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Corrida en las Tetazas.

Corrida en las Tetazas.

Beata, culona y con las tetas llenas de leche.

¡Qué corrida! ¡¡En mi vida me había corrido tan bien!!

Jorge era hijo de puerta abierta, o lo que es lo mismo, hijo de soltera. Algunos de los niños del pueblo, se metían con él llamándole lo que no debían y tuvo sus buenas peleas con ellos, y como les daba para el pelo, venían a confirmarle lo de hijo de puta, los hermanos mayores, los padres o las madres. De todo esto tomó buena nota, y cuando tuvo la edad se vengó de muchos de los que lo habían insultado. Se folló a madres de niños y a esposas de hermanos y de mayores, cosa que no era fácil en los años sesenta del siglo pasado, ya que las mujeres de pueblo se las daban de decentes, pero como él trabajaba con el curandero y había aprendido a hacer maravillas con las manos. Cada oportunidad que tenía, clavada que te crio.
La más decente de todas era su tía Luisa. Era beata, de rosarios, una, mírame y no me toques, y muy cuidadosa con su vocabulario.
Luis, su marido, era carpintero, le llevaba quince años, y se pasaba el día en la carpintería con su hijo Alfredo, hijo de su primer matrimonio.
Luisa, que se había casado con Luis dos años atrás, tenía un niño de un año al que todavía le daba el pecho.
Aquella tarde de viernes, Jorge había ido a curarle un esguince de tobillo a su tía. Pasó por delante de la parte trasera de la casa, miró por una ventana y vio a Luisa sentada en el borde de la cama con una teta fuera, dándole de mamar a su hijo. Echó la mano a la polla y le dio un apretón.
-Mamá está muy estresada, cariño, espero que esto no afecte a tu leche, a ver si Jorge me compone.
Jorge entró en la casa luego de que Luisa guardara la teta, se levantara de la cama y apoyándose en el pie derecho, pusiera al niño en la cuna. Fue directo a la habitación de matrimonio, donde estaba la cuna del niño. Luisa estaba inclinada, poniendo bien el niño en la cuna. Jorge, a sus espaldas, le preguntó: 
-¿Llego en un mal momento?
Luisa llevó un susto de los gordos. Se sentó en la cama y le dijo:
-¡¿No sabes llamar a la puerta?! Ya estaba angustiada y ahora me has puesto tensa.
-Eso tiene fácil solución.
Jorge puso en el piso la bolsa de tela que traía en la mano. Le echó las manos a los hombros y comenzó a masajeárselos.
-Tienes buenas manos.
-Eso mismo me dijo mi última clienta.
-¿También le masajeabas los hombros?
-No, le masajeaba las tetas.
Luisa se revolvió.
-¡Quítame las manos de encima!
Jorge rompió a reír.
-Que estaba de broma, tía.
Luisa seguía enfadada.
-¡Esa clase de bromas no se le gastan a una tía, y menos en su dormitorio!
Jorge le habló en tono conciliador.
-Vale, vale, no te pongas así. ¿Miramos ese pie?
-Ya no sé si no sería mejor avisar a otro curandero.
Jorge, que era moreno, de ojos negros, doble y que casi llegaba al metro ochenta, le respondió: 
-Tú verás, tía, si quieres te llamo al de Coruxa, que es el que queda más cerca.
Luisa, que era una treintañera, morena, de estatura mediana, ojos negros, cabello negro y largo, recogido en una coleta, y cuerpo voluptuoso, lo miró y le dijo: 
-No puedo seguir más tiempo sin apoyar el pie, ni con estas molestias en la espalda.
Jorge puso cara de circunstancias.
-¡O, oh! Si te duele la espalda es grave, necesitas arreglar el tobillo y luego recibir una revisión general. 
-No me asustes. ¿Qué es una revión general? 
-Se hace estando desnuda, tienes que recibir tocamientos por delante y por detrás hasta encontrar el mal.
