Esta es la historia de cómo me di cuenta de muchas cosas de mí que podrían resumirse en una sola oración: soy una puta. Me encanta el sexo, me encanta el morbo y me encanta ser deseada por maduritos. Y ahora voy a contarles cómo fue mi abuelo el que me hizo darme cuenta.
Para ponernos en contexto, esto pasó hace un par de años, cuando mi madre recién se había vuelto a casar y teníamos muchos problemas porque ella se ponía celosa de la forma en la que él me miraba. Por eso, para evitar las discusiones, intentaba pasar el mayor tiempo posible fuera de mi casa: salía con amigos, a veces sola, y en otras ocasiones pasaba la tarde en la casa de mis abuelos.
Por eso, una tarde quedé de ir con un compañero a su casa para coger, pero su mamá llegó antes así que no pudimos terminar. Estaba enojada y frustrada, había quedado bastante caliente la verdad y decidí ir a pasar el resto de la tarde a la casa de mis abuelos, sabía que a veces salían a hacer compras o a caminar, así que pensé que tal vez podría quedarme sola un rato y masturbarme.
Cuando llegué mis abuelos aún estaban en casa, insistieron en darme algo para comer y luego me fui a tomar una siesta esperando a que salieran (de verdad había quedado con ganas). No sé cuánto dormí, pero sé que no fue mucho, y cuando desperté la casa estaba bastante en silencio así que pensé que al fin podría satisfacerme, así que fui a comprobar si estaba o no sola y me puse a revisar todas las habitaciones de la casa, no encontraba a nadie hasta que escuché algo que sonaba como susurros que venían de la sala de estar así que me acerqué lentamente para ver qué eran. No me esperaba lo que vi: mi abuelo estaba sentado en el sofá viendo porno en su celular mientras se masturbaba.
En ese momento me paralicé, me daba miedo moverme y que se diera cuenta de que estaba ahí. Sin embargo, mientras estaba ahí de pie dudando de cómo irme sin que me viera, me fijé en su verga. Era más grande que cualquiera que hubiera visto y se notaba que era bastante gruesa, y quiero culpar al hecho de que me habían dejado caliente que se me olvidó completamente que era mi abuelo (o no me importó), pero me quedé mirándolo con ganas mientras juntaba mis piernas con fuerza para estimularme. Mi corazón latía rápido, un poco asustada, y entré en pánico cuando subí la vista y me encontré con los ojos de mi abuelo posados en mí. Se veía un poco sorprendido, pero también confiado porque no dejaba de mover su mano, y eso me dio a entender que se había dado cuenta desde hacía un rato de que lo estaba mirando. Sin saber qué más hacer, bajé la vista y me fui a la habitación en la que estaba durmiendo que era la de invitados.
Cerré la puerta y me tiré a la cama, mi corazón latía muy fuerte y me moría de la vergüenza, no sabía qué me había pasado… Pero lo peor era que no podía dejar de pensar en eso, sabía que estaba mojada y que eso empeoraba al recordar la enorme verga de mi abuelo. Me imaginaba cómo debía sentirse ese pene grueso abriendo mi vagina. Sabía que estaba mal desear eso, pero no podía dejar de pensarlo y por la forma en que me miró a los ojos mientras se masturbaba estaba segura de que no era la única que lo quería.
