Capítulo 1, Capítulo 2, Capítulo 3, Capítulo 4, Capítulo 5, Capítulo 6, Capítulo 7, Capítulo 8, Capítulo 9, Capítulo 10, Capítulo 11, Capítulo 12, Capítulo 13
“¿Estáis seguras de esto?”, pregunté.
“¿En serio lo preguntas ahora?”, respondió Valentina. Ella y Dani estaban en mi sofá, con el culo en pompa para mí. Yo les acariciaba sus rajitas, con la picha erecta y preparada para follarlas.
“Vamos, JP, llevamos todo el día esperando a que terminaras de trabajar”, pidió Daniela, mientras movía el culo para mi. Estaba bien cerquita de Valentina. Qué tentación más grande eran las dos…
“Ojalá tuviese dos pollas para poseernos a la vez…”, suspiró Valentina, como si me leyera la mente. “Aaaaaah, sí… echaba de menos tu polla…”, gimió cuando empecé a follarla. A Dani empecé a meterle un par de dedos.
“Te la di ayer”, le recordé mientras se la metía a buen ritmo.
“Técnicamente se la distes a Valentín”, me recordó ella.
Nos habíamos pasado, por supuesto, toda la semana follando. Yo solo me había convertido en Julia una vez, el miércoles (aunque me estaba acostumbrando a despertarme como mujer y meterme los dedos antes de empezar el día), y mis amigos se habían presentado en mi casa para seguir manteniendo encuentros sexuales. Y aquel viernes íbamos a salir, pero tanto Val como Dani querían una ración de mi picha antes de irnos.
“Qué rico me follas, JP… quiero más…”, gimió Daniela, a quién me estaba follando ahora. Por supuesto, mis dedos repicaban dentro del coño de Valentina.
¿Por eso me habéis propuesto lo de esta noche?, pensé.
Valentina había dicho que yo tenía derecho a probar también con otros chicos con mi cuerpo femenino, como había hecho Daniela el día de la orgía. Aunque era una idea que no me apetecía, al final había accedido de acuerdo a que, si no me gustaba, sería una vez y no más. Solo esperaba poder ligar con alguien, o la noche no sería válida y tendría que repetir. Y una cosa era hacer de puta con Val y Dani en la cama, y otra tener que zorrearle a un desconocido para que me follase.
Y, como incentivo, ambas se habían presentado en mi casa para pedirme sexo antes de salir de marcha. Así que se habían desnudado (aunque me excitaba la idea de follarlas con esos vestidos que se habían puesto) en cuanto terminé de trabajar para darles lo suyo.
Volví a follarme a Valentina mientras masturbaba a Daniela. Ella me miró con ojos suplicantes. Quería que me corriera dentro de ella, pero… no iba a poder. Notaba que iba a acabar, dentro de Val. Mi amiga debió darse cuenta, y me dedicó una mirada triste mientras al menos podía gozar con mis dedos en su coño, y me chorreó la mano entera, mientras yo llevaba de lechita el chocho de Val, y ella se corría también.
“Lo malo de esto es tener que lavarme con agua fría para no convertirme de nuevo en chico”, dijo Daniela, mientras se limpiaba el coñito en mi bidet. Yo estaba bajo la ducha, con agua fría también, adoptando mi cuerpo femenino. Julia me miró desde el espejo. Joder. ¿Por qué no podía follarme? Estaba buenísima.
“Bueno, ¿tenemos claro el plan de la noche?”, preguntó Valentina. Ella había sido la primera en lavarse, y ya se ponía su vestido. Nos habíamos comprado tres a juego. Ella en negro, yo en blanco, y Daniela en rojo. Sin mangas. Escotados. Y de falda corta. Yo me sentía un poco rara cuando me lo puse. Y lo del tanga ya fue bastante incómodo. Al menos evitamos ir con taconazo.
“Qué Julia conozca a un hombre”, rió Daniela. “Pero si tú y yo podemos, tenemos que triunfar también”
“Por supuesto. Y está noche, la pasamos en mi piso”
Eso había sido idea directa de Valentina. Aceptaba que mi piso era solo para nosotras tres, y no podíamos meter a nadie más (salvo que yo quisiera), de modo que ofreció su casa para ir a follar con quién conociéramos.
“Importante, llevamos los condones en los bolsos”, les recordé. No había riesgo de quedar embarazadas, pero no me apetecía ir entregando mi coñito a cualquiera.
“Por supuesto. Pues nada. Voy pidiendo el taxi, ¡y a bailar!”, dijo Daniela.
No tardó mucho en venir el taxi. Nos sentamos las tres en el asiento trasero. Yendo en medio, pude ver que los ojos de nuestra amiga taxista (que estaba también muy follable) se perdía entre nuestras piernas descubiertas. Al menos manejaba bien y llegamos sin incidentes al local de baile. Por supuesto, el Copeo, donde estábamos más cómodas. Y aunque a Valentina ya la conocían, mi cuerpo de mujer era una novedad.
Cómo estaríamos que el camarero nos invitó a la primera ronda. No solo eso, nos ofrecieron subir a la planta superior, a uno de los palcos, donde nos dirigimos con las copas en la mano. Era divertido estar así. Pese a todo, yo quería beber poco. No quería arriesgarme a una desgracia.
Desde nuestra posición pudimos disfrutar de nuestras compañías, y nos marcamos un sensual baile entre las tres. Lo pasamos de maravilla, perdiendo un poco el control en público cuando Valentina se subió a mis piernas y me dio un beso pasional.
“Voy al servicio”, dijo Daniela, mientras Valentina seguía sobre mis piernas.
“Pensaba que la idea de estar aquí era conocer tíos”, le dije a mi amiga.
“A lo mejor he cambiado de idea”, me dijo ella. Aunque la música estaba alta, desde el palco podíamos hablar sin gritar tanto. “Por un lado, la idea me pone cachonda. Y por el otro, me pone celosa”
“¿Celosa, tú?”, me sorprendí.
“Sí. Mira, si está noche no sale nada, te lo admito si no quieres repetir”
“¿Y si quisiera repetir?”, la desafíe.
“Te ataría en la cama y cabalgaría sobre tu polla hasta que cambiaras de opinión”
Quizá era el momento de volver a casa y regresar a nuestra rutina de sexo a tres bandas. Pero entonces apareció Daniela… en compañía de tres chicos.
Eché un vistazo rápido. Guapos los tres. Uno le daba al gimnasio. El otro parecía que acababa de empezar con el deporte. El tercero tenía buena planta, pero no hacía deporte, y se ocultaba tras unas gafas. Los tres parecían con ganas de fiesta.
