
Cada año, Club 69 celebraba su evento más lujurioso: el certamen: Reina Puta, reservado solo para las más atrevidas.
Diez mujeres fueron seleccionadas:
Sasha, Luna, Clara, Mía, Tania, Jazmín, Kira, Noelia, Vicky y Debby.
Todas expertas en el arte del placer, todas listas para competir.

El escenario estaba montado: una tarima giratoria, luces sensuales, jaulas de strip, sillas, cámaras en vivo y un jurado formado por cinco miembros VIP del club… más el campeón actual: Lucas.
La anfitriona, vestida con un body transparente, dio la bienvenida:
—¡Bienvenidos a la competencia más caliente del continente!
Esta noche, una de ellas será coronada como La Reina Puta…
Y para lograrlo, deberán superar tres pruebas ardientes.
🔥 Prueba 1: El baile del deseo
Cada participante debía subir al tubo central, quitarse todo al ritmo de la música y dar un espectáculo que dejara al jurado sin aliento.
Sasha abrió la pista: se quitó la bata girando, dejó caer la tanga con un leve movimiento de cadera y se desnudó mientras cabalgaba el caño, con las piernas abiertas, mostrando todo.
Jazmín se desnudó sobre una silla, frotándose lentamente con un dildo entre los labios, dejando un hilo brillante colgar desde su concha. El público rugía.
Clara se bajó del escenario, se sentó sobre la cara de uno de los jueces y se masturbó allí mismo mientras bailaba con la pelvis.
Todas brillaron. Pero esto recién empezaba.

💦 Prueba 2: Resistencia Profunda
Sobre la tarima había ahora diez sillas con consoladores verticales: gruesos, duros, vibrantes.
Debían montarlos desnudas, encendidas, sin correrse, durante 30 minutos.
Luna se sentó en el suyo como si fuera natural. Se movía suave, mordía sus labios, mientras acariciaba sus pezones.
Tania cerró los ojos, abrió las piernas al máximo, y se frotaba sobre el vibrador como si buscara tentarse… pero se contenía.
Vicky, en cambio, hablaba sucio al público mientras rebotaba despacio:
—No sabés cómo me vibra adentro… pero no me voy a venir todavía…
Solo 7 de 10 resistieron sin correrse. Las otras cayeron entre gemidos, convulsiones y aplausos.
Y así, llegamos a la última prueba.

🍆 Prueba 3: Ronda Múltiple
Se alinearon varios hombres desnudos en camillas. La prueba final:
Durante 30 minutos, cada concursante debía montar la mayor cantidad posible. Era una prueba de resistencia, sudor y lujuria.
Sasha subía, cabalgaba 2 minutos, bajaba. Otro. Otro más.
Cinco en 12 minutos.
Luna llevaba seis.
Debby iba por el séptimo, gritando “¡más duro, quiero más!”.
Clara se montaba a dos a la vez, usando uno en la verga y el otro en la boca.
El público deliraba. El calor era insoportable.
Los cuerpos mojados, las nalgas chocando, las pijas duras, el aire cargado de sexo puro.
Cuando el reloj marcó el final, solo una estaba en lo alto de un cuerpo, jadeando con la pelvis aún goteando.

La anfitriona gritó:
—¡Y la ganadora es… Luna! ¡Nueve montadas! ¡Reina Puta 2025!
Luna se arrodilló, sudada, temblando, y recibió la corona.
Lucas se acercó y le susurró:
—Ahora te toca tu premio…
Un trono, una copa… y mi lengua toda la noche.
La sala más profunda del club solo se abría una vez al año:
La Cámara Carmesí.
Allí fue llevada Luna, desnuda, aún sudando, coronada como Reina Puta. Tras la última prueba, el público había aplaudido de pie, embelesado por su resistencia, su sensualidad, su cuerpo lleno de jugo y fuego.
Lucas —el campeón masculino— la esperaba adentro. Totalmente desnudo, arrodillado, con la mirada hacia abajo.
—Esta noche, yo soy tuyo —dijo él, con la voz suave, rendido—. Mandame.
Luna sonrió. Se sentó en el trono de terciopelo rojo y cruzó las piernas. Sus labios brillaban húmedos. Su corona descansaba sobre su pelo suelto. Una pierna colgaba relajada. Una mano acariciaba su pezón.
—Entonces empezá por las rodillas. Y adorame.
Lucas se arrastró hacia ella. Le besó los pies, las piernas, los muslos. Y sin levantar la vista, comenzó a lamerle la concha con devoción. Con hambre. Como si fuese lo único que necesitara para vivir.
Luna gimió suave, lo tomó del pelo, y lo empujó más profundo.
—Comeme como si fueras a morir si no me hacés acabar.
Lucas lo hizo. Con la lengua firme, precisa, la recorría entera, desde el clítoris hasta el fondo, abriéndola con la boca, succionando, lamiendo con fuerza y ternura.
Luna se arqueó en el trono. Se masturbaba los pechos mientras él se hundía en su centro, bebiéndola entera.
—Así… seguí. No pares hasta que me tiemblen las piernas.
Y así fue.
Se vino sobre su boca. Fuerte, mojando su cara, convulsionando, gritando su nombre como una diosa salvaje. Pero la noche no había terminado.
Luna se levantó del trono, caminó hasta la cama redonda y se recostó con las piernas abiertas.
—Ahora me vas a coger… lento. Solo cuando yo lo diga. Si te apurás, te vas sin acabar.
Lucas la penetró con cuidado, sintiendo el calor de su concha apretada, vibrante, aún temblando.
Ella lo miraba a los ojos.
—No acabes. No todavía. Te quiero duro toda la noche.
Lo cabalgó al revés. Lo montó de frente. Se lo metió en el culo mientras se frotaba el clítoris. Lo hizo acabarse… pero no lo dejó descansar.
—Chupame. Repetí. Usame.
Él lo hizo. Se lo metió de nuevo. La tomó contra el espejo. La puso en cuatro en la alfombra. La adoró con la lengua hasta que ella acabó cuatro veces más, pidiéndole por favor que siguiera.
Y cuando amaneció, con los rayos de luz entrando por los vitrales rojos, Luna se levantó, todavía desnuda, con la corona en la mano y el cuerpo cubierto de marcas, sudor y placer.
Se giró hacia Lucas, todavía temblando en la cama.
—Te portaste bien. Pero para la próxima… quiero tres como vos.
Y salió, Reina Puta del Club 69.


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