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Reencuentro con mi bully 10 años despues Pt2

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Sinopsis: Segunda parte de la historia del reencuentro con mi bully a 10 años de nuestro egreso. ¿Hasta donde está dispuesto a llevar las cosas mi bully?
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Habían pasado varios días desde que le había mamado la verga al bully de mi secundaria, dos veces. Me sentía raro, humilladísimo, avergonzado, pero extrañamente caliente. Me sentía como un niño que descubre el porno y las cosquillas internas le recorren el cuerpo. No podía dejar de ver el video a cada rato, y no podía evitar tocarme el pito duro mientras veía en la pantalla mi propia cabeza chupandole la verga en el auto a Ricky. ¡Qué fuerte era aquella imagen! Esa profunda verguenza que sentía viéndome así me generaba al mismo tiempo un morbo impresionante.

Un día mi bully me añadió a un grupo de whatsapp que se llamaba “juntada secundaria”, estaban organizando una reunión, esta vez por su cuenta y en la casa de alguno de los chicos o chicas. El corazón me latía a mil cuando leí un mensaje de Ricky por privado que decía: “vos vas a ir a la reunión, pitito”, y al segundo siguiente uno en el grupo que decía: “yo lo paso a buscar a Julián y vamos”. La idea de la reunión había sido suya, y su insistencia a que yo asistiera me dio mucho miedo.

Esa semana me la pase pensando en Ricky sin parar, en esa maldita reunión a la que iba a ir porque, por alguna extraña razón, sentía que no podía desobedecer a mi bully de la secundaria. Leía cada tanto los mensajes del grupo para estar al tanto, siempre temiendo encontrarme con alguna burla desubicada de Ricky, o peor aún, con mi video compartido.

El día anterior a la fiesta me escribió un mensaje privado.

¿ansioso por la juntada, pitito?
Si, buena onda - dije yo sin saber realmente que decir
La vamos a pasar de lujo, piti, estate listo a las 21 que te paso a buscar 😉
Esa noche, completamente nervioso lo esperé en la entrada de mi edificio hasta que apareció en su auto, con una perversa risa dibujada en el rostro. Me subí casi temblando y lo saludé intentando hacerme el desentendido. Estuve todo el viaje esperando el momento en que hiciera algún comentario, o se sacara la verga afuera para que se la chupara, pero no dijo nada.

En la fiesta todo sucedía normalmente. Charlas, risas, pizza, cerveza, porro, y ninguna mención o comentario pícaro al respecto por parte de mi bully. Aún así tuve temor y nervios toda la noche, siempre esperando el momento de Ricky. Cuando me alejaba intentaba escuchar lo que él hablaba, para interceder en caso de que fuera necesario. Ricky lo notaba y lo disfrutaba, siempre mirándome de reojo y esbozando sonrisitas.

Promediando la noche, y visiblemente borracho, fui al baño a hacer pis. Cuando quise cerrar la puerta una fuerte mano empujó para adentro; era él, mi bully. Se abrió paso sin mucho esfuerzo y me miró fijo.

Cerrá la puerta - dijo
Yo obedecí rápidamente, no por obedecer su orden, sino para que no vieran que se había metido conmigo al baño.

¿Qué hacés, Ricky? - intenté protestar.
Sacate la ropa
¿Qué?
Lo que escuchás, pitito, dale, desnudate.
Lo miré extrañado y asustado, como esperando que me dijera que era una broma. Al ver que eso no ocurría, comencé a obedecerlo despacio, aún con la esperanza de que me hiciera detener. Cuando me quedaban solo las medias y los boxers lo miré con los ojos llorosos.

Ricky…
Dale pitito, sacate los boxers!
Una lágrima rodó por mi mejilla coloradísima mientras me bajaba los boxers hasta los tobillos lentamente.

Tirá toda tu ropa a la bañera - dijo, y obedecí, ya sin protestar. Luego me quedé de pie frente a él, totalmente desnudo y vulnerable, abusado.
Ricky se abrió los jeans y los bajó hasta sus tobillos junto con sus boxers, dejando a la vista su imponente pedazo de verga. Tragué saliva y volví a llorar de los nervios, sin saber lo que iba a pasar. Y afuera, todos nuestros compañeros y compañeras.

Mi bully se sentó en el inodoro, abrió sus piernas y me miró

A lo tuyo, pitito, dale
Lo miré casi aliviado de que solo quisiera que se la chupara y me arrodillé, de nuevo, ante él. Tomé su verga con mis dedos y la masturbé despacio mientras se iba poniendo dura, luego, como una puta experta, lamí el glande un par de veces y me lo metí en la boca.

Rogando que no quisiera que lo mirara a los ojos me la metí y saqué de la boca varias veces, intentando calentarlo mucho para que el trámite fuera rápido. Mantenía mi cabeza agachada y mis ojos cerrados mientras mi corazón me aturdía con sus latidos. La verga de mi bully entraba y salía de mi boca mientras me ayudaba con una mano, masturbando la base de su tronco.

