que hice fue desnudarme, protegiéndome de la vista de su marido con el cuerpo de ella. Aunque podía ver la cara de él, que era de congestión total y mirada de ira. Luego meto mis manos por debajo de la minifalda, me doy cuenta de que lleva medias, lo que me pone más cachondo. Llegó a su cintura y empiezo a bajar sus braguitas, que, sin necesidad de verlas, sé que son lencería fina, solo por el tacto. No me es necesario agacharme, porque ella está deseosa de quitárselas y están empapadas. Una vez se las quita me pide que la abrace y cuando lo hago da un paso y llega a donde su marido, se las pasa por la boca y la nariz, se las deja en su regazo.
Suelto su minifalda, cae al suelo y con un pie la aparta, lo siguiente es quitar su camiseta y al quitarla como no llevaba sujetador, sus tetas con una ligera caída hacen acto de presencia, con esos pezones bien empitonados. Isabel ya no tenía remordimientos ni barreras, estaba demasiado cachonda como para parar. Lleve una de mis manos a su coñito, acariciando su clítoris, poco tardó en abrir un poco más las piernas, en flaquear sus piernas, era algo muy visible. Quería comerme sus tetas y ella me lo facilitó, pero quiso quedarse de costado para que su marido viera como lo hacía y ella fue cuando por fin agarro mi polla, agasajándola como era debido.
Es cuando ella le dice a su marido con la voz tomada por el placer... “¿Has visto qué manubrio? Pues que sepas que lo voy a disfrutar y otra cosa que quiero que sepas, nunca he estado con otro hombre hasta hoy te lo prometo, pero tenías razón te he puesto los cuernos, pero unos cuernos descafeinados porque han sido en plan bollo” mire hacia Joseph y su cara era de incredulidad. Su marido le preguntó quién era la otra mujer u otras mujeres, como Isabel no le contesto, él dijo como cinco o seis nombres de mujeres, pero el nombre de Graciela no lo dijo. Era el momento de tomar las riendas... “Vamos zorra, ponte de rodillas y cómeme la polla que lo estás deseando”, sabía que lo deseaba, pero el momento crucial, porque, aunque lo estuviera deseando, tenía que apartar de su mente sus temores, las posibles represalias de su marido y sobre todo sus contradicciones. Se notaban sus manos temblorosas, sus nervios generalizados, pero también su excitación extrema.
Me miró fijamente, no sé qué esperaba que dijera o hiciera, pero repetí más o menos lo mismo... “¡ZORRA! No me gusta esperar”, estaba un poco petrificada, solo tuve que hacer un movimiento muy ligero con mis manos, las puse encima de sus hombros e hizo un movimiento hacia abajo. Se arrodillo y ya no hubo marcha atrás, empezó a comerme la polla con cierta timidez, mejor dicho, empezó a lamerla. Levantaba del todo mi polla, hasta pegarla contra mi cuerpo, pasándome la lengua desde abajo hasta arriba, cuando se hartó de hacerlo, continúo lamiéndome el capullo, dándole besos y poco a poco se lo metía en la boca. En ese momento hable a su marido... “¡JOOOOODER! JOSEPH... que puta que es, como me come la polla, como se nota que le gusta... me corta hasta la respiración”, note que al decir eso a ella se le pasaban los nervios y que me empezaba a comer la polla de forma salvaje.
Joseph sorprendió a su mujer y lo sé por cómo se metió la polla hasta el fondo de su garganta... “Me imaginaba que era puta pero no tanto... menuda guarra que está hecha” y como digo se metía la polla hasta contener alguna arcada, su saliva salía a chorros. No quise dejar así lo que dijo Joseph... “Amigo ese ha sido tu problema, no saber que tenía como esposa a un putón que necesita muchas atenciones y tú la tienes desatendida”, Joseph no podía ocultarlo había pasado de estar enfurecido a estar muy cachondo. Isabel deja de comerme la polla, la saca de su boca llena de su saliva y le dice a su marido... “Pues sí que has tardado en darte cuenta, tengo muchas ganas de hacerte cornudo y decírtelo, QUE GANAS QUE TENGO”, le pasaba como a muchas personas, si no te la meten no es cuernos.
Hice que se levantara, su excitación era extrema y tocándole el coñito era más que visible, a pocas mujeres había visto de esa manera. La cojo en brazos y la siento sobre el respaldo de la silla en la que está su marido bien atado, se recuesta sobre parte de su pecho y cabeza, lo que hago a continuación es agacharme y comerle el coñito. En mi primera pasada de lengua creí que tenía un orgasmo, de cómo gritó. La postura es ciertamente incómoda, pero nos daba igual y cuando apartaba la lengua de su coñito, gruñía al principio, luego me llamaba de todo por quitarme y finalmente me pedía que no parase. Quería putearla, pero le llegó un orgasmo fulminante, pero poco después le llegaba otro y en este si me pude quitar, con el consiguiente cabreo de Isabel... “Pero cómo puedes ser tan HIJO DE PUTA, ¡CABRONZO SIGUE NO TE PARES!” y me pare, seguía insultándome. Hice que se colocara a la espalda de Joseph, apoyada en sus hombros.
Se apoya, sé que está esperando que la folle, pero no, eso va a tener que esperar. Voy hacia mi pantalón y saco el cinturón, al verlo Joseph se le pone cara perversa, porque se imagina lo que voy a hacer. Doblo el cinturón y azoto el culo de Isabel... “Esto por insultarme, ZAS... Esto por faltarme al respeto, ZAS... y ZAS... ZAS... ZAS...” gritaba, pero no de dolor, a continuación, prefiero el contacto de mis manos en su carne y paso a darle azotes bien fuertes. Su marido me dice que le de alguno de su parte por puta y ella no se queda callada... “Si Carlos dámelos tú, porque este inútil no sabe”, le doy unos cuantos más y ella me provoca... “Pues no te creas que los das muy fuerte, mucho cuerpo, pero...”, me gusta que me provoquen de esa manera y tiene sus efectos, que se los doy más fuertes.
Hasta que me pide que la folle ya, no se puede aguantar, está tan deseosa como yo o incluso más. Ahora empecé a jugar con la punta de mi polla en su coñito, se lo pasaba por toda la raja hasta golpear su clítoris, esto la desarmaba y provocaba que ella se echase hacia atrás para clavársela, pero en ese arte soy muy hábil y no lo conseguía. Cuando notaba mi durísima polla rozando su clítoris, era cuando más se le notaba las ganas de ser penetrada. Mojaba mi polla o más bien la empapaba con sus jugos. Isabel no cejaba en su empeño de meterse ella misma mi polla, hasta que cuando menos se lo esperaba empecé a metérsela, la verdad que estaba tan mojada que entraba bastante bien y ella apoyaba su cabeza en el hombro de su marido y le decía... “JOSEPH ya empiezas a ser cornudo, todavía no lo eres del todo, como me quema la lanza que me está metiendo, como me llena, como noto su roce.... Ahhh... es inmensa y que gorda que es amor, es mucho más grande que la tuya, esta es inmensa... Ahhh... ” ya se la había metido toda, nuestros cuerpos se encontraron y ella exclamó... “AHORA SIIII... ¡CORNUDO... CORNUUUUUDO!”, poco a poco fui moviéndome, al principio suavemente.
