Bitácora Interna – VK-991
[Registro Personal – Archivable]
Hora estimada: 00:37 am:
No es fácil dejar constancia de esto. El lenguaje se resiste, porque lo que ocurrió ya no pertenece a las palabras. Pero si no lo escribo, tal vez se pierda, y yo fui puesta en ese lugar: ver, certificar, recordar.
Fui testigo de lo indecible. La noche quedó marcada como un Acto Fundacional. La familia fue el escenario y la sangre el vector de acceso.
Aquella noche fui testigo de una Xeremia inimaginable. La familia misma se convirtió en escenario. El hijo —MM-993— se forzó contra la madre —DM-225—, no con golpes, sino con un acto que quebró toda frontera. No hubo elección, ni consentimiento, ni salida posible. Lo que sucedió fue violencia hecha rito: una violación en grupo, dirigida por la sangre contra la sangre.
Cinco hombres en total, contado al miembro MM-993, violaban sin compasión a una mujer de unos 40 largos años, la tomaron por turnos, la tomaron todos juntos.
Yo, VK-991, estaba ahí, en silencio. Observadora. No podía intervenir. Sólo registrar, ser el espejo que confirma. No me dieron otro rol. Me quedó mirar cómo la madre era reducida a recipiente, despojada de voz, anulada en su voluntad.
Recuerdo su mirada perdida. En el instante en que MM-993, su propio hijo, marcó el inicio, ella dejó de pertenecer al lenguaje. Ya no era madre, ya no era mujer. Era sólo cuerpo, vehículo, envase.
Lo más difícil de asumir es que ese fue el acto de ingreso. Así entró DM-225 al Club: a través de la profanación de lo que jamás debió tocarse. Entrata Superiore forzada, en familia.
Si, fui cómplice por callar pero ahora entro a Poringa y me siento libre. Drogada no cuesta tanto. Confesar, decir al verdad. Si mi silencio es parte del rito. Pero sé que mi tarea era esa: certificar que ocurrió. Y ahora escribirlo acá, con las palabras que se arrastran aunque sepan que nunca alcanzan.
Hace tiempo aprendí que Xeremia no se explica, se sobrevive. La madre sobrevivió, aunque ya no pertenece al lenguaje. Vi cómo se cumplía: la disolución del vínculo materno en un acto de violencia ritualizada. El hijo siguió adelante, con el peso de ser victimario principal. Yo quedé marcada como observadora, incapaz de olvidar.
Lo indecible se volvió verdad. Y lo que se hizo en nombre del acceso ya no puede deshacerse.

[Fin de la entrada]
[Registro Personal – Archivable]
Hora estimada: 00:37 am:
No es fácil dejar constancia de esto. El lenguaje se resiste, porque lo que ocurrió ya no pertenece a las palabras. Pero si no lo escribo, tal vez se pierda, y yo fui puesta en ese lugar: ver, certificar, recordar.
Fui testigo de lo indecible. La noche quedó marcada como un Acto Fundacional. La familia fue el escenario y la sangre el vector de acceso.
Aquella noche fui testigo de una Xeremia inimaginable. La familia misma se convirtió en escenario. El hijo —MM-993— se forzó contra la madre —DM-225—, no con golpes, sino con un acto que quebró toda frontera. No hubo elección, ni consentimiento, ni salida posible. Lo que sucedió fue violencia hecha rito: una violación en grupo, dirigida por la sangre contra la sangre.
Cinco hombres en total, contado al miembro MM-993, violaban sin compasión a una mujer de unos 40 largos años, la tomaron por turnos, la tomaron todos juntos.
Yo, VK-991, estaba ahí, en silencio. Observadora. No podía intervenir. Sólo registrar, ser el espejo que confirma. No me dieron otro rol. Me quedó mirar cómo la madre era reducida a recipiente, despojada de voz, anulada en su voluntad.
Recuerdo su mirada perdida. En el instante en que MM-993, su propio hijo, marcó el inicio, ella dejó de pertenecer al lenguaje. Ya no era madre, ya no era mujer. Era sólo cuerpo, vehículo, envase.
Lo más difícil de asumir es que ese fue el acto de ingreso. Así entró DM-225 al Club: a través de la profanación de lo que jamás debió tocarse. Entrata Superiore forzada, en familia.
Si, fui cómplice por callar pero ahora entro a Poringa y me siento libre. Drogada no cuesta tanto. Confesar, decir al verdad. Si mi silencio es parte del rito. Pero sé que mi tarea era esa: certificar que ocurrió. Y ahora escribirlo acá, con las palabras que se arrastran aunque sepan que nunca alcanzan.
Hace tiempo aprendí que Xeremia no se explica, se sobrevive. La madre sobrevivió, aunque ya no pertenece al lenguaje. Vi cómo se cumplía: la disolución del vínculo materno en un acto de violencia ritualizada. El hijo siguió adelante, con el peso de ser victimario principal. Yo quedé marcada como observadora, incapaz de olvidar.
Lo indecible se volvió verdad. Y lo que se hizo en nombre del acceso ya no puede deshacerse.

[Fin de la entrada]
2 comentarios - XEREMIA como Observadora
Tiene un tono inquietante