Luisa lo miró como se mira a un bicho raro.
-Eso sería meterme mano.
-Técnicamente hablando, sí, terapéuticamente hablando, no. 
-Supongo que es otra de tus bromas pesadas. 
-No se me pasaría por la cabeza gastarte una broma de ese calibre, es más, yo no te voy a tocar, voy a avisar al médico para que te atienda, seguro que aparte de pie y de la espalda a veces tienes molestias en el vientre.
-¿Y tú como sabes lo del vientre?
-Porque ya he tenido a una mujer a la que le pasaba eso. Fueron muchos los puntos que le tuve que tratar.
 -¿Y la curaste?
-Curé.
-¿Y quién fue esa mujer?
-Fue señora Benigna.
-Me acuerdo de cuando se torció el tobillo. No debió ser muy agradable para ti ver desnuda a una mujer de ochenta y muchos años.
-Yo no miro a la mujer, miro sus dolencias.
-Pero desnuda la has tenido que ver.
-Eso fue inevitable.
-Si es como tú dices, no quiero que ese viejo médico me vea desnuda.
-Es médico, está cansado de ver mujeres desnudas.
-Ya, pero yo voy a confiar en ti. 
-¿Estás segura? A lo peor no te doy con el punto del mal.
-Dale para adelante.
Jorge abrió la bolsa y quitó un tubo de crema, le cogió el pie izquierdo, le quitó las zapatillas y tanteó su tobillo con las yemas de sus dedos pulgares. Al tocar el tendón desviado, Luisa se quejó. 
-¡¡Ay!!
-Esto tiene fácil solución.
Cogió el tubo de crema, lo abrió, le echó crema alrededor del tobillo y frotó con suavidad. De repente movió el tendón y lo llevó a su sitio.
Luisa se mareó y se puso blanca, pero aunque le dolió no se quejó.
Jorge le dijo:
-Ya está donde debía estar.
Le siguió dando friegas en el pie hasta que dejó de molestarle y después se lo vendó.
-Ahora toca la revisión, tía. 
Luisa no estaba por la labor de quitar la ropa.
-Me da corte desnudarme delante de ti.
-Tú verás, si quieres lo dejamos así.
-Quiero que me cures, pero verte mientras me desnudo, como que me da cosita.
Curada ya estaba, lo de la espalda y el vientre se lo había causado el esguince, pero como Jorge había ido con la idea de follar a su tía, le había montado el paripé. Le dijo:
-Échate boca abajo que hago yo todo el trabajo.
Luisa cogió su rosario, que colgaba de la cabecera de la cama, y le dijo a su sobrino:
-Bueno, allá voy, y que sea lo que tenga que ser.
Luisa, con el rosario en su mano derecha, se metió en la cama y puso la cabeza sobre la almohada. Jorge cogió un aceite en la bolsa, le separó las piernas y le quitó la zapatilla que le quedaba puesta. Luego le bajó la cremallera trasera del vestido marrón y después se lo quitó. Luisa se quedó con el sujetador y las bragas.
-¡Qué situación más embarazosa!
-Piensa que estás en la playa.
-¿En bragas y sujetador?
-Yo veo un bañador de dos piezas.
-Eso no me tranquiliza.
Le echó aceite en la pantorrilla de la pierna y frotó de abajo a arriba.
-¿Sientes alguna molestia?
-No.
Hizo la misma operación en la otra pierna.
-¿Y ahora?
-Tampoco siento molestias.
Lo siguiente que hizo fue coger la bolsa de tela, subir a la cama y arrodillarse entre sus piernas. Le quitó el sujetador, luego le quitó las bragas y su gran culo quedó al aire. Luisa dijo:
-Esto ya es escandaloso.
-A ver si acabo pronto.
Oyéndola rezar, le dijo: 
-Relájate.
-Es fácil decirlo.
-Y fácil hacerlo.
Le pasó las manos por ambos lados del cuerpo, después se las metió por debajo y le amasó las tetas.
