
El agua del baño seguía corriendo cuando Lucía se arqueó sobre la cama, el camisón celeste apenas cubriendo su cuerpo, transparente bajo la luz cálida de las velas. Sus dedos trazaban círculos lentos sobre sus muslos, subiendo, subiendo, hasta rozar el borde de su pubis. Mis dientes apretaron.
—*¿Te gusta ver cómo me toco, amor?* —susurró, mirándome con esos ojos verdes que siempre supieron dominarme—. *O preferís que sea él quien lo vea...*
Roberto salió del baño, la frente brillante de sudor, la camisa pegada a su espalda. Se detuvo en seco al vernos, la garganta moviéndose en un trago seco.
—*D-Daniel...* —balbuceó, los ojos clavados en Lucía, que ahora se mordía el labio mientras sus dedos se hundían un poco más entre sus piernas.
—*No pares de disparar* —le ordené, la voz más ronca de lo que esperaba—. *Ella quiere que captures todo.*
Roberto asintió, levantando la cámara con manos que temblaban. El *click* del obturador sonó como un latigazo en el aire cargado de deseo.
—*Más cerca* —exigió Lucía, arqueándose para ofrecer mejor ángulo—. *Quiero que sientas el calor.*
Él obedeció, arrastrando los pies como un hombre en trance. Podía oler su excitación, ese aroma agrio de nervios y testosterona.
—*Dios...* —murmuró Roberto, el lente enfocando sin pudor entre las piernas de mi mujer.


Un golpe de celos me atravesó el pecho, pero algo más profundo, más oscuro, respondió dentro de mí. Lucía lo sabía. Siempre lo sabía.
—*Vení acá* —me ordenó, extendiendo una mano—. *Quiero tu boca en mí cuando él dispare.*
Avancé como un hombre poseído, derribándola sobre las sábanas, mis labios encontrando su cuello, sus pechos, su vientre. Ella gimió, alto y dulce, mientras mis manos la abrían su cueva aún más para la cámara.
—*Así...* —jadeó Lucía, los dedos enredándose en mi pelo—. *Dejá que vea cómo me comés...*
Roberto maldijo en voz baja, el bulto en su pantalón ahora imposible de ignorar. Disparaba en ráfagas, la respiración entrecortada.
—*No... no puedo...* —murmuró, ajustándose con torpeza.
Lucía soltó una risa baja, cruel.
—*Pobrecito* —susurró, pasando una lengua sobre mis oreja antes de dirigirse a él—. *¿Duele, Roberto? ¿Querés tocarme?*
Él dejó escapar un gemido, la cámara cayendo contra su pecho.
—*Lucía, por favor...*
—*Solo mirar* —le recordé, aunque mi voz sonó más a advertencia que a permiso—. *Esa fue la regla.*
Pero Lucía, mi Lucía, siempre iba un paso más allá. Con un movimiento felino, se liberó de mi agarre y se inclinó hacia Roberto, el escote del camisón cayendo para revelar un pezón duro.
—*Una foto más* —ordenó, llevando su mano hacia el lugar donde yo acababa de estar—. *Acá. Donde aún está caliente de su lengua.*
Roberto jadeó, el pulgar rozando el botón de disparo como si fuera el gatillo de un arma.
—*No sé si...*
—*Hacelo* —lo interrumpí, sorprendiéndome a mí mismo—. *Pero no la toques.*
El flash iluminó su piel dorada, capturando el triunfo en sus ojos.
—*Buen chico* —murmuró Lucía, recostándose de nuevo contra mí—. *Ahora... ¿quieren ver cómo rompo las reglas?*
Y cuando sus dedos desabrocharon mi pantalón, supe que esta noche solo había un fotógrafo...pero dos hombres a punto de ser devorados.
El flash de la cámara iluminó por última vez la curva de la espalda de Lucía antes de que Roberto bajara el equipo, sus ojos oscuros llenos de una necesidad que ya no podía contener.
—*Tengo una idea mejor* —dijo, la voz áspera—. *Déjenme filmarlos. Quiero capturar cada segundo, cada gemido... dirigirlos.*
Lucía y yo intercambiamos una mirada. Ella sonrió, lenta, como un gato que ve acercarse a su presa.
—*¿Y qué nos dirías, director?* —preguntó, deslizando una mano por mi pecho.
Roberto no dudó. Encendió la cámara de video y ajustó el trípode con manos expertas, pero su respiración era irregular, acelerada.
—*Daniel, tumbala boca arriba. Lucía, abrí las piernas para m…para la cámara, pero no del todo. Solo un atisbo.*
Obedecemos. Lucía se recostó contra las almohadas, separando los muslos lo justo para dejar algo a la imaginación.
