Después de tantos años de disfrutar los placeres de la carne en varias de sus
manifestaciones, me pareció “conveniente” dejar de lado (casi) toda esta fiesta
y sentar cabeza. Acá es donde aparece “Eli”, una flaquita linda tranquila (de
esas que pueden pasar desapercibidas).
Con Eli tuvimos onda enseguida, y mucha piel. En pocos meses ya se quedaba
casi todos los días en casa, y en menos de 2 años nos casamos. Todo bárbaro,
3 hijos, al principio trabajaba, pero con la maternidad, decidimos que deje un
tiempo. Años después, volvió a trabajar haciendo suplencias y a tomar de vez
en cuando algún curso relacionado con su trabajo.
El año pasado, solo para ejercitar el cerebro, se enganchó en un curso de
armado de redes, en un instituto al que ya había asistido. Y acá es donde
empieza la joda (o yo me doy cuenta).
Eli asiste 3 veces por semana al curso. Al principio todo se veía bien, me pedía
ayuda para aprobar algunos exámenes y me contaba todo lo que vivía con sus
compañeros. Empecé a notar que le ponía especial énfasis cuando me contaba
algo relacionado a un profesor en particular, y a Mariano, un compañero de
unos 20 años (nosotros en los 50s). Ya no me consultaba nada, todo era “el
profe me ayudó” o “le pregunté a Marianito”, y con los días fue quedando de
lado el profe y solamente hablaba del pendex. Cada vez que lo nombraba, la
cara se le transformaba, y aunque Eli me insistía en que “es un nene” “es como
mi hijo”, no podía ocultar el brillo en la mirada ni el tono de voz más suave.
Mientras la escuchaba me imaginaba sus labios abriéndose y cerrándose,
como si estuvieran aplaudiendo al pendex, y chorreando el rico jugo de concha
ardiente. Y aunque este tipo de situaciones, normalmente me excitan mucho,
yo no quería vivir con Eli una relación de a muchos, y me sentía raro, algo en
mi interior gritaba que había olor a cuernos.
A pesar de todo este mambo que me atormentaba, yo seguía con la vida
normal, cogiendo 3 o 4 veces por semana (no cuentan Leo ni Sergio). Desde
los primeros años con Eli, de vez en cuando, hacíamos algún jueguito ratonero
donde ella podía ser la MILF y yo el pata de lana, o yo el marido de su mejor
amiga, a veces éramos 2 nenas (yo bien producida con ropa y maquillaje), y
últimamente éramos 2 nenes (cinturonga incluido). Pero todo esto nunca
pasaba del juego de pareja, y yo feliz con mi vida matrimonial de manual.
Una noche, ya tarde, le digo “Eli, vamos a dormir” y me responde enseguida
subo. Yo estaba hecho un fuego y quería deslecharme antes de dormir,
entonces me quedé en la cama mirando la tele hasta que ella subiera. Pasaban
los minutos y nada. Después de cerca de media hora, apague la tele para
dormirme, pero entre la calentura de mi pija y la calentura de que ella no venía,
mis ojos no se cerraban. Un buen rato estuve así, hasta que al fin llegó y se
acostó como siempre, en tanga y remera, de costado, dándome la espalda,
como para hacer cucharita, pero con un detalle, lejos, sin tocarme con sus pies
gélidos ni buscando que yo le meta la mano en el culo por debajo de la tanga.
