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✨ Relato – “La Sissy del Sótano” (parte 2) ✨

Los gemidos ahogados de Tatiana resonaban en el sótano. Una polla llenaba su garganta hasta las lágrimas mientras otra la follaba duro por detrás.


El Maestro la sujetaba de la cintura, empujando con fuerza, disfrutando de cada espasmo involuntario de ese culito obediente.
El tercer hombre, que hasta ahora solo observaba, dio un paso adelante. Con una sonrisa cruel, le acarició la mejilla húmeda de lágrimas y saliva.


—Pobrecita… aún te entra otra polla en ese culo.


Sin esperar respuesta, bajó la mano y acomodó su polla contra el ano de la sissy. El empuje fue certero, hundiéndose en su apretada entrada sissy. 


Tatiana soltó un grito ahogado, atrapada entre las tres embestidas.
Su cuerpo estaba abierto al límite: garganta y ano usados sin piedad. 


Las embestidas eran descoordinadas, brutales, la reducían a un muñeco sacudido por la fuerza de los hombres.


El Maestro reía con un tono grave, observando cómo su pequeña esclava era devorada por las pollas.


—Así me gusta… llena por todos lados, reducida a un simple recipiente. Dime, putita, ¿acaso no lo estás disfrutando?


Tatiana intentó negar, pero un espasmo de placer la traicionó. Su ano palpitaba alrededor del invasor, su ano ardía con cada empuje, y la saliva corría de su boca mientras era usada como un orificio viviente.


—Mírenla… —dijo el Maestro, sujetándola del cabello para que los demás vieran su rostro descompuesto—. Gemidos de puta… lágrimas de puta… y pronto, la corrida de todos ustedes en su interior.


Uno de los hombres gruñó, empujando con fuerza desmedida hasta correrse en su garganta. El chorro caliente la ahogó, obligándola a tragar entre tos y arcadas. 


El Maestro no se detuvo, siguió bombeando su culo mientras el otro aumentaba el ritmo en su ano.


—Traga bien, putita, aún falta mucho… —susurró el Maestro, apretando más su cadera y follándola con furia.


Los otros dos hombres no tardaron en llegar a su clímax. El primero descargó un torrente espeso que la llenó por dentro, haciéndola temblar al sentir cómo la inundaba. 


Luego, el Maestro enterró hasta el fondo su polla y derramó su semen caliente en lo más profundo de su ano.


Tatiana quedó temblando, goteando fluidos de todos sus agujeros, jadeando y con los ojos nublados por lágrimas y placer. Los hombres se apartaron, dejando que su cuerpo colapsara sobre el suelo frío del sótano.


El Maestro la observó, satisfecho.


—Hoy has aprendido tu lugar, sissy. Y apenas estamos empezando.

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