-Esto que me estás haciendo es un magreo en toda regla.
-Es un reconocimiento de pechos para ver si encuentro algún bulto.
 Luisa siguió rezando, pero el coño ya se le empezó a mojar. Al acabar de amasar las tetas, le dijo:
-Todo correcto. Ahora levanta el culo.
-Voy a tener el coño ofrecido.
Jorge le quitó hierro a la cosa.
-Para mi será como si me estuvieras ofreciendo una piedra.
Levantó el culo. Un par de gotas de jugos cayeron del coño y alguna más de leche de sus tetas. Echó aceite sobre sus nalgas y le dio un repaso al culo que su coño cada vez que se abría soltaba jugos. Al parar, le preguntó: 
-¿Has sentido alguna molestia?
Luisa paró de rezar para responderle.
-No.
-A ver si encuentro el punto.
Con las yemas de sus dedos pulgares masajeó los pliegues y los lados exteriores de sus gruesos labios vaginales mayores. Masajeó las nalgas... Luego fue masajeando el exterior de los labios mayores de abajo a arriba. Subía hasta el ojete, pasaba la yema de un dedo sobre él y volvía a bajar masajeando los labios. Luisa sintió que se iba a correr, sin poder evitarlo subió el culo y curvó un poco la espalda. Jorge le preguntó:
-¿Has notado alguna molestia?
Le respondió con una media verdad.
-Ahora sí, noté la molestia de la espalda.
-Aquí está el mal.
Siguió con el masaje de los labios vaginales.
Al rato, Luisa levantó el culo, curvó la espalda, tiró del rosario con las dos manos y las cuentas fueron a tomar por culo por todo el piso de la habitación mientras ella se corría como una perra.
Al acabar se quedó quieta y sin fuerzas. Tirando del aliento, le preguntó:
-¿Tú has venido a curarme o a follarme?
-A curarte, pero si tú quieres...
-No, no quiero, soy un mujer decente. ¿Qué me pasaba en la espalda?
A Jorge le vino a la cabeza una frase que había oído en una conversación ajena.
-Los dolores eran debido al exceso de oxitocina.
Luisa se puso boca arriba, tapó las tetas y el coño con la ayuda de sus brazos y de sus manos, y luego le preguntó:
-¿Comer tocino, oxida?
No le quedó otra que responderle:
-Si se come mucho, sí.
-Con lo que me gusta. -se fijó en el bulto de su pantalón- Yo aquí desnuda y tú empalmado, esto no pinta bien. ¿No decías que mi coño para ti era como una piedra?
-Si, pero no contaba con que la piedra se mojara y comenzara a gotear.
-Lo dicho, esto pinta mal.
-Pinta como tú quieras que pinte.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Lo de antes, si tú quieres te echo un polvo.
Luisa no lo reprendió, pero le dijo:
-Vete bajando de la cama que cada vez me siento más incómoda.
Al no reprenderlo siguió yendo a por ella.
-Nadie lo iba a saber y te podrías correr tres o cuatro veces más.
Luisa seguía soft para lo que era ella.
-Aunque no debía, te voy a responder. No puedo cometer adulterio, adulterio e incesto, y luego confesarme como si nada.
-Haberte corrido conmigo, ¿no cuenta?
-No seas cabrón.
-Primera palabra malsonante que te oigo decir.
-Correrme contigo, no debía contar por qué yo no quería correrme.
-¿Mentir no es un pecado?
-Eres un deslenguado.
Jorge pensó que ya solo era cuestión de insistir.
-¿Te animas?
-Estás loco.
Como no le dijo que no, subió besando y lamiendo el interior de los muslos, al tiempo que la miraba a los ojos. Luisa le dijo:
-No te voy a dejar.
Con la boca delante de su coño, le preguntó:
-¿Te come el coño tu marido?
-No digas sandeces.
Lamió entre los dedos de su mano.
-¿Te lo come?
-Estate quieto.
Inistió.
