Ya no hay vuelta atrás

Me desperté y lo primero que sentí fue que ya no había marcha atrás. Lo supe sin que nadie me lo dijera. Lo supe al mirarlo dormir a mi lado, con esa cara tranquila, como si nada en el mundo estuviera por romperse. Y tal vez, para él, no se rompía nada. Pero yo ya no podía seguir fingiendo.

Estaba con él… con mi novio, pero pensando en otro.

No quería pensar que era culpa. No era eso. No esta vez. Era una mezcla rara entre vértigo y alivio, entre miedo y deseo. Una certeza. Una puerta abierta que ya no quería cerrar.

Tomé el celular. Nada de Lucas. Ni un mensaje. Ni una historia. Me quedé unos segundos mirándolo, como si eso pudiera calmarme, pero no lo hizo. Lo guardé. Me levanté, fui al baño, me miré en el espejo. Tenía los ojos cargados, no de llanto, sino de algo que no sabía bien cómo explicar. ¿Ansiedad? ¿Libertad?

Decidí que iba a hablar con él. Con mi novio. No podía seguir así.

Le escribí para que nos viéramos a la tarde. Le dije que necesitaba hablar. No me preguntó nada más. Lo vi llegar a la plaza con esa sonrisa de siempre, como si no se imaginara lo que venía. Me senté frente a él y se me hizo un nudo en la garganta.

—Estoy confundida —le dije, bajito.
—¿Qué pasó? —me miró raro.
—Siento que ya no soy la misma. Que no somos los mismos. Que esto no va más…

Él me escuchaba con los ojos abiertos como platos. Trató de entender, me pidió explicaciones, buscó razones. Yo solo decía que necesitaba estar sola, que no era justo para ninguno de los dos seguir así. Que me estaba buscando.

—¿Hay alguien más? —preguntó, después de un rato.

Lo miré. Tragué saliva.

—No se trata de eso —le mentí. O algo parecido a una mentira.

No quiso discutir. Asintió con dolor. Nos abrazamos sin apretar. Y me fui. Dejé algo ahí. Algo que ya no era mío.


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Cuando llegué a casa, me metí directamente a la ducha. Quería sacarme todo. El perfume de él, su voz, su presencia. Quería quedar limpia. Desnuda. Lista.

Me puse una remera vieja, me tiré en la cama, y abrí el chat.

Yo: Ya está.

Tardó unos segundos.

Lucas: ¿Segura?
Yo: Sí.

Sentí un hormigueo recorrerme el cuerpo cuando vi lo que escribió después.

Lucas: Entonces ahora sí… sos toda mía. Cuando yo quiera.

Me mordí el labio. Apoyé el teléfono sobre el pecho un segundo. Respiré hondo.

Yo: Y me encanta que así sea.

Agregué otra línea.

Yo: Nunca nadie me hizo sentir lo que vos me hacés... lo de la otra vez todavía me vibra por dentro.

Me mandó un audio. Lo escuché con los auriculares puestos, como si fuera algo secreto.

—Me debés otra. Y esta vez te voy a tener como nunca antes. Te lo voy a hacer mío. Toda.

Se me aflojaron las piernas sin siquiera moverme. Cerré los ojos. Lo imaginé.

Lo peor, o lo mejor, es que no hizo falta que dijera nada más. Yo sabía exactamente de qué hablaba. Sabía qué quería. Y yo también lo quería. Estaba dispuesta. Abierta. Lista.

Me miré en el espejo antes de apagar la luz. Ya no era la Andrea de antes. Ya no era novia de nadie.
Era yo, sola. Pero también, más suya que nunca.

Y sabía que Lucas no iba a perdonarme eso.
Iba a cobrármelo.
Y yo… lo iba a disfrutar.

Dejo fotito mía... Quieren más fotos cogiendo con Lucas? Así le digo que me saque...