Haciéndome el boludo, la empiezo a acariciar, a ella le encanta y la pone a mil
aún sin tocar ninguna zona hot. Normalmente Eli se va moviendo un poco
mientras la acaricio, como para dirigirme hacia donde debo ir, soltando cada
tanto algún pequeño suspiro, pero esta vez no muestra signo alguno. Decido ir
directo a sus pechos, pero tenía los brazos como cruzados, impidiendo llegar a
lis mismos. Voy para su conchita recién depilada (hacia mucho que no sucedía)
y noto sus piernas totalmente trabadas, haciendo mucha fuerza para que yo no
las pueda abrir y alcanzar el cálido objetivo. Como por adelante no podía llegar,
intento por atrás, pero con el mismo resultado. Ninguno de los dos emitía
sonido alguno, pero yo estaba cada vez más enojado y más emperrado en
querer acceder. No entendía nada, la única vez que Eli se negó a tener sexo
conmigo fue cuando yo casi caigo en la tentación de cornearla con una amiga y
me descubrió, me tuvo como un mes juntando esperma. Salvo esta situación,
jamás se negaba a un rato de sexo. Después de unos minutos de intentar
meter mano, parece que se cansó y aflojó la musculatura, y pude acariciarle el
clítoris e introducirle los dedos. Tenía la concha totalmente empapada (ya?
raro), incluso más jugosa que cuando estamos cogiendo. Con la otra mano
trato de bajarle la tanga, pero tampoco prestaba colaboración, entonces decido
corrérsela y penetrarla. Ella seguía con las piernas muy juntas, ya sin hacer
mucha fuerza, pero juntas, cerrando un poco la conchita. Al ingresar, sentí la
sensación de entrar al gran cañón del colorado, estaba totalmente dilatada.
Por las cosas de la vida, trabajo, hijos, tareas del hogar, etc es muy raro que
podamos coger 2 veces el mismo día, pero justo hace unos pocos meses se
nos había dado la oportunidad, y recuerdo que en el segundo polvo (3 o 4
horas después del primero) pude notar que la concha estaba ya dilatada (o
relajada), no la sentía algo apretadita como en el primer polvo, y después del
acto lo charlamos con Eli, recordando a un amigo que contaba que cuando su
mujer se iba a bailar con sus amigas, él la esperaba para cogerla y comprobar
si estaba abierta o no. En esta ocasión estaba sintiendo exactamente lo mismo,
una dilatación fuera de lo normal para Eli, pero yo seguía como un
quinceañero, bombeando sin parar.
Ya varios minutos de coito habían pasado, yo aunque caliente, no lograba
arrimarme al climax, y Eli, nada, quieta, cero participativa, un pedazo de carne
tibia. Mientras, mi bocho empezó a hacer las lógicas preguntas tratando de
relacionar todos los “pequeños” detalles, tardó mas de una hora en subir, no
quería coger, estaba depilada, empapada y absolutamente dilatada.
Obviamente descartada la posibilidad de que hubiera garchado con alguien ya
que era domingo y estuvimos juntos todo el día, sólo se me ocurrió pensar que
en esa hora, creyendo que los chicos y yo ya estábamos roncando, se habría
encerrado en el baño a pajearse, quizás con algún elemento para introducir, o
en alguna video llamada con Marianito.
La noción del tiempo ya la había perdido hacía mucho, pero supongo que iban
mas de 20 minutos de entrar y salir en una concha que no ofrecía ninguna
resistencia, casi como si estuviera cogiendo al aire, el roce era prácticamente
nulo. Mi cabeza de arriba se disputaba con la de abajo el dominio de la
situación, hasta que pude percibir en Eli una pequeña señal de estar teniendo
un orgasmo. Trató de que no lo note, pero ella siempre cuando acaba se lleva
la mano a la boca, como para acallar el grito o gemido del éxtasis. En ese
momento, mi bocho dejó de “delirar” y pude ponerle un poco más de énfasis al
bombeo, largado un buen lechazo en poco tiempo. Sin decir nada, saqué la pija
y me di media vuelta para dormir, como si fuéramos un par de desconocidos.