Sabía que estaba mal, así que no iba a ir a hacer nada, pero si casualmente se diera la oportunidad la aprovecharía. Por eso me paré a abrir la puerta, sabía que quedaba en medio del camino entre la sala de estar y el baño, así que la dejé lo suficientemente abierta para que cuando mi abuelo se quisiera ir a limpiar tendría que pasar por ahí y me vería. Después me saqué el sujetador, así que se notaban mis pezones a través de la blusa blanca, y las bragas. Me acosté en la cama boca arriba, con las piernas bien abiertas, y comencé a masturbarme. Lo hacía despacio, quería durar mucho rato para asegurarme de que me viera, deslizando mis dedos sobre mi clítoris mojado y mis labios vaginales, evitando meterme dedos para no correrme tan rápido. Estaba jadeando, un poco frustrada porque mi plan no funcionaba, así que quise arriesgarme un poquito más y empecé a gemir bajito. No sé si eso funcionó o no, pero al poco rato de eso noté una silueta en la puerta, era mi abuelo aún con la verga dura en su mano. Cuando nuestros ojos se encontraron ninguno de los dos paró de tocarse, en cambio, el viejo abrió más la puerta para poder vernos mejor.
Yo estaba extremadamente caliente, gemía mientras me tocaba el coño y miraba con deseo la verga que parecía más grande que antes, quizá porque ahora estaba más cerca, y sin aguantar más desabroché mi blusa para sacar mis pechos. Con una mano estaba acariciando mis pezones y con la otra seguí masturbándome y comencé a meterme dedos. Ahí fue cuando mi abuelo no aguantó y entró a la habitación cerrando la puerta con seguro.
Sin decirme nada se subió a la cama, se puso justo entre mis piernas y siguió masturbándose con una mano mientras con la otra me agarraba una teta y me pellizcaba un pezón.
“Has crecido mucho, estás preciosa”, me dijo mientras bajaba su mano hasta tocar mi coño empapado. Yo le respondí con un gemido. Como contrarrespuesta, él añadió: “¿Te puso así de mojadita el abuelito?”
Le dije que sí y él sonrió satisfecho, y después de decirme que se haría responsable me levantó las piernas, se acomodó con su rostro frente a mi coño que comenzó a acariciar con sus dedos, separando mis labios, jugando con mi clítoris y finalmente lo lamió de arriba a abajo. Gemí con fuerza, su lengua recorriendo cada parte de mi mojado coñito se sentía mejor que cualquier cosa que había sentido, lamía y chupaba mi clítoris mientras me metía dos dedos. Eran grandes, gruesos y ásperos, llegaban mucho más profundo que los míos, y aunque se sentían bien, quería más. Y comencé a mover mis caderas para pedirlo.
Mi abuelo se dio cuenta, así que dejó de comerme el coño para volver a pegar sus caderas a las mías. Puso la punta de su pene contra mi vulva, lo rozó contra mi coño mientras me decía lo linda que soy y lo caliente que lo tenía. Entonces, puso su glande en la entrada de mi vagina y poco a poco comenzó a meterlo. Dolía, era muy grueso y podía sentir cómo me abría, pero a pesar de eso quería continuar, me calentaba el morbo de pensar que mi coño casi inexperto estaba siendo abierto por la verga gruesa de mi abuelo… Por eso le pedía más mientras le rogaba con las caderas que me llenara por completo. Él me decía que estaba apretada, y cuando al fin su pene entró hasta la base gimió.
“Qué rica te sientes por dentro”. Me dijo mientras me agarraba con fuerza de las caderas y sacaba su verga para volver a enterrarla de un golpe en mi coño, haciendo chocar su pelvis contra la mía y azotar mi culo con sus testículos.
“Tu verga se siente tan rica”. Gemí mientras movía mis caderas intentando seguirle el ritmo y respirar pues del placer olvidada hacerlo.
Estuvimos un rato así, moviendo nuestras caderas como animales, como si nos estuviéramos apareando, gimiendo y diciéndonos cosas morbosas. Las manos de mi abuelo recorrían mi cuerpo, me acariciaban por todas partes y estimulaban mis pezones. En algún momento, comenzó a besarme y eso sólo me calentó más. Después de unos minutos, me dijo que a pesar de todo estaba viejo y que me pusiera yo arriba.
