El sonido de la puerta al cerrarse resonó en el departamento como un disparo. Max, con su pijama de franela y sus calzoncillos holgados que nunca excitaron a nadie, ni siquiera se dio cuenta de que su esposa no llevaba ropa interiorbajo el vestido ajustado que tanto le gustaba usar "para salir con las amigas".
—"Cariño, me voy. No me esperes despierto"— dijo Norma, pintándose los labios de un rojo obsceno frente al espejo.
Max asintió, demasiado ocupado con su serie aburrida para notar cómo los ojos de su mujer brillaban con un hambre que él nunca podría saciar.
Lo que Max no sabía era que Norma no iba al cine.
Iba a ser la puta de otro hombre.
El Nariz no perdió tiempo. Le envió el video a Max al día siguiente.
El pobre contador tembló al ver a su esposa, su Norma, de rodillas en una cama de hotel, gimiendo como una perra mientras un extraño le embestía por detrás.
—"¿Q-qué es esto?"— balbuceó Max, con el teléfono tembloroso en la mano.
Norma, que estaba pelando papas en la cocina, sonrió.
—"Es exactamente lo que parece, Maxito. Me follé a otro. Y fue mil veces mejor que contigo"—.
Max dejó caer el teléfono. Su mundo se derrumbó.
Pero entonces, algo inesperado sucedió.
Su polla se puso dura.
—"¿Te excitó, Max? ¿Ver a tu mujer siendo usada como debe ser?"— Norma se acercó, desabotonando su blusa lentamente.
Max quería llorar, gritar, golpear algo. Pero en lugar de eso, sintió cómo su respiración se aceleraba.
—"N-no… yo…"—.
Norma se rió, bajándole el cierre del pantalón.
—"Mentiroso. Mira qué duro estás"—.
Lo empujó contra la pared, le bajó los calzoncillos y empezó a masturbarlo con mano experta.
—"El Nariz dijo que si quieres que esto siga siendo un secreto, me vas a dejar ir con él cada vez que te pida. Y tú…"— aquí Norma le apretó los huevos con fuerza— "vas a quedarte en casa, masturbándote como el perdedor que eres, mientras un hombre de verdad me hace gritar"—.
Max gimió. No de dolor. De humillación. De excitación.
—"Dime que sí, Max. Dime que quieres ser mi cornudo obediente"—.
Y Max, con lágrimas en los ojos y la polla a punto de explotar, asintió.
El olor a cerveza barata y sudor impregnaba el aire del departamento cuando Norma entró con sus tacones de aguja, el vestido arrugado y el maquillaje corridos de tanto sudor y lágrimas de placer. Max estaba en el sofá, desnudo de la cintura para abajo, con la polla en la mano, frotándose como el perdedor que era mientras escuchaba los gemidos grabados de su esposa.
—"¿Te gustó el audio, Maxito?"— preguntó Norma, arrojándole el sostén manchado de semen a la cara. —"Ese fue el tercero que me corrió en la boca hoy. El segundo me dejó el coño adolorido… y el primero me azotó tan fuerte que aún me arde el culo"—.
Max gimoteó, su verga palpitando como la de un adolescente, incapaz de decidir si llorar o correrse.
—"S-sí, Norma…"—.
—"Baja la cabeza, perro"— ordenó ella, pisoteando su orgullo (y literalmente, su mano) con el taco de aguja. —"Aún no tienes permiso para mirarme a los ojos, cornudo de mierda"—.
El Nariz había sido claro: —"Si quieres que tu esposa siga siendo mi puta personal, vas a hacer exactamente lo que te digamos"—.
Y esa noche, la orden era simple: —"Norma va a traer a un amigo. Y tú, maricón, vas a servirnos como el esclavo que eres"—.
Max temblaba cuando escuchó el timbre. Sabía que detrás de esa puerta estaba El Negro, el tipo que El Nariz había descrito como "un semental con una verga que va a reventar a tu mujer"—.
Norma abrió, desnuda bajo un batón transparente, y dejó entrar al gigante. 1.90 de puro músculo, una sonrisa burlona y un bulto en el pantalón que hacía que la polla de Max pareciera un gusano.
—"Mira lo que me trajo tu esposa, cuck"— se burló El Negro, agarrando a Max del pelo y obligándolo a arrodillarse. —"Un maricón que se excita viendo cómo su mujer se convierte en una zorra"—.
Norma se rió, acariciando el enorme bulto del invitado.
—"Max, limpia el piso. Y no te atrevas a mirar"—.
El Negro no perdió tiempo. Le arrancó el batón a Norma de un tirón y la lanzó sobre la mesa del comedor.