El del gimnasio separó su mano del culo de Daniela. Obviamente, iba a ir a por mi o a por Valentina. Así que se lo puse fácil, me levanté, y me presenté a los tres, dejando al guapo de las gafas al final para ya quedarme hablando con él, y que Daniela pudiera disfrutar del que empezaba a curtirse (y que no le había soltado el culo en ningún momento).
Así que cada una con nuestro “compañero” nos sentamos en la mesa, con otra ronda de alcohol. El chico, que dijo llamarse Ernesto, parecía un poco cohibido. Los otros dos se veían más lanzados, acaparando la conversación, aunque me resultaba de lo más aburrida. El del gimnasio, que se llamaba Íñigo, y el que se quedó con Daniela, de nombre Rodri, me hacían pensar en que me había quedado con el bueno.
“¿Bailas?”, le ofreció Daniela a Rodri.
“Claro, preciosa”
“¿Y tú?”, preguntó Valentina a Íñigo.
Este asintió y se fueron los cuatro, dejándome a solas con Ernesto. Probé a poner mis piernas sobre las de él. Nervioso, pero sin perder el valor. Bien.
“¿Tú te llevas bien con esos dos?”, le pregunté
“Me dijeron de salir… y bueno. Yo no soy mucho de estos sitios”
“Se te nota”, le confirmé. “Espero que al menos no te estés arrepintiendo”, probé a rodearle el cuello con los brazos.
“Glub… ¿Puedo preguntar… por qué te has arrimado a mí?”
“¿Tú qué crees?”
“No sé… Íñigo es el que está más bueno, y… tú tienes un cuerpazo…”
“Y tú eres guapo”, decir aquellas palabras me aceleraba el pulso. Le quité las gafas, suavemente. “¿Quieres un beso?”
Y me lo dió el. Me dejé llevar. Me estaba dando el lote con un desconocido… me subí sobre sus piernas, a horcajadas, acomodada para besarnos mejor. Noté que me faltaba algo… sus manos. El muy vergonzoso las tenía en el asiento. Las tomé con cuidado y las llevé a mi espalda, mientras seguía besándome con él.
“Julia… ¿Te parece bien esto?”
“¿Me lo preguntas con las manos en mi culo?”, bromeé. “Ni se te ocurra apartarlas… mételas bajo mi falda”, le pedí.
Un escalofrío me recorrió mientras me manoseaba el culo, algo fácil gracias a mi tanga. Gemí cuando me separó los cachetes. Y entonces me di cuenta de algo. Le estaba excitando bastante, como podía notarse en su pantalón. Guau. Debía tenerla bastante grande… y eso me mojaba.
Empecé a moverme encima de él, como si estuviéramos follando. Aquello empezó a provocarle. Me bajó el escote del vestido, liberando mis tetas. Las miró, admirado, y empezó a chupar mis pezones. Dios… estoy dejando que un desconocido me chupe las tetas en público pensé mientras me dejaba hacer, no me importaba. Estaba muy cachonda. Seguía moviéndome sobre él, pero empezaba a necesitar algo más.
Con cuidado me bajé de sus piernas, y vigilando que seguíamos solos, le desabroché la bragueta. Guau. La tenía grande. Debía ser como la de Valentín, o… un poco más incluso. No me lo podía pensar mucho, y empecé a lamerla. La recorrí entera con la lengua, antes de empezar a chuparla. Me la metí a la boca hasta la mitad… y ahí me tuve que detener, al ver a Daniela aparecer, con el tanga enredado en una pierna, seguida por Rodri. Nos miramos.
“Vamos, Julia. Seguimos en casa de Val”, dijo, sin comentar nada de la pillada que me había hecho. Yo me puse en pie, manteniendo la calma, y me recoloqué el vestido. Al pobre Ernesto casi se le olvidó meterse la polla en el pantalón antes de irnos de allí.
Val e Iñaki nos estaban esperando ya fuera. Tuvimos que ir en dos taxis, por supuesto. Rodri fue en el asiento delantero con el taxista, y Ernesto detrás del piloto. Dani se puso en medio, separándome de mi amante. Me pareció bien. Aunque seguramente en su taxi Valentina se estaba conteniendo para no tirarse a su ligue.
“Veo que lo pasabas bien[/i]”, me comentó Daniela en susurros, para que solo la oyera yo. Tampoco era difícil, el taxista tenía la música bien alto en el coche.
“Lo dice la de las bragas en los tobillos[/i]”, respondí, tranquilamente.
“No te criticaba, idiota, por mi habértelo follao[/i]”
“¿Tú lo has hecho[/i]”, pregunté, y se puso colorada.
“Solo un poco… no quería rematar allí[/i]”, reconoció. En ese momento vi que llegábamos a la calle de Valentina.
“Hemos llegado”, anunció nuestro taxista.
Rodri se apresuró a pagar (al menos le he sacado algo”, pensé), y salimos a la calle, donde Valentina e Íñigo ya nos estaban esperando.
Nos dimos prisa en subir al piso de Val. Noté a Ernesto sujetándome por las caderas mientras esperábamos. Los seis teníamos unas ganas de follar enormes. Llegamos al piso de Val, donde sujetó a Íñigo por la muñeca.
“Mi cuarto para mí. Ahí enfrente tenéis otro. Y si no, el sofá”, fue todo lo que nos ofreció antes de meterse a puerta cerrada con su amante.
Daniela y yo nos miramos. Y le hice un gesto invitándola al dormitorio. Conocía el sofá de Valentina. Era grande y cómodo. Y ya lo habíamos usado varias veces. Llevé allí a Esteban, mientras Dani y Rodri se metían en el cuarto libre de Val.
“Tía, menudo culazo tienes”, comentó Esteban mientras me lo tocaba entero. Yo me había puesto en cuatro para él, apoyada en el respaldo.
“Sí te portas bien lo mismo te dejo que me lo folles”, insinué. La verdad era que sus manos me estaban volviendo loca. “Oye, sé dónde nos quedamos en la disco, pero estoy mojadísima…”
“¿Quieres follar?”
“A eso hemos venido”
Menos mal que el vestido se podía quitar fácilmente. Me desprendí de él en lo que Ernesto se quitaba los pantalones. Me apuntaba con aquella polla directamente a la cara, el en pie, yo sentada. Bueno, me había quedado a medias en chupársela en la disco, así que me la volví a llevar a la boca. Se la empecé a chupar, mientras alargaba el brazo para recuperar mi bolso, sacaba uno de los envoltorios brillantes, y lo abría para sacar el condón, todo aquello muy despacio para poder disfrutar del sabor de su picha.
