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Soltar

Me llamo Valeria, y hasta hace poco vivía atrapada en la imagen que todos esperaban de mí: esposa perfecta, madre ejemplar, mujer seria y controlada. Caminaba por la vida ciega a las miradas, a los deseos, a los gestos que rozaban mi piel y me hacían temblar por dentro.

SoltarMe llamo Valeria, y durante años estuve ciega a las miradas de otros hombres.
Ciega al cruce de rosas que me ofrecían, a los deseos que rozaban mi piel y que yo ignoraba, atrapada en la rutina, en la esposa perfecta, en la madre ejemplar.

Mi esposo fue el primero en despertar a esa mujer que siempre estuvo escondida dentro de mí. Fue el primero en sentir mi cuerpo como mío y enseñarme que podía dejarme ir, que podía gemir, que podía ser puta y mujer al mismo tiempo. Desde ese día, solté. Desde ese día dejé que otros hombres entraran en mi mundo de placer, que me descubrieran, que me usaran, que me hicieran perder el control sin miedo ni culpa. Me convertí en la puta de mi esposo… y también en la de los demás, disfrutando de cada cuerpo, de cada mirada, de cada toque que me hacía vibrar.
Hay que aprender a soltar… y yo lo descubrí en la cama.
Soy esposa, soy madre… pero también soy mujer. Esa mujer estaba dormida hasta que entendí que el verdadero placer llega cuando dejo de controlarme, cuando me olvido de la imagen perfecta que esperan de mí.


puta


La primera vez que me animé a soltar de verdad fue una noche cualquiera, después de acostar a los chicos. Mi esposo me tomó sin demasiadas palabras, y yo decidí no pensar, no calcular, no contenerme. Me abrí de piernas y dejé que me penetrara con fuerza. Gemí sin miedo, como nunca lo había hecho. Me escuché gritar su nombre, rogarle más… y lejos de avergonzarme, me excitó como una loca.
En ese instante solté la esposa correcta.
Solté la madre perfecta.
Me dejé ser la puta que siempre vivió escondida en mí.

Me agarró de la cintura y me folló contra la cama, y yo no quise parar. Le pedí que más, que más duro, que me usara como quisiera. Lo miré a los ojos y le dije que me tratara como a una cualquiera, que me cogiera sin compasión. Sentí su cuerpo chocar contra el mío, el sudor mezclarse, mis uñas marcándole la espalda. Y en cada embestida, en cada gemido, me iba liberando de todos los miedos.
Cuando me dio vuelta y me penetró por detrás, con mi cara hundida en la almohada, entendí que había soltado todo. Mi cuerpo temblaba, mi voz se quebraba entre gemidos y súplicas, y lo único que existía era ese instante, ese orgasmo que me atravesó hasta hacerme llorar de placer.
Ahí comprendí que soltar no es perder nada: es ganarlo todo.
Mientras más puta me siento en la cama, más viva estoy en la vida.
Al soltarme, me encuentro conmigo misma: con la mujer que ama, que gime, que goza, que no pide permiso para ser libre.

Soy madre, soy esposa… y cuando suelto en el sexo, soy la puta de mi esposo y de los demás, la mujer más puta y más auténtica que puedo ser.

4 comentarios - Soltar

Klm999 +1
Ojalá todas las mujeres pensaran como vos
fremin +1
Me encanta que las mujeres disfruten esa putez
aleabu
Ojalá todas lo entiendieran así!!