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El problema de los seis cuerpos (2)

Aquí el capítulo 1

Finalmente decidí ir a ducharme. Busqué un bóxer limpio en el armario y fui directo a la ducha. El agua me ayudó a despejarme, aunque seguía sin entender la actitud de Daniela. ¿Había hecho algo malo? Entiendo que no debe ser muy agradable ver la foto de un coño ajeno en el teléfono de la persona con la que has pasado la noche. Pero ella y yo solo habíamos tenido sexo. Me había portado bien con ella. No habíamos hablado de tener nada más, ¡ni siquiera nos conocíamos!

Pensando en esas cosas estaba cuando me llamó Valentina. Me volvió a contar lo mismo que en sus mensajes desesperados de anoche, y luego me preguntó qué había hecho yo. Me felicitó por lo de Daniela, pero luego me regañó cuando le dije que se había ido por la mañana.

“¿Cuándo me vas a hacer caso, JP? La única tía con la que vas a poder follar toda la vida sin tener problemas de esos es conmigo”, rió.

“No sé. ¿Cuándo me vas a dar exclusividad?”, contraataqué. Dejó de reírse.

“Bla, bla bla. Qué aburrido eres”, respondió. “Bueno, qué. ¿Hacemos una apuesta? Yo digo que esta noche yo pillo cacho y tú no”, bromeó.

“Pues mira, yo creo que esta noche vamos a follar los dos”, respondí, mientras salía del baño. No me tapé más, no me gusta ir con ropa en mi casa.

“Guau, qué seguro te noto. Muy bien. Si ganas tú, te debo una hora de mamada ininterrumpida. Y si gano yo, me comes el coño durante una hora entera”

“Perfecto. Ya me estoy poniendo cachondo de imaginarte una hora chupándomela”

Sonó un mensaje. Era una foto de Valentina, abriendo mucho la boca y con expresión de zorrita.

“Para motivarte. Mañana te llamo a ver quién gana”

“Pásalo bien, puta”

“Y por eso te gusto”

Colgamos. Dediqué el resto del día a limpiar un poco la casa. Lo bueno de que fuera pequeña es que no tardé mucho. Luego me preparé algo ligero de comer, y me eché un rato la siesta.

Pensé en escribir a Daniela, pero entonces recordé que no me había dado su número. Mejor olvídate de ella. Y prepárate para salir, que Valentina te deba una mamada de una hora, pensé. No es que nos hicieran falta apuestas en realidad para hacer algo así, pero el “pique” metía un punto estimulante.

Y cuando me puse el pantalón, llamaron al timbre. Fui a abrir. Era raro. Los fines de semana solo llamaban al timbre los repartidores. Y me sorprendí mucho al echar un ojo por la mirilla. Abrí la puerta, a pecho descubierto.

“Buenas tardes”

“Hola, JP”, saludó Daniela. Se había puesto una camiseta blanca y unos jeans para venir a verme. Y unas zapatillas. “¿Ibas a salir?”

“Estaba preparándome… ¿qué quieres?”

“Hablar. ¿Me dejas pasar?”

“Entra”, ofrecí.

Me sorprendió ver que, además, traía una mochila. No dije nada. La invité a sentarse en el sofá, y yo hice lo mismo.

“¿Quieres tomar algo?”, me acordé de ofrecer.

“A ti…”

“Si estuvieras receptiva, me encantaría creerte. Pero después de lo de esta mañana, yo ya no entiendo nada”, le dije.

“Te lo explicaré. Pero antes necesito saber lo que hay entre Valentina y tú. Es importante para mi saberlo. Por favor…”

Agachaba la cabeza. Sabía que no era asunto suyo. Pero suspiré, y le volví a contar lo de aquella mañana. Le conté cómo nos habíamos conocido hacía un año, cómo nos veíamos con cierta frecuencia (y conté, también, como yo solo era uno de varios follamigos que ella me había reconocido). Le conté lo de las vacaciones frustradas. Y ya puestos, le conté lo de la apuesta de aquella mañana.

“Impresionante…”, dijo ella.