Desde mi posición le puse el preservativo. Me abrí de piernas para él, invitándole a entrar en mi coñito. Ernesto era un amante lento. Empujó suavemente su picha en mi húmedo coño. Gemí. Me gustaba. Sentía cada centímetro de su duro falo entrando en mi chocho. Estiré de mis cachetes, permitiéndole entrar cuan larga la tenía, y empezó a bombear despacio dentro de mi.
Se echó sobre mi y nos besamos mientras me follaba. Me sentía bien. Le pude quitar la camisa mientras seguía encima mía, sintiendo su pecho contra el mío. Me empezó a acariciar las tetas. Eso me ponía mucho. Me las chupó exquisitamente. Liberé mis gemidos, animándole a continuar mientras machacaba mi coño. Podíamos oír los indiscretos gemidos de Daniela y Valentina gozando como dos perras.
“¿Quieres… que lo haga duro?”, me preguntó, dudando si debía hacer como sus amigos.
“Como más te guste, bebé… me estás volviendo loca”, alcancé a decir mientras disfrutaba de su picha entrando y saliendo de mi coño.
Y Ernesto continuó con aquel ritmo, acelerando poco a poco, sin tener que correr. La cabeza me daba vueltas. Me estaba dejando follar por un desconocido y me encantaba. Agradecí no haber bebido más, me habría perdido mucho. Cerré mis piernas en la cintura de mi amante, y le insté a acelerar un poco más. Siguió el ritmo que le marqué, clavándomela con un poco más de fuerza, hasta que empecé a correrme, igual que hizo él dentro de la gomita.
“Chupa todo lo que quieras”, le invité. Después de correrse, se había quitado el condón, y ahora estábamos tumbados en el sofá, mientras yo estaba tumbada y él me comía las tetas.
“Son geniales estas tetas”, suspiró, mientras mantenía su lengua acariciándome un pezón. “¿Por qué conmigo?”
“¿Por qué contigo?”
“Eres una diosa… podrías haberte quedado con Iñigo”
“Elijo a quien me apetece”, dije, era medio cierto porque solo era la primera vez que elegía como mujer. “Y me diste mejor sensación que él”
“Mis amigos… bueno. Rodri es mi primo. Yo no salgo mucho. Me invitó a venir con él y su gym-bro, no somos de aquí… y no sé por qué te cuento esto…”
“Puedes hablar si quieres”, le invité. “O… podemos hacer algo más divertido”
Aunque era majo, Ernesto era consciente de que solo estábamos para follar, lo cual me facilitaba la noche. Siempre que no me enamorase yo. Pero en ese momento solo me importaba follar. De modo que le hice tumbarse en el sofá y me eché sobre él, para hacer un 69. Esta vez podría chupársela hasta el final mientras… oooh…. qué buena lengua, sí… mientras él me devoraba el coño.
Me encantaba su técnica. Era comedida, como todo en él, pero muy efectiva. Mi coño me enviaba señales de placer constantes mientras su lengua le daba caña a mi clítoris. ME centré en su polla, que difícilmente me cabría entera en la boca, pero lo podía compensar Se la chupé hasta la mitad, y me ayudé con mis manos a estimular el resto de su falo y sus huevos mientras gozábamos del oral.
Y si alguien se levanta os va a ver follando, me acordé, lo que me puso más cachonda. Gemí sobre la polla de Ernesto mientras me acariciaba las etas. Dios. ¿Por qué mi cuerpo reclamaba volver a sentirle entre mis piernas? Le había prometido mi culo… y él parecía con ganas de tomarlo, pues noté que empezaba a jugar con mi ano, ensalivándolo. ¿Estaba dispuesta a dárselo? Joder, se había portado bien. Y me estaba haciendo enloquecer con su polla. Decidí acabar primero con la mamada, apropiadamente, y logré que se corriera en mi boca, igual que yo chorreé en sus labios.
“Julia, no sabes las ganas que tengo de follarte este culo”, dijo, de rodillas en el sofá. Yo me había puesto en cuatro para él, después de verle ponerse el condón.
“Vamos, cielo. Mi culo también lo está deseando”, dije sensualmente. Con el condón y la dilatación que me había hecho me la metió fácilmente. Suspiré. No me la metió entera en un movimiento. Primero hasta la mitad, desde donde empezó a follarme de a pocos, metiéndomela cada vez más profundo, hasta que le sentí entero dentro de mi.
Sujetando mis caderas, empezó a moverse. Llevaba un ritmo mayor que cuando me follaba el coño, pero aún así era agradable cómo me daba por el culo. Dejé mi cuerpo liberarse, ir al encuentro de la polla de Ernesto, moviéndome con él. Y noté un picor en una nalga. Me había azotado. Le miré, y le sonreí. Él lo tomó como una autorización para seguir, y volvió a nalguearme.
Me sujeté con fuerza al sofá mientras me seguía enculando. Era increíble, aquello sí que le gustaba. Me daba cada vez más rápido, pero… aunque yo estaba mojada aún no iba a correrme. No, por favor, que no me deje a medias… y de pronto me di cuenta de que se estaba corriendo en el condón.
“Uf… ha sido intenso…”, suspiré. “Espero que no te hayas cansado… mucho”, dije.
Ernesto estaba tan cansado que se había dormido nada más sacármela, bocarriba en el sofá, y con el condón aún puesto. Joder. Con esto no contaba. Me quedé sin saber qué hacer, hasta que decidí empezar por quitarle el preservativo. Lo até y lo dejé caer al suelo, y me acomodé en el sofá.
Olvidando dónde estaba, empecé a masturbarme. Acaricié mi coñito mientras me apretaba con cuidado un pezón, arrancándome gemidos de placer. No era tan bueno como una follada en condiciones, pero había que quitarme la excitación… acomodé las piernas en la mesita mientras me tocaba, con el dormilón de Ernesto a mi lado. Qué decepción… al menos no roncaba.
“Bonito coño”, escuché.
Me tapé, por inercia. Íñigo había salido de la habitación, completamente en pelotas.
“Bonita polla”, respondí.
“Qué hijo de perra. Cómo ocultaba la polla que tiene”, comentó al mirar a su amigo. Empezó a hablar caminando hacia la cocina. “¿Te ha dejado a medias?”
“Solo en el último polvo”, respondí, yendo tras él. “¿Y Valentina?”
“Está despierta. Me ha pedido un pequeño descanso, así que vine a echar un trago”, respondió, mientras se servía un vaso de agua, y me tendía uno a mi. Lo acepté. “Ha sido una maravilla… ¿tú estás bien?”
“¿A qué te refieres?”
“Bueno. Aquí no estamos casados con nadie. Y mis novias siempre han agradecido lo bien que sabía usar mis dedos con ellas”, sugirió. “Quizá te resulte más fácil con mis dedos que con los tuyos”
“¿Te me insinúas?”, me sorprendí.
