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Mi novia y su amiga me humillan

Dulce Lucía - capítulo 4


El cielo se teñía de tonos cálidos mientras Lucía, de 25 años, una joven de piel blanca, cuerpo delgado, senos pequeños y un culo bien formado, se preparaba en casa, nerviosa pero ilusionada. Reservada por naturaleza, su timidez solía mantener sus emociones a raya, pero las recientes aventuras con Mateo, su novio de 27 años, habían despertado una curiosidad vibrante en su interior. Esa noche, en un restaurante acogedor de luces suaves y mesas de madera, Lucía había invitado a Carla, su amiga desde la universidad, para compartir una cena. Carla, de 26 años, rubia, delgada, con ojos vivaces y una sonrisa cálida, había sido su confidente en días de exámenes y cafés eternos, siempre abierta y comprensiva. Mateo, con su remera roja y jeans, ajustaba su silla, su mirada inquieta pero llena de amor por Lucía, quien lo tomó de la mano, sonriendo tímidamente. —Amor, estoy ansiosa por presentarte a Carla, es especial para mí —susurró Lucía, su voz suave, un brillo juguetón asomando en sus ojos. Las velas parpadeaban, el aroma de pan recién horneado llenaba el aire, y la llegada de Carla, con un vestido azul ligero, marcaba el inicio de una noche que prometía risas, recuerdos y algo más atrevido.


 Los tres charlaban animadamente, el tintineo de las copas de vino tinto acompañando anécdotas de exámenes y viejos amigos. Lucía, con el corazón latiendo rápido, tomó un sorbo de vino, sus mejillas sonrojándose ligeramente. Hizo una pausa, sus dedos jugueteando con el borde de la servilleta, una sonrisa tímida y picarona asomando en sus labios. —Carli, hay algo… especial que quiero contarte —empezó, su voz baja, casi un susurro, los ojos brillando con una mezcla de nervios y emoción, bajando la mirada un instante antes de levantarla, lista para compartir su aventura.
Lucía comenzó a contar la experiencia del colectivo con Ricardo, sin dejar de mencionar los detalles sobre el tamaño de su verga. También comentó lo eufórica que se sintió al experimentar tremendas situaciones. No fue mezquina con las descripciones de los amigos de Mateo, quien solo asentía con una tímida sonrisa. Carla, casi sin poder cerrar la boca, escuchaba atenta lo que su amiga mencionaba. 


Carla, boquiabierta, miró a Mateo, luego a Lucía. —Wow, Lucía, qué intenso. ¿Y Mateo?
Lucía rió, mirando a su novio con cariño. —Su pene es chiquito, delgado. No trago el suyo porque lo amo demasiado, solo lo toco.
Carla frunció el ceño, gentil. —Oye, todos los cuerpos merecen amor, Lucía. Cada uno es especial a su manera, ¿sabes? Mateo es genial.
Lucía asintió, sonriendo. —¿Querés mostrarle, amor? —le preguntó a Mateo, sus ojos juguetones. Mateo, nervioso pero excitado, asintió, el calor subiendo a sus mejillas.


En un rincón discreto del restaurante, Mateo se bajó un poco el pantalón, mostrando su pene erecto: unos 15 cm de largo, pero notablemente delgado. Carla lo observó, curiosa, y sonrió. —Es lindo, Mateo, único —dijo, sincera.
Lucía sacó su celular, mostrando una foto de Ricardo, su miembro masivo llenando la pantalla. —Mira esto, Carla, ¡es de otro mundo! —dijo, riendo.
Carla se quedó sin aliento, los ojos muy abiertos. —¡No lo creo! Es gigantesco, Lucía. Qué experiencia.
Lucía asintió, apasionada. —Lo mejor es tragarlo, Carla. Cuando me agarran de la nuca y eyaculan en mi boca, es increíble. Pero a Mateo no, él es mi amor, solo lo masturbo. ¿Nos vamos? — preguntó con sonrisa pícara.


Una vez en casa, las anécdotas y las imágenes estaban en las mentes de todos. El calor fue subiendo y un vino fue descorchado y las copas a medio llenar en la mesa del comedor.
Carla, intrigada, deslizó una mano suave sobre el pecho de Mateo, acariciándolo con ternura. —Estás bien, ¿verdad, Mateo? Todos merecen cariño —dijo, sonriendo. Mateo, ya excitado, comenzó a masturbarse con su mano dentro del pantalón, su respiración agitada.
Carla, amigable, ofreció ayuda. —¿Puedo? —preguntó, y Mateo asintió, sonrojado mientras se bajaba los sus boxers amarillos con lunares negros. Ella usó solo su pulgar e índice, moviéndolos con delicadeza sobre su delgado pene. En pocos instantes, Mateo eyaculó a chorros, gimiendo, el líquido salpicando bajo la mesa.
Lucía y Carla rieron, un sonido cálido y sin malicia. —Es delgado, pero qué potencia, Mateo —dijo Carla, guiñando un ojo.
Lucía, riendo, añadió: —Sí, delgadito, pero tan tuyo, amor. Me encanta verte así. —Se inclinó, besándolo con cariño, mientras Carla sonreía, la mesa llena de una extraña pero tierna complicidad.




CAPÍTULO 1: http://www.poringa.net/posts/relatos/5990215/Mi-novia-con-un-tipo-en-el-Rapido-Tata.html
CAPÍTULO 2: http://www.poringa.net/posts/relatos/5990256/Mi-novia-conoce-a-mis-amigos.html
CAPÍTULO 3: http://www.poringa.net/posts/relatos/5990337/Mi-novia-con-mis-amigos-parte-2.html







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