“Ahora tú”

“¿Qué?”

“Tu historia. Yo te he contado la mía”

“No hay mucho que contar… empecé a salir con mi ex a los 17. Ha sido mi única experiencia sexual durante los últimos 7 años, hasta que me dejó… bueno, no me dejó. Me… me engañó”, suspiró, intentando contener las lágrimas. “Con un chico. Y, bueno… este último año he estado sola. Viviendo otra vez en casa de mis padres. Me animé a salir anoche porque necesitaba un cambio”

“¿Te engaña con un tío y decides probar a follar tú con uno, a ver qué tal?”

“Ella siempre me reconoció que era bi. Yo… no sé. Después de un año sin nadie, empecé a pensar cosas. Creí que se me pasaría si me decepcionaba anoche. Y al final, te conocí a ti, cambió todo… y eso me dio muchísimo miedo”

“No me echarás la culpa…”

“No, la culpa fue mía por hacer tonterías. Pero… Llevo toda la mañana pensando”, ahora me miraba a los ojos. “Lo de anoche me gustó mucho. Lo único que no me gustó fue… no dejarme llevar más. Porque quería hacerlo, de verdad. Si tú estás dispuesto a probar con una novata…”

“Reconozco que esa idea me pone mucho”, dije. Ella me lanzó una mirada de enfado. “¿Qué? ¿Prefieres que sea algo desagradable para mí?”

“Disimula un poco, coño, que me ha costado muchísimo dar el paso”, murmuró.

“No pienso disimular nada contigo, Daniela. Me pediste sinceridad, y te la voy a dar. Si has venido a que sigamos donde lo dejamos anoche, estaré encantado de hacerlo. Pero por favor, sé clara conmigo. No puedo adivinar tus pensamientos”

“Lo sé…”, dijo. Y en ese momento se puso a cuatro en el sofá y empezó a gatear hacia mi. “Y si hago esto, ¿adivinas mis pensamientos?”

Me adelanté a besarla. Ella correspondió a mis labios, y sin darme cuenta, se fue poniendo encima de mi. La atraje más, bien sujeto a su culo. Dani se estiró hacia atrás, y se quitó la camiseta.

“Uy. Mis preciosas amigas”, bromeé al ver sus tetas. No se había puesto sujetador.

“Hoy soy tuya, JP… enséñame lo que haces con Valentina…”

En ese momento le puse un dedo sobre los labios.

“No te compares con ella, ¿vale? Ella no está aquí. Estás tú. Y quiero follar contigo”

“Y ganar la apuesta para que ella te la chupe, ¿verdad?”

“A lo mejor tengo que comerte el coño a tí para que te calles”, sugerí.

Dani se puso colorada con mi comentario. Se encorvó sobre mi, y me habló al oído.

Creo que eso me gustaría mucho, pero… solo quiero que me ayudes a superar mis miedos”, susurró. Y empezó a comerme la oreja. Sus dientes jugaban con mi lóbulo. Me dejé hacer, Daniela me acarició el cuerpo con sus suaves manos. Le facilité el trabajo, desabrochandome la bragueta, y ella pudo tocarme el paquete. “Uf”

“¿Qué pasa?”

“Que la tienes muy dura… espera…”

Con cuidado, me quitó el pantalón. Luego, volvió a ponerme la mano sobre mi erección, palpando con cuidado. Apretando con suavidad. Empezó a sonreír. Le gustaba mi reacción. Así que me quitó el bóxer, liberando mi picha.

“Ayer no me pude fijar bien en tu polla. Dios, la tienes ardiendo”, comentó mientras me empezaba a hacer una paja.

“¿Puedes apretar un poco más con la mano. Así, bien”, suspiré.

“No te hago daño, ¿verdad?”

“No, se siente muy bien. ¿No te quieres quitar el pantalón?

Daniela se lo pensó y, en un momento, se puso en pie, se quitó los jeans, y volvió a ponerse como estaba. Se acomodó sobre mis piernas y siguió masturbándome. A mí me ponía a cien verla sobre mi, con sus tetas al aire, y esa sonrisa que no se le borraba.