“¿Qué pierdes por probar?”
Unos momentos después, estaba con las piernas separadas, apoyada en una silla de la cocina, mientras Íñigo cumplía y empezaba a masturbarme. Dios, tenía que creerle. Lo hacía de maravilla. Me dejé llevar. Me acariciaba el coño perfectamente. Y noté algo duro contra mi pierna. Su polla empezaba a ponerse dura. Decidí corresponderle, y empecé a hacerle una paja mientras él me tocaba. Era algo más pequeña que la de Ernesto, pero a cambio tenía más grosor. ¿Me cabría en mi coño?, me pregunté.
“Oye… estamos haciendo el tonto”, me dijo al oído.
“¿Por qué?”
“Porque para hacernos una paja mutua mejor te follo”
“... No tengo los condones aquí”, tragué saliva.
“Eso no es un no”, me recordó. Siguió sin metérmela, pero empezó a frotar su picha contra mi rajita. “¿La quieres?”
“Íñigo…”
“Me estabas haciendo una paja… sería por algo”, insistió mientras frotaba mi clítoris de tal forma que pensé que me corría ahí mismo.
“... Cállate y fóllame”, gemí.
Dios, sí. Eso era lo que yo necesitaba. Era mil veces mejor que su mano. Su polla me invadió desde atrás, separando aún más mis labios vaginales. Puso sus brazos encima de los míos y empezó a follarme con ganas. Ni me di cuenta de que la silla golpeaba el suelo con las patas con cada embestida.
“Oooohhhh… tío, con calma”, suspiré. “Me vas a romper…”
“A las tías buenas no se las rompe…”, dijo mientras me apartaba el cabello de la cara y me besaba, con su polla ensartada en mi coño. “Se las folla hasta que quedan bien satisfechas”
Y volvió a metérmela a buen ritmo. Me fui acostumbrado a su tamaño. Mi coño aceptaba su picha cada vez con más facilidad, y me moví al mismo ritmo que él mientras me follaba. De pronto noté que me levantaba una pierna, y casi perdí la cabeza. Se sentía aún más profundo, abriendo mi interior con el grosor de su polla. Intenté contener mis gemidos pero no era capaz.
“Joder, Julia, cómo me hubiera gustado que me eligieras…”, dijo mientras me estrujaba una teta con la otra mano.
“Aaaah… al finaaaaahl… me haaaaaash folladoooooh… tambieeeeeh…”, suspiré.
“Y me encanta”, dijo sin dejar de follarme. “Voy a correrme, nena. ¿Puedo?”
“Sí… córrete dentro de mi”
“¿Segura?”, preguntó, aunque no tenía intención de hacerlo de otro modo.
“¡Sí! ¡Córrete dentro de mi! ¡Lo quiero!”, pedí, y en ese momento sentí su semen entrando dentro de mi chochito. Yo misma me había empapado las piernas por mi propio orgasmo. “Joder… buenísimo…”
“Si te hace un trío, llama a mi puerta”, dijo, dejándome ahí plantada (y satisfecha) y volvió al dormitorio con Valentina.
Con las piernas temblando fui al servicio, donde me limpié un poco el chochito. De ahí volví al sofá.
Pensé en echarme a dormir con Ernesto. Quizá, con suerte, se despertaría en algún momento para volver a follar. Pero noté que otra puerta se abría. Daniela salía del dormitorio.
“¿Todo bien?”, le pregunté.
“Sí, es que… Dios. No sabes a quién me has dejado”, respondió con sonrisa de puta. “Voy a ducharme. ¿Y este?”
“Ha cumplido haciendo lo justo”, reconocí.
“Bebé, si estás despierta es porque aún necesitas polla. Y yo voy a dejar a Rodri desatendido un rato. A lo mejor me le puedes mantener calentito”, propuso, me guiñó el ojo, me besó y fue a ducharse.
Curiosa, me levanté y asomé la cabeza en el dormitorio. Rodri se hacía una paja. Y entendí la frase de Daniela. Tenía un pollón. Me cuadraba que fuera familia de Ernesto, pero estaba incluso mejor dotado. Y golpeé suavemente el marco de la puerta.
“Hola, guapa”, me saludó. “¿Qué tal con mi primo?”
“Se ha dormido”, dije.
“¿Y has venido a mejorar la noche?”, preguntó.
“Es posible. ¿Qué debería hacer?”, dije, acercándome a él y gateando en la cama.
“Me encantaría que me hicieras una mamada”, dijo. “Y luego… es cosa tuya si me pones esto”, sacó un preservativo, “o me montas… Bueno, sigue con esa boca primero”, pidió.
Yo había empezado a chupársela, no sin cierta dificultad. Me pregunté si Daniela les había visto las pollas al elegirlos para follar, o simplemente, porque podríamos no volver a verles nunca después de esa noche. A saber, si había aparecido con las bragas en las rodillas… Me dediqué a chupar aquella gran polla, cubriéndola de toda la saliva que pude.
De ahí pasé a montarle. Me subí a horcajadas sobre él y me dejé caer. Despacio. Dios, qué profundo me entraba. Suavemente fu bajando hasta que tuve aquel monstruo dentro de mi. Suspiré. Él me sujetó las caderas y empezamos a movernos, a un ritmo bueno para los dos, que me permitía acostumbrarme a su enorme tamaño sin hacerme daño.
Sentí un azote en la nalga. Y en ese momento alguien apareció por mi espalda y empezó a estrujarme las tetas. Era Daniela.
“¿Qué tal, zorrita? ¿Gozando?”
“Mu… mucho…”, jadeé.
“Disfrútalo”, me dijo al oído. “Me pone muy cachonda tenerte en la cama con Rodri”
De modo que me siguió acariciando los pezones mientras Rodri me follaba. El ritmo era cada vez mayor, por supuesto. Cabalgué sobre su gran erección, y gemí sin pudor mientras lograba que el chico se corriera dentro de mi. Cuando me detuve, aún tenía su picha dura dentro de mi coño.
“Lo has hecho de maravilla, bebé”, dijo Daniela, y nos besamos.
“Eso me pone mucho”, comentó Rodri. “Oye, Julia. Si mi primo sigue dormido, creo que te podrías quedar toda la noche con nosotros”
Miré a Daniela. Desmonté la polla de Rodri. Y atraje a Dani hacia mi
“Que me busque”, dije, y me empecé a besar con mi amiga alrededor de lapolla de Rodri.
Los tres follamos durante el resto de la noche, hasta que caímos dormidos. Y justo antes de empezar a soñar, mi voz interior me dijo: Te has dejado follar por tres desconocidos. Enhorabuena, zorrita
CONTINUARÁ
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“¿Estáis seguras de esto?”, pregunté.
