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La peor separación de mi vida - Parte 4 (fin)

Pasaron dos meses después de eso en los que prácticamente no tuve contacto con ella. Sólo un par de veces nos escribimos. En una, el boludo fui yo. En otra de esas noches de angustia y agonía, solo en casa, llorando, le escribí muy tarde, como a las tres de la mañana, sin poder dejar de retener dentro de mí todo lo que sentía, todo lo que le quería decir. Rogándole de verla de nuevo, que volviéramos, que la amaba, que quería cambiar y ser el hombre que ella deseaba.

Ni me los contestó.

Dos semanas después de eso me escribió ella. A mi se me iluminó el alma, pero era solo para preguntar una duda que tenía con su computadora. Una boludez. Yo pensé que la pregunta había sido tan boluda, tan fácil de googlear en treinta segundos y solucionar, que me había preguntado a propósito. Como tirándome una línea, un salvavidas. Una forma que ella se ideó para restablecer, muy de a poco, el contacto. Así que aproveché y le empecé a hablar, a decirle lo que sentía y lo que quería.

Se puso del orto de nuevo, inmediatamente, cagándome a puteadas. Calma y explosión, así era ella. Cuando después de su larga, larga tirada de insultos, incluído un audio de varios segundos que me mandó, donde me gritaba “hijo de putaaaaaa!” una vez atrás de otra, pero a grito pelado, mal, chillando y desgañitándose del esfuerzo, me bloqueó.

Y ahí pensé que por fin, de una buena vez, había llegado el verdadero final de todo. Me juré y perjuré enterrarla. Enterrar su recuerdo. Que Ayelén no iba a existir más para mí, de una buena vez. Lo que tendría que haber hecho hacía tanto tiempo ya.

Y lo logré. Después de eso nunca más le volví a escribir, bancándome mis noches solitarias y de angustia, que con el tiempo se fueron haciendo por suerte menos frecuentes. Me sentía que ya había tocado fondo y que ahora estