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putita la niñera 19

Nos habíamos ido unos idas a descansar con Clara para cortar la rutina. Estaba tirado en la cama del hotel en Bariloche, con el frío colándose por la ventana y las sábanas enredadas en las piernas. Clara estaba al lado mio con una bata que apenas le tapaba nada, mirando el celular con esa concentración que siempre me ponía nervioso. Habían pasado dos semanas desde aquella noche en el living, y no podía sacarme de la cabeza la imagen de Lucía con mi leche en la cara, ni la lengua de Clara chupándome mientras Lucía la miraba con esa cara de puta. Todo eso me quemaba la cabeza, y aunque intentaba disimular, la pija ya se me hinchaba en el bóxer.
Clara debió notar algo, porque dejó el celular en la mesita y me clavó los ojos. “¿En qué pensás, Juan?” dijo, con esa voz que era mitad curiosidad, mitad desafío. Me conocía demasiado bien, y sabía que no estaba pensando en las montañas ni en el esquí de ese día.
“Nada, en vos,” mentí, pero mi sonrisa me delató. Antes de que pudiera inventar una excusa, ella agarró el celular otra vez y empezó a escribir. “¿Qué hacés?” pregunté, con un nudo en el estómago.
“Ya vas a ver,” dijo, con una sonrisa que me hizo sentir que estaba a punto de caer en una trampa. De pronto, el teléfono vibró. Era una videollamada. Y ahí, en la pantalla, apareció Lucía, tirada en el sillón de nuestro living en Buenos Aires, con una remera ajustada que dejaba poco a la imaginación y una copa de vino en la mano. “¡Viejitos! ¿Cómo está el frío por allá?” dijo, con esa voz que siempre sonaba como si estuviera a punto de soltar una bomba.
“Frío, pero se soporta,” respondió Clara, acomodándose en la cama para que los dos entráramos en el cuadro. “¿Y vos? ¿Cómo tratás nuestra casa, pendeja? Nada de fiestas eh”
Lucía se rió, inclinándose hacia la cámara para que su escote quedara bien en primer plano. “La estoy cuidando como si fuera mía. Aunque, la verdad, me aburro sin ustedes. La casa está muy silenciosa sin los chicos.”
Sentí un calor que me subió desde la entrepierna hasta el pecho. La mano de Clara, que estaba apoyada en mi muslo, apretó un poco más fuerte, como si supiera exactamente lo que estaba pensando. “Pobrecita, ¿te sentís sola?” dijo Clara, con un tono que no sabía si era burla o una invitación al infierno. “Si querés, te entretenemos un rato.”
Lucía se mordio el labio, y su sonrisa se volvió más filosa. “¿Ah, sí? ¿Y cómo piensan hacer eso desde tan lejos, viejitos?”
No estaba preparado para lo que vino después. Clara se inclinó hacia mí y me dio un beso lento, profundo, con la lengua recorriéndome los labios como si quisiera devorarme. Me dejo saliva por las mejillas mientras me chupaba como a una naranja. Le seguí el juego, pero no podía despegar los ojos de la pantalla, donde Lucía nos miraba con una mezcla de diversión y deseo. “Qué lindo, me encanta mirar,” dijo, y se acercó más a la cámara, dejando que la remera se le subiera un poco, mostrando la curva de su cintura.
“Si querés show, te damos show,” dijo Clara, y de repente se desató la bata, dejándola caer hasta la cintura. Sus tetas quedaron al aire, con los pezones duros, y yo sentí que la pija me iba a explotar. “Pero vos también tenés que mostrar, a nosotros tambien nos gusta mirar,” agregó Clara, con una voz que me puso mas degenerado.
Lucía no perdió el tiempo. Se sacó la remera de un tirón, dejando sus tetas perfectas a la vista, y se pellizcó un pezón con una sonrisa que me mató. “¿Así está bien, Clara?” dijo, y se inclinó más hacia la cámara, como si quisiera que oliéramos su perfume desde Bariloche.
Estaba duro como piedra, y Clara lo sabía. Sin decir nada, metió la mano debajo de la sábana y me agarró la pija, apretándola justo lo suficiente para sacarme un gemido. Lucía se rió desde la pantalla. “Mirá al viejo como se le pone de gorda la pija,” dijo, y se lamió los labios, como si estuviera recordando el sabor de aquella noche.
Clara se rió, pero no había celos en su risa, solo una excitación que me prendió fuego. “Mostrale mas, Juan,” dijo, y me bajó el prepucio dejando a la vista la cabeza de la verga toda mojada. La agarró con una mano, acariciándome despacio, mientras miraba la pantalla. “¿Qué te parece, Lu? ¿Te gusta la pija de mi marido?”
Lucía se mordió el labio, y su mano libre bajó hasta desaparecer fuera de cuadro. “Me encanta, pero no es justo que solo ustedes se diviertan, yo tambien quiero probar” dijo, y ajustó la cámara para mostrar que se estaba tocando, con los dedos deslizándose por su concha, que brillaba de lo mojada que estaba. Se la abria y descubría el clitoris y despues con el dedo indice y mayor recorria sus labios hasta llegar al culo. “Miren lo que me hacen, son unos viejos hijos de puta.”
No podía creer lo que veía. Clara se subió encima mio, de espaldas a la cámara, y se hundió en mi pija bien hasta el fondo. “Mirá, pendeja, así se coje,” dijo, moviéndose despacio, dejando que Lucía viera cómo mi pija entraba y salía de su concha. Lucía gemía desde la pantalla, tocándose más rápido, con los ojos fijos en nosotros.
“Vieja puta, qué buen culo tenés,” dijo Lucía, y su voz temblaba, como si estuviera a punto de acabar. “Juan, ¿te gusta cojerte a tu mujer mientras me mirás?”
No pude hablar. Estaba perdido en el calor de Clara, en sus gemidos, en la imagen de Lucía tocándose en nuestro living, con sus tetas temblando y su cara de trolita. Clara aceleró el ritmo, apoyando las manos en mi pecho, y yo le agarré las caderas,metiendosela con toda la fuerza que tenía. “Llename de leche Juan, mostrale a esta puta cómo me acabas toda,” dijo Clara, y eso me descontroló. Le acabe toda la conchita adentro, mientras Clara temblaba encima de mí, acabando como putita con un grito que se escuchó en todo el hotel.
Desde la pantalla, Lucía también acabó, con un gemido agudo que me hizo querer estar en Buenos Aires. “Hijos de puta, me dejaron toda mojada,” dijo, riéndose, mientras se limpiaba los dedos con la lengua.
Nos quedamos en silencio, con Clara todavía encima mio y Lucía mirándonos desde la pantalla con esa sonrisa de pervertida. “Bueno, viejitos, me voy a dormir,” dijo poniendose la tanga. “Pero no se acostumbren a dejarme sola, ¿eh? La próxima los quiero en persona.”
La llamada se cortó, y Clara se dejó caer a mi lado, respirando pesado. Me miró, con esa mirada que no podía descifrar del todo. “¿Qué hacemos con esta pendeja, Juan?” preguntó, pero no sonaba a reproche, sino a algo más, algo que me dio miedo y me excitó al mismo tiempo.
“No sé, ya no se nada” dije, con el corazón todavía a mil. Clara se rió, se acurrucó contra mí y apagó la luz. Pero mientras me quedaba dormido, con su cuerpo pegado al mío, no podía dejar de pensar en Lucía, en su concha mojada, en su risa, y en lo que iba a pasar cuando volviéramos a Buenos Aires.

1 comentarios - putita la niñera 19

nukissy748
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