Chuparle la verga no era nevo, lamentablemente, pero el hecho de estar haciéndolo en el baño de un compañero, con una fiesta transcurriendo del otro lado de la puerta, me hacía sentir mucho más humillado y abusado, y me producía un terror inmenso. ¿Qué pasaría si de repente se abriera la puerta y alguno de mis compañeros me viera así, completamente desnudo, arrodillado ante Ricky con su verga en la boca? ¿Cómo podría explicar algo así? ¿Cómo podría reaccionar la gente, o el mismo Ricky?

También había algo de degradación en el hecho de estar de rodillas ante un inodoro, el trono de mi bully, en un baño de suelo helado, y completamente desnudo y despojado de mi ropa. Era un nuevo nivel de humillación, y había en la situación un claro tono de dominación y abuso. Ricky no me hacía chuparle la verga en ese lugar y en esas condiciones porque le causaba placer sexual mi mamada, lo hacía porque sabía que así me hacía más suyo, me volvía más loco y me demostraba que podía hacer conmigo lo que quisiera, aunque ya tuviéramos 10 años de egresados y fuesemos dos adultos. Me había metido en un baño en plena fiesta, fiesta que él mismo había organizado, y me había hecho desnudar completamente mientras él estaba vestido. Y no solo eso, sino que me había hecho arrojar mi ropa lejos, para hacerme entender que estaba completamente vulnerable y entregado a él, que era suyo, su juguete, y no tendría forma de cubrirme, disimular o explicar la situación si alguien abriera la puerta y me encontrara así. Dominación total.

Cuando mi mamada dio sus frutos y sentí su leche acercarse por sus enormes huevos, la mano de Ricky se apoderó de mi nuca y me empujó la cabeza casi hasta su pubis.

No te la tragues, ¿escuchaste, pitito?
Tenía toda su verga metida hasta la garganta de una forma que nunca había vivido antes, me estaba violando la garganta y yo apenas podía respirar. Asentí con la cabeza, como pude.

Decilo - me ordenó él.
No.. No me la trago.. - dije yo mediante una serie de sonidos casi indescifrables.
Ricky me soltó y comenzó a acabar en mi boca. Yo hice mi mayor esfuerzo por obedecer y fui juntando su leche fresca en la boquita.

Estuve juntando lechita para vos, pitito, no me la toco hace días - decía él, divertido, mientras seguía acabando y se estiraba para jugar con mi culo.
Yo continué jntando su leche y esperando a que terminara de acabar. Sus manos amasaban mi culo con ganas. Más allá de sus dedos cuando le mostré el pito en la escuela, era la primera vez que Ricky me tocaba en nuestra nueva etapa de bullying. Que morbo y que humillación sentí.

Cuando terminó de escupir leche no me dejó sacarme su verga de la boca, por lo que sumisamente permanecí en aquella posición, esperando a que me dejara soltarla. Sus manos comenzaron a darme tremendos chirlos en la cola que me hicieron temer que los escucharan los invitados. Eso era peor que el tremendo dolor que sentía.

Me dio unos tres chirlos impresionantemente fuertes en cada nalga. Solo con el primero me había hecho temblar y dar un pequeño grito ahogado en su verga. ¿Cómo podía aquel muchacho de mi misma edad tener esa fuerza brutal?

Me imaginé mi culo completamente rojo, con sus dedos marcados en mi carne, mientras me incorporaba, con su leche en la boca.

Vestite, pitito, y cuando salgas quiero que todavía tengas mi leche en tu boca, ¿entendido? la vas a tener ahí hasta que yo te diga.
Asentí humillado con la cabeza y comencé a buscar mi ropa; él se aseguró de abrir la puerta antes de que yo lo lograra y la dejó abierta.

Me puse mi ropa lo más rápido posible mientras su leche flotaba en mi boca y me llenaba la lengua de su fuerte sabor.

Volví asustado a la fiesta e intenté pasar desapercibido mientras tenía la leche de Ricky en mi boca cerrada. Un secreto increíblemente humillante que debía guardar. Mi bully se encargó de incluirme en las charlas, e incluso hacerme participar. Yo asentía con la cabeza a todo lo que decía y sonreía lo poco que podía. En un momento random de la charla, mientras contaba una anécdota, me miró fijo y dijo:

¿O no, Piti?... tragala.
Todos lo miraron y me miraron, y en ese momento en el que era el centro total de atención, tragué toda la leche que tenía en mi boca. Era mucha cantidad y de un sabor muy fuerte al que aún (sí, aún, porque a la larga terminaría gustándome) no me había acostumbrado, por lo que no pude evitar poner un gesto grotesco y contener una arcada.

Si, jaja, tal cual - dije a todos mis espectadores, intentando no pensar en que acababa de tomarme toda la lechita de mi bully para ellos.
¿Por qué te dice Piti? - me preguntó de repente Agustina, una de mis compañeras
Me quedé petrificado y esperaba que me tragara la tierra o hacer combustión espontánea.