“¿Te gusta mi picha?”, pregunté.

“Sí… me…” tragó saliva. “Me gusta. Me gusta tu polla. Me gusta tu polla. Me gusta tu polla”, repitió una vez más, hablando más despacio pero aumentando el ritmo de la paja. “JP… ¿es normal que me apetezca chupártela?”, preguntó, tragando saliva. Su mano se movió más despacio, mientras ella me miraba, se nuevo avergonzada.

“No lo sé… a mí ayer me daban ganas de comerte el coño”, respondí.

“No soy una puta si te la chupo, ¿verdad?”, insistió.

“Claro que no, Dani. Es más. Yo quiero que lo hagas”

Ella asintió y me separó las piernas. Parecía dudar de dónde ponerse, pero al final se extendió en mi sofá. Se acercó a mi picha, y empezó dándome un beso en los testículos. Luego otro. Y un tercero. Sacó un poco su lengua, y con ella me los acarició. Yo me dejé hacer, y suspiré y gemí mientras ella iba subiendo poco a poco por mi falo. Un último beso en la punta, y se la metió en la boca. Apenas un poco, pero lo justo para acariciarme el prepucio con la lengua y los labios. Otra chupada. Otra más. Poco a poco se la metía más en la boca.

“Joder, Dani… me gusta mucho…”, suspiré. Compensaba su falta de experiencia con ganas. Joder, y tantas ganas. Estaba empezando a ir cada vez más deprisa. “Oye, con calma… bueno, o no”, acepté.

Me fijé mejor en ella, tenía una posición extraña, de costado. Y en ese momento me di cuenta. Se estaba tocando mientras me hacía la mamada. Oh, Dios. Me acomodé mejor y me puse las manos en la nuca, dispuesto a disfrutarlo. Su boca era cálida y húmeda, y me la chupaba con mucho mimo. Con cuidado le aparté un mechón que le caía sobre los ojos, y en ese momento ella me miró.

“Slurp… aaaaaah… joder…”

“¿Qué pasa?”

“Que me gusta…”, suspiró. Y no debía mentir pues me empezó a hacer una paja de inmediato. “¿Por qué? Sí a mí nunca me han ido las pollas. Pero…”

“¿Prefieres parar?”

“Sí… cuando te corras…”, suspiró y volvió a chupármela. A buen ritmo. Y ayudándose con la mano.

El combo de su boca con la paja era ya mucho. Yo intentaba contenerme pero ya no podía más. Ella estaba desatada. Y además, quería que me corriera, así que mejor no hacerla esperar. Aunque me pasaría horas disfrutando de su boca en mi picha.

“Daniela, me corro… lo digo en serio… ¡me corro, me corro!”, exclamé, y aunque la estaba avisando con tiempo ella no se detuvo. Solo cuando sintió mi primer lefazo en su boca se apartó, y el resto de mi semen le cayó sobre la cara. “Dios, tía… lo siento, yo…”

“Calla…”, pidió. Se sentó de rodillas en el sofá. “Estoy… asimilando “

“¿El qué?”

“Cómo he perdido así la cabeza… Dios, si me estaba metiendo los dedos y me he corrido…”

“O sea, que tengo que cambiar las fundas del sofá”

Aquel chiste le arrancó una carcajada. De las buenas. Incluso lagrimeó.

“Espera, que te ayudo con eso”, le dije. Me puse en pie y fui a buscar unos pañuelos para ella. Daniela se limpió la carita.

“Gracias. Me ha venido bien. No el pañuelo. Bueno, también. Me refiero. Tu chiste. Lo que ha pasado… está bien, ¿verdad?”

“Tan bien como tanto te haya gustado”

“Genial”, dijo mientras asentía con la cabeza. “Pues, si tanto te gusta la Daniela que se deja llevar…”, continuó mientras se quitaba las bragas, “siéntate. Porque tengo unas ganas locas de cabalgarte…”

“¡Voy a por las gomas!”

“No vayas tan lejos. En mi… en mi mochila, en el bolsillo de delante”, me indicó.

