You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

El inicio del morbo

Me llamo Facu, ahora tengo 30 y largos, y esto que voy a contar me pasó en 2010 cuando acompañé a mi novia, Cami, a su primera visita al ginecólogo. Vamos a estar contando algunas cositas, a veces yo, a veces Cami, dependiendo de las ganas y de sí se prenden con las historias...Soy un chabón común, flaco, con el pelo corto, barbita, en esa época le metía firme al gimnasio pero nunca termo.Se podría decir fachero, aunque no me las doy de nada. Cami, mi novia en ese momento, esposa ahora, es una belleza: en ese momento 19 años, flaquita, con una cintura finita que te deja loco, unas tetas normales pero firmes, redonditas como duraznos, y unos ojitos verdes que te matan. Siempre me encantó su cintura bien marcada y como buena pendeja de 19 las tetas, como dije, no eran su fuerte, pero eran perfectas, bien paraditas, pezones hermosos...Llevábamos unos cuantos meses saliendo, y aunque nos habíamos garchado unas cuantas veces (ella era tímida, todavía no se soltaba del todo), esto de ir al médico la tenía muerta de miedo. Era su primera vez, en todo sentido así que no se sentía del todo segura.“Facu, vení conmigo, porfa, me da cosa ir sola”, me dijo con esos ojitos, y obvio que le dije que sí. Pensé que iba a ser un trámite rápido, pero ese día se puso tan intenso que todavía lo pienso y me da cosa.


Era un martes de octubre, con un sol que pegaba lindo en Mendoza. Cami estaba nerviosa desde el día anterior, no paraba de preguntarme si el médico iba a ser un viejo raro o si le iba a doler. Yo le tiraba chistes, pero me decía: No seas pelotudo que no voy...Yo, tratando de calmarla, le decía: “Amor, es solo un control, no pasa nada, yo estoy con vos y son cosas de salud que tenés que ahcer sí o sí”. Ella iba sencilla pero hermosa: una remera gris ajustada que le marcaba las tetas (sin corpiño, porque decía que la apretaban), una pollerita plisada azul que le llegaba a medio muslo, y el pelo castaño atado en una colita alta, con un mechón suelto que le caía sobre un ojo. Yo iba con una remera negra lisa, jeans, y zapatillas gastadas, un pibe normal tratando de bancar a su novia.

Llegamos a la clínica en el centro, calle San Lorenzo para quienes conocen, un lugar medio cheto con paredes blancas y cero olor a clínica. Nos sentamos en la sala de espera, habían minas embarazadas, pendejas con las madres y uno o dos parejitas más con la misma cara de ansiedad que nosotros. Cami no paraba de apretarme la mano, moviendo la pierna como si tuviera un motor. “Tranquila, gordi, es un ratito y nos vamos”, le dije, aunque yo también estaba medio inquieto, no sé por qué. Después de un rato, una secretaria nos llamó y nos hizo pasar a un consultorio chico: una camilla con una sábana blanca, un escritorio con papeles, y unos aparatos que me daban cosa. Cami se sentó en una silla, yo me quedé parado al lado, y esperamos al médico.

Entró el Dr. Lozano (falso para no mandar al frente a nadie), y de entrada me di cuenta que no era cualquier tipo. Tendría unos 40 años, alto, con el pelo corto y algunas canas que le daban pinta, barba recortada, y una camisa celeste que le marcaba los brazos de gimnasio y pantalocnti pinzado color marrón clarito. Hablaba con una seguridad que te hacía sentir que él tenía todo bajo control. “Camila, ¿no? Un gusto, soy el Dr. Lozano”, dijo, dándole la mano a Cami con una sonrisa que era pura confianza. A mí me dio un apretón fuerte y dijo: “¿Y vos sos…?”. “Facu, el novio”, respondí, tratando de no sonar intimidado. “Qué bueno que viniste a acompañarla, Facu, eso habla bien de vos”, dijo, con un tono amable pero con algo que me ponía alerta.