-¿Te lo come?
-No.
-¿Se la chupas?
-¡Qué asco!
-Quita la mano. Quiero comerte el coño y que te corras en mi boca.
-Desvarías.
-Si no me dejas que te la coma es muy probable que nunca sepas el gustazo que se siente.
Se empezó a dar.
-No creo que sea la cosa sea para tanto.
-La cosa empieza así.
Le apartó él la mano sin que ofreciera resistencia. Luego le lamió el coño corrido de abajo a arriba, después le lamió el clítoris, y le dijo: 
-¿Quieres correrte en mi boca, Luisa?
-No, no sé, creo que sí.
-Flexiona las rodillas y abre las piernas.
-Me voy a arrepentir de esto toda mi vida.
Flexionó las rodillas y abrió las piernas. Le dejó el coño a tiro, un coño que tenía un buen matorral de color negro. Se lo dejó a tiro para que le hiciera lo que quisiera, y lo que quiso hacerle fue lamerlo pasando la lengua entre los labios, suavemente, poquito a poco, sin prisas. Luego lamió su clítoris hacia los lados con la lengua plana y a toda hostia. Luisa levantó la pelvis, y cuando dejó el clítoris y le volvía a lamer el coño, la movía de abajo a arriba y de arriba a abajo. Luego Jorge le enterró la lengua en la vagina. Debió ser la novedad de sentir una lengua dentro de su coño, porque le cogió la cabeza con las manos, apretó su boca contra el coño. Se aseguró de que no pudiera sacarla apretándola con sus piernas y movió la pelvis hacia arriba y hacia abajo hasta que explotó.
-¡Me corro en tu boca!
Al acabar de correrse, Jorge comenzó a desnudarse. Luisa tapó los ojos con las manos y dijo:
-¡Qué corrida! ¡¡En mi vida me había corrido tan bien!!
Jorge, ya desnudo, le dijo:
-Quita las manos de la cara y dime si te gusta lo que ves.
Luisa abrió los ojos y vio a su sobrino desnudo. Estaba empalmado. Tenía una polla algo más larga que la de su marido, pero de grosor por ahí andaba. En el cuerpo sí que había diferencia, pues su marido era bajo y tenía barriga, y su sobrino era ato y fibroso. Le dijo:
-Sabes que estás bueno.
Se echó a su lado en la cama, le mamó la teta izquierda. Cuando se hartó de mamar y de tragar la leche de esa teta, fue a por la derecha y se dio otro atracón. Luego la besó, Luisa abrió la boca y esta se llenó con su leche. Después se comieron las bocas, hasta que Luisa le dijo:
-Si no fuera por lo que pensarías de mí te pediría una cosa.
-¿Guarra?
-Sí.
-Pues pensaría que ya era hora de que dejaras atrás tus perjuicios. Pide que serás complacida.
-No sé.
-Suéltalo de una vez.
Se lo dijo de un tirón.
-Me gustaría correrme otra vez en tu boca.
-Será un placer volver a beber de ti.
Jorge le dio un pico y luego bajó al pozo del gozo, le echó las manos a la cintura y le pasó la punta de la lengua entre los labios entreabiertos, despacito y de abajo a arriba, luego fue metiendo cada vez más la lengua y acelerando las lamidas. Luisa, entre gemidos, subía y bajaba el culo para que la lengua rozase su clítoris, y lo rozaba, y más que lo iba a rozar cuando su sobrino le aplastó la lengua contra él. Loca, se puso como una loca frotando su clítoris contra ella. Le volvió a sujetar la cabeza con las manos y con las piernss, y logró un orgasmo espectacular que hizo que su cuerpo se temblara y se sacudiera, y de que de su boca saliese otra palabra fuerte.
-¡Me corro en tu boca, cerdo!
Al acabar de gozar su tía, Jorge, sonriendo, le dijo:
-Así que cerdo, eh. 
Luisa no sabía lo que acababa de decir.