Luego mis embestidas eran brutales, el ruido del choque de nuestros cuerpos era rápido, constante y sonoro. Hasta la silla de su marido la movíamos, ella decía mientras la azotaba y la follaba... “Joseph, esto si es follar y que la empotren a una, que semental, que salvaje... AAAAHHHHHH... el muy cabrón va a hacer que me corra otra vez” y así pasó con unos gritos exagerados de Isabel y luego de correrse nos decía que era como si se hubiera orinado. Solté parte de la cuerda de Joseph y me lleve en brazos a Isabel a su habitación, porque no habíamos acabado, cuando encuentro una mujer tan cachonda quiero disfrutar con ella.
De momento era como si nos hubiéramos olvidado de su marido. En su cama decidimos no parar, continuar hasta el agotamiento. Éramos todo pasión, como tiene que ser el sexo, pasional, duro, lascivo... comienzo a besar su cuerpo desnudo, a notar como con mis besos y mi lengua su cuerpo reacciona con el placer que le doy. Me como con devoción sus tetas hasta el extremo de devorarlas, aguanta los envites de mis labios en sus pezones, se queja de placer. Una vez que he dado buena cuenta de ellos, bajo lamiendo su tripa, voy sin prisas hacia su coñito cuidadosamente depilado. Aunque noto el deseo de ella porque llegue cuanto antes y veo como levanta su pelvis, para facilitar a mi lengua su “deber” y sigo marcando los tiempos.
Una vez que llego no voy directamente al clítoris que es lo que ella quiere, no, me voy a sus labios vaginales. Que están completamente empapados y al pasar mi lengua sobre ellos, me puedo dar cuenta del placer que le doy, porque su cuerpo se cimbrea como si le dieran descargas eléctricas, su respiración está descontrolada y sus gemidos van en aumento. Cada lengüetazo y cada follada de mi lengua en su coñito, es como si estuviera poseída. Por fin para ella llego a su clítoris, lo hago de forma espaciada, lo que la saca de si, meto dos de mis dedos dentro de su coñito, gime profundamente y ahora si devoro su clítoris, se queda como extasiada y en ese momento profano su culito con mis dos dedos. Solo suelta un sonoro y profundo... “¡AAHHHHHH!” y de pronto se corre sin esperármelo. Me daba mucho placer ver cómo su cuerpo se arqueaba mientras se corría, como su cuerpo lo daba todo, como no intentaba controlar sus músculos y se dejaba llevar.
Por ella me di cuenta de que Joseph nos miraba, porque le dijo... “¿Qué haces en la puerta? Pasa aquí con nosotros, mira como hacen a tu esposa cada vez más puta, como me hacen correrme”, esta vez ella quiso cabalgarme y su marido estaba sentado en los pies de la cama. Una vez se montó, agarró mi polla y se la clavó. Luego le preguntaba a su marido... “¿Te gusta ver cómo le monto? ¿Te has fijado en su tamaño, en su grosor, en lo suave que es?“ Y tenía un movimiento tranquilo, se dejaba caer para ponerme los pezones en la boca, se las lamía y también le castigaba con mi técnica especial los pezones, su mirada era de estar salida total. Luego giró su cabeza para mirar a su marido... “Joseph... ¿No te gusta ver como un verdadero macho da placer a mi cuerpo? Responde” y él con un tono de excitación le respondía... “Reconozco que sí, me gusta y no sé dónde se han ido mis celos”, ella con cierto sarcasmo le dijo que se habían ido por donde le habían salido los cuernos.
Empieza a cabalgar más cachondamente y le dice a Joseph... “Amor Carlos aunque no me lo ha dicho, quiere hacérmelo por el culito también, porque no cojes un poco de cremita y se lo preparas, que no quiero que me destroce, que como ya has visto, no tiene nada que ver con tu tamaño” y se levantó, del cajón de la mesilla sacó un tubo y note como se lo metía en su culito. Ella que había apoyado sus brazos en mis hombros quedando un poco inclinada, le decía que sin prisas que le gustaba lo que hacía. Estaba hecha toda una puta cachonda, lo que no sabía que con ese tipo de calentura hubiera aguantado tanto. Hasta que inesperadamente siento como Joseph está acariciando mis testículos y se lo digo a su mujer.
Que me dice o dice al aire... “Eso sí que no me lo esperaba, mi marido prendado de una polla” pero no le disgustaba, porque empezó a meterse y sacarse mi polla de forma más rápida. Ahora el que estaba a puntito de correrse era yo y cuando se lo dije a ella, que me había dicho que no lo hiciera dentro de ella, me dijo que no me parara y lo hiciera dentro de ella. Joseph se dedicó a acariciar mis testículos con más intensidad y a follar con sus dedos el culito de su mujer, corriéndonos los dos a la vez. Se unieron los gemidos y gritos de los dos, que se tuvieron que escuchar por todo Valencia.
Nos quedamos abrazados y ella solo decía... “Menudo semental estas hecho y he tenido la sensación de que te has corrido más que mucho, algo exagerado, pero no puede ser” y su marido le replica... “Pues por aquí sale una cantidad acojonante de lechazo”, nos quedamos bastante relajados tumbados uno al lado del otro y su marido a nuestros pies. Isabel no tardó mucho en volver a acariciar mi polla y mientras la hacía crecer nos decía, especialmente a su marido, que le gustaba mi polla depilada, el extraordinario grosor, su gran longitud, pero sobre todo lo dura que se me ponía y la marca dura de mis venas. Que, si eso la remataba de placer, lo que la hacía llegar al éxtasis, era lo caliente que se ponía mi polla, que dentro era algo indescriptible, fue terminar de decir eso y ya la tenía comiéndome de nuevo la polla.
Joseph acto seguido se puso a comerle el coñito, que está todavía rezumando mi corrida. Isabel paró un momento para decirle a su marido... “En mi vida me había puesto tan cachonda, verte comiéndome con la corrida de Carlos... ni te puedes imaginar que cachonda me estas poniendo... AAAHHHHH”, continúo comiéndome la polla y se corrió con lo que le hacía su marido. Luego él se levantó y se besó apasionadamente con ella, que le decía que nunca le había sabido tan rico un beso de él. Mi polla está a reventar, dura como el acero y fue cuando Isabel colocó un par de almohadas y se tumbó sobre ella dejando su culito a mi disposición. Va a ser otro momento especial para los dos, pero sobre todo para Joseph, que puede ser que se sienta indignado o que actúe en armonía con su nuevo status, que me decantaba más por esto último.
Fue cuando le dije... “Joseph para ser un buen cornudo te quedan de momento dos nuevos pasos... entregarme el culito de tu mujer y para facilitármelo, qué mejor que lubriques mi polla con su saliva”, su expresión era de mandarme a la mierda o salir corriendo, hasta que escuchó a su mujer decir... “SI, SI... mi amor, hazlo, quiero verlo...”, es como si se rindiera o simplemente quería ver feliz a su mujer, porque se acercó y engullo mi polla, por cierto, que empezó haciéndolo muy mal, hasta que Isabel le fue diciendo como. Ya le mandé parar y me preguntó cómo era eso de entregar el culo de su mujer y le dije que simplemente abriera las nalgas de su mujer. Así lo hizo. Se notaba que el culito de Isabel no era virgen, porque se le notaba soltura y sin los miedos de una primeriza.