Cami estaba colorada, mirando al piso, y el doctor se sentó en el escritorio, cruzando las piernas como si estuviera charlando en un bar. Empezó con las preguntas de rutina: que si tomaba pastillas, que si tenía dolores, que cuándo fue su última regla. Cami respondía bajito, con la voz temblorosa, y yo le sostenía la mano para darle ánimo. Pero entonces, el doctor cambió el tono, como queriendo hacerla sentir más cómoda. “Camila, contame, ¿vos te sentís bien con tu cuerpo? Porque se te ve sana, pero a veces las chicas de tu edad tienen dudas, ¿no?”. Cami, tímida, dijo: “Sí, supongo… estoy bien, pero a veces me da vergüenza mostrarme”. Yo la miré, sorprendido, porque en la intimidad ella se dejaba llevar, aunque con timidez. El doctor asintió y dijo: “Eso es normal, pero mirá, tenés un cuerpo lindo, no tenés nada que temer. ¿Facu te lo dice, no?”. Yo asentí: “Obvio, es hermosa”. Cami sonrió, todavía colorada, y se relajó un poco.

“Bueno, Camila, vamos a empezar con el chequeo de los pechos. Pasá a la camilla y sacate la remera, por favor”, dijo el doctor, con una calma que sonaba profesional pero tenía algo más.

Yo me quedé helado, o sea, de entrada, me pareció raro, ¿Sin bata ni nada? “Gorda creo que ahí tenés la bata”, tiré, tratando de sonar tranquilo. El doctor me miró con esa sonrisa suya y dijo: “No hace falta, Facu, es más rápido así. Es solo un control rápido”. Cami me miró, como pidiéndome permiso, y yo, no queriendo hacerla sentir más nerviosa, no agregué más nada. Pero por dentro, algo no me cerraba.

Cami, con las manos temblando, se sacó la remera lentamente, dejando sus tetas al aire. Eran normales, pero perfectas como les dije: firmes, redondas, con pezones rosados que se pararon un poco por el frío del consultorio. Yo tragué saliva, y noté que el doctor se quedó mirando un segundo de más, aunque mantuvo la cara de profesional. “Perfecto, Camila, sentate bien recta”, dijo, poniéndose unos guantes de látex. Cami obedeció, y sus tetas temblaron un poco al enderezarse, haciendo que el aire se pusiera pesado. Yo estaba al lado, tratando de no mirar fijo, pero era imposible.

El doctor empezó a palparle las tetas, con movimientos lentos, como si estuviera buscando algo. “Todo en orden, Camila, tenés unos pechos muy sanos”, dijo, pero mientras palpaba, empezó a hacer preguntas que en el momento no me parecieron raras... “Camila, ¿vos te tocás los pechos a veces? Es importante para conocer tu cuerpo, prevenir problemas”. Cami se puso roja como un tomate y balbuceó: “Eh… sí, a veces, pero no mucho”. Yo sentía que la cara me ardía, pero no dije nada. El doctor siguió: “Eso está bien, es sano explorarse. ¿Y sentís algún tipo de dolor o molestia o solo placer cuando te tocás? ¿O cuando Facu te toca?”. Cami me miró, muerta de vergüenza, y dijo bajito: “No, no me duele… con Facu es tampoco, al contrario”. Yo no sabía dónde meterme, pero el tipo no paró. “Bien, ¡eso es bueno! Que te toquen suave o un poco más fuerte y que vayas descubriendo tu punto de sensibilidad, todas las mujeres son distintas..., Si sintieras algún dolor tenés que venir a verme de inmediato” 

Ella, casi susurrando, dijo: “Ok… igual no sé, me da cosa tocarme yo”. El doctor sonrió y dijo: “Está bien, hay que conocerse a poco y es sano tocarse, como te digo para evitar problemas de antemano…pero veo que tu sensibilidad es buena” "Aprovecháen la ducha, cuando estés tranquila, terminás de enjabonarte y te tocas despacio" y ahí, termina de decir eso y veo como los pezones de Cami estaba super duros, las tetas más turgentes, reaccionando de a poco al tacto del doctor… Yo ya no sabía si le daba consejos de salud o para pajearse.

Facu, vos sabés cómo tocarla, ¿no?”. Me miró con esa cara de hijo de puta, y yo, tratando de no quedarme atrás, dije: “Claro,sí, sí, la trato bien, nada brusco..” Mientras decía esto, el tipo aún sostenía su mano en la teta derecha de Cami, con los dedos sobre el costado y el pulgar levemente apoyado en el pezón.