-¿Quién es un cerdo?
-Me has llamado cerdo mientras te corrías. 
-Si tú lo dices...
-Sí, lo digo.
Le puso la polla entre las tetas, las juntó, y comenzó a follárselas. La leche que salía de las tetas fue bajando y engrasando la polla como si fuese lubricante. Jorge, viendo su cara de placer, le dijo:
-Hazte un dedo mientras te follo las tetas.
-Yo no hago esas cosas.
-Tampoco haces estas cosas y las estás haciendo.
-Es que...
-Es que eres tonta, coño, las mujeres disfrutan todo lo que pueden al echar un polvo, y si se pueden correr ocho veces no se corren siete.
-Después de lo que te pedí, si hago eso, vas a pensar que soy una perdida.
Sin dejar de follarle las tetas, le dijo:
-Tú lo que eres es un cielo de mujer que está como un tren, que es preciosa y que está muy mal aprovechada.
-Tienes razón en lo de mal aprovechada. ¡A la mierda los tabús!
Luisa acabó de echarse al monte tirándose una paja, y la hizo frotando el capuchón del clítoris con la yema del dedo medio de su mano derecha, hacia arriba, hacia abajo y hacia los lados. Poco después, Jorge le preguntó: 
-¿Mejor?
-Sí.
-¿Me la chupas?
-Métemela en la boca, a ver que tal se me da.
Jorge le metió la polla en la boca, y Luisa, sin dejar de pajearse, se la mamó, se la mamó, unos diez segundos, porque al no dejar de tocarse, se corrió como una golfa. Corriéndose quiso decir algo, pero la polla no le dejó. Cuando acabó de correrse, puso una mano en la frente, resopló, sonrió, y dijo:
-En mi vida me había corrido tantas veces.
-¿Te llegó o quieres más?
-¿Por qué lo preguntas?
-Porque si te llegó, te sigo follando las tetas, me corro y me voy.
-No me llegó.
-¿Te ha comido el culo tu marido?
Luisa se rio con ganas, y luego dijo:
-¡Mira qué eres guarro!
-¿Quieres saber que se sinte cuando te lamen el ojete? 
-No preguntes barbaridades.
-¿Recuerdas lo que sentiste cuando te pasé la yema del dedo gordo por el ojete?
-No me acuerdo.
-Le has cogido el gusto a mentir.
-¿Y si me acuerdo, qué?
-Cierra los ojos.
-¿Para qué?
-Quiero que imagines una cosa.
-Vale, los cierro.
Luisa cerró los ojos.
-Imagina lo que hubieses sentido si en vez de acariciarlo con la yema del dedo te lo hubiera acariciado con la lengua.
Cuando Luisa abrió los ojos, le dijo:
-Es una cosa muy sucia, pero si es algo que te gusta hacer, hazlo.
-Ponte a cuatro patas.
Luisa se puso a cuatro patas. Jorge se puso detrás de ella, le echó las manos al gordo culo y le lamió el ojete como si estuviera lamiendo una piruleta.
-Eres un cerdo de mucho cuidado.
Le comenzó meter y a sacar lengua del culo.
-¡Hostia que gusto!
-No jures.
-Se me escapó.
Sus tetas y su coño comenzaron a gotear sobre la cama. Jorge lamió su coño y su culo. Luisa comenzó a gemir.
-¿Quieres experimentar algo nuevo?
-Lo que me estás haciendo ya es nuevo para mí. ¿Es algo fuerte?
-Para mucha gente es un tabú.
-¿Qué quieres qué experimente?
-¿Quiero que experimentes el sexo anal?
-Eso estaría entre lo prohibido y lo osado.
-¿Acaso lo que hemos hecho hasta ahora no está entre lo prohibido y lo osado?
-Tienes salida para todo. Vale, experimentaré, pero si me duele y te mando parar, paras.
-Claro.
Jorge echó aceite en su mano derecha, se aceitó la polla, se la frotó en el ojete, empujó y le metió la punta.