“¿En serio?”, pregunté mientras levantaba su mochila, y sacaba una caja nuevecita de condones.

“No sabía cuántos te quedaban, y no era justo que los gastaras todos. Además, los he comprado extra- lubricados”, dijo con tonito sugerente.

Sonreí mientras abría el envase. Ella me hizo una paja revitalizante de polla, y me puse el preservativo en cuanto la tuve dura. Me senté en el sofá, y ella se subió sobre mi. Me dió otro beso mientras tanteaba con la mano. La ayudé a dirigir mi picha hacia su coñito, y empezó a descender, despacio.

“¡Ay!”, protestó. Se dejó caer de pronto, y le dolió. “Auuuuu…”

“Espera, Dani…”

“No… tranquilo”, tragó saliva. “Acaríciame… haz que me sienta bien”, pidió.

Y eso hice. Recorrí su cuerpo con las manos, volví a probar el rico sabor de sus tetas mientras le tocaba el culo, con mi picha dentro de ella. Daniela me envolvió el cuello con los brazos y nos volvimos a besar, esta vez más despacio mientras probaba a mover su cuerpo encima de mi.

La dejé hacer al principio, a ver qué tal se desenvolvía. Le costó un poco al principio, pero no tardó en encontrar un ritmo que parecía venirle bien. Ahí empecé a ayudarla a subir y bajar si cuerpo, y ambos gemíamos a la vez.

“Ahh… ahh… qué bien se siente esto”, suspiró Daniela.

“Oh, sí… me encanta tu coño”

“¿Sí?”

“Tan mojadito… tan apretado…”

“¿Y mis tetas?”

“Son perfectas”, respondí mientras sus tetas rebotaban arriba y abajo con cada acometida.

“Voy a correrme… me corro, JP, Dios…”

“Yo también… vamos, nena, córrete…”

“Aaahhh… aaahhh… aaaaaahhhh…”, empezó a chorrear sobre mi pelvis mientras yo me corría en el condón. “Aaaaaah que gustooooo…”

Y se dejó de mover, echada sobre mi cuerpo. La escuché jadear. Me miró y volvió a besarme, aunque nos costaba hacerlo pues teníamos que recuperar la respiración. Al final se levantó y se quedó sentada sobre mis piernas. Y, con cuidado, me quitó la gomita. Manchó un poco la funda del sofá, pero ya no importaba mucho.

“¿Me has perdonado ya? ¿Por lo de esta mañana?”, preguntó.

“Está todo olvidado”, le aseguré. “He visto que en la mochila traías… ropa”

“Sí. Sí íbamos a follar toda la noche, me gustaría tener algo limpio para ponerme mañana”, me respondió.

“Conforme. Y ahora…”

“¿Quieres que me ponga en perrito? Me gustó esa posición anoche, se sentía genial…”, reconoció.

“Yo pensaba en pedir algo de cena”, le dije. “Pero si te apetece te puedo follar a lo perrito mientras esperamos”

“¿Y si cuando llegue no nos hemos corrido?”

“Que se espere”, bromeé.

Pedimos comida china con una aplicación. Ponía que llegaba en 45 minutos. Daniela y yo nos miramos, y sonreímos. Era un desafío.

Para mí sorpresa, me la volvió a chupar. Un poco, hasta que la tuve dura, y luego un poco más por su propio placer, antes de ponerse en situación mientras yo me ponía el condón. Probó a apoyar su torso en el respaldo del sofá, bien acomodada, y yo me situé tras ella. Palpé con cuidado entre sus piernas hasta localizar su coñito delicioso, y con un movimiento de abajo a arriba, se la metí.

Aún estaba apretadito, pero se notaba que se acostumbraba mejor a tenerme dentro, follándola. No tardé en encontrar un ritmo agradable, y ella misma se dejaba llevar. Me tomó las manos para que le estrujase las tetas, y volvió la cabeza hacia mí reclamando mis besos. Se me hacía raro que le gustara tanto besarme, y por primera vez me preocupó un poco que se estuviera pillando por mi tan pronto. Qué si el sexo iba a ser así siempre eso era un punto a favor pero no me quería echar una novia solo por follar. Para eso estaba Valentina.