El chequeo seguía, y los dedos del doctor se movían por las tetas de Cami con una lentitud que me ponía nervioso. En un momento le puso la palma de la mano en el medio de las tetas y le dijo "Respirá hondo un par de veces" El pecho de cami se hundía un poquito, atrapando la mano un poco entre las tetas y se expandía... Tranquila le decía el doctor, pero ella respiraba más rápido, y sus pezones estaban más duros que antes. Yo sentía un nudo en el estómago, pero también notaba que mi pija empezaba a apretar contra el jean. Cami me miraba, y sus ojitos verdes tenían un brillo que no era solo de nervios. El doctor, como si nada, dijo: “Camila, estás muy sana, pero vamos a seguir con el examen pélvico. Sacate la pollera y la ropa interior, por favor”. Ahí fue cuando noté algo: el doctor se ajustó los pantalones, y juro que vi un bulto que no dejaba dudas. El chabón estaba al palo, o al menos eso parecía. Cami me miró, con los ojos bien abiertos, y yo le dije: “Tranquila, amor, estoy acá”. Pero por dentro, quería preguntarle al tipo qué carajo pasaba, no me parecía el típico examen ginecológico.

Cami se paró, se bajó la pollerita, dejando a la vista una tanga blanca chiquita que se le marcaba en la conchita depilada. Las tiritas le marcaban perfecto al cintura…en ese momento pensé “por qué mierda no se vino con una bombacha más tranqui, pero cuando se terminó de sacar la pollerita y se giro apenas para empezar con la tanga vi como el doctor le relojeaba todo el culo y ese pensamiento quedó anulado, la verga ya no me dejaba pensar claro. Cami dudó un segundo, miró al doctor, luego a mí, y se sacó la tanga, quedando en bolas. Su piel blanca brillaba bajo la luz del consultorio, y esa cintura finita me volvía loco. El doctor le dijo: “Acostate en la camilla y poné las piernas en los estribos”. 

Cami obedeció, abriéndose de piernas, y yo sentí que el aire se volvía espeso. El doctor se puso un guante nuevo, untó los dedos con lubricante, y empezó a tocarle la vagina, pero no como en un examen normal. Sus movimientos eran lentos, casi como si estuviera acariciándola, y Cami soltó un suspiro chiquito, apenas audible. Yo me quedé helado, pero mis ojos no se despegaban de la escena.

“Camila, relajate, esto es normal”, dijo el doctor, mientras sus dedos abría despacio los labios de su concha y se movían despacio. Ella me miró, casi con miedo diría y ahí el médico se dio cuenta y nos dijo: "Está bien, es el primer examen y viene muchos novios porque para las chicas es como estar más en confianza… acercate Facu si querés". Yo no me quería mover mucho para no delatar que ya tenía la verga como un fierro, pero como pude, disimulando me pare al lado de Cami pero medio alejado de la camilla, no quería meterme mucho o molestar, ella estiró el brazo,  me agarró y me apretó la mano fuerte. Ahí noté que su respiración se aceleraba. “¿Sentís algo raro?”, preguntó el tipo, pero su voz tenía un tono que no me gustaba. “No… está bien”, dijo Cami, con la voz temblando, y sus ojitos verdes estaban brillando de una forma que me descolocó. Yo, parado al lado, sentía mi pija dura como piedra, y me odié por eso, pero no podía evitarlo. El doctor siguió moviendo los dedos, y aunque no era obvio, algo en la cara de Cami me decía que estaba sintiendo más que un simple examen. Sus mejillas estaban rojas, sus tetas subían y bajaban rápido, y sus piernas temblaban un poco en los estribos.

“Facu, acercate más si querés, sostenele la mano para que se sienta cómoda”, dijo el doctor, y yo obedecí, aunque mi cabeza era un lío. Cami me miró, y sus ojos tenían una mezcla de vergüenza y algo más, como si estuviera luchando contra la calentura. “¿Estás bien, amor?”, le susurré, y ella asintió, pero su mano apretaba la mía con fuerza. El doctor, sin parar, dijo: “Camila, estás muy sana, pero estás un poco tensa. ¿Facu te ayuda a relajarte en casa?”. La pregunta me cayó como un baldazo, pero Cami, casi sin voz, dijo: “Sí… cuando se puede”. "Ok, tengo que abrirte un poquito,capaz que sientas una molestia, pero tengo que revisarte bien Cami, soltó el tipo..." "Vas a sentir algo frío". Cami puso cara como de dolor, sin quejarse pero me apretó la mano... El tipo retiró el aparato, lo limpió y se sacó el guante, pero antes de terminar dijo "Casi me olvido...¿tenés buena sensibilidad abajo Cami? y volvió a acerca su mano esta vez sin el guante. Le roso la cara interna del muslo y siguió antes de que Cami pudiera respodenr " El clítoris tiene una pequeña capucha que se retrae, cuando estás excitada o podés hacerlo vos así... Y ahí Cami abrió los ojos y cerró un poco las piernas, Tranquila dijo el tipo...así podés medir vos la intensidad. Yo sentía que el consultorio se estaba convirtiendo en otra cosa, y el bulto en el pantalón del doctor era cada vez más evidente. cami estaba colorada y yo tenía una mezcla de bronca y calentura. El tipo se la quería coger ahí nomás...