Inicie la penetración, sin prisas y con cuidado, porque, aunque no era virgen, seguro que nunca le había entrado algo similar. Por eso en principio la iba metiendo suavemente, con tranquilidad y dejando que el culito se fuera dilatando, adaptándose a mí. La cara de Joseph era de estar alucinando viendo cómo por fin mi polla está dentro del culito de su mujer. Isabel hizo acercarse más a su marido, empezó a besarle y cuando aumenté el ritmo de mis acometidas en su culito, ella dejó de besar a su marido, le dio la mano y empezó a gemir más que cuando me la follaba. El movimiento de la cama era bestial, parecía que se podría romper. Ella me acompañaba en mi ritmo de follada, era una mujer muy sexual, sabía lo que hacía y sabía disfrutar del placer obtenido.
Esta vez estábamos los dos por corrernos a la vez, no quise hacer ni el mínimo esfuerzo para retrasar mi corrida, quería hacerlo con ella y por eso fue una corrida doble, gloriosa y ruidosa la que tuvimos los dos. Nos quedamos muy relajados y Joseph fue muy amable, porque dijo que iba a hacer un café de los que me gustaban, nos dejó solos y lo primero que le dije a Isabel... “Ya puedes ir preparando un encuentro entre Graciela, tú y yo... porque tengo unas ganas endiabladas de follarme su culito” y ella con sonrisa perversa, aunque se hacía la enfadada... “No te he dicho que tuviera nada con ella, eso lo primero y lo segundo eres un degenerado, Graciela nunca ha tenido sexo anal y con tu enorme polla la partirías en dos, degenerado”, le doy un par de buenos azotes diciéndole si no le gustaría ayudarme a dar por culo a su amiga y con una gran sonrisa me responde... “Pero hay que hacerlo sin decirle nada a ella, que le coja por sorpresa y desde luego sin decirle nada a Joseph y mucho menos a Toni”. Evidentemente no diría nada a nadie.
Así quedamos, pero antes quise hacerle una pregunta por curiosidad, que como era Graciela sexualmente y sin quitar su sonrisa perversa me respondió... “Graciela como alguna otra amiga, pertenecemos a la cofradía de las viudas sexuales, que tenemos marido pero que no sirven sexualmente para nada. Ella es sexualmente una fuera de serie, le gusta todo, es bastante salvaje, pero si no logras que arranque es la niña más modosita que hay, pura y virginal. Lo que siempre habéis pensado de ella” y sobre la pregunta de quién sedujo a quien, Isabel fue muy sincera, creía que había sido ella, pero con el tiempo se dio cuenta de que fue Graciela.
Su mujer Isabel es su talón de Aquiles. Isabel tiene 43 años, a pesar de sus dos embarazos se encuentra físicamente formidable, cuando se conocieron y por lo que él cuenta, fue haciendo deporte, como él era un crápula (palabras suyas) se encapricho de la jovencita y se casaron cuando ella cumplía los 20 años, a pesar de que los padres de ella no querían. Isabel mide 1.72, rubia, 55 kg., pelo largo, ojos azules, pecho calculo que más cerca de la talla 100 que de la 90, un culito que se nota muy cuidado y parece que, con forma de pera, viste muy bien pero muy discreta, mirada leonina o eso me parece a mí, simpática como su marido y da confianza, pero hasta un límite que, sin decirlo, sin necesidad de exteriorizarlo lo deja bien marcado. Se da un gran parecido con Kristen Bell.Como he dicho el matrimonio trabajan juntos y están muy compenetrados. Pero suelo pensar lo mismo en este tipo de uniones... “Viejo que con moza casó, o vive cabrito o muere cabrón”
Nuestra amistad era buena y solíamos comer o cenar, más esto último varias veces al mes. Últimamente más, porque sus dos hijas estaban en universidades que estaban fuera de Valencia. Ella me atraía y mucho, pero jamás hice el menor acercamiento o dije nada inconveniente, porque era de los casos que, si tuviera algo con esa mujer o intentara algo, la amistad con Joseph se destrozaría y sería imposible recomponer. Con motivo de la DANA nos unimos un grupo de amigos para ayudar y colaborar en lo que se pudiera. Por cierto, en esos días de ayudar me encontré con personas que hacía mucho tiempo no veía y que no eran de Valencia, en particular hubo un encuentro que prometía mucho y ya contare si sucede, porque sería de los encuentros más increíbles por no decir el que más.
Cuando estábamos en zafarrancho de limpieza, me di cuenta de dos cosas que Isabel y otra amiga más estaban más buenas de lo que me había imaginado, todo por la ropa que llevaban, pero lo que más me llamó la atención fue el careto de Joseph, nunca lo había visto así y pensé que había tenido un mal día o que había discutido con su mujer, en principio no le di mayor importancia. Pasaron los primeros días y reconozco que estaba más bien cachondo, porque mis últimas relaciones no habían sido lo que esperaba y estaba con necesidad de resarcirme, pero no ponía en peligro ver tan buena a Isabel. Paré a beber agua y Joseph hizo lo mismo, fue cuando le pregunté... “¿Qué es lo que te pasa? Porque te veo mala cara y si puedo serte de ayuda...”, me dio las gracias, pero mintiéndome, porque me mentía me dijo que no le pasaba nada.
Cuando nos íbamos de retirada me dijo que, si podíamos hablar, le dije que sí, pero me dijo que en otro momento. Supuse que me llamaría esa semana para tomar algo, pero estaba relajándome en mi casa, tomándome un batido casero de verduras cuando llaman y es Joseph. Me extraño por la hora que ya eran un poco más de las diez de la noche. Entro le ofrecí tomar algo y una vez que le pasé la bebida, empezó como empiezan ese tipo de personas que son torpes. Porque si vas a hacer a alguien una confesión importante o se la haces o guardas silencio... “Carlos asegúrame que lo que te voy a decir quedará entre nosotros...”
- Mira Joseph... si me quieres contar algo me lo cuentas y si no quieres pues no pasa nada, pero sin condicionantes.
- Hay que joderse contigo siempre tan, tan... dominante. Bueno lo que me pasa es que Isabel me pone los cuernos y no sé qué hacer, porque claro no se lo puedo contar a cualquiera y a la familia mucho menos, porque mis suegros descorcharían una botella de champán y por eso... ¿Tu qué harías en mi caso?
- Te diría muchas cosas, pero en tu caso es complicado, porque eres demasiado celoso y seguro que no te iba a gustar.
- ¡ME CAGO EN TODO...! ESO ES QUE TÚ LO SABÍAS Y NO ME HAS DICHO NADA...
- Para, para... que no se si te los pone o no te los pone, yo iba por otro lado. No te hagas pajas mentales, aunque si lo supiera nunca te diría nada, porque eso sería problema tuyo y de tu mujer.
- ¿Entonces?
- Primero... o la has pillado o algún alma caritativa te lo ha contado. Por lo que has dicho hasta ahora es un alma caritativa, lo único que te tienes que preguntar es qué interés ha tenido quien te lo ha contado y luego lo más importante, la fiabilidad de esa persona. Porque es muy complicado que os pongáis los cuernos, vivís juntos, trabajáis juntos...
- Ni la he pillado ni me lo han contado... lo he deducido, la conozco, se lo veo en los ojos...