Su vagina estaba empapada y su flujo brillaba en la con cada disparo del flash.
—*Ahora, Daniel, besá su cuello… despacio, saboreala.*
Mis labios encontraron su piel, dulce y caliente. Ella arqueó el cuello, ofreciéndose.
—*Eso es… ahora bajá. Pasa la lengua entre sus tetas. No te apures.*
Yo obedecía, pero cada orden de Roberto me quemaba. Él estaba ahí, viendo todo, controlando todo. Mi pija explotaba en mi pantalón, lo mismo que imagino que le pasaba a Roberto. Esto me generaba celos, orgullo y excitación por partes iguales.
—*Lucía, tocalo. Sacale la verga y agarralo con fuerza, pero nada más todavía. Hacelo desear, hacelo esperar.*
Ella me tomó la pija con una mano, los dedos cerrando con precisión. Yo gruñí, pero ella solo sonrió, juguetona.
—*Perfecto. Ahora, Daniel bajá, bésala…sí, ahí, chúpale bien la concha, concéntrate en su clítoris, Hacé la acabar solo con tu lengua…hacela gemir.*
Me deslicé entre sus piernas, sabiendo exactamente cómo hacerla perder el control. La primera lengüetada la hizo arquearse.
—*¡Sí! Así…* Roberto jadeó, la cámara temblando en sus manos. *Lucía, tocate los pezones mientras él te come., chupate una teta*

Ella obedeció, su boca en sus grandes tetas, la mía chupando como sabía que le gustaba. Sus gemidos se hicieron más agudos, más urgentes.
—*Roberto…* murmuró, mirándolo directamente. *¿Te gusta lo que ves?*
Él no respondió. Solo ajustó el enfoque, pero su cuerpo delataba la tensión.
—*Daniel, ahora apóyale la punta de la pija en la entrada, eso…puenteala…ahora movela arriba y abajo…lento…ahora métela, pero despacio… solo la punta.*
Me coloqué entre sus piernas, sintiendo cómo Lucía me guiaba hacia ella. La entrada fue un infierno de placer, lento, tortuoso.
—*Roberto…* Lucía gimió, los ojos fijos en él. *¿No querés un mejor ángulo?*
Él maldijo, acercándose. La cámara ya no estaba en el trípode—la sostenía con una mano mientras la otra…
—*Dios…*
Lo vi entonces. Roberto ya no podía más. Su pantalón estaba desabrochado, su verga hinchada en la mano, palpitando.
—*No pares de filmar* —susurró Lucía, mordiendo su labio—. *Quiero que captures el momento en que acabes viéndonos.*
Roberto no lo negó. No podía. Su mano se movía con urgencia, la cámara aún apuntando hacia nosotros, pero sus ojos ya no veían a través del visor—veían directamente a Lucía, a mí, a nuestros cuerpos entrelazados.
-*Ponela en cuatro, quiero filmar como se le bambolean las tetas mientras la cogés…así…agarrala de las nalgas, abríselas…sí, así…apoyale el pulgar en el culo y empujá un poquito…- me guiaba Roberto. Lucía ya había acabado un par de veces y a mí no me faltaba mucho para hacerlo. Roberto seguía pajeándose cada vez más cerca de nosotros, más cerca de Lucía…
-*Ahora acostate Dani y vos montalo*- las caras de Lucía eran para derretir un témpano, sus tetas se sacudían a un ritmo infernal. -*Pellizcate los pezones, chupá uno ahora*- ordenaba Roberto y ella hacía todo y más.
—*Así está bien?…*-murmuró Lucía, clavándome las uñas en el pecho.
-*Ahora ponete de costado en la cama Lucía y vos arrodíllate entre sus piernas*- ordenó Roberto. Esa posición me dejó las manos libres para tocarle las tetas y meterle un dedo en el culo a Lucía, lo cual la hizo delirar. Sentía sus contracciones vaginales apretando mi verga dentro de ella.
Y justo cuando comenzaba a moverme más rápido, cuando el aire se llenó de nuestros jadeos, Roberto dejó escapar un gemido ahogado.
El sonido de la mano de Roberto moviéndose con urgencia sobre sí mismo se mezclaba con nuestros jadeos. Lucía lo miraba fijamente, sus labios entreabiertos, los ojos brillando con puro deseo.
—*Daniel…* —susurró, clavándome las uñas en la cadera—. *Quiero tocarlo. ¿Me dejás?*
El aire se me atoró en el pecho. La idea me encendió y me torturó al mismo tiempo.
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