Una vez sentada en su verga, comencé a montarlo como si de eso dependiera mi vida. Me aseguraba de que viera mis tetas rebotando, que notara en mis gemidos lo mucho que me gustaba y, lo más importante, que llegara a lo más profundo de mi coño. Él me agarraba con fuerza de las caderas, haciéndome subir y bajar al ritmo que tanto nos gustaba, yo sólo me dejaba guiar de manera obediente. A pesar de los jadeos y gemidos podía escuchar los húmedos sonidos que venían de nuestros cuerpos conectados.
Cuando sentí que estaba cerca de correrme mi abuelo me agarró del culo, mojando sus dedos con nuestros fluidos para luego meter su índice en mi ano. Eso me asustó un poco, pero me gustó, se sentía deliciosamente raro. Por eso cerré mis ojos dejándome llevar, moviendo mis caderas, gimiendo hasta llegar al orgasmo.
Me sentía agotada, cosa que no le importó a mi abuelo que me agarró con más fuerza de las caderas y haciéndome moverme, tras penetrarme con violencia un par de veces más, me sentó bruscamente en su verga mientras se corría.
Nos quedamos unos segundos así, conmigo recostada encima suyo con su verga aún dura en mi coño. Cuando la sacó sentí su semen salir de mi cuerpo, cosa que mantuvo el morbo de la situación, ya que para mi sorpresa a pesar de haberme quitado la calentura la culpa que sentía no era la que esperaba. Iba a decir algo, pero justo en ese momento escuchamos las llaves en la puerta, había llegado mi abuela, así que mi abuelo se acomodó la ropa con prisa mientras se iba corriendo al baño.
Después cuando ya me iba a mi casa, cuando se despidió, me dio un abrazo y disimuladamente me agarró el culo mientras me decía al oído que volviera pronto. Cosa que definitivamente iba a hacer.
Esa fue la primera vez que cogimos, cosa que sigue pasando hasta el día de hoy en cada oportunidad que tenemos, aunque ya no podemos vernos tanto. Si les gusta les sigo contando algunas de nuestras experiencias más morbosas, como la vez que aprovechamos que mi abuela iba a estar dos noches fuera de la ciudad para coger y probar anal después de mucho tiempo entrenándome.
Para ponernos en contexto, esto pasó hace un par de años, cuando mi madre recién se había vuelto a casar y teníamos muchos problemas porque ella se ponía celosa de la forma en la que él me miraba. Por eso, para evitar las discusiones, intentaba pasar el mayor tiempo posible fuera de mi casa: salía con amigos, a veces sola, y en otras ocasiones pasaba la tarde en la casa de mis abuelos.
Por eso, una tarde quedé de ir con un compañero a su casa para coger, pero su mamá llegó antes así que no pudimos terminar. Estaba enojada y frustrada, había quedado bastante caliente la verdad y decidí ir a pasar el resto de la tarde a la casa de mis abuelos, sabía que a veces salían a hacer compras o a caminar, así que pensé que tal vez podría quedarme sola un rato y masturbarme.
Cuando llegué mis abuelos aún estaban en casa, insistieron en darme algo para comer y luego me fui a tomar una siesta esperando a que salieran (de verdad había quedado con ganas). No sé cuánto dormí, pero sé que no fue mucho, y cuando desperté la casa estaba bastante en silencio así que pensé que al fin podría satisfacerme, así que fui a comprobar si estaba o no sola y me puse a revisar todas las habitaciones de la casa, no encontraba a nadie hasta que escuché algo que sonaba como susurros que venían de la sala de estar así que me acerqué lentamente para ver qué eran. No me esperaba lo que vi: mi abuelo estaba sentado en el sofá viendo porno en su celular mientras se masturbaba.