- Para de nuevo Joseph... ni lo has visto, ni lo has deducido, ni nada de nada, lo que has tenido y tienes es un puto ataque de cuernos injustificado.
- Que no Carlos, que lo se. No es un ataque de cuernos y ya, que no, que la conozco y sé por lo que lo digo. ¿Tú qué harías?
- Y yo que se... lo primero seria hablar con ella, pero sin estar enloquecido, trataría de saber porque me los ha puesto y sobre todo si la mas de verdad, te quedan dos cosas, perdonarla o entender que es solo sexo y tolerarla. Que no se acaba el mundo. Pero qué te vuelvo a repetir que me da que es un ataque de celos infundados y piénsalo... los empleados que tenéis son mujeres en su mayoría y los hombres que hay son todos gais, que me miran más a mí el culo cuando os visito que el de tu mujer que es de diez.
- Qué pasa... ¿Que te gusta el culo de mi mujer?
- No vayas por ahí, ha sido solo un comentario. Lo he dicho porque no creo que haya podido cambiar la orientación sexual de ninguno de ellos.
- Esto tampoco lo cuentes por lo que más quieras... hace ya unos años empecé con algún que otro tratamiento porque tenía problemas de erección...
- Me parece muy bien, inteligente que eres, no hay que avergonzarse.
- Espera... Luego pase al viagra y me fue bien, pero me encuentro inapetente y no estoy ni mucho menos a la altura, estoy más bien en modo eunuco, porque hasta me parece que mi pija se ha hecho más pequeña. Si a todo eso le sumas que Isabel es excesivamente fogosa y que desde que las niñas no están viviendo con nosotros se ha vuelto más libertina y con ideas, deseos que nunca antes había expresado, que alguien la ha “enseñado” seguro.
- Habla con ella, con mucha tranquilidad y si fuera cierto, que yo creo que está en tu imaginación y llega a un acuerdo con ella, porque si fuera cierto y no quieres perderla tendrías que hacer algunas cesiones. Pero sobre todo no vayas contando por ahí lo de que es excesivamente fogosa y por lo que has dicho que lleva tiempo sin follar, porque aparecerán los buitres.
- ¿Como tú? Porque me has sorprendido con lo del culo de mi mujer.
- Sabes como soy y no te miento tu mujer está de pan y moja, pero también lo tengo muy claro, no quiero romper nuestra amistad, así que por ahí no vayas conmigo. Porque si me montas una escena de celos, te mando a tomar por culo y se acabó nuestra amistad.
- Y si te pidiera que vieras si quiere ponerme los cuernos, pero solo tantearla... ¿Que me dirías?
- PRIMERO... aprecio a Isabel y no le haría esa marranada, SEGUNDO... no creo que le guste, TERCERO... sería un peligro, porque cuando me pongo, me pongo y no tengo freno. No se juega con las cosas del comer.
- No sería una marranada, sería solo asegurar lo que te pide un amigo. Gustar no se si le gustas para eso, pero dice que físicamente estás bien y no tendría que ser peligroso, porque puedes tantearla por WhatsApp... y le puedo decir que como te he visto desnudo que tienes un buen pijón.
- Si de verdad me aprecias, si me consideras un amigo no me lo pidas.
Se marchó y como en situaciones no iguales, pero sí similares, me quedó un mal sabor de boca. En realidad, no me cogió de nuevas, porque ya había encontrado hombres muy celosos, físicamente que estaban bien como Joseph, que luego pasaban a ser los más cornudos, pero se dividían en dos grupos, los que aceptaban serlos para luego hacerse los mártires, los pobrecitos y luego estaban los que se hacían super viciosos. A Joseph no le veía en ninguna de esas dos situaciones, pero si le había encontrado resignado, cosa que me extrañaba porque era un hombre que tenía mucho mundo en todos los sentidos. El siguiente fin de semana me dicen de salir a cenar como hacíamos otras veces y siempre los recogía en mi coche porque al no beber luego podía coger el coche.
Al llegar a su casa les llamo como siempre para decirles que ya estaba abajo, Joseph me dice que aparque y suba que Isabel tardará. Nada nuevo, subo y Joseph está bebiendo una copa, lo noto taciturno a pesar de su sonrisa fingida, debe seguir dándole vueltas a la cabeza. Vamos a cenar con dos parejas más, nos vamos y al llegar una estaban todos, una de las otras parejas eraToni, 40 años, rellenito, 1.80, con poco pelo, simpático, inteligente, muy buen abogado, pero para mi gusto bebía demasiado y no se creía que pudiera tener una mujer que estuviera tan buena. A esta sí que la había echado bien el ojo, Graciela 36 años, 1.67 de altura, 53 kg, ojos color marrones claros, melena marrón oscuro y unas medidas de cuerpo que poco me equivocaría, 86.58.86, lo tenía muy calculado. Culito con forma de corazón invertido y se le adivinaban nalgas duras, pero aunque su forma era muy bonita, era a mi juicio demasiado pequeñito, lo que le hacía ver un culito delicado pero muy apetitoso.
Graciela trabajaba en el negocio de Isabel y Joseph, eran buenas amigas, como sus maridos lo eran. Toni les llevaba todos los asuntos legales del negocio que no eran pocos. De la otra pareja poco que decir. En mitad de la cena Toni y Joseph sacaron un asunto legal pendiente, por lo que me dediqué a prestar más atención a las mujeres. Fue cuando algo me hizo clic y me pareció ver una mirada “extraña” entre Isabel y Graciela. Seguí observando el resto de la cena y mis sospechas unidas a las de Joseph me llevaron a pensar que él no estaba mal encaminado, aunque dejaba la puerta abierta a que lo que me confeso Joseph me estuviera influenciando en mis pensamientos.
Después de cenar siempre íbamos a bailar o a alguna terraza a tomar algo, pero ese día Joseph dijo que no se encontraba bien, quería coger un taxi y me negué, dije que los llevaba yo. En el coche hablé de Graciela, de lo guapa que estaba y de su forma física, es cuando Isabel con un tono de orgullo me decía... “Si la verdad que físicamente se ha puesto muy bien, cosa que no me extraña, porque cuando llego yo al gym ella ya lleva por lo menos una hora machacándose...” y Joseph no decía nada. Iba con la mirada fija mirando al frente, pero una mirada perdida. No aparque, pare en segunda fila justo a la altura de su portal y Joseph me dijo que hiciera el favor de aparcar, para que subiera a su casa. Isabel se puso seria y le preguntó si estaba bien, él respondió con un seco SÍ y subimos a su casa. Ahora sí acepté tomar algo de alcohol, porque sospeche que venían curvas.
JOSEPH. - Seguro que estáis pensando que sucede, porque he querido que subiera Carlos y no voy a demorar más... He querido que Carlos esté presente porque le he contado mis dudas sobre lo que llevamos hablando unos días y...
ISABEL. - No me puedo creer que le hayas contado nada de nuestra intimidad, POR FAVOR... a cuantos más se lo habrás contado... POR DIOS...
JOSEPH. - Es que quiero que él sea testigo, para que no me digas que estoy loco, que veo fantasmas.
ISABEL. - Eres increíble, cómo me puedes hacerme estas cosas... seguro que cuando le cuentes a Carlos lo que sucede, me dará la razón, pero solo pretendes humillarme. VENGA CUÉNTALE LO CELOSO QUE ERES.
