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Historias Corta: Valeria encuentro prohibido

Historias Corta: Valeria encuentro prohibido

Me llamo Valeria, tengo 38 años, estoy casada y soy madre de tres hijas. A simple vista, soy la mujer que todos conocen: responsable, dedicada, siempre bien arreglada. Pero lo que nadie sabe es lo que ocurre dentro de mí cuando salgo a la calle.
Mi cuerpo se conserva bien. Las curvas que me dio la maternidad no me avergüenzan, al contrario, me hacen sentir más mujer. Me visto con cuidado: ropa justa, pero elegante; faldas que realzan mis piernas, blusas que insinúan sin mostrar demasiado. Me gusta sentirme deseada. Me gusta provocar.
Cada mañana tomo el bus con mis hijas. Cuando las dejo en el colegio y vuelvo sola, empieza mi momento. El colectivo suele ir lleno, y eso me obliga a quedar de pie, apretada entre cuerpos ajenos. Hombres. Hombres que me miran. Hombres que me rozan.
Y aunque todo parece casual, yo lo siento diferente. Siento cómo, apenas acelera el bus, una cadera masculina se apoya contra la mía. Cómo un brazo fuerte se acomoda detrás, demasiado cerca de mi cintura. Cómo el aliento de uno de ellos me roza el cuello.
No dicen nada, no se atreven a mirarme fijo. Pero yo lo siento. Siento sus ganas, su tensión. Y eso me excita. Me enciende.
Mi mente empieza a volar. Me imagino qué pensarán al sentir mi perfume, al rozar mi piel caliente, al ver cómo se estira mi blusa cuando me sujeto del pasamanos. ¿Me imaginarán desnuda? ¿Pensarán en tocarme? ¿En hacerme suya allí mismo, entre la multitud silenciosa?
Mientras el bus avanza, mi cuerpo reacciona. Mis pezones se endurecen bajo la ropa, mi respiración se vuelve más profunda. La humedad entre mis piernas me delata. Y todo eso, solo por sentirme observada.
En una curva, uno de ellos se apoya más fuerte contra mí. El roce es directo, firme, sin palabras. Mi imaginación se desborda. Cierro los ojos un segundo y me dejo llevar. En mi mente ya no estoy en el bus. Estoy entre brazos fuertes, rendida al deseo. Estoy siendo adorada como mujer.
Cuando llega mi parada, bajo con pasos firmes pero temblorosa por dentro. Voy empapada de sensaciones. Apenas cierro la puerta de casa, me recuesto en el sillón, aún vestida. Cierro los ojos y dejo que mi mano recorra mi cuerpo, reviviendo cada roce.
Mis dedos bajan sin pedir permiso. Me toco despacio, con esa misma suavidad que sentí en el colectivo. Mis caderas se mueven solas, mis labios se abren al placer. Gimo bajito, saboreando cada imagen que mi mente recrea.
Me entrego a mí misma con toda mi fuerza, sin culpa. Porque soy mujer. Porque merezco sentir. Porque ser madre no me quitó las ganas, me las multiplicó.
Y cuando el placer me inunda, abro los ojos y sonrío.

Soy Valeria. Soy esposa. Soy madre.
Y también soy deseo.
FIN

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