Mientras con una mano le acariciaba una teta, con la otra le estrujé el culo. A ella parecía gustarle más que le acariciase varios puntos distintos a la vez, y gimoteó mientras los dos nos preparábamos para corrernos. Está vez sin decirlo, simplemente dejándonos llevar por el placer. Está vez me corrí yo primero, pero le di unos cuantos empujones más y logré que se viniera también. Cayó entre mis brazos, ambos de costado en el sofá.

La vi reír. Me despertó mucha ternura. Le brillaban los ojitos. Le cayó una lágrima. Y me puso un dedo en los labios, para evitar que le hiciera preguntas, y me besó nuevamente. Mientras nos mirábamos en silencio, el portero automático rompió la magia. Era la cena. Abrí al repartidor y corrí a ponerme el boxer y un pantalón de pijama para abrirle la puerta.

Cómo en el sofá no se podía estar ya sin mojarnos de los chorros de Daniela (toda mi leda estaba bien encerrada en los dos condones que habíamos usado) decidimos cenar en la cama. Ella pensó que, por higiene, lo mejor era ponerse al menos las bragas, y yo me quedé en calzoncillos para ella.

“¿No se te baja del todo?”, preguntó mientras disfrutábamos de los tallarines.

“Con una chica guapa en tetas haciéndome compañía, difícil”, respondí.

“¿Soy guapa?”, preguntó.

“Claro que sí”

“No me tienes que hacer la pelota para follar… ya sabes que quiero hacerlo”

“No es peloteo”

“Gracias…”

Terminamos de cenar en silencio. Luego, Daniela se ofreció a limpiar todo, de modo que la esperé en la cama, haciéndome una paja.

“¿Esa polla es para mí?”, preguntó, animándose a jugar.

“Puede que más tarde. Ven”, dije, estirando la mano.

Subió a la cama conmigo, y la hice tumbarse bocarriba. De un movimiento, le quité las bragas, y metí la cabeza entre sus piernas. De pronto, su respiración se agitó.

“JP, espera… no tienes que hacerlo”

“Lo sé. Pero quiero hacerlo. Y quiero que lo pruebes también”, respondí, y empecé a jugar con un dedo en su raita. “Esto te gusta, a qué sí”

“Joder… sí…”, suspiró.

Me eché un poco más hacia adelante. Separé sus labios con cuidado y empecé a usar mi lengua. Sonreí satisfecho, antes no gemía tan agudo como ahora. Continúe comiendo su coño, como si le diera un beso con lengua, y me sujeté a sus piernas, pues le gustaba tanto que se movía con ímpetu a causa del placer. Sentí el sabor de sus fluidos recorriendo mi lengua mientras seguía disfrutando de su coño.

Miré hacia arriba, y vi que se estaba estimulando los pezones. Estiré una mano para tocarla también, y ella me dejó. Se tocaba una teta mientras yo le tocaba la otra y seguía devorando su chochito. Podía escucharla gimiendo mi nombre, suspirando, invocando a Dios, jadeando, y de pronto gemía que se iba a correr. Y por supuesto, seguí usando mi boca hasta que noté que me chorreaba sobre toda la cara. Al menos cerré los ojos a tiempo. Y seguí usando mi lengua, cada vez más despacio.

Cuando me incorporé, Daniela parecía estar en éxtasis. Me miró y se llevó las manos a la boca.

“Dios… cómo te he dejado… lo siento mucho…”

“Bueno. Yo te hice lo mismo cuando me la chupaste”, le recordé. “¿Me aguantas un segundo, que me lavo la cara?”

“Pero solo un segundo… me prometiste tu polla”, me recordó.