JOSEPH. - NO SON CELOS... Ya te lo te lo he contado, pero quiero que sepas más... como te dije Isabel es más que ardiente una explosión en la cama, no falla a ningún palo... bondage suave, anal, felación... le gusta cualquier postura, de vez en cuando sexo subido de fuerza, insultos... como ves todo y por ella a cualquier hora es buena. Reconozco que por mi culpa ahora, en estos momentos el ritmo y lo demás ha bajado por lo menos un 80 por ciento y llevamos mucho tiempo así. Pasó de estar quejándose a su manera un día sí y otro también, pero de pronto dejó de quejarse... ¿POR QUÉ?... ya respondo yo, porque hay algún hombre que se ocupa de montarla y...
YO. - Y... nada más. Primero no me parece bien esta encerrona e imagino que a Isabel tampoco le estará gustando. Esto lo solucionáis entre vosotros o buscáis ayuda especializada. Porque sé que entre vosotros hay amor, pero hay un refrán... “Amor loco, si ella es mucho y tú eres poco”, porque me da que es tu imaginación, ves a tu mujer como una devoradora de hombres, de sexo y tú crees que no vales ya, eso no es bueno, tienes que cambiar el chip.
JOSEPH. - ¡JODER! QUE NO ESTOY LOCO... que la conozco bien y es más, para que veas que no soy celoso... le he dicho que, si necesita a otro hombre, que no me importara, pero lo único que quiero saber con quién y eso sí, que sea alguien de mucha confianza, que luego no sea una bocachancla. ¿Eso lo permitiría un celoso?
ISABEL. - Es que me arrastras en cuanto puedes. Claro que eres un celoso, si me vieras con otro te morirías, seguro que te lanzarías sobre mí y sobre quien estuviera conmigo. Sabes que eso nunca pasará, porque tú eres mi único hombre y además te he jurado mil veces QUE NO ME ACUESTO CON NINGÚN HOMBRE. Ya no sé cómo decírtelo.
YO. - Mi opinión... o arregláis esto o al final saltáis por los aires. No hay relación que aguante mucho tiempo esta situación.
JOSEPH. - Si hasta le he dicho que me podría atar para que no tenga miedo de que pueda hacer nada cuando ella estuviera...
YO. - Joseph, que no es manera de proponerlo, eso se habla en la intimidad, se llega a un acuerdo y convenciendo no imponiendo.
De pronto le da un arrebato, manda todo a tomar por el culo y se va dando un portazo con la puerta de la calle. No lo esperábamos y entonces es cuando Isabel se pone en modo víctima, lo único que le faltaba era inmolarse, dejaba que hablara y hablara, no quería interrumpirla y su cara era de satisfacción pensando que estaba con ella, hasta que me pregunta que me parece la situación y mi contestación no se la esperó...
- La situación me parece una cobardía por parte de los dos.
- No te entiendo, ¿Por qué una cobardía? Yo no he mentido a mi marido.
- Porque tú no le has mentido, no has tenido sexo con ningún hombre, pero si te estas follando a Graciela y una vez dicho esto... porque no aceptas su proposición y en vez de con un hombre le dices mejor con una mujer, que seguro que encuentras argumentación suficiente, que por lo que veo le tienes comida la moral.
- Como te atreves a acusarme de eso, Graciela solo es una buena amiga y compañera de trabajo.
- Que no te estoy recriminando nada, que tú puedes hacer lo que quieras, que a mí me da igual como comprenderás, pero no me trates de vender la moto, que no... (Me mira con cara de cordero que va al matadero, respira profundamente)
- Vamos a suponer que es verdad, ¿Tu qué harías?
- Te digo lo que a tu marido cuando me contó todo esto... lo tenéis que solucionar entre vosotros.
- Te pregunto porque me llegó a ofrecer que de tener algo con alguien que lo intentara contigo, que si no se equivocaba eras un amigo de máxima confianza, que no dirías nada y para que no creas que te estoy engañando me dijo textualmente... “Y es muy pijudo”
- Te creo, como también creo que ha montado el numerito de marcharse para ver si intentaba algo contigo y volver sin hacer ruido en un rato, que lo veo capaz.
- ¿Tú crees? (Poniendo cara de no creérselo) Lo que sí te voy a pedir es que no hagas ninguna insinuación a nadie con lo de Graciela.
- Seguro que veros a las dos le sentaría mejor que el viagra.
- Te aseguro que no, te equivocas totalmente, porque cuando me hablo de tener una relación con alguien, un trío o lo que fuera, le insinué que si sería con una mujer y me contestó... “Por supuesto que no, de que me salgan cuernos que sea con uno que te reviente” palabras textuales, le mande a la mierda y ya está.
- Pues ahora sabremos quién tiene razón, si abre la puerta silenciosamente, no me he equivocado.
No me equivoqué al rato pudimos escuchar que la puerta se abría sin apenas ruido, se notó más la corriente de aire que el ruido de la puerta. Se quedó cortado o mejor sería decir defraudado. Cada uno estábamos en un sillón y una mesa baja de por medio. Se puso una copa, nos pidió disculpas y su mujer dijo que iba al baño, con cara de estar muy enojada. Tardó en regresar y su cara era rara, sin más dijo... “Si el problema es que tampoco quiere que salgamos solos, no le gusta bailar y no hace el mínimo esfuerzo por intentarlo sabiendo que a mí me gusta mucho, es un conjunto de cosas...”, él se levanta y pone música lenta, baila una vez con ella y se podía entender a Isabel, era como bailar con una escoba. Dijo que ahora regresaba y se fue a toda velocidad.
Cuando apareció llevaba una buena minifalda de color negra y una camiseta de manga larga color oro, cuello en V de lentejuelas y decir que el escote era muy pronunciado. Llevaba unos zapatos con tacón fino considerablemente altos. La expresión de Joseph era de estar anonadado y la mía sería la de expectación. Antes de que su marido pudiera decir nada Isabel le dice o más bien le ordena... “Joseph trae una de las sillas del cuarto de estar”, no duda y va por la silla, que es de respaldo bajo, redonda y rústica. Lo siguiente que le dice es que se quite los pantalones y Joseph la mira con incredulidad, a mí me mira con asombro o susto y le dice que no lo va a hacer, diciéndole Isabel que o lo hacía o ya me podía ir diciendo que me tenía que ir.
Mientras parece que se lo está pensando Isabel sale del salón meneando como nunca el culazo. Joseph casi dándome la espalda se empieza a quitar el pantalón. Hace que se siente y ella ha traído un rollo grande de cuerda. Ata con firmeza a Joseph, que no está fingiendo, su cara es de pavor y blanca como un folio. Enciende la TV, pone un canal de pago con música, la elección es música tipo balada, bolero... y me extiende los brazos invitándome a bailar con ella, parece que estaba esperando a que su marido dijera algo, porque no pronuncio la primera sílaba cuando ella se acerca y ¡Plaf! Guantazo, le regaña... “¡CHIST! VER, OÍR... Y YA HABLARÁS CUANDO TE DIGA”, si él se quedó sin palabras más yo, porque nunca la había visto autoritaria.