Al día siguiente mi cabeza no paró un instante de pensar en los cuernos que ya
tenía o que estaban naciendo, Eli en cambio, vino de trabajar como si el
domingo no hubiera existido. Jamás se habló una palabra del suceso y la vida
en pareja volvió a la “normalidad”. Pero todo lo que no se habla, alguna vez
estalla o al menos tiene filtraciones. Y empecé de a poco a joderla con que era
cornudo. Al coger le decía que había venido con gusto a pija en la boca, que la
concha tenía olor a leche de macho, que estaba super abierta, y ella respondía
como si yo solo estuviera haciendo uno de los juegos habituales. Y me contaba
como se la habían garchado, adonde, cuando, cuantos, etc. Cuando llegaba
del instituto o del trabajo, si podía, le metía la mano bajo la tanga diciéndole “a
ver si está guasqueada la conchita”, siempre con una sonrisa para que parezca
un juego. La verdad que no quería pudrir la relación, ya que sigo enamorado de
Eli, pero a pesar de haber aprendido a vivir con esa mezcla de excitación
extrema y profundo enojo por la traición, empecé a recibirla diciéndole que ya
sabía que era cornudo, y Eli siempre contestaba lo mismo: “por qué decís eso?
No tengo tiempo…” como para subir un poco la apuesta.
Jamás le había revisado el celular, a pesar de que ambos lo tenemos
desbloqueado, pero comencé a hacerlo, sin encontrar nada jugoso, todo lo que
chateaba con Mariano parecía normal entre compañeros. En la ropa de calle no
había nada fuera de lo normal, siempre se vestía bien, maquillada y perfumada
lo justo para estar bien pero no llamar en exceso la atención. Hasta que
encontré algo. Eli conmigo no usaba bombachas de encaje, ni conjuntitos sexis
a menos que vayamos a un telo, sabe que aunque venga con un traje de buzo,
me prendo igual. Revisando un día el cesto de ropa sucia, encuentro un
conjuntito transparente, y mi reacción fue inmediata, se me paró la pija de tal
manera que parecía que me iba a estallar la cabeza. Ahí nomás tomé la tanga
y me la até en la cabeza (de arriba) para que me quede el olor a concha y flujo
(y quizás a algo más) en la nariz y me hice una flor de paja. Bueno, en realidad,
creo que fueron solo 3 sacudidas, por lo excitado que estaba. Me quedé así,
oliendo concha y desnudo y chorreado con mi propia leche un buen rato, hasta
que me puse de nuevo al palo y me hice otra paja. Una vez que se me bajó la
espuma de los ratones, empecé a asumir mi condición de cornudo consciente
enamorado de su esposa. A la siguiente semana, una tarde mientras
cogíamos, le dije suave al oído:
S: Ya sé que te coges a Mariano hace un tiempo.
L: Otra vez con eso!
S: Tranquila, está todo bien, te sigo amando.
Sólo esas palabras y le estallé de leche la argolla con un orgasmo muy fuerte,
salí de arriba de ella y me eché a dormir la siesta como si nada.
Su silencio sonó muy fuerte a culpa, no supo qué decir. Para que el problema
no subiese de tono, decidí cambiar la estrategia, y dejar de hablar de cuernos y
de Mariano, y volver a ser el esposo feliz de siempre.
Pero por más que uno admita su condición de cornudez, y esté feliz con eso,
siempre precisa saber dónde, cuándo, cómo y con quién, para no sentirse tan
desplazado. Eli ya había dejado de contarme lo que pasaba en el curso,
solamente me contaba muy poco de su trabajo. Entonces desempolvé un
dispositivo rastreador que tenía guardado y lo puse en el auto de ella para
vigilar sus movimientos.
Las primeras semanas, nada, martes jueves y viernes en el instituto donde
cursa, lunes y miércoles en pilates. Nada fuera de su lugar y de sus horarios.