 -¿Te gusta? 
-De momento no me agrada ni me desagrada... Oye. ¿Y no lo notará mi marido?
-¿Es qué te mira el culo?
-¡Coño! Pues no, además las pocas veces que me monta es con la luz apagada.
-¿Sabes lo qué te va a notar?
-¿Lo qué?
-Los tacos que dices.
-Delante de él no los voy a decir.
Le echó las manos a las tetas.
-¿Sigo metiendo?
-Sigue.
Volvió a meter la punta, la metió, y la sacó varias veces, luego empujó hasta que entro el glande.
-¡Ayyyy! Quítala, quítala.
Se la quitó.
-Puede que me necesites más aceite.
-O un agujero más grande, porque por muy gordo que una tenga el culo, el agujero sigue siendo pequeño.
-¿Lo engraso?
-Engrasa.
Le echó aceite alrededor y dentro del ojete, y luego volvió a engrasar la polla.
-¿Meto?
-Mete, pero en el coño y despacito.
La agarró por las caderas y se la fue metiendo despacito. Luisa sentía como la polla se iba abriendo camino entre las paredes de su vagina y como al final llegó al fondo. Las manos de Jorge dejaron sus caderas, agarraron sus tetas y comenzaron las clavadas, lentas al principio, y a una velocidad vertiginosa al final, lo que hizo que Luisa tuviese un explosivo orgasmo, entre gemidos escandalosos y tremendas convulsiones, dijo:
-¡Me corro, me corro, m corro!
Jorge, que le había seguido magreando las tetas a su tía mientras se corría, sacó las manos bañadas en leche y se las echó a las caderas. Luisa comenzó a follarlo a él. Jorge se quedó quieto y dejó que hiciera ella. Luisa movió el culo hacia atrás y hacia delante a un ritmo medio... A cada penetración tenía más ganas de sentir la polla de su sobrino dentro de su culo, por eso no tardó en quitar la polla y bajar el culo. Cuando sintió la cabeza en la entrada de su ojete, echó el culo hacia atrás y la metió un par de centímetros, los metió y los sacó unas cuantas veces, y luego, echó más el culo hacia atrás y metió la cabeza de la polla. Ahora las sensaciones eran placenteras y el dolor casi inexistente. Nunca había estado tan excitada, y no era de extrañar, porque era la primera vez que tomaba la iniciativa, la primera vez que experimentaba el sexo anal, la primera vez que cometía adulterio e incesto. Hablo sola.
-La necesito toda dentro.
Jorge le preguntó:
-¿Quieres que te la meta yo?
-No, quise hablar conmigo misma y hablé en alto.
Empujó, y a medida que la polla iba entrando en su culo, sintió como si lo estuviese desgarrando, sintió dolor, sintió placer, se sintió puta, y le gustó todo lo que estaba sintiendo, poco después ya lo follaba a su aire. Jorge aguantaba estoicamente sus dulces embestidas, bueno, aguantó hasta que no pudo más.
-Me voy a correr, Luisa. 
Su polla comenzó a latir dentro del culo. Luisa la notó y ya le tardaba en sentir la leche dentro de su culo, pues ella también estaba a punto de correrse.
-Lléname el culo de leche, llénamelo.
Movió el culo a toda pastilla y en nada, Jorge se corrió dentro de su culo, y Luisa, sintiendo su leche llenarla, se comenzó a correr.
-¡Me corro, me corro, me corro!
Al acabar de gemir y de sacudirse, Jorge se la sacó del culo y se echó boca arriba sobre la cama, Luego limpiándose los dos, le preguntó Jorge:
-¿Te llegó?
-No, no me cansaría nunca de correrme.
-Sube y fóllame.
Luisa puso cara de tonta. 
-¡¿Subir yo encima y follarte a ti?!
Jorge le echó la mano a la nuca y quiso llevarle la boca a la polla, pero no lo consiguió.
-¿Es qué nunca has montado a tu marido?
