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Empleada domestica - A mi manera, en cuatro

En cuatro, yo mando

El verano de Córdoba en 2023 era un horno. El sudor me pegaba la ropa al cuerpo mientras cargaba mi bolsa de trapos hacia un monoambiente en Nueva Córdoba. Mi marido, un inútil celoso, seguía en casa, revisando mis mensajes, sin aportar un peso. No podía dejarlo; no tenía adónde ir. Las fotos que subí con Tomás a Poringa! ya me habían dado 150 mil pesos, pero no era suficiente. Quería más: plata, poder, algo que me arrancara de esta vida limpiando pisos.

Franco me abrió la puerta. Treinta años, tatuado, con una camiseta que marcaba cada músculo. Sus ojos me recorrieron como si ya supiera lo que valía.

—Limpialo todo, tengo una cita esta noche —dijo, con un tono que sonaba a orden.


El monoambiente era un lío: ropa tirada, una cama king destartalada, un espejo que parecía mirar todo. Empecé a limpiar, sintiendo su mirada desde el sillón, donde fingía trabajar en su laptop. Mi short ajustado y la remera pegada no eran casualidad. Mientras fregaba la mesada, él se acercó, su sombra cayendo sobre mí.

—No deberías matarte limpiando —dijo, su voz baja, cargada de intención—. Podrías ganar mucho más… mostrando otra cosa.


Mi corazón dio un salto. Pensé en mi marido, en sus gritos, en las deudas que me apretaban el cuello. Pero también en mí, en el control que podía tomar. No iba a dejar que él decidiera.

—Sácame fotos, entonces —dije, dejando el trapo, mi voz firme aunque el pulso me temblaba—. Pero las quiero en cuatro, con la bombacha corrida a un costado. Solo fotos. Nada más. Y me pagás ahora.


Franco alzó una ceja, sorprendido por mi descaro. Luego sonrió, como si aceptara el desafío, sacó su celular pero yo le pedí que usara el mío. Prendió la luz del monoambiente y señaló la cama.

—Subí ahí. Hacé lo que dijiste —ordenó, su tono más pesado, pero yo sabía que el poder era mío.


Me moví hacia la cama, subí con decisión y me puse en cuatro, apoyando las manos en el colchón. Con un movimiento lento, corrí la bombacha a un costado, dejando que el espejo frente a mí devolviera una imagen que no reconocí: una Carmen que no pedía permiso. Sentí su mirada, intensa, controladora, pero yo era la que marcaba el límite. El clic del celular cortó el silencio, cada foto un paso hacia algo que me pertenecía solo a mí.

—Más cerca —dijo, su voz más grave, acercándose.


—No —respondí, tajante, sin mirarlo—. Esto es lo que hay. Sacá las fotos y terminá.


No insistió. Siguió disparando, moviéndose alrededor de la cama, capturando cada ángulo que yo le permitía. Cuando terminó, me mostró las imágenes: yo, expuesta, poderosa, dueña de mi cuerpo. No era la empleada, no era la esposa atrapada. Era yo, tomando lo que quería.

—Estas van a romperla —dijo, mientras transfería 30 mil pesos a mi cuenta desde su celular—. Si querés más, ya sabés.


Agarré mi bolsa de trapos, el dinero asegurado, y salí sin decir nada. En el ascensor, mi reflejo en el espejo me miró fijo. Mis manos temblaban, pero mi boca dibujaba una sonrisa. Por primera vez, yo mandaba.



Empleada domestica - A mi manera, en cuatro

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14 comentarios - Empleada domestica - A mi manera, en cuatro

NaneroEv2 +1
+10 ¿cómo hago para contratarla?
Devorachichis
Enseña más ese culo que es precioso,no seas timida
CarlosAndres1989
cierto o no no me importa me re calento la idea !!! van 10 puntos !!!
LunayMarcos
Mmm muy buena historia tremendas imágenes que hermosa puta de limpieza como me.encantaria que me hagas servicio de limpieza de mi pija amor..