“¿En serio lo preguntas ahora?”, respondió Valentina. Ella y Dani estaban en mi sofá, con el culo en pompa para mí. Yo les acariciaba sus rajitas, con la picha erecta y preparada para follarlas.
“Vamos, JP, llevamos todo el día esperando a que terminaras de trabajar”, pidió Daniela, mientras movía el culo para mi. Estaba bien cerquita de Valentina. Qué tentación más grande eran las dos…
“Ojalá tuviese dos pollas para poseernos a la vez…”, suspiró Valentina, como si me leyera la mente. “Aaaaaah, sí… echaba de menos tu polla…”, gimió cuando empecé a follarla. A Dani empecé a meterle un par de dedos.
“Te la di ayer”, le recordé mientras se la metía a buen ritmo.
“Técnicamente se la distes a Valentín”, me recordó ella.
Nos habíamos pasado, por supuesto, toda la semana follando. Yo solo me había convertido en Julia una vez, el miércoles (aunque me estaba acostumbrando a despertarme como mujer y meterme los dedos antes de empezar el día), y mis amigos se habían presentado en mi casa para seguir manteniendo encuentros sexuales. Y aquel viernes íbamos a salir, pero tanto Val como Dani querían una ración de mi picha antes de irnos.
“Qué rico me follas, JP… quiero más…”, gimió Daniela, a quién me estaba follando ahora. Por supuesto, mis dedos repicaban dentro del coño de Valentina.
¿Por eso me habéis propuesto lo de esta noche?, pensé.
Valentina había dicho que yo tenía derecho a probar también con otros chicos con mi cuerpo femenino, como había hecho Daniela el día de la orgía. Aunque era una idea que no me apetecía, al final había accedido de acuerdo a que, si no me gustaba, sería una vez y no más. Solo esperaba poder ligar con alguien, o la noche no sería válida y tendría que repetir. Y una cosa era hacer de puta con Val y Dani en la cama, y otra tener que zorrearle a un desconocido para que me follase.
Y, como incentivo, ambas se habían presentado en mi casa para pedirme sexo antes de salir de marcha. Así que se habían desnudado (aunque me excitaba la idea de follarlas con esos vestidos que se habían puesto) en cuanto terminé de trabajar para darles lo suyo.
Volví a follarme a Valentina mientras masturbaba a Daniela. Ella me miró con ojos suplicantes. Quería que me corriera dentro de ella, pero… no iba a poder. Notaba que iba a acabar, dentro de Val. Mi amiga debió darse cuenta, y me dedicó una mirada triste mientras al menos podía gozar con mis dedos en su coño, y me chorreó la mano entera, mientras yo llevaba de lechita el chocho de Val, y ella se corría también.
“Lo malo de esto es tener que lavarme con agua fría para no convertirme de nuevo en chico”, dijo Daniela, mientras se limpiaba el coñito en mi bidet. Yo estaba bajo la ducha, con agua fría también, adoptando mi cuerpo femenino. Julia me miró desde el espejo. Joder. ¿Por qué no podía follarme? Estaba buenísima.
“Bueno, ¿tenemos claro el plan de la noche?”, preguntó Valentina. Ella había sido la primera en lavarse, y ya se ponía su vestido. Nos habíamos comprado tres a juego. Ella en negro, yo en blanco, y Daniela en rojo. Sin mangas. Escotados. Y de falda corta. Yo me sentía un poco rara cuando me lo puse. Y lo del tanga ya fue bastante incómodo. Al menos evitamos ir con taconazo.
“Qué Julia conozca a un hombre”, rió Daniela. “Pero si tú y yo podemos, tenemos que triunfar también”
“Por supuesto. Y está noche, la pasamos en mi piso”
Eso había sido idea directa de Valentina. Aceptaba que mi piso era solo para nosotras tres, y no podíamos meter a nadie más (salvo que yo quisiera), de modo que ofreció su casa para ir a follar con quién conociéramos.
“Importante, llevamos los condones en los bolsos”, les recordé. No había riesgo de quedar embarazadas, pero no me apetecía ir entregando mi coñito a cualquiera.
“Por supuesto. Pues nada. Voy pidiendo el taxi, ¡y a bailar!”, dijo Daniela.
No tardó mucho en venir el taxi. Nos sentamos las tres en el asiento trasero. Yendo en medio, pude ver que los ojos de nuestra amiga taxista (que estaba también muy follable) se perdía entre nuestras piernas descubiertas. Al menos manejaba bien y llegamos sin incidentes al local de baile. Por supuesto, el Copeo, donde estábamos más cómodas. Y aunque a Valentina ya la conocían, mi cuerpo de mujer era una novedad.
Cómo estaríamos que el camarero nos invitó a la primera ronda. No solo eso, nos ofrecieron subir a la planta superior, a uno de los palcos, donde nos dirigimos con las copas en la mano. Era divertido estar así. Pese a todo, yo quería beber poco. No quería arriesgarme a una desgracia.
Desde nuestra posición pudimos disfrutar de nuestras compañías, y nos marcamos un sensual baile entre las tres. Lo pasamos de maravilla, perdiendo un poco el control en público cuando Valentina se subió a mis piernas y me dio un beso pasional.
“Voy al servicio”, dijo Daniela, mientras Valentina seguía sobre mis piernas.
“Pensaba que la idea de estar aquí era conocer tíos”, le dije a mi amiga.
“A lo mejor he cambiado de idea”, me dijo ella. Aunque la música estaba alta, desde el palco podíamos hablar sin gritar tanto. “Por un lado, la idea me pone cachonda. Y por el otro, me pone celosa”
“¿Celosa, tú?”, me sorprendí.
“Sí. Mira, si está noche no sale nada, te lo admito si no quieres repetir”
“¿Y si quisiera repetir?”, la desafíe.
“Te ataría en la cama y cabalgaría sobre tu polla hasta que cambiaras de opinión”
Quizá era el momento de volver a casa y regresar a nuestra rutina de sexo a tres bandas. Pero entonces apareció Daniela… en compañía de tres chicos.
Eché un vistazo rápido. Guapos los tres. Uno le daba al gimnasio. El otro parecía que acababa de empezar con el deporte. El tercero tenía buena planta, pero no hacía deporte, y se ocultaba tras unas gafas. Los tres parecían con ganas de fiesta.
El del gimnasio separó su mano del culo de Daniela. Obviamente, iba a ir a por mi o a por Valentina. Así que se lo puse fácil, me levanté, y me presenté a los tres, dejando al guapo de las gafas al final para ya quedarme hablando con él, y que Daniela pudiera disfrutar del que empezaba a curtirse (y que no le había soltado el culo en ningún momento).