No quiso bajar la intensidad de la luz cuando se lo dije, para dar más ambiente a lo que pudiera suceder, ella me dijo que así lo vería mejor. No podíamos achacar al bailar tan pegados que era porque en la “pista” estaba a reventar. El momento resultaba inquietante y porqué no decirlo excitante, aunque andaba con pies de plomo, por si lo que estaba haciendo Isabel era putear a su marido, pero sin ir más allá, porque, aunque di por cierto mi afirmación de que tenía algo con su amiga, ella no me dijo que si, solo me dijo que no hiciera esos comentarios, por no perjudicar a nadie.
Con esos tacones y su altura, quedaba perfectamente a mí altura y en segundos prácticamente, gracias a su movimiento de cintura, con mi polla pegada a su vientre, me puso la polla como el cuello de un cantaor de flamenco. Resultaba un poco inquietante, porque era la mujer de mi amigo, mi amiga y mi amigo mirando, aunque solo nos veía bailar y nada más. De momento tenía claro que ella estaba dando una lección su marido además de provocándole, tenía la sensación de que esperaba que él dijese de todo para que paráramos, lo único que me fastidiaba aparte de irme con un calentón, era que no me hubiese pedido mi opinión. Su pecho quedaba ahora pegado al mío, sentía hasta su respiración, empezó a hablar en susurros a centímetros de mi cara, empezaba a ser un momento erótico y electrizante.
Notaba algo especial y me parecía que sus pezones se habían puesto duros y los notaba perfectamente, lo que quería decir que además de estar tan cachonda como yo si no me estaba equivocando, que sus pezones tenían que ser la leche. Otra cosa que me gustaba de ese momento, era el punto vergonzoso de Isabel. Ahora mi movimiento era de dar un pequeño empujón en su vientre con mi polla, como quien no quiere la cosa y cuando le hacía eso, notaba que le gustaba por cómo me apretaba el cuello. Quiso parar un momento para dar un sorbo a su bebida, lo hacía quedándose de frente a su marido, con las piernas un poco abiertas y como diciendo, querías y pedias esto, pues es lo que vas a tener y se giró para acercarse a mí quedado asombrado, porque los pezones que se le marcaban eran algo exagerados. Es lo que había estado enseñando a su marido, estoy convencido.
Empezamos a bailar de nuevo y desde el primer momento los roces eran más y más descarados, no sé cómo los estaría percibiendo su marido, pero ella cada vez se dejaba hacer más, por eso le susurre al oído... “Vamos a ver Isabel... si lo que querías es dar celos a Joseph ya lo has conseguido, te lo digo porque si seguimos luego no quiero que me pares...” y ella con voz normal, seguro que para que su marido lo escuchase me responde... “¿Quién te ha dicho que voy a parar? Mira Carlos este idiota celoso, es asi porque jamás me ha hecho bien el amor y ahora se le ha sumado sus flaquezas, pero por lo menos ha sido un verdadero hombre y aunque me ha dicho que puedo estar con otro con la boca chica... pues que sea asi” y luego se abrazó más, puso su cara junto a mi mejilla y me lamió la oreja poniéndome más cachondo.
Mientras hacía eso, mis manos bajaron de su cintura a acariciar sus nalgas. Me daba un gusto tremendo acariciarlas, tocarlas, agarrarlas... tal como me miraba sabía que iba a suceder, que tendríamos un momento placentero a tope, era ese momento que me daba igual los arrepentimientos posteriores. Se estaba produciendo entre nosotros, con tanto roce, con tanto tocamiento una química bestial y esa química nos traicionó, porque sin saber cómo terminamos besándonos, empezamos de forma suave, con el roce de nuestros labios y no tardó en llegar el momento animal, donde empezamos a comernos la boca con absoluta pasión, nuestras lenguas estaban como en un combate de lucha a muerte. Deseaba acariciar sus tetas, comerme sus pezones y cuando intenté meter mano bajo su camiseta, me paró de forma contundente, me quedé descolocado hasta que me dijo... “Espera” y se dio la vuelta, se colocó de cara a su marido, que estaba rojo, pero de un rojo intenso. Me hizo ponerme detrás de ella.
Me pegaba bien pegado a su culito, mi polla se colocaba casi sola entre sus poderosas nalgas. Puse mis manos sobre sus tetas y no podía ver su cara, pero si la de su marido que miraba con furia, pasando de furia a cólera cuando metí mis manos por debajo y las acaricie, mucho más cuando acaricio sus enormes pezones y les doy una de mis sesiones de castigo especial, haciendo que suelte su mujer un gemido de desesperación. Es cuando Isabel gira su cabeza, agarra la mía y me da un tremendo beso con lengua que esta vez su marido ve en su integridad. Tal como me besaba, como movía su culito a la misma vez, estaba claro que estaba llena de lujuria y que su marido ya daba igual lo que pudiera decir o pedir. Por su parte si en algún momento hubo resistencia o intento de ella, había quedado anulada, porque estaba completamente entregada.
Lo siguiente que hice fue desnudarme, protegiéndome de la vista de su marido con el cuerpo de ella. Aunque podía ver la cara de él, que era de congestión total y mirada de ira. Luego meto mis manos por debajo de la minifalda, me doy cuenta de que lleva medias, lo que me pone más cachondo. Llegó a su cintura y empiezo a bajar sus braguitas, que, sin necesidad de verlas, sé que son lencería fina, solo por el tacto. No me es necesario agacharme, porque ella está deseosa de quitárselas y están empapadas. Una vez se las quita me pide que la abrace y cuando lo hago da un paso y llega a donde su marido, se las pasa por la boca y la nariz, se las deja en su regazo.
Suelto su minifalda, cae al suelo y con un pie la aparta, lo siguiente es quitar su camiseta y al quitarla como no llevaba sujetador, sus tetas con una ligera caída hacen acto de presencia, con esos pezones bien empitonados. Isabel ya no tenía remordimientos ni barreras, estaba demasiado cachonda como para parar. Lleve una de mis manos a su coñito, acariciando su clítoris, poco tardó en abrir un poco más las piernas, en flaquear sus piernas, era algo muy visible. Quería comerme sus tetas y ella me lo facilitó, pero quiso quedarse de costado para que su marido viera como lo hacía y ella fue cuando por fin agarro mi polla, agasajándola como era debido.
Es cuando ella le dice a su marido con la voz tomada por el placer... “¿Has visto qué manubrio? Pues que sepas que lo voy a disfrutar y otra cosa que quiero que sepas, nunca he estado con otro hombre hasta hoy te lo prometo, pero tenías razón te he puesto los cuernos, pero unos cuernos descafeinados porque han sido en plan bollo” mire hacia Joseph y su cara era de incredulidad. Su marido le preguntó quién era la otra mujer u otras mujeres, como Isabel no le contesto, él dijo como cinco o seis nombres de mujeres, pero el nombre de Graciela no lo dijo. Era el momento de tomar las riendas... “Vamos zorra, ponte de rodillas y cómeme la polla que lo estás deseando”, sabía que lo deseaba, pero el momento crucial, porque, aunque lo estuviera deseando, tenía que apartar de su mente sus temores, las posibles represalias de su marido y sobre todo sus contradicciones. Se notaban sus manos temblorosas, sus nervios generalizados, pero también su excitación extrema.