Jorge comenzó a menear la polla.
-No, eso sería querer ser más que él.
Jorge siguió hablando sin dejar de menear la polla.
-Eso sería que al tener tú el control te correrías cuando quisieras. Dime una cosa. ¿Las santurronas no tenéis fantasías?
-No me llames santurrona, que sabes que no lo soy, te acabo de follar con mi culo.
-Por eso ahora quiero que me folles con el coño. Sería maravilloso verte con el cabello suelto, las tetas subiendo y bajando y goteando la leche de tus tetas sobre mi cuerpo, oírte gemir, y luego ver tu cara cuando te corras. 
-Eres de lo que no hay.
-Dame un beso con lengua.
-Si quieres dámelo tú a mí.
-Desencadénate y muéstrame la guarrilla que llevas dentro.
-Eres un diablo. Prométeme que no te vas a correr dentro aunque yo pierda la cabeza.
-Prometido. 
Luisa le puso la teta izquierda en la boca.
-Mama.
Le mamo la teta izquierda y se tragó la leche hasta que se la quitó de la boca y le dio a mamar la teta derecha.
-¿Te gusta mi leche?
-Me encanta.
Dejó que mamara un ratito y después se giró y le puso el coño en la boca.
-Mira como me he puesto.
Jorge le lamió el culo y después el coño ,y vio que estaba chorreando. La prendió por la cintura y le enterró la lengua en la vagina.
A los pies de la cama, junto a la pared, había un armario con un espejo que cubría toda la puerta del centro. Luisa se vio reflejado en él y se excitó sobre manera, tanto se excito, que frotando el coño contra la lengua (lengua que entraba y salía de su vagina) no tardó ni tres minuto en correrse en la boca de su sobrino.
-¡Qué pedazo de corrida!
Con el coño encharcado de jugos y saliva, se volvió a girar y se sentó sobre la polla. Con toda la polla enterrada es su vagina, se soltó el pelo y luego comenzó a follarlo.
Jorge vio más lo que pensaba ver. Vio sus tetas subiendo y bajando, vio la cara de viciosa de su tía, que se mordía el labio inferior cuando se clavaba la polla hasta el fondo del del coño, oyó sus gemidos y algunas palabras fuertes y al final vio su cara al correrse, una cara de placer que le hizo latir la polla, y más cuando puso los ojos en blanco. No le llenó el coño de leche de puro milagro, pero tuvo su recompensa, pues cuando Luisa se quitó de encima, Jorge le echó la mano a la nuca, y esta vez sí, esta vez se la chupó y cuando se corrió se tragó la leche.
Al acabar de tragar, le dijo: 
-Ahora me llegó. Vístete y vete que tengo que lavarme para darle la teta a Luisito cuando despierte.
Jorge, incorporándose, le dijo a ella:
-Ten cuidado con las cuentas del rosario que puedes resbalar con una de ella y lesionarte de nuevo.
-¿Qué cuentas? ¿Qué has hecho con mi rosario?
-Lo rompiste tú la primera vez que te corriste.
-Va a ser que cuando me corro no sé lo que digo, ni lo que hago.
-No va a ser, es.
Dos días después, Jorge se encontró con su tía y con el marido. Iban para misa. Él iba vestido con un traje marrón y calzaba unos zapatos del mismo color y ella llevaba puesto, un vestido oscuro, largo, un velo negro en la cabeza, en la mano derecha llevaba un misal y un rosario y calzaba unos zapatos negros con muy poco tacón. Luis le dijo a Jorge:
-Tienes manos de santo, Jorge, has dejado nueva a tu tía.
-Se hace lo que se puede, buenos días.
-Buenos días.
Jorge siguió caminando. 
-Qué bueno es. ¿Verdad, Luisa?
-Sí, es buenísimo.
Jorge se dijo a sí mismo:
-Uno menos en la lista.

1 comentarios - Corrida en las Tetazas.

ekissa511
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