Así que cada una con nuestro “compañero” nos sentamos en la mesa, con otra ronda de alcohol. El chico, que dijo llamarse Ernesto, parecía un poco cohibido. Los otros dos se veían más lanzados, acaparando la conversación, aunque me resultaba de lo más aburrida. El del gimnasio, que se llamaba Íñigo, y el que se quedó con Daniela, de nombre Rodri, me hacían pensar en que me había quedado con el bueno.
“¿Bailas?”, le ofreció Daniela a Rodri.
“Claro, preciosa”
“¿Y tú?”, preguntó Valentina a Íñigo.
Este asintió y se fueron los cuatro, dejándome a solas con Ernesto. Probé a poner mis piernas sobre las de él. Nervioso, pero sin perder el valor. Bien.
“¿Tú te llevas bien con esos dos?”, le pregunté
“Me dijeron de salir… y bueno. Yo no soy mucho de estos sitios”
“Se te nota”, le confirmé. “Espero que al menos no te estés arrepintiendo”, probé a rodearle el cuello con los brazos.
“Glub… ¿Puedo preguntar… por qué te has arrimado a mí?”
“¿Tú qué crees?”
“No sé… Íñigo es el que está más bueno, y… tú tienes un cuerpazo…”
“Y tú eres guapo”, decir aquellas palabras me aceleraba el pulso. Le quité las gafas, suavemente. “¿Quieres un beso?”
Y me lo dió el. Me dejé llevar. Me estaba dando el lote con un desconocido… me subí sobre sus piernas, a horcajadas, acomodada para besarnos mejor. Noté que me faltaba algo… sus manos. El muy vergonzoso las tenía en el asiento. Las tomé con cuidado y las llevé a mi espalda, mientras seguía besándome con él.
“Julia… ¿Te parece bien esto?”
“¿Me lo preguntas con las manos en mi culo?”, bromeé. “Ni se te ocurra apartarlas… mételas bajo mi falda”, le pedí.
Un escalofrío me recorrió mientras me manoseaba el culo, algo fácil gracias a mi tanga. Gemí cuando me separó los cachetes. Y entonces me di cuenta de algo. Le estaba excitando bastante, como podía notarse en su pantalón. Guau. Debía tenerla bastante grande… y eso me mojaba.
Empecé a moverme encima de él, como si estuviéramos follando. Aquello empezó a provocarle. Me bajó el escote del vestido, liberando mis tetas. Las miró, admirado, y empezó a chupar mis pezones. Dios… estoy dejando que un desconocido me chupe las tetas en público pensé mientras me dejaba hacer, no me importaba. Estaba muy cachonda. Seguía moviéndome sobre él, pero empezaba a necesitar algo más.
Con cuidado me bajé de sus piernas, y vigilando que seguíamos solos, le desabroché la bragueta. Guau. La tenía grande. Debía ser como la de Valentín, o… un poco más incluso. No me lo podía pensar mucho, y empecé a lamerla. La recorrí entera con la lengua, antes de empezar a chuparla. Me la metí a la boca hasta la mitad… y ahí me tuve que detener, al ver a Daniela aparecer, con el tanga enredado en una pierna, seguida por Rodri. Nos miramos.
“Vamos, Julia. Seguimos en casa de Val”, dijo, sin comentar nada de la pillada que me había hecho. Yo me puse en pie, manteniendo la calma, y me recoloqué el vestido. Al pobre Ernesto casi se le olvidó meterse la polla en el pantalón antes de irnos de allí.
Val e Iñaki nos estaban esperando ya fuera. Tuvimos que ir en dos taxis, por supuesto. Rodri fue en el asiento delantero con el taxista, y Ernesto detrás del piloto. Dani se puso en medio, separándome de mi amante. Me pareció bien. Aunque seguramente en su taxi Valentina se estaba conteniendo para no tirarse a su ligue.
“Veo que lo pasabas bien[/i]”, me comentó Daniela en susurros, para que solo la oyera yo. Tampoco era difícil, el taxista tenía la música bien alto en el coche.
“Lo dice la de las bragas en los tobillos[/i]”, respondí, tranquilamente.
“No te criticaba, idiota, por mi habértelo follao[/i]”
“¿Tú lo has hecho[/i]”, pregunté, y se puso colorada.
“Solo un poco… no quería rematar allí[/i]”, reconoció. En ese momento vi que llegábamos a la calle de Valentina.
“Hemos llegado”, anunció nuestro taxista.
Rodri se apresuró a pagar (al menos le he sacado algo”, pensé), y salimos a la calle, donde Valentina e Íñigo ya nos estaban esperando.
Nos dimos prisa en subir al piso de Val. Noté a Ernesto sujetándome por las caderas mientras esperábamos. Los seis teníamos unas ganas de follar enormes. Llegamos al piso de Val, donde sujetó a Íñigo por la muñeca.
“Mi cuarto para mí. Ahí enfrente tenéis otro. Y si no, el sofá”, fue todo lo que nos ofreció antes de meterse a puerta cerrada con su amante.
Daniela y yo nos miramos. Y le hice un gesto invitándola al dormitorio. Conocía el sofá de Valentina. Era grande y cómodo. Y ya lo habíamos usado varias veces. Llevé allí a Esteban, mientras Dani y Rodri se metían en el cuarto libre de Val.
“Tía, menudo culazo tienes”, comentó Esteban mientras me lo tocaba entero. Yo me había puesto en cuatro para él, apoyada en el respaldo.
“Sí te portas bien lo mismo te dejo que me lo folles”, insinué. La verdad era que sus manos me estaban volviendo loca. “Oye, sé dónde nos quedamos en la disco, pero estoy mojadísima…”
“¿Quieres follar?”
“A eso hemos venido”
Menos mal que el vestido se podía quitar fácilmente. Me desprendí de él en lo que Ernesto se quitaba los pantalones. Me apuntaba con aquella polla directamente a la cara, el en pie, yo sentada. Bueno, me había quedado a medias en chupársela en la disco, así que me la volví a llevar a la boca. Se la empecé a chupar, mientras alargaba el brazo para recuperar mi bolso, sacaba uno de los envoltorios brillantes, y lo abría para sacar el condón, todo aquello muy despacio para poder disfrutar del sabor de su picha.
Desde mi posición le puse el preservativo. Me abrí de piernas para él, invitándole a entrar en mi coñito. Ernesto era un amante lento. Empujó suavemente su picha en mi húmedo coño. Gemí. Me gustaba. Sentía cada centímetro de su duro falo entrando en mi chocho. Estiré de mis cachetes, permitiéndole entrar cuan larga la tenía, y empezó a bombear despacio dentro de mi.