Me miró fijamente, no sé qué esperaba que dijera o hiciera, pero repetí más o menos lo mismo... “¡ZORRA! No me gusta esperar”, estaba un poco petrificada, solo tuve que hacer un movimiento muy ligero con mis manos, las puse encima de sus hombros e hizo un movimiento hacia abajo. Se arrodillo y ya no hubo marcha atrás, empezó a comerme la polla con cierta timidez, mejor dicho, empezó a lamerla. Levantaba del todo mi polla, hasta pegarla contra mi cuerpo, pasándome la lengua desde abajo hasta arriba, cuando se hartó de hacerlo, continúo lamiéndome el capullo, dándole besos y poco a poco se lo metía en la boca. En ese momento hable a su marido... “¡JOOOOODER! JOSEPH... que puta que es, como me come la polla, como se nota que le gusta... me corta hasta la respiración”, note que al decir eso a ella se le pasaban los nervios y que me empezaba a comer la polla de forma salvaje.
Joseph sorprendió a su mujer y lo sé por cómo se metió la polla hasta el fondo de su garganta... “Me imaginaba que era puta pero no tanto... menuda guarra que está hecha” y como digo se metía la polla hasta contener alguna arcada, su saliva salía a chorros. No quise dejar así lo que dijo Joseph... “Amigo ese ha sido tu problema, no saber que tenía como esposa a un putón que necesita muchas atenciones y tú la tienes desatendida”, Joseph no podía ocultarlo había pasado de estar enfurecido a estar muy cachondo. Isabel deja de comerme la polla, la saca de su boca llena de su saliva y le dice a su marido... “Pues sí que has tardado en darte cuenta, tengo muchas ganas de hacerte cornudo y decírtelo, QUE GANAS QUE TENGO”, le pasaba como a muchas personas, si no te la meten no es cuernos.
Hice que se levantara, su excitación era extrema y tocándole el coñito era más que visible, a pocas mujeres había visto de esa manera. La cojo en brazos y la siento sobre el respaldo de la silla en la que está su marido bien atado, se recuesta sobre parte de su pecho y cabeza, lo que hago a continuación es agacharme y comerle el coñito. En mi primera pasada de lengua creí que tenía un orgasmo, de cómo gritó. La postura es ciertamente incómoda, pero nos daba igual y cuando apartaba la lengua de su coñito, gruñía al principio, luego me llamaba de todo por quitarme y finalmente me pedía que no parase. Quería putearla, pero le llegó un orgasmo fulminante, pero poco después le llegaba otro y en este si me pude quitar, con el consiguiente cabreo de Isabel... “Pero cómo puedes ser tan HIJO DE PUTA, ¡CABRONZO SIGUE NO TE PARES!” y me pare, seguía insultándome. Hice que se colocara a la espalda de Joseph, apoyada en sus hombros.
Se apoya, sé que está esperando que la folle, pero no, eso va a tener que esperar. Voy hacia mi pantalón y saco el cinturón, al verlo Joseph se le pone cara perversa, porque se imagina lo que voy a hacer. Doblo el cinturón y azoto el culo de Isabel... “Esto por insultarme, ZAS... Esto por faltarme al respeto, ZAS... y ZAS... ZAS... ZAS...” gritaba, pero no de dolor, a continuación, prefiero el contacto de mis manos en su carne y paso a darle azotes bien fuertes. Su marido me dice que le de alguno de su parte por puta y ella no se queda callada... “Si Carlos dámelos tú, porque este inútil no sabe”, le doy unos cuantos más y ella me provoca... “Pues no te creas que los das muy fuerte, mucho cuerpo, pero...”, me gusta que me provoquen de esa manera y tiene sus efectos, que se los doy más fuertes.
Hasta que me pide que la folle ya, no se puede aguantar, está tan deseosa como yo o incluso más. Ahora empecé a jugar con la punta de mi polla en su coñito, se lo pasaba por toda la raja hasta golpear su clítoris, esto la desarmaba y provocaba que ella se echase hacia atrás para clavársela, pero en ese arte soy muy hábil y no lo conseguía. Cuando notaba mi durísima polla rozando su clítoris, era cuando más se le notaba las ganas de ser penetrada. Mojaba mi polla o más bien la empapaba con sus jugos. Isabel no cejaba en su empeño de meterse ella misma mi polla, hasta que cuando menos se lo esperaba empecé a metérsela, la verdad que estaba tan mojada que entraba bastante bien y ella apoyaba su cabeza en el hombro de su marido y le decía... “JOSEPH ya empiezas a ser cornudo, todavía no lo eres del todo, como me quema la lanza que me está metiendo, como me llena, como noto su roce.... Ahhh... es inmensa y que gorda que es amor, es mucho más grande que la tuya, esta es inmensa... Ahhh... ” ya se la había metido toda, nuestros cuerpos se encontraron y ella exclamó... “AHORA SIIII... ¡CORNUDO... CORNUUUUUDO!”, poco a poco fui moviéndome, al principio suavemente.
Luego mis embestidas eran brutales, el ruido del choque de nuestros cuerpos era rápido, constante y sonoro. Hasta la silla de su marido la movíamos, ella decía mientras la azotaba y la follaba... “Joseph, esto si es follar y que la empotren a una, que semental, que salvaje... AAAAHHHHHH... el muy cabrón va a hacer que me corra otra vez” y así pasó con unos gritos exagerados de Isabel y luego de correrse nos decía que era como si se hubiera orinado. Solté parte de la cuerda de Joseph y me lleve en brazos a Isabel a su habitación, porque no habíamos acabado, cuando encuentro una mujer tan cachonda quiero disfrutar con ella.
De momento era como si nos hubiéramos olvidado de su marido. En su cama decidimos no parar, continuar hasta el agotamiento. Éramos todo pasión, como tiene que ser el sexo, pasional, duro, lascivo... comienzo a besar su cuerpo desnudo, a notar como con mis besos y mi lengua su cuerpo reacciona con el placer que le doy. Me como con devoción sus tetas hasta el extremo de devorarlas, aguanta los envites de mis labios en sus pezones, se queja de placer. Una vez que he dado buena cuenta de ellos, bajo lamiendo su tripa, voy sin prisas hacia su coñito cuidadosamente depilado. Aunque noto el deseo de ella porque llegue cuanto antes y veo como levanta su pelvis, para facilitar a mi lengua su “deber” y sigo marcando los tiempos.
Una vez que llego no voy directamente al clítoris que es lo que ella quiere, no, me voy a sus labios vaginales. Que están completamente empapados y al pasar mi lengua sobre ellos, me puedo dar cuenta del placer que le doy, porque su cuerpo se cimbrea como si le dieran descargas eléctricas, su respiración está descontrolada y sus gemidos van en aumento. Cada lengüetazo y cada follada de mi lengua en su coñito, es como si estuviera poseída. Por fin para ella llego a su clítoris, lo hago de forma espaciada, lo que la saca de si, meto dos de mis dedos dentro de su coñito, gime profundamente y ahora si devoro su clítoris, se queda como extasiada y en ese momento profano su culito con mis dos dedos. Solo suelta un sonoro y profundo... “¡AAHHHHHH!” y de pronto se corre sin esperármelo. Me daba mucho placer ver cómo su cuerpo se arqueaba mientras se corría, como su cuerpo lo daba todo, como no intentaba controlar sus músculos y se dejaba llevar.