En dos saltos llegué al baño, me di un agua en la cara, y regresé a la cama con Daniela. Y, como ella me indicó, me senté en la cama con las piernas extendidas y separadas, de manera que ella se pudo estirar en el colchón y volvió a chupármela. Bueno, era una forma suave de decirlo. Dani se estaba perdiendo en el placer de disfrutar mi polla. Noté su boca en mis huevos, con mi falo apoyado en su cara mientras los chupaba. Luego recorría mi picha de abajo a arriba y se la volvía a meter a la boca. Su lengua acariciaba mi glande, sus labios mojaban toda mi polla cuando se la introducía.

Eshto no eshtá bien…”, jadeó, y se la sacó de la boca. “Joder, ¿cómo me gusta tanto?”

“Si prefieres, podemos echar otro polvo normalito. No quiero que te sientas mal por hacerme una mamada”, le dije. Ella me miró con ojos de pena. “En serio, Dani. Si te sientes culpable, no deberías. Pero no hay nada de malo en que te guste. A mi me ha gustado chuparte el coño”

“Vale. Solo… un poco más, ¿vale?”, preguntó, y sin esperar respuesta, me la volvió a chupar. Más despacio, más comedida. pero disfrutando igualmente. Hacía ruiditos, gemía con mi picha en la boca. La lamió un par de veces más, y se detuvo, con ganas de más.

De modo que me tumbé bocarriba para ella- Daniela se acordó en el último momento del preservativo, y me lo puse con cierta prisa, y ella se puso sobre mi, en la misma posición. Sentí su espalda contra mi pecho, y la ayudé a dirigir mi polla a su coño. Empezó a moverse sobre mi, despacio, y yo aprovechaba para acariciar su rajita mientras se la metía, además de acariciarle una teta a la vez. Nos sentíamos de maravilla. Nuestros cuerpos encontraron el ritmo a la vez, yo bajo ella, empujando mi picha en su coñito que acudía a disfrutarlo.

“JP… como sigas así…”, jadeó Dani. Le estaba besando el cuello, y ya no podía con más puntos de placer.

“Si vas a correrte… hazlo”, le recordé mientras seguía disfrutando del sabor de su piel, de lo húmedo de su chochito, y lo durito de su pezón.

Y nos corrimos por última vez, esta vez casi al mismo tiempo. Yo volví a volcar toda mi lefa en el preservativo, y ella me mojó, un poco menos que las veces anteriores. Dejé que mi picha saliera lentamente de ella, y Dani volvió a quitarme el condón y lo dejó bien atado antes de acurrucarse conmigo.

Me miró, y nos echamos a reír con complicidad. Y cuando pensé que quizá esta chica podría ser la indicada, su risa dio paso al llanto. No un lloro de emoción, sino de lástima.

“Ey, ey, ey. Qué pasa”, pregunté alarmado.

“Lo siento… lo siento mucho”, sollozó. “Soy un monstruo, JP, lo siento…”

“Dani, ¿qué ocurre?”

“No soy quien tú piensas. Y cuando lo sepas no volveremos a vernos”

“¿Por qué dices eso?”

“Porque me lo merezco… no tendría que haberte arrastrado conmigo a esto”, suspiró. “Ay… será mejor que me vaya”

“¿Cómo voy a dejar que te vayas tan tarde? Además… si me lo cuentas, quizá podamos encontrar solución “

“Deja de decirme cosas bonitas, que me siento más culpable. Yo… te he utilizado”

“¿Para darle celos a tu ex?”

“Ojalá… Mira, no puedo ocultarlo más tiempo. No te mereces que te mienta”, dijo, y se puso en pie. “Solo prométeme que cuando veas quién soy… dejarás que me vaya sin más. Por favor”

“No entiendo nada, pero vale. Lo prometo”

“Ven conmigo”

La seguí cuando entró en mi baño. La vi entrar en la ducha. Yo no entendía nada. Activó el agua caliente, y se metió debajo del chorro. Y, ante mis ojos, la jovencita que había conocido tomando una copa la noche anterior se convirtió en un chico.

CONTINUARÁ

Este ha sido el último capítulo 100% heterosexual de esta serie, los siguientes incluirán gender-bender 😉

Y el resto de mis relatos, para todos los gustos, los tienes en este enlace 🙂

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