Flor se para frente a Guido, con esa sonrisa de putita, segura de lo que quiere y cómo lo va a conseguir. Él está sentado en el sillón, con la pija como una barra de acero apuntando al techo, dura, empapada de saliva, brillante y pidiendo guerra. Ella lo provoca con un bailecito corto, sensual, sacándose el vestido lentamente, bajándoselo hasta dejarlo caer al suelo, revelando su cuerpo perfecto, desnudo, con la tanga negra diminuta que apenas tapa algo y ese corpiño que aguanta sus tetas hermosas a punto de explotar.
Flor se le monta encima de un salto suave, apoyando su conchita mojada contra ese pijón caliente, y se funden en un beso salvaje. Se comen la boca como si no se hubieran besado en años. Ella se corre la tanga a un lado, empieza a franelearlo con su concha depilada y resbalosa, frotando de arriba abajo, haciendo presión, generando un roce que los vuelve locos a los dos. Él le manosea las tetas con ganas y la agarra del culo con ambas manos, apretándola como si fuera suya.
Yo estoy sentado al lado, con la pija en la mano, viendo todo en primera plana, sin perder detalle. Ella lo franelea, mientras lo mira con lujuria. Se mueve sin parar de atras para adelante, caliente, todo mojado. Se la soba con maestría, mientras sus cuerpos se rozan, se calientan, se devoran.
—Qué rica pija tenés —le dice Flor, gimiendo, mientras lo aprieta con cuerpo.
—¿Queres ver cómo entra toda, amor? —me pregunta mirándome, con esa cara de puta encantada.
Ella agarra la pija y la apoya en la entrada de su concha. Baja lento, muy lento, descargando su peso de a poco, dejando que esa verga le abra camino centímetro a centímetro. La cara de Flor es una postal: ojos cerrados, boca entreabierta, gimiendo bajito, con esa expresión de placer absoluto. Está sintiendo cada milímetro, cada estirón, cada latido de esa pija adentro suyo.
—Extrañaba tu pija —le susurra a Guido, gimiendo.
Empieza a moverse despacio, con ritmo, con control. Ella domina. Va marcando el paso con sus caderas, mientras le chupa los dedos a Guido como si fueran una extensión de su pija. Los mete hasta el fondo de la boca, mirándolo a los ojos, gimiendo y retorciéndose arriba suyo. Yo me sigo pajeando, duro, embobado con la escena, viéndola ser completamente ella, disfrutando de lo que le gusta, entregada.
—Qué rico... —dice Flor entre gemidos.
—¿Te gusta? —me pregunta, con voz de adolescente en celo, mientras sigue saltando sobre ese pijón.
Solo puedo morderme el labio, al borde del delirio, mientras me pajeo sincronizado con sus movimientos.
Ella toma aire, agarra sus tetas, las aprieta fuerte y dice:
—Me encanta saltar en la pija...
Yo ya no doy más. Flor estira su mano hacia mí y me agarra la pija, y empieza a hacerme la paja mientras sigue montando a Guido. Me mira directo, con una mirada de puta hecha y derecha, gimiendo, perdida en la calentura.
—¿Te gusta, mi amor? —me dice, sin parar de cogerse a Guido.
—Me encanta —le respondo sin pensar.
Me besa con una lengua ardiente, desesperada, sin dejar de moverse arriba de Guido, sin dejar de hacerme la paja. Está prendida fuego.
—Cogetelo —le digo, rendido.
Ella me suelta, se enfoca en Guido. Empieza a cabalgarlo con más fuerza. Subidas y bajadas profundas, chocando piel con piel, haciendo ruido, haciendo rebotar sus tetas como locas.
—Ahorcame —le pide a Guido entre gemidos.
Guido le agarra el cuello, firme, con una mano, mientras con la otra la agarra del culo. La está dominando y ella se deja. Cierra los ojos, se entrega al placer, se mueve como una diosa encima de esa pija dura.
—Me encanta esta pija —dice Flor casi gritando.
Guido le pega un chirlo hermoso en el culo. Suena fuerte.
—Ay sí, pegame otra vez —le pide ella.
Otro chirlo. Más fuerte. El departamento entero lo escucha.
Flor se vuelve loca. Rebotando, gimiendo como una bestia. Guido la acompaña con el movimiento de caderas, bien profundo, bien abajo.
Yo me estoy haciendo la paja con una mano, con la otra me agarro la pierna, temblando. Estoy viendo la mejor porno de mi vida. Y es en vivo. Y es ella. Y es real.
Flor está por acabar. Se nota. Sus gemidos son intensos, dulces, desesperados.