Por ella me di cuenta de que Joseph nos miraba, porque le dijo... “¿Qué haces en la puerta? Pasa aquí con nosotros, mira como hacen a tu esposa cada vez más puta, como me hacen correrme”, esta vez ella quiso cabalgarme y su marido estaba sentado en los pies de la cama. Una vez se montó, agarró mi polla y se la clavó. Luego le preguntaba a su marido... “¿Te gusta ver cómo le monto? ¿Te has fijado en su tamaño, en su grosor, en lo suave que es?“ Y tenía un movimiento tranquilo, se dejaba caer para ponerme los pezones en la boca, se las lamía y también le castigaba con mi técnica especial los pezones, su mirada era de estar salida total. Luego giró su cabeza para mirar a su marido... “Joseph... ¿No te gusta ver como un verdadero macho da placer a mi cuerpo? Responde” y él con un tono de excitación le respondía... “Reconozco que sí, me gusta y no sé dónde se han ido mis celos”, ella con cierto sarcasmo le dijo que se habían ido por donde le habían salido los cuernos.
Empieza a cabalgar más cachondamente y le dice a Joseph... “Amor Carlos aunque no me lo ha dicho, quiere hacérmelo por el culito también, porque no cojes un poco de cremita y se lo preparas, que no quiero que me destroce, que como ya has visto, no tiene nada que ver con tu tamaño” y se levantó, del cajón de la mesilla sacó un tubo y note como se lo metía en su culito. Ella que había apoyado sus brazos en mis hombros quedando un poco inclinada, le decía que sin prisas que le gustaba lo que hacía. Estaba hecha toda una puta cachonda, lo que no sabía que con ese tipo de calentura hubiera aguantado tanto. Hasta que inesperadamente siento como Joseph está acariciando mis testículos y se lo digo a su mujer.
Que me dice o dice al aire... “Eso sí que no me lo esperaba, mi marido prendado de una polla” pero no le disgustaba, porque empezó a meterse y sacarse mi polla de forma más rápida. Ahora el que estaba a puntito de correrse era yo y cuando se lo dije a ella, que me había dicho que no lo hiciera dentro de ella, me dijo que no me parara y lo hiciera dentro de ella. Joseph se dedicó a acariciar mis testículos con más intensidad y a follar con sus dedos el culito de su mujer, corriéndonos los dos a la vez. Se unieron los gemidos y gritos de los dos, que se tuvieron que escuchar por todo Valencia.
Nos quedamos abrazados y ella solo decía... “Menudo semental estas hecho y he tenido la sensación de que te has corrido más que mucho, algo exagerado, pero no puede ser” y su marido le replica... “Pues por aquí sale una cantidad acojonante de lechazo”, nos quedamos bastante relajados tumbados uno al lado del otro y su marido a nuestros pies. Isabel no tardó mucho en volver a acariciar mi polla y mientras la hacía crecer nos decía, especialmente a su marido, que le gustaba mi polla depilada, el extraordinario grosor, su gran longitud, pero sobre todo lo dura que se me ponía y la marca dura de mis venas. Que, si eso la remataba de placer, lo que la hacía llegar al éxtasis, era lo caliente que se ponía mi polla, que dentro era algo indescriptible, fue terminar de decir eso y ya la tenía comiéndome de nuevo la polla.
Joseph acto seguido se puso a comerle el coñito, que está todavía rezumando mi corrida. Isabel paró un momento para decirle a su marido... “En mi vida me había puesto tan cachonda, verte comiéndome con la corrida de Carlos... ni te puedes imaginar que cachonda me estas poniendo... AAAHHHHH”, continúo comiéndome la polla y se corrió con lo que le hacía su marido. Luego él se levantó y se besó apasionadamente con ella, que le decía que nunca le había sabido tan rico un beso de él. Mi polla está a reventar, dura como el acero y fue cuando Isabel colocó un par de almohadas y se tumbó sobre ella dejando su culito a mi disposición. Va a ser otro momento especial para los dos, pero sobre todo para Joseph, que puede ser que se sienta indignado o que actúe en armonía con su nuevo status, que me decantaba más por esto último.
Fue cuando le dije... “Joseph para ser un buen cornudo te quedan de momento dos nuevos pasos... entregarme el culito de tu mujer y para facilitármelo, qué mejor que lubriques mi polla con su saliva”, su expresión era de mandarme a la mierda o salir corriendo, hasta que escuchó a su mujer decir... “SI, SI... mi amor, hazlo, quiero verlo...”, es como si se rindiera o simplemente quería ver feliz a su mujer, porque se acercó y engullo mi polla, por cierto, que empezó haciéndolo muy mal, hasta que Isabel le fue diciendo como. Ya le mandé parar y me preguntó cómo era eso de entregar el culo de su mujer y le dije que simplemente abriera las nalgas de su mujer. Así lo hizo. Se notaba que el culito de Isabel no era virgen, porque se le notaba soltura y sin los miedos de una primeriza.
Inicie la penetración, sin prisas y con cuidado, porque, aunque no era virgen, seguro que nunca le había entrado algo similar. Por eso en principio la iba metiendo suavemente, con tranquilidad y dejando que el culito se fuera dilatando, adaptándose a mí. La cara de Joseph era de estar alucinando viendo cómo por fin mi polla está dentro del culito de su mujer. Isabel hizo acercarse más a su marido, empezó a besarle y cuando aumenté el ritmo de mis acometidas en su culito, ella dejó de besar a su marido, le dio la mano y empezó a gemir más que cuando me la follaba. El movimiento de la cama era bestial, parecía que se podría romper. Ella me acompañaba en mi ritmo de follada, era una mujer muy sexual, sabía lo que hacía y sabía disfrutar del placer obtenido.
Esta vez estábamos los dos por corrernos a la vez, no quise hacer ni el mínimo esfuerzo para retrasar mi corrida, quería hacerlo con ella y por eso fue una corrida doble, gloriosa y ruidosa la que tuvimos los dos. Nos quedamos muy relajados y Joseph fue muy amable, porque dijo que iba a hacer un café de los que me gustaban, nos dejó solos y lo primero que le dije a Isabel... “Ya puedes ir preparando un encuentro entre Graciela, tú y yo... porque tengo unas ganas endiabladas de follarme su culito” y ella con sonrisa perversa, aunque se hacía la enfadada... “No te he dicho que tuviera nada con ella, eso lo primero y lo segundo eres un degenerado, Graciela nunca ha tenido sexo anal y con tu enorme polla la partirías en dos, degenerado”, le doy un par de buenos azotes diciéndole si no le gustaría ayudarme a dar por culo a su amiga y con una gran sonrisa me responde... “Pero hay que hacerlo sin decirle nada a ella, que le coja por sorpresa y desde luego sin decirle nada a Joseph y mucho menos a Toni”. Evidentemente no diría nada a nadie.
Así quedamos, pero antes quise hacerle una pregunta por curiosidad, que como era Graciela sexualmente y sin quitar su sonrisa perversa me respondió... “Graciela como alguna otra amiga, pertenecemos a la cofradía de las viudas sexuales, que tenemos marido pero que no sirven sexualmente para nada. Ella es sexualmente una fuera de serie, le gusta todo, es bastante salvaje, pero si no logras que arranque es la niña más modosita que hay, pura y virginal. Lo que siempre habéis pensado de ella” y sobre la pregunta de quién sedujo a quien, Isabel fue muy sincera, creía que había sido ella, pero con el tiempo se dio cuenta de que fue Graciela.

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