En ese momento me paralicé, me daba miedo moverme y que se diera cuenta de que estaba ahí. Sin embargo, mientras estaba ahí de pie dudando de cómo irme sin que me viera, me fijé en su verga. Era más grande que cualquiera que hubiera visto y se notaba que era bastante gruesa, y quiero culpar al hecho de que me habían dejado caliente que se me olvidó completamente que era mi abuelo (o no me importó), pero me quedé mirándolo con ganas mientras juntaba mis piernas con fuerza para estimularme. Mi corazón latía rápido, un poco asustada, y entré en pánico cuando subí la vista y me encontré con los ojos de mi abuelo posados en mí. Se veía un poco sorprendido, pero también confiado porque no dejaba de mover su mano, y eso me dio a entender que se había dado cuenta desde hacía un rato de que lo estaba mirando. Sin saber qué más hacer, bajé la vista y me fui a la habitación en la que estaba durmiendo que era la de invitados.
Cerré la puerta y me tiré a la cama, mi corazón latía muy fuerte y me moría de la vergüenza, no sabía qué me había pasado… Pero lo peor era que no podía dejar de pensar en eso, sabía que estaba mojada y que eso empeoraba al recordar la enorme verga de mi abuelo. Me imaginaba cómo debía sentirse ese pene grueso abriendo mi vagina. Sabía que estaba mal desear eso, pero no podía dejar de pensarlo y por la forma en que me miró a los ojos mientras se masturbaba estaba segura de que no era la única que lo quería.
Sabía que estaba mal, así que no iba a ir a hacer nada, pero si casualmente se diera la oportunidad la aprovecharía. Por eso me paré a abrir la puerta, sabía que quedaba en medio del camino entre la sala de estar y el baño, así que la dejé lo suficientemente abierta para que cuando mi abuelo se quisiera ir a limpiar tendría que pasar por ahí y me vería. Después me saqué el sujetador, así que se notaban mis pezones a través de la blusa blanca, y las bragas. Me acosté en la cama boca arriba, con las piernas bien abiertas, y comencé a masturbarme. Lo hacía despacio, quería durar mucho rato para asegurarme de que me viera, deslizando mis dedos sobre mi clítoris mojado y mis labios vaginales, evitando meterme dedos para no correrme tan rápido. Estaba jadeando, un poco frustrada porque mi plan no funcionaba, así que quise arriesgarme un poquito más y empecé a gemir bajito. No sé si eso funcionó o no, pero al poco rato de eso noté una silueta en la puerta, era mi abuelo aún con la verga dura en su mano. Cuando nuestros ojos se encontraron ninguno de los dos paró de tocarse, en cambio, el viejo abrió más la puerta para poder vernos mejor.
Yo estaba extremadamente caliente, gemía mientras me tocaba el coño y miraba con deseo la verga que parecía más grande que antes, quizá porque ahora estaba más cerca, y sin aguantar más desabroché mi blusa para sacar mis pechos. Con una mano estaba acariciando mis pezones y con la otra seguí masturbándome y comencé a meterme dedos. Ahí fue cuando mi abuelo no aguantó y entró a la habitación cerrando la puerta con seguro.
Sin decirme nada se subió a la cama, se puso justo entre mis piernas y siguió masturbándose con una mano mientras con la otra me agarraba una teta y me pellizcaba un pezón.
“Has crecido mucho, estás preciosa”, me dijo mientras bajaba su mano hasta tocar mi coño empapado. Yo le respondí con un gemido. Como contrarrespuesta, él añadió: “¿Te puso así de mojadita el abuelito?”
Le dije que sí y él sonrió satisfecho, y después de decirme que se haría responsable me levantó las piernas, se acomodó con su rostro frente a mi coño que comenzó a acariciar con sus dedos, separando mis labios, jugando con mi clítoris y finalmente lo lamió de arriba a abajo. Gemí con fuerza, su lengua recorriendo cada parte de mi mojado coñito se sentía mejor que cualquier cosa que había sentido, lamía y chupaba mi clítoris mientras me metía dos dedos. Eran grandes, gruesos y ásperos, llegaban mucho más profundo que los míos, y aunque se sentían bien, quería más. Y comencé a mover mis caderas para pedirlo.
