El viaje a Málaga

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Pocas veces en un viaje te toca junto a una de esas mujeres que siempre te hizo fantasear. Pelo rizado, con oyuelos y mirada burlona. Andaluza, por supuesto. Nariz casi diría de boxeadora pero en un último instante poseía un toque infantil y cómico.
No llevaba ropa interior, al menos sujetador y por los lados, el volumen redondeado y potente de unos grandes senos, asomaban e invitaban al deseo.
Iban a ser cinco horas cargadas de malos pensamientos.
De vez en cuando, con algún giro me golpeaba de costado rozando sus senos en mi brazo izquierdo.
A la cuarta envestida mi miembro no pudo resistirse y afloró como un faro poderoso en el océano. Enorme, tensa y excitado, buscando ser agarrado con fuerza por sus frágiles manos.
Ella lo vio y me sonrió.




Mi respiración debió agotar tanto oxigeno que di por hecho que pensar no tenía sentido, así que no me preguntes cómo, cogí su mano y la puse entre mis piernas
¿Pero que haces gilipollas? ¿Acaso te crees que eso le pone a una mujer?
Doy por hecho que si, respondí sin miedos
¿Cómo te llamas?
Diego, respondí sin saber, si aún habitaba alguien dentro de mi o ya había sido poseído por mi animal en busca deseo.
Hay que joderse, siempre me tocan lunáticos.
Devolvió la mirada al árido paisaje que atravesaba el tren.
Tienes suerte de que me encanta follar...
Entonces, sin que lo viera venir sacó sus dos enormes senos para que los acariciara. Empezó a gemir mientras con la mano derecha acariciaba mi miembro a punto de explotar.
¿Esto es real? Le susurré al oído aún contándome enlazar las sílabas entre la saliva que empezaba a hervir mi mente.
Y gratis. Me respondió con lascivia.
Tras una sonrisa perversa, tras romper todos mis miedos, coloreando sus mejillas, así como el sol a lo lejos acariciaba la lejana tierra, llevó sus labios a mi prepucio donde lamió de arriba abajo.
Era tal el placer que creí desmayarme.
Cuando giré la cabeza pude ver a dos adolescentes al lado grabandonos..
No me jodas, pensé, al final voy terminar siendo actor porno en internet. Pero según lo pensaba más me gustaba la idea. Así que agarre su rizado pelo miel, y apreté con rabia hacia mi su cuello hasta sentir que le faltaba el aire.
Excitado sonreí. Tenía el poder de convertir el deseo en un arma, un revolver que disparaba océanos de perversion sobre una desconocida.
Todo estaba nublado, entre placer, gemidos y respiración entre cortada.
¿Y si follamos? Le propuse. Necesito adentrarme en ese húmedo puerto e inundarlo.
Tenía una dentadura perfecta, unos ojos acaramelados con resina y esa nariz cierta mente achatada se levantó para confirmarme que aquel viaje sería un trayecto hacia un nuevo yo.
No dijo nada se quitó toda la rop, dejando a la gravedad sus grandes pechos donde un tatuaje con el símbolo infinito en un costado le daba un toque sensual. Su sexo cubierto por un pelo rebelde pero a la vez uniforme. y tras colocarse sobre mí, se clavó mi estaca con ansia.
Joder, no empótrame hasta que duela. Su voz era susurrada, segura y grave, como una nota dada con desgana.
Menos mal que el la parte de atrás todo estaba vacía, menos los Dos que nos grababan como si fuera una película porno.
Subía bajaba, sentía la humedad de su sexo empaparme como el agua que te riega en un desierto. Nos sentíamos sucios, lascivos pero poseídos por un placer animal, instintivo que nos deshacía con cada envite.
La besé, mordí sus senos, la insulte... Ella solo gemina desesperada en busca de su merecido momento de explosión.
Los párpados sin dueña, cayeron cubriendo con sus enormes párpados la sonrojez de sus mejillas excitadas.
Al tocarla sentí la brisa de la infancia, el calor de un verano adolescente y con cada penetración. La seguridad de saberme en lo más profundo de una noche infinita.
Era tanto el placer y tan viva la conexión, que mi mente olvidó que la última razón del placer es correrse.
Dibujaba cada movimiento congelando la realidad. Demasiado placer...
(Continuará)