Se echó sobre mi y nos besamos mientras me follaba. Me sentía bien. Le pude quitar la camisa mientras seguía encima mía, sintiendo su pecho contra el mío. Me empezó a acariciar las tetas. Eso me ponía mucho. Me las chupó exquisitamente. Liberé mis gemidos, animándole a continuar mientras machacaba mi coño. Podíamos oír los indiscretos gemidos de Daniela y Valentina gozando como dos perras.
“¿Quieres… que lo haga duro?”, me preguntó, dudando si debía hacer como sus amigos.
“Como más te guste, bebé… me estás volviendo loca”, alcancé a decir mientras disfrutaba de su picha entrando y saliendo de mi coño.
Y Ernesto continuó con aquel ritmo, acelerando poco a poco, sin tener que correr. La cabeza me daba vueltas. Me estaba dejando follar por un desconocido y me encantaba. Agradecí no haber bebido más, me habría perdido mucho. Cerré mis piernas en la cintura de mi amante, y le insté a acelerar un poco más. Siguió el ritmo que le marqué, clavándomela con un poco más de fuerza, hasta que empecé a correrme, igual que hizo él dentro de la gomita.
“Chupa todo lo que quieras”, le invité. Después de correrse, se había quitado el condón, y ahora estábamos tumbados en el sofá, mientras yo estaba tumbada y él me comía las tetas.
“Son geniales estas tetas”, suspiró, mientras mantenía su lengua acariciándome un pezón. “¿Por qué conmigo?”
“¿Por qué contigo?”
“Eres una diosa… podrías haberte quedado con Iñigo”
“Elijo a quien me apetece”, dije, era medio cierto porque solo era la primera vez que elegía como mujer. “Y me diste mejor sensación que él”
“Mis amigos… bueno. Rodri es mi primo. Yo no salgo mucho. Me invitó a venir con él y su gym-bro, no somos de aquí… y no sé por qué te cuento esto…”
“Puedes hablar si quieres”, le invité. “O… podemos hacer algo más divertido”
Aunque era majo, Ernesto era consciente de que solo estábamos para follar, lo cual me facilitaba la noche. Siempre que no me enamorase yo. Pero en ese momento solo me importaba follar. De modo que le hice tumbarse en el sofá y me eché sobre él, para hacer un 69. Esta vez podría chupársela hasta el final mientras… oooh…. qué buena lengua, sí… mientras él me devoraba el coño.
Me encantaba su técnica. Era comedida, como todo en él, pero muy efectiva. Mi coño me enviaba señales de placer constantes mientras su lengua le daba caña a mi clítoris. ME centré en su polla, que difícilmente me cabría entera en la boca, pero lo podía compensar Se la chupé hasta la mitad, y me ayudé con mis manos a estimular el resto de su falo y sus huevos mientras gozábamos del oral.
Y si alguien se levanta os va a ver follando, me acordé, lo que me puso más cachonda. Gemí sobre la polla de Ernesto mientras me acariciaba las etas. Dios. ¿Por qué mi cuerpo reclamaba volver a sentirle entre mis piernas? Le había prometido mi culo… y él parecía con ganas de tomarlo, pues noté que empezaba a jugar con mi ano, ensalivándolo. ¿Estaba dispuesta a dárselo? Joder, se había portado bien. Y me estaba haciendo enloquecer con su polla. Decidí acabar primero con la mamada, apropiadamente, y logré que se corriera en mi boca, igual que yo chorreé en sus labios.
“Julia, no sabes las ganas que tengo de follarte este culo”, dijo, de rodillas en el sofá. Yo me había puesto en cuatro para él, después de verle ponerse el condón.
“Vamos, cielo. Mi culo también lo está deseando”, dije sensualmente. Con el condón y la dilatación que me había hecho me la metió fácilmente. Suspiré. No me la metió entera en un movimiento. Primero hasta la mitad, desde donde empezó a follarme de a pocos, metiéndomela cada vez más profundo, hasta que le sentí entero dentro de mi.
Sujetando mis caderas, empezó a moverse. Llevaba un ritmo mayor que cuando me follaba el coño, pero aún así era agradable cómo me daba por el culo. Dejé mi cuerpo liberarse, ir al encuentro de la polla de Ernesto, moviéndome con él. Y noté un picor en una nalga. Me había azotado. Le miré, y le sonreí. Él lo tomó como una autorización para seguir, y volvió a nalguearme.
Me sujeté con fuerza al sofá mientras me seguía enculando. Era increíble, aquello sí que le gustaba. Me daba cada vez más rápido, pero… aunque yo estaba mojada aún no iba a correrme. No, por favor, que no me deje a medias… y de pronto me di cuenta de que se estaba corriendo en el condón.
“Uf… ha sido intenso…”, suspiré. “Espero que no te hayas cansado… mucho”, dije.
Ernesto estaba tan cansado que se había dormido nada más sacármela, bocarriba en el sofá, y con el condón aún puesto. Joder. Con esto no contaba. Me quedé sin saber qué hacer, hasta que decidí empezar por quitarle el preservativo. Lo até y lo dejé caer al suelo, y me acomodé en el sofá.
Olvidando dónde estaba, empecé a masturbarme. Acaricié mi coñito mientras me apretaba con cuidado un pezón, arrancándome gemidos de placer. No era tan bueno como una follada en condiciones, pero había que quitarme la excitación… acomodé las piernas en la mesita mientras me tocaba, con el dormilón de Ernesto a mi lado. Qué decepción… al menos no roncaba.
“Bonito coño”, escuché.
Me tapé, por inercia. Íñigo había salido de la habitación, completamente en pelotas.
“Bonita polla”, respondí.
“Qué hijo de perra. Cómo ocultaba la polla que tiene”, comentó al mirar a su amigo. Empezó a hablar caminando hacia la cocina. “¿Te ha dejado a medias?”
“Solo en el último polvo”, respondí, yendo tras él. “¿Y Valentina?”
“Está despierta. Me ha pedido un pequeño descanso, así que vine a echar un trago”, respondió, mientras se servía un vaso de agua, y me tendía uno a mi. Lo acepté. “Ha sido una maravilla… ¿tú estás bien?”
“¿A qué te refieres?”
“Bueno. Aquí no estamos casados con nadie. Y mis novias siempre han agradecido lo bien que sabía usar mis dedos con ellas”, sugirió. “Quizá te resulte más fácil con mis dedos que con los tuyos”
“¿Te me insinúas?”, me sorprendí.
“¿Qué pierdes por probar?”