Durante unos 10 días después del último garche, nada de sexo entre nosotros,
ni siquiera caricias o abrazos en la cama, de a poco como que fue volviendo a
tomar confianza y regresamos a nuestra vida sexual, y ellos a la suya. De
repente, un jueves, el rastreador marca ubicación a unas 15 cuadras del
instituto desde las 8:30 aproximadamente hasta las 11:40, ya que a las 12 entra
a trabajar. Viernes nada, martes nada, jueves de nuevo a 15 cuadras. El lunes
fui al instituto, haciéndome el boludo, a averiguar por los cursos, y grande fue
mi sorpresa al enterarme que el curso que ella está haciendo es sólo martes y
viernes. O sea que los jueves nunca cursó. Entonces me empezó a comer la
intriga de qué hacia los jueves antes de comenzar su amorío, quizás a Mariano
lo conocía de antes y se anotaron al curso ya con todo planeado,
Evidentemente Eli se aprovechaba que en sus horarios de “cursada” yo estoy
trabajando y me resulta difícil poder escaparme como lo hice ese lunes,
además de haber confiado ciegamente en ella. Comencé a rastrearla los otros
días, y claro, no me sorprendió, los lunes también iba, después de pilates,
aparentemente desesperada por la pija, porque en menos de 10 minutos
llegaba a la casa del pibe. seguramente se duchaban juntos para después
darse unas buenas cogidas. Mientras tanto, yo, como buen cornudo, cuando
podía me escapaba al baño del trabajo a clavarme una buena paja pensando
que en ese mismo momento a Eli la estaba clavando una buena pija.
Hasta acá parece una historia de final feliz, yo disfrutando de mis hermosos y
merecidos cuernos, con unas pocas pero hermosas ocasiones en las que pude
probar algún resto de semen en alguna tanga, y con la tranquilidad de que mi
amor, madre de mis hijos, seguía eligiéndome como compañero, y Eli gozando
de su compañero fiel y de su pendejo lechero. Pero en el fondo, allá muy en el
fondo, en mis tardes de soledad y depresión, cuando la excitación se iba luego
de hacerme una paja, sólo quedaba dolor, ese profundo dolor que nunca había
sentido, el dolor de la traición.
manifestaciones, me pareció “conveniente” dejar de lado (casi) toda esta fiesta
y sentar cabeza. Acá es donde aparece “Eli”, una flaquita linda tranquila (de
esas que pueden pasar desapercibidas).
Con Eli tuvimos onda enseguida, y mucha piel. En pocos meses ya se quedaba
casi todos los días en casa, y en menos de 2 años nos casamos. Todo bárbaro,
3 hijos, al principio trabajaba, pero con la maternidad, decidimos que deje un
tiempo. Años después, volvió a trabajar haciendo suplencias y a tomar de vez
en cuando algún curso relacionado con su trabajo.
El año pasado, solo para ejercitar el cerebro, se enganchó en un curso de
armado de redes, en un instituto al que ya había asistido. Y acá es donde
empieza la joda (o yo me doy cuenta).
Eli asiste 3 veces por semana al curso. Al principio todo se veía bien, me pedía
ayuda para aprobar algunos exámenes y me contaba todo lo que vivía con sus
compañeros. Empecé a notar que le ponía especial énfasis cuando me contaba
algo relacionado a un profesor en particular, y a Mariano, un compañero de
unos 20 años (nosotros en los 50s). Ya no me consultaba nada, todo era “el
profe me ayudó” o “le pregunté a Marianito”, y con los días fue quedando de
lado el profe y solamente hablaba del pendex. Cada vez que lo nombraba, la
cara se le transformaba, y aunque Eli me insistía en que “es un nene” “es como
mi hijo”, no podía ocultar el brillo en la mirada ni el tono de voz más suave.
Mientras la escuchaba me imaginaba sus labios abriéndose y cerrándose,
como si estuvieran aplaudiendo al pendex, y chorreando el rico jugo de concha
ardiente. Y aunque este tipo de situaciones, normalmente me excitan mucho,
yo no quería vivir con Eli una relación de a muchos, y me sentía raro, algo en
mi interior gritaba que había olor a cuernos.