No, nada - dije casi llorando - un chiste interno…
No seas tímido, Piti, contales a los chicos, es gracioso - intervino Ricky
No, nada, en serio, de cuando eramos chicos, ni me acuerdo… - intenté esquivar la conversación
Yo me acuerdo - dijo él - es que cuando eramos chicos Juli tenía el pito re chiquitito, entonces en el vestuario le decíamos piti, por pitito… ¿te acordás, pitito?
Todos, yo incluído, nos quedamos de piedra por la revelación. Algunos contenían la risa, otros aún intentaban procesar la información, y uno que otro intentaba hacer como que nada pasaba por pura incomodidad.

Éramos chicos, seguro le creció y ahora lo tiene grande - concluyó Ricky a puro carisma, haciendo que todos se rieran. Todos menos yo.
El sabor de su leche fresca me acompañó toda la noche y no podía pensar en otra cosa. Él se me acercaba a cada rato a hacerme un comentario malicioso en voz baja, o a preguntarme si todavía sentía el gusto de su lechita, o si me dolía la cola. La peor fiesta de mi vida.

Cuando finalmente nos volvíamos en el auto Ricky no paraba de reír y hablar sobre sus maldades en la fiesta.

¿Estaba rica la lechita, eh piti? Te la tomaste toda, y adelante de los chicos jaja
Yo guardaba silencio y solo contestaba si el me insistía, y me dejaba humillar.

Si, Ricky, estuviste bien - le decía, intentando no llorar.
¿Como no te ibas a acordar de tu apodo, piti? Estuviste flojo, eh
Perdón
¿Perdón, qué?
Perdón, Ricky
Te perdono, pitito. - se rió.
Después de un viaje que se me hizo eterno, en el que Ricky manejó fumando porro y convidandome de vez en cuando, llegamos finalmente a mi casa. Me disponía a bajarme cuando su voz me detuvo en seco.

Esperá, pitito, ¿a donde vas? - dijo con voz firme mientras se abría los pantalones. - Te faltó algo
Sacó de sus boxers su poronga venosa y me miró con sorna mientras se acomodaba y fumaba una seca de su faso. Yo me agaché resignado y doblegado, y sumisamente me la metí en la boca y la chupé.

Conteniendo las lágrimas, muriendo de la verguenza, y casi en piloto automático se la mame en el auto mientras el jugaba con mi cabello y hacía comentarios crueles hasta que me llenó la boca de leche por segunda vez en la noche.

Me sostuvo la cabeza contra su pubis de nuevo, pero esta vez me tragué toda su leche, o mejor dicho, el me acabó en la garganta. Tremendamente extraña y morbosa fue aquella sensación de sentir los lechazos golpear y bajar por mi garganta. Fue en ese momento que entendí hasta donde tenía metida realmente su verga. Me vi a mi mismo así, imaginando como me vería un transeúnte, con la boca pegada al cuerpo de un macho que estaba penetrandome hasta el esófago en la vía pública, y algo se rompió dentro mio. En mi mente se repetían las imágenes y sensaciones de las tres veces que le había chupado la verga a Ricky mientras el gemía con insultos hacia mi persona.

Un día de estos te escribo y hacemos algo - me dijo mientras se guardaba la verga y yo me limpiaba la boca. - ¿Si, pitito?
Si, Ricky - conteste sumiso.
Mientras subía en el ascensor y me veía al espejo no pude evitar llorar y abrirme la bragueta. Me masturbé con fuerza mirándome al espejo sin importarme que alguien pudiera subir y encontrarme así. Acabé en el suelo de mi departamento después de haberme pajeado mientras caminaba por el pasillo y abría la puerta.

Me sentí completamente humillado mientras me arrodillaba a limpiar la corrida con una servilleta, pensando en que me había masturbado de aquella forma salvaje por la calentura que me producía el morbo de estar sometido a Ricky, de ser de nuevo suyo, su propiedad.

Aquella noche, aquella fiesta con ex compañeros, había sido la forma de Ricky, mi bully, de demostrarme que aunque hubieran pasado diez años yo seguía siendo su perrito sumiso, y lo sería siempre, por el simple hecho de que él así lo quería, y era mi dueño. Había sido su forma de demostrarme que aunque ahora todos fuesemos adultos, yo seguía siendo el sumisito del curso, y el era el matón, el bully, mi bully. Y sus últimas palabras en el auto, que era su castillo y su trono, me habían dejado bien claro que esto no había sido un evento único para saciar su malicia sino un recordatorio de lo que era yo, y de que lo seguiría siendo. ¿Con cuál saldría Ricky la próxima vez? ¿Hasta donde estaba dispuesto a llegar, y a hacerme llegar? ¿Tendría algún límite mi bully, o volvería mi nueva vida adulta un infierno como lo había hecho en el colegio? Lo único que tenía claro era que no había forma de resistirme, que no me quedaba otra más que aceptar que Ricky era mi bully y soportar sus abusos y humillaciones, y que me moría nuevamente de ganas de masturbarme violentamente hasta acabar.
Reencuentro con mi bully 10 años despues Pt2

2 comentarios - Reencuentro con mi bully 10 años despues Pt2

Kari2001
Ahora quiero a alguien así en mi vida, no puedo esperar para la tercera parte 😍😍