Mi abuelo se dio cuenta, así que dejó de comerme el coño para volver a pegar sus caderas a las mías. Puso la punta de su pene contra mi vulva, lo rozó contra mi coño mientras me decía lo linda que soy y lo caliente que lo tenía. Entonces, puso su glande en la entrada de mi vagina y poco a poco comenzó a meterlo. Dolía, era muy grueso y podía sentir cómo me abría, pero a pesar de eso quería continuar, me calentaba el morbo de pensar que mi coño casi inexperto estaba siendo abierto por la verga gruesa de mi abuelo… Por eso le pedía más mientras le rogaba con las caderas que me llenara por completo. Él me decía que estaba apretada, y cuando al fin su pene entró hasta la base gimió.
“Qué rica te sientes por dentro”. Me dijo mientras me agarraba con fuerza de las caderas y sacaba su verga para volver a enterrarla de un golpe en mi coño, haciendo chocar su pelvis contra la mía y azotar mi culo con sus testículos.
“Tu verga se siente tan rica”. Gemí mientras movía mis caderas intentando seguirle el ritmo y respirar pues del placer olvidada hacerlo.
Estuvimos un rato así, moviendo nuestras caderas como animales, como si nos estuviéramos apareando, gimiendo y diciéndonos cosas morbosas. Las manos de mi abuelo recorrían mi cuerpo, me acariciaban por todas partes y estimulaban mis pezones. En algún momento, comenzó a besarme y eso sólo me calentó más. Después de unos minutos, me dijo que a pesar de todo estaba viejo y que me pusiera yo arriba.
Una vez sentada en su verga, comencé a montarlo como si de eso dependiera mi vida. Me aseguraba de que viera mis tetas rebotando, que notara en mis gemidos lo mucho que me gustaba y, lo más importante, que llegara a lo más profundo de mi coño. Él me agarraba con fuerza de las caderas, haciéndome subir y bajar al ritmo que tanto nos gustaba, yo sólo me dejaba guiar de manera obediente. A pesar de los jadeos y gemidos podía escuchar los húmedos sonidos que venían de nuestros cuerpos conectados.
Cuando sentí que estaba cerca de correrme mi abuelo me agarró del culo, mojando sus dedos con nuestros fluidos para luego meter su índice en mi ano. Eso me asustó un poco, pero me gustó, se sentía deliciosamente raro. Por eso cerré mis ojos dejándome llevar, moviendo mis caderas, gimiendo hasta llegar al orgasmo.
Me sentía agotada, cosa que no le importó a mi abuelo que me agarró con más fuerza de las caderas y haciéndome moverme, tras penetrarme con violencia un par de veces más, me sentó bruscamente en su verga mientras se corría.
Nos quedamos unos segundos así, conmigo recostada encima suyo con su verga aún dura en mi coño. Cuando la sacó sentí su semen salir de mi cuerpo, cosa que mantuvo el morbo de la situación, ya que para mi sorpresa a pesar de haberme quitado la calentura la culpa que sentía no era la que esperaba. Iba a decir algo, pero justo en ese momento escuchamos las llaves en la puerta, había llegado mi abuela, así que mi abuelo se acomodó la ropa con prisa mientras se iba corriendo al baño.
Después cuando ya me iba a mi casa, cuando se despidió, me dio un abrazo y disimuladamente me agarró el culo mientras me decía al oído que volviera pronto. Cosa que definitivamente iba a hacer.
Esa fue la primera vez que cogimos, cosa que sigue pasando hasta el día de hoy en cada oportunidad que tenemos, aunque ya no podemos vernos tanto. Si les gusta les sigo contando algunas de nuestras experiencias más morbosas, como la vez que aprovechamos que mi abuela iba a estar dos noches fuera de la ciudad para coger y probar anal después de mucho tiempo entrenándome.
6 comentarios - Mi abuelo me da verga
60 años de Chile