A pesar de todo este mambo que me atormentaba, yo seguía con la vida
normal, cogiendo 3 o 4 veces por semana (no cuentan Leo ni Sergio). Desde
los primeros años con Eli, de vez en cuando, hacíamos algún jueguito ratonero
donde ella podía ser la MILF y yo el pata de lana, o yo el marido de su mejor
amiga, a veces éramos 2 nenas (yo bien producida con ropa y maquillaje), y
últimamente éramos 2 nenes (cinturonga incluido). Pero todo esto nunca
pasaba del juego de pareja, y yo feliz con mi vida matrimonial de manual.
Una noche, ya tarde, le digo “Eli, vamos a dormir” y me responde enseguida
subo. Yo estaba hecho un fuego y quería deslecharme antes de dormir,
entonces me quedé en la cama mirando la tele hasta que ella subiera. Pasaban
los minutos y nada. Después de cerca de media hora, apague la tele para
dormirme, pero entre la calentura de mi pija y la calentura de que ella no venía,
mis ojos no se cerraban. Un buen rato estuve así, hasta que al fin llegó y se
acostó como siempre, en tanga y remera, de costado, dándome la espalda,
como para hacer cucharita, pero con un detalle, lejos, sin tocarme con sus pies
gélidos ni buscando que yo le meta la mano en el culo por debajo de la tanga.
Haciéndome el boludo, la empiezo a acariciar, a ella le encanta y la pone a mil
aún sin tocar ninguna zona hot. Normalmente Eli se va moviendo un poco
mientras la acaricio, como para dirigirme hacia donde debo ir, soltando cada
tanto algún pequeño suspiro, pero esta vez no muestra signo alguno. Decido ir
directo a sus pechos, pero tenía los brazos como cruzados, impidiendo llegar a
lis mismos. Voy para su conchita recién depilada (hacia mucho que no sucedía)
y noto sus piernas totalmente trabadas, haciendo mucha fuerza para que yo no
las pueda abrir y alcanzar el cálido objetivo. Como por adelante no podía llegar,
intento por atrás, pero con el mismo resultado. Ninguno de los dos emitía
sonido alguno, pero yo estaba cada vez más enojado y más emperrado en
querer acceder. No entendía nada, la única vez que Eli se negó a tener sexo
conmigo fue cuando yo casi caigo en la tentación de cornearla con una amiga y
me descubrió, me tuvo como un mes juntando esperma. Salvo esta situación,
jamás se negaba a un rato de sexo. Después de unos minutos de intentar
meter mano, parece que se cansó y aflojó la musculatura, y pude acariciarle el
clítoris e introducirle los dedos. Tenía la concha totalmente empapada (ya?
raro), incluso más jugosa que cuando estamos cogiendo. Con la otra mano
trato de bajarle la tanga, pero tampoco prestaba colaboración, entonces decido
corrérsela y penetrarla. Ella seguía con las piernas muy juntas, ya sin hacer
mucha fuerza, pero juntas, cerrando un poco la conchita. Al ingresar, sentí la
sensación de entrar al gran cañón del colorado, estaba totalmente dilatada.
Por las cosas de la vida, trabajo, hijos, tareas del hogar, etc es muy raro que
podamos coger 2 veces el mismo día, pero justo hace unos pocos meses se
nos había dado la oportunidad, y recuerdo que en el segundo polvo (3 o 4
horas después del primero) pude notar que la concha estaba ya dilatada (o
relajada), no la sentía algo apretadita como en el primer polvo, y después del
acto lo charlamos con Eli, recordando a un amigo que contaba que cuando su
mujer se iba a bailar con sus amigas, él la esperaba para cogerla y comprobar
si estaba abierta o no. En esta ocasión estaba sintiendo exactamente lo mismo,
una dilatación fuera de lo normal para Eli, pero yo seguía como un
quinceañero, bombeando sin parar.