Unos momentos después, estaba con las piernas separadas, apoyada en una silla de la cocina, mientras Íñigo cumplía y empezaba a masturbarme. Dios, tenía que creerle. Lo hacía de maravilla. Me dejé llevar. Me acariciaba el coño perfectamente. Y noté algo duro contra mi pierna. Su polla empezaba a ponerse dura. Decidí corresponderle, y empecé a hacerle una paja mientras él me tocaba. Era algo más pequeña que la de Ernesto, pero a cambio tenía más grosor. ¿Me cabría en mi coño?, me pregunté.
“Oye… estamos haciendo el tonto”, me dijo al oído.
“¿Por qué?”
“Porque para hacernos una paja mutua mejor te follo”
“... No tengo los condones aquí”, tragué saliva.
“Eso no es un no”, me recordó. Siguió sin metérmela, pero empezó a frotar su picha contra mi rajita. “¿La quieres?”
“Íñigo…”
“Me estabas haciendo una paja… sería por algo”, insistió mientras frotaba mi clítoris de tal forma que pensé que me corría ahí mismo.
“... Cállate y fóllame”, gemí.
Dios, sí. Eso era lo que yo necesitaba. Era mil veces mejor que su mano. Su polla me invadió desde atrás, separando aún más mis labios vaginales. Puso sus brazos encima de los míos y empezó a follarme con ganas. Ni me di cuenta de que la silla golpeaba el suelo con las patas con cada embestida.
“Oooohhhh… tío, con calma”, suspiré. “Me vas a romper…”
“A las tías buenas no se las rompe…”, dijo mientras me apartaba el cabello de la cara y me besaba, con su polla ensartada en mi coño. “Se las folla hasta que quedan bien satisfechas”
Y volvió a metérmela a buen ritmo. Me fui acostumbrado a su tamaño. Mi coño aceptaba su picha cada vez con más facilidad, y me moví al mismo ritmo que él mientras me follaba. De pronto noté que me levantaba una pierna, y casi perdí la cabeza. Se sentía aún más profundo, abriendo mi interior con el grosor de su polla. Intenté contener mis gemidos pero no era capaz.
“Joder, Julia, cómo me hubiera gustado que me eligieras…”, dijo mientras me estrujaba una teta con la otra mano.
“Aaaah… al finaaaaahl… me haaaaaash folladoooooh… tambieeeeeh…”, suspiré.
“Y me encanta”, dijo sin dejar de follarme. “Voy a correrme, nena. ¿Puedo?”
“Sí… córrete dentro de mi”
“¿Segura?”, preguntó, aunque no tenía intención de hacerlo de otro modo.
“¡Sí! ¡Córrete dentro de mi! ¡Lo quiero!”, pedí, y en ese momento sentí su semen entrando dentro de mi chochito. Yo misma me había empapado las piernas por mi propio orgasmo. “Joder… buenísimo…”
“Si te hace un trío, llama a mi puerta”, dijo, dejándome ahí plantada (y satisfecha) y volvió al dormitorio con Valentina.
Con las piernas temblando fui al servicio, donde me limpié un poco el chochito. De ahí volví al sofá.
Pensé en echarme a dormir con Ernesto. Quizá, con suerte, se despertaría en algún momento para volver a follar. Pero noté que otra puerta se abría. Daniela salía del dormitorio.
“¿Todo bien?”, le pregunté.
“Sí, es que… Dios. No sabes a quién me has dejado”, respondió con sonrisa de puta. “Voy a ducharme. ¿Y este?”
“Ha cumplido haciendo lo justo”, reconocí.
“Bebé, si estás despierta es porque aún necesitas polla. Y yo voy a dejar a Rodri desatendido un rato. A lo mejor me le puedes mantener calentito”, propuso, me guiñó el ojo, me besó y fue a ducharse.
Curiosa, me levanté y asomé la cabeza en el dormitorio. Rodri se hacía una paja. Y entendí la frase de Daniela. Tenía un pollón. Me cuadraba que fuera familia de Ernesto, pero estaba incluso mejor dotado. Y golpeé suavemente el marco de la puerta.
“Hola, guapa”, me saludó. “¿Qué tal con mi primo?”
“Se ha dormido”, dije.
“¿Y has venido a mejorar la noche?”, preguntó.
“Es posible. ¿Qué debería hacer?”, dije, acercándome a él y gateando en la cama.
“Me encantaría que me hicieras una mamada”, dijo. “Y luego… es cosa tuya si me pones esto”, sacó un preservativo, “o me montas… Bueno, sigue con esa boca primero”, pidió.
Yo había empezado a chupársela, no sin cierta dificultad. Me pregunté si Daniela les había visto las pollas al elegirlos para follar, o simplemente, porque podríamos no volver a verles nunca después de esa noche. A saber, si había aparecido con las bragas en las rodillas… Me dediqué a chupar aquella gran polla, cubriéndola de toda la saliva que pude.
De ahí pasé a montarle. Me subí a horcajadas sobre él y me dejé caer. Despacio. Dios, qué profundo me entraba. Suavemente fu bajando hasta que tuve aquel monstruo dentro de mi. Suspiré. Él me sujetó las caderas y empezamos a movernos, a un ritmo bueno para los dos, que me permitía acostumbrarme a su enorme tamaño sin hacerme daño.
Sentí un azote en la nalga. Y en ese momento alguien apareció por mi espalda y empezó a estrujarme las tetas. Era Daniela.
“¿Qué tal, zorrita? ¿Gozando?”
“Mu… mucho…”, jadeé.
“Disfrútalo”, me dijo al oído. “Me pone muy cachonda tenerte en la cama con Rodri”
De modo que me siguió acariciando los pezones mientras Rodri me follaba. El ritmo era cada vez mayor, por supuesto. Cabalgué sobre su gran erección, y gemí sin pudor mientras lograba que el chico se corriera dentro de mi. Cuando me detuve, aún tenía su picha dura dentro de mi coño.
“Lo has hecho de maravilla, bebé”, dijo Daniela, y nos besamos.
“Eso me pone mucho”, comentó Rodri. “Oye, Julia. Si mi primo sigue dormido, creo que te podrías quedar toda la noche con nosotros”
Miré a Daniela. Desmonté la polla de Rodri. Y atraje a Dani hacia mi
“Que me busque”, dije, y me empecé a besar con mi amiga alrededor de lapolla de Rodri.
Los tres follamos durante el resto de la noche, hasta que caímos dormidos. Y justo antes de empezar a soñar, mi voz interior me dijo: Te has dejado follar por tres desconocidos. Enhorabuena, zorrita
CONTINUARÁ
Y ya sabéis que podéis leer más relatos (tengo para todos los gustos) en este enlace
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