—Ay sí... cómo me gusta la pija...
—Me encanta saltar arriba de esta pija —le dice a Guido, mirándolo fijo.
Estoy en el cielo. Con la granada a punto de estallar con solo de verla tan trola, tan mía y tan libre.
Y todavía queda mucho por coger.
Flor se le monta encima de un salto suave, apoyando su conchita mojada contra ese pijón caliente, y se funden en un beso salvaje. Se comen la boca como si no se hubieran besado en años. Ella se corre la tanga a un lado, empieza a franelearlo con su concha depilada y resbalosa, frotando de arriba abajo, haciendo presión, generando un roce que los vuelve locos a los dos. Él le manosea las tetas con ganas y la agarra del culo con ambas manos, apretándola como si fuera suya.
Yo estoy sentado al lado, con la pija en la mano, viendo todo en primera plana, sin perder detalle. Ella lo franelea, mientras lo mira con lujuria. Se mueve sin parar de atras para adelante, caliente, todo mojado. Se la soba con maestría, mientras sus cuerpos se rozan, se calientan, se devoran.
—Qué rica pija tenés —le dice Flor, gimiendo, mientras lo aprieta con cuerpo.
—¿Queres ver cómo entra toda, amor? —me pregunta mirándome, con esa cara de puta encantada.
Ella agarra la pija y la apoya en la entrada de su concha. Baja lento, muy lento, descargando su peso de a poco, dejando que esa verga le abra camino centímetro a centímetro. La cara de Flor es una postal: ojos cerrados, boca entreabierta, gimiendo bajito, con esa expresión de placer absoluto. Está sintiendo cada milímetro, cada estirón, cada latido de esa pija adentro suyo.
—Extrañaba tu pija —le susurra a Guido, gimiendo.
Empieza a moverse despacio, con ritmo, con control. Ella domina. Va marcando el paso con sus caderas, mientras le chupa los dedos a Guido como si fueran una extensión de su pija. Los mete hasta el fondo de la boca, mirándolo a los ojos, gimiendo y retorciéndose arriba suyo. Yo me sigo pajeando, duro, embobado con la escena, viéndola ser completamente ella, disfrutando de lo que le gusta, entregada.
—Qué rico... —dice Flor entre gemidos.
—¿Te gusta? —me pregunta, con voz de adolescente en celo, mientras sigue saltando sobre ese pijón.
Solo puedo morderme el labio, al borde del delirio, mientras me pajeo sincronizado con sus movimientos.
Ella toma aire, agarra sus tetas, las aprieta fuerte y dice:
—Me encanta saltar en la pija...
Yo ya no doy más. Flor estira su mano hacia mí y me agarra la pija, y empieza a hacerme la paja mientras sigue montando a Guido. Me mira directo, con una mirada de puta hecha y derecha, gimiendo, perdida en la calentura.
—¿Te gusta, mi amor? —me dice, sin parar de cogerse a Guido.
—Me encanta —le respondo sin pensar.
Me besa con una lengua ardiente, desesperada, sin dejar de moverse arriba de Guido, sin dejar de hacerme la paja. Está prendida fuego.
—Cogetelo —le digo, rendido.
Ella me suelta, se enfoca en Guido. Empieza a cabalgarlo con más fuerza. Subidas y bajadas profundas, chocando piel con piel, haciendo ruido, haciendo rebotar sus tetas como locas.
—Ahorcame —le pide a Guido entre gemidos.
Guido le agarra el cuello, firme, con una mano, mientras con la otra la agarra del culo. La está dominando y ella se deja. Cierra los ojos, se entrega al placer, se mueve como una diosa encima de esa pija dura.
—Me encanta esta pija —dice Flor casi gritando.
Guido le pega un chirlo hermoso en el culo. Suena fuerte.
—Ay sí, pegame otra vez —le pide ella.
Otro chirlo. Más fuerte. El departamento entero lo escucha.
Flor se vuelve loca. Rebotando, gimiendo como una bestia. Guido la acompaña con el movimiento de caderas, bien profundo, bien abajo.
Yo me estoy haciendo la paja con una mano, con la otra me agarro la pierna, temblando. Estoy viendo la mejor porno de mi vida. Y es en vivo. Y es ella. Y es real.
Flor está por acabar. Se nota. Sus gemidos son intensos, dulces, desesperados.
—Ay sí... cómo me gusta la pija...
—Me encanta saltar arriba de esta pija —le dice a Guido, mirándolo fijo.
Estoy en el cielo. Con la granada a punto de estallar con solo de verla tan trola, tan mía y tan libre.
Y todavía queda mucho por coger.
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