Ya varios minutos de coito habían pasado, yo aunque caliente, no lograba
arrimarme al climax, y Eli, nada, quieta, cero participativa, un pedazo de carne
tibia. Mientras, mi bocho empezó a hacer las lógicas preguntas tratando de
relacionar todos los “pequeños” detalles, tardó mas de una hora en subir, no
quería coger, estaba depilada, empapada y absolutamente dilatada.
Obviamente descartada la posibilidad de que hubiera garchado con alguien ya
que era domingo y estuvimos juntos todo el día, sólo se me ocurrió pensar que
en esa hora, creyendo que los chicos y yo ya estábamos roncando, se habría
encerrado en el baño a pajearse, quizás con algún elemento para introducir, o
en alguna video llamada con Marianito.
La noción del tiempo ya la había perdido hacía mucho, pero supongo que iban
mas de 20 minutos de entrar y salir en una concha que no ofrecía ninguna
resistencia, casi como si estuviera cogiendo al aire, el roce era prácticamente
nulo. Mi cabeza de arriba se disputaba con la de abajo el dominio de la
situación, hasta que pude percibir en Eli una pequeña señal de estar teniendo
un orgasmo. Trató de que no lo note, pero ella siempre cuando acaba se lleva
la mano a la boca, como para acallar el grito o gemido del éxtasis. En ese
momento, mi bocho dejó de “delirar” y pude ponerle un poco más de énfasis al
bombeo, largado un buen lechazo en poco tiempo. Sin decir nada, saqué la pija
y me di media vuelta para dormir, como si fuéramos un par de desconocidos.
Al día siguiente mi cabeza no paró un instante de pensar en los cuernos que ya
tenía o que estaban naciendo, Eli en cambio, vino de trabajar como si el
domingo no hubiera existido. Jamás se habló una palabra del suceso y la vida
en pareja volvió a la “normalidad”. Pero todo lo que no se habla, alguna vez
estalla o al menos tiene filtraciones. Y empecé de a poco a joderla con que era
cornudo. Al coger le decía que había venido con gusto a pija en la boca, que la
concha tenía olor a leche de macho, que estaba super abierta, y ella respondía
como si yo solo estuviera haciendo uno de los juegos habituales. Y me contaba
como se la habían garchado, adonde, cuando, cuantos, etc. Cuando llegaba
del instituto o del trabajo, si podía, le metía la mano bajo la tanga diciéndole “a
ver si está guasqueada la conchita”, siempre con una sonrisa para que parezca
un juego. La verdad que no quería pudrir la relación, ya que sigo enamorado de
Eli, pero a pesar de haber aprendido a vivir con esa mezcla de excitación
extrema y profundo enojo por la traición, empecé a recibirla diciéndole que ya
sabía que era cornudo, y Eli siempre contestaba lo mismo: “por qué decís eso?
No tengo tiempo…” como para subir un poco la apuesta.
Jamás le había revisado el celular, a pesar de que ambos lo tenemos
desbloqueado, pero comencé a hacerlo, sin encontrar nada jugoso, todo lo que
chateaba con Mariano parecía normal entre compañeros. En la ropa de calle no
había nada fuera de lo normal, siempre se vestía bien, maquillada y perfumada
lo justo para estar bien pero no llamar en exceso la atención. Hasta que
encontré algo. Eli conmigo no usaba bombachas de encaje, ni conjuntitos sexis
a menos que vayamos a un telo, sabe que aunque venga con un traje de buzo,
me prendo igual. Revisando un día el cesto de ropa sucia, encuentro un
conjuntito transparente, y mi reacción fue inmediata, se me paró la pija de tal
manera que parecía que me iba a estallar la cabeza. Ahí nomás tomé la tanga
y me la até en la cabeza (de arriba) para que me quede el olor a concha y flujo
(y quizás a algo más) en la nariz y me hice una flor de paja. Bueno, en realidad,
creo que fueron solo 3 sacudidas, por lo excitado que estaba. Me quedé así,
oliendo concha y desnudo y chorreado con mi propia leche un buen rato, hasta
que me puse de nuevo al palo y me hice otra paja. Una vez que se me bajó la
espuma de los ratones, empecé a asumir mi condición de cornudo consciente
enamorado de su esposa. A la siguiente semana, una tarde mientras
cogíamos, le dije suave al oído:
S: Ya sé que te coges a Mariano hace un tiempo.
