Ro era una mina tranquila, de mirada inocente. Tendría unos veintiséis años, morocha, linda de cara, perfil bajo, un poco tímida. Flaca, sin mucho arriba, pero con un buen culo y unas piernas torneadas que no pasaban desapercibidas.

Desde la planta se la miraba, ella sentada en su escritorio, era inevitable que más de uno la mirara de reojo.
Al principio, apenas cruzábamos miradas; después se dio la charla, primero de pavadas y, con el tiempo, algo más parecido a una amistad. Ella era ingeniera y yo trabajaba en planta, por lo tanto era mi superior. Y eso complicaba un poco las cosas. Yo había notado que al salir del laburo siempre esperaba el bondi, así que me ofrecí a alcanzarla en el carro. Dije que era en plan amistoso, y ella aceptó.
Pasaron unas semanas y me contó que estaba casada. Sin hijos todavía. Cada vez que la dejaba en su parada, Ro me miraba con esos ojos suyos tan inocentes, y me sonreía. Para entonces yo ya no me escondía: le miraba las piernas y el culo sin culpa. Y ella se daba cuenta. No decía nada. La tensión crecía sola.

Alguna que otra vez me animé a pedirle un masaje en el cuello, y sin protestar me lo hacía. Hasta que un día me encontré con la casa vacía. Con cierto temor, le propuse que vayamos a casa a tomar unos mates. En serio pensé que se iba a ofender, que ahí se iba a cortar todo. Pero no: ella aceptó con algo de timidez y sin mirarme directamente.

Apenas cerré la puerta nos miramos, y me le fui encima. Le comí la boca, y ella respondió con una intensidad que me sorprendió. Me animé a agarrarle ese culo que me volvía loco, y sentí cómo se encendía en mis manos.

Ella traía un jean que le marcaba todo y yo aprovechaba de tocar todo lo que Ro tenía. Al fin! Dicen que las más tímidas y calladas son las más intensas, y así fue. Los besos que me daba Ro, venían con cierta desesperación. Sentí sus pezones duros y me aseguré de que ella sienta mi miembro erecto a través del pantalón en los roces y abrazos.

Entre besos y gemidos tenues la llevé hasta el dormitorio, logré sacarle el jean… y noté lo mojada que estaba.



Estaba sacándome los pantalones, y de golpe, ella se frenó. Se vistió rápido, me dijo que eso no estaba bien, que eso no debía pasar. Antes de irse, me besó de nuevo. Yo le señalé lo que me había dejado entre las piernas, y con una sonrisa cómplice se fue.

Así empezó la aventura de 3 largos y deliciosos años con Ro, mi compañera del laburo.
Parte 2?

Desde la planta se la miraba, ella sentada en su escritorio, era inevitable que más de uno la mirara de reojo.
Al principio, apenas cruzábamos miradas; después se dio la charla, primero de pavadas y, con el tiempo, algo más parecido a una amistad. Ella era ingeniera y yo trabajaba en planta, por lo tanto era mi superior. Y eso complicaba un poco las cosas. Yo había notado que al salir del laburo siempre esperaba el bondi, así que me ofrecí a alcanzarla en el carro. Dije que era en plan amistoso, y ella aceptó.
Pasaron unas semanas y me contó que estaba casada. Sin hijos todavía. Cada vez que la dejaba en su parada, Ro me miraba con esos ojos suyos tan inocentes, y me sonreía. Para entonces yo ya no me escondía: le miraba las piernas y el culo sin culpa. Y ella se daba cuenta. No decía nada. La tensión crecía sola.

Alguna que otra vez me animé a pedirle un masaje en el cuello, y sin protestar me lo hacía. Hasta que un día me encontré con la casa vacía. Con cierto temor, le propuse que vayamos a casa a tomar unos mates. En serio pensé que se iba a ofender, que ahí se iba a cortar todo. Pero no: ella aceptó con algo de timidez y sin mirarme directamente.

Apenas cerré la puerta nos miramos, y me le fui encima. Le comí la boca, y ella respondió con una intensidad que me sorprendió. Me animé a agarrarle ese culo que me volvía loco, y sentí cómo se encendía en mis manos.

Ella traía un jean que le marcaba todo y yo aprovechaba de tocar todo lo que Ro tenía. Al fin! Dicen que las más tímidas y calladas son las más intensas, y así fue. Los besos que me daba Ro, venían con cierta desesperación. Sentí sus pezones duros y me aseguré de que ella sienta mi miembro erecto a través del pantalón en los roces y abrazos.

Entre besos y gemidos tenues la llevé hasta el dormitorio, logré sacarle el jean… y noté lo mojada que estaba.



Estaba sacándome los pantalones, y de golpe, ella se frenó. Se vistió rápido, me dijo que eso no estaba bien, que eso no debía pasar. Antes de irse, me besó de nuevo. Yo le señalé lo que me había dejado entre las piernas, y con una sonrisa cómplice se fue.

Así empezó la aventura de 3 largos y deliciosos años con Ro, mi compañera del laburo.
Parte 2?
4 comentarios - Me cogí a compañera del trabajo (FOTOS REALES) parte 1