—"Dios mío, qué coño más apretado"— gruñó, escupiendo en su entrada antes de hundirse en ella de un solo empujón.
Norma gritó, pero no de dolor. De puro éxtasis.
—"¡Sí, papi! ¡Así! ¡Dame esa verga de caballo que mi marido ni en sus sueños!"—.
Max, de rodillas con el trapo en la mano, limpiaba el piso donde minutos antes su esposa había sido penetrada salvajemente. Las lágrimas le caían, pero su polla estaba más dura que nunca.
—"Mira, cuck"— dijo El Negro, sacando su verga brillante de los fluidos de Norma y acercándosela a la cara de Max. —"Límpiala. Todo. Hasta que no quede rastro de tu esposa en mí"—.
Max obedeció, llorando mientras su lengua recogía el semen y los jugos de Norma.
—"Buen perro"— se burló Norma, acercándose y escupiéndole en la cara. —"Ahora ve al baño y trágate tu propia vergüenza mientras yo me corro otra vez"—.
El Negro volteó a Norma y la tomó por detrás, azotándole las nalgas mientras Max, escondido tras la puerta, se masturbaba como un enfermo.
—"¿Te gusta ver esto, maricón?"— preguntó El Negro, mirando directamente a Max. —"¿Te excita saber que tu esposa prefiere mi polla negra antes que tu pene de insecto?"—.
—"S-sí…"— jadeó Max, corriéndose en sus manos sin siquiera tocarse.
Norma se rió, alcanzando el orgasmo con un grito que resonó en todo el departamento.
—"¡Max! ¡Ven aquí y besa mis pies mientras este hombre de verdad me llena el útero!"—.
Max gateó, lamió los dedos de los pies de su esposa y sintió cómo El Negro eyaculaba dentro de ella con un rugido.
Cuando terminaron, El Negro se limpió con la camisa de Max y le lanzó un billete arrugado.
—"Para que compres pañales, bebé"— dijo, dándole una palmada en la cabeza. —"La próxima vez, quiero que me chupes los huevos mientras le como el coño a tu mujer"—.
Norma, todavía temblando de placer, se acercó a Max y le susurró al oído:
—"Mañana, invitaré a otro. Y tú, mi lindo cuckold, vas a prepararle el café… desnudo"—.
Max, con semen ajeno en los labios y la autoestima por los suelos, sonrió.
Porque nunca había estado tan excitado en su vida.
—"Cariño, me voy. No me esperes despierto"— dijo Norma, pintándose los labios de un rojo obsceno frente al espejo.
Max asintió, demasiado ocupado con su serie aburrida para notar cómo los ojos de su mujer brillaban con un hambre que él nunca podría saciar.
Lo que Max no sabía era que Norma no iba al cine.
Iba a ser la puta de otro hombre.
El Nariz no perdió tiempo. Le envió el video a Max al día siguiente.
El pobre contador tembló al ver a su esposa, su Norma, de rodillas en una cama de hotel, gimiendo como una perra mientras un extraño le embestía por detrás.
—"¿Q-qué es esto?"— balbuceó Max, con el teléfono tembloroso en la mano.
Norma, que estaba pelando papas en la cocina, sonrió.
—"Es exactamente lo que parece, Maxito. Me follé a otro. Y fue mil veces mejor que contigo"—.
Max dejó caer el teléfono. Su mundo se derrumbó.
Pero entonces, algo inesperado sucedió.
Su polla se puso dura.
—"¿Te excitó, Max? ¿Ver a tu mujer siendo usada como debe ser?"— Norma se acercó, desabotonando su blusa lentamente.
Max quería llorar, gritar, golpear algo. Pero en lugar de eso, sintió cómo su respiración se aceleraba.
—"N-no… yo…"—.
Norma se rió, bajándole el cierre del pantalón.
—"Mentiroso. Mira qué duro estás"—.
Lo empujó contra la pared, le bajó los calzoncillos y empezó a masturbarlo con mano experta.
—"El Nariz dijo que si quieres que esto siga siendo un secreto, me vas a dejar ir con él cada vez que te pida. Y tú…"— aquí Norma le apretó los huevos con fuerza— "vas a quedarte en casa, masturbándote como el perdedor que eres, mientras un hombre de verdad me hace gritar"—.
Max gimió. No de dolor. De humillación. De excitación.
—"Dime que sí, Max. Dime que quieres ser mi cornudo obediente"—.
Y Max, con lágrimas en los ojos y la polla a punto de explotar, asintió.