L: Otra vez con eso!
S: Tranquila, está todo bien, te sigo amando.
Sólo esas palabras y le estallé de leche la argolla con un orgasmo muy fuerte,
salí de arriba de ella y me eché a dormir la siesta como si nada.
Su silencio sonó muy fuerte a culpa, no supo qué decir. Para que el problema
no subiese de tono, decidí cambiar la estrategia, y dejar de hablar de cuernos y
de Mariano, y volver a ser el esposo feliz de siempre.
Pero por más que uno admita su condición de cornudez, y esté feliz con eso,
siempre precisa saber dónde, cuándo, cómo y con quién, para no sentirse tan
desplazado. Eli ya había dejado de contarme lo que pasaba en el curso,
solamente me contaba muy poco de su trabajo. Entonces desempolvé un
dispositivo rastreador que tenía guardado y lo puse en el auto de ella para
vigilar sus movimientos.
Las primeras semanas, nada, martes jueves y viernes en el instituto donde
cursa, lunes y miércoles en pilates. Nada fuera de su lugar y de sus horarios.
Durante unos 10 días después del último garche, nada de sexo entre nosotros,
ni siquiera caricias o abrazos en la cama, de a poco como que fue volviendo a
tomar confianza y regresamos a nuestra vida sexual, y ellos a la suya. De
repente, un jueves, el rastreador marca ubicación a unas 15 cuadras del
instituto desde las 8:30 aproximadamente hasta las 11:40, ya que a las 12 entra
a trabajar. Viernes nada, martes nada, jueves de nuevo a 15 cuadras. El lunes
fui al instituto, haciéndome el boludo, a averiguar por los cursos, y grande fue
mi sorpresa al enterarme que el curso que ella está haciendo es sólo martes y
viernes. O sea que los jueves nunca cursó. Entonces me empezó a comer la
intriga de qué hacia los jueves antes de comenzar su amorío, quizás a Mariano
lo conocía de antes y se anotaron al curso ya con todo planeado,
Evidentemente Eli se aprovechaba que en sus horarios de “cursada” yo estoy
trabajando y me resulta difícil poder escaparme como lo hice ese lunes,
además de haber confiado ciegamente en ella. Comencé a rastrearla los otros
días, y claro, no me sorprendió, los lunes también iba, después de pilates,
aparentemente desesperada por la pija, porque en menos de 10 minutos
llegaba a la casa del pibe. seguramente se duchaban juntos para después
darse unas buenas cogidas. Mientras tanto, yo, como buen cornudo, cuando
podía me escapaba al baño del trabajo a clavarme una buena paja pensando
que en ese mismo momento a Eli la estaba clavando una buena pija.
Hasta acá parece una historia de final feliz, yo disfrutando de mis hermosos y
merecidos cuernos, con unas pocas pero hermosas ocasiones en las que pude
probar algún resto de semen en alguna tanga, y con la tranquilidad de que mi
amor, madre de mis hijos, seguía eligiéndome como compañero, y Eli gozando
de su compañero fiel y de su pendejo lechero. Pero en el fondo, allá muy en el
fondo, en mis tardes de soledad y depresión, cuando la excitación se iba luego
de hacerme una paja, sólo quedaba dolor, ese profundo dolor que nunca había
sentido, el dolor de la traición.
3 comentarios - Así los cuernos duelen
No te los tomes con culpa si no todo lo contrario
Disfrutalo
Ademas es muyyy lindo para ELLA le hace bien en todo sentido