Pero eso duró segundos... El examen terminó, y el doctor sacó los dedos, dejando a Cami temblando en la camilla. “Todo perfecto, Camila, quedate tranqui que no hay nada raro y estás en óptimas condiciones. Podés volver en seis meses” y se sentó en el escritorio para hacer unas recetas. Le extendió la mano con el papel y, con esa sonrisa que me ponía los pelos de punta, nos dijo “ Para que se cuiden chicos, disfruten a full que están en la mejor edad”, y le pasó la receta de las pastillas anticonceptivas. Cami se terminó de acomodar la ropa rápido, todavía colorada, y yo no sabía qué decir. Salimos del consultorio en silencio, los dos con la cabeza en cualquier lado. Caminamos así un par de cuadras hasta la parada del bondi..Cuando llegó, subimos y nos sentamos en el fondo. Noté que Cami estaba inquieta, moviendo las piernas. Cuando se acomodó subió una pierna al asiento, lo que le desacomodó la pollera, y haciéndome el boludo vi su tanga blanca: estaba mojada, no había dudas. Mi pija, que no había bajado mucho desde el consultorio, se marcaba en el jean, y ella lo notó. “Qué mirás pícaro, soltó...Facu… ¿tenés la pija parada?”, me susurró, con los ojos bien abiertosy haciéndose la sorprendida. Yo, rojo como ella, dije: “Ufff, amor… pero es porque te estoy viendo la tanga...y vos? Señalándole, ¿no me vas a decir que no te calentaste ahí adentro?”. Ella bajó la mirada, mordiéndose el labio, y asintió. “Te juro que no sé qué me pasó… estaba nerviosa, pero… me dio cosa, no sé. Es un hijo de puta!”.

No pude más. El bondi estaba casi vacío, y la calentura nos estaba matando. “Ey...tranqui, no me tenés que explicar nada”, le dije, y puse mi mano en su muslo, corriendo despacio su tanga a un costadito. Estaba empapada, y cuando le toqué la concha despacito, soltó un gemido bajito. “Shh, tranqui”, le dije, y empecé a acariciarla, metiendo los dedos por el borde de la tanga. "Estas muy mojada hija de puta...te calentó que te manoseara las tetas no cierto..." Ella, no dijo nada, miró para todos lados y temblando, me desabrochó el jean y empezó a sacar mi pija del boxer, dura como nunca. “Facu… te quiero”, susurró, y empezó a a correrme la piel para atrás dejándo salir cabeza bien despacio, mientras yo le metía un dedo en la concha y con el otro masajeaba también suavemente su clítoris, sintiendo cómo se mojaba más. Nos mirábamos, con la respiración agitada, tratando de no hacer ruido. Seguimos así unas dos cuadras más o menos...todo con movimientos muy lentos para que nadie se diera cuenta. Ella acabó primero, apretando mi mano contra su concha, y yo, la besé con lengua y dos segundos después, le llené la mano de leche, que ella limpió con un pañuelo, colorada pero sonriendo.
Llegamos a casa en silencio, pero esa noche nos garchamos como nunca, con Cami más suelta, como si el consultorio hubiera despertado algo en ella. Nunca volvimos a ese médico, pero ese día nos marcó. Hoy, a los 30 y largo, todavía nos acordamos y nos reímos de esos pendejos que no sabían cómo manejar la situación, pero no me arrepiento, eso marcó el inicio de un morbo que todavía nos acompaña. Si quieren más historias, den like y comenten que leemos todo...

5 comentarios - El inicio del morbo

Klm999 +2
Wow bro q linda experiencia de vida. Imagina que para su próximo cumpleaños le regalas unos masajes y el profesional es un negro y vos estas ahí ?? Podría terminar en cuckold interracial. Saludos
Vision_tele +1
Excelente relato chicos... voy a atento a q sigan subiendo más... hermoso morbo!!
Y muy bien contado
camilicius +1
Ojalá Cami se anime a contar uno ella! hay varias historias que queremos dejarles acá
Painstar007 +1
Van +10 me dejaron con la pija durísima espero mas