El olor a cerveza barata y sudor impregnaba el aire del departamento cuando Norma entró con sus tacones de aguja, el vestido arrugado y el maquillaje corridos de tanto sudor y lágrimas de placer. Max estaba en el sofá, desnudo de la cintura para abajo, con la polla en la mano, frotándose como el perdedor que era mientras escuchaba los gemidos grabados de su esposa.
—"¿Te gustó el audio, Maxito?"— preguntó Norma, arrojándole el sostén manchado de semen a la cara. —"Ese fue el tercero que me corrió en la boca hoy. El segundo me dejó el coño adolorido… y el primero me azotó tan fuerte que aún me arde el culo"—.
Max gimoteó, su verga palpitando como la de un adolescente, incapaz de decidir si llorar o correrse.
—"S-sí, Norma…"—.
—"Baja la cabeza, perro"— ordenó ella, pisoteando su orgullo (y literalmente, su mano) con el taco de aguja. —"Aún no tienes permiso para mirarme a los ojos, cornudo de mierda"—.
El Nariz había sido claro: —"Si quieres que tu esposa siga siendo mi puta personal, vas a hacer exactamente lo que te digamos"—.
Y esa noche, la orden era simple: —"Norma va a traer a un amigo. Y tú, maricón, vas a servirnos como el esclavo que eres"—.
Max temblaba cuando escuchó el timbre. Sabía que detrás de esa puerta estaba El Negro, el tipo que El Nariz había descrito como "un semental con una verga que va a reventar a tu mujer"—.
Norma abrió, desnuda bajo un batón transparente, y dejó entrar al gigante. 1.90 de puro músculo, una sonrisa burlona y un bulto en el pantalón que hacía que la polla de Max pareciera un gusano.
—"Mira lo que me trajo tu esposa, cuck"— se burló El Negro, agarrando a Max del pelo y obligándolo a arrodillarse. —"Un maricón que se excita viendo cómo su mujer se convierte en una zorra"—.
Norma se rió, acariciando el enorme bulto del invitado.
—"Max, limpia el piso. Y no te atrevas a mirar"—.
El Negro no perdió tiempo. Le arrancó el batón a Norma de un tirón y la lanzó sobre la mesa del comedor.
—"Dios mío, qué coño más apretado"— gruñó, escupiendo en su entrada antes de hundirse en ella de un solo empujón.
Norma gritó, pero no de dolor. De puro éxtasis.
—"¡Sí, papi! ¡Así! ¡Dame esa verga de caballo que mi marido ni en sus sueños!"—.
Max, de rodillas con el trapo en la mano, limpiaba el piso donde minutos antes su esposa había sido penetrada salvajemente. Las lágrimas le caían, pero su polla estaba más dura que nunca.
—"Mira, cuck"— dijo El Negro, sacando su verga brillante de los fluidos de Norma y acercándosela a la cara de Max. —"Límpiala. Todo. Hasta que no quede rastro de tu esposa en mí"—.
Max obedeció, llorando mientras su lengua recogía el semen y los jugos de Norma.
—"Buen perro"— se burló Norma, acercándose y escupiéndole en la cara. —"Ahora ve al baño y trágate tu propia vergüenza mientras yo me corro otra vez"—.
El Negro volteó a Norma y la tomó por detrás, azotándole las nalgas mientras Max, escondido tras la puerta, se masturbaba como un enfermo.
—"¿Te gusta ver esto, maricón?"— preguntó El Negro, mirando directamente a Max. —"¿Te excita saber que tu esposa prefiere mi polla negra antes que tu pene de insecto?"—.
—"S-sí…"— jadeó Max, corriéndose en sus manos sin siquiera tocarse.
Norma se rió, alcanzando el orgasmo con un grito que resonó en todo el departamento.
—"¡Max! ¡Ven aquí y besa mis pies mientras este hombre de verdad me llena el útero!"—.
Max gateó, lamió los dedos de los pies de su esposa y sintió cómo El Negro eyaculaba dentro de ella con un rugido.
Cuando terminaron, El Negro se limpió con la camisa de Max y le lanzó un billete arrugado.
—"Para que compres pañales, bebé"— dijo, dándole una palmada en la cabeza. —"La próxima vez, quiero que me chupes los huevos mientras le como el coño a tu mujer"—.
Norma, todavía temblando de placer, se acercó a Max y le susurró al oído:
—"Mañana, invitaré a otro. Y tú, mi lindo cuckold, vas a prepararle el café… desnudo"—.
Max, con semen ajeno en los labios y la autoestima por los suelos, sonrió.
Porque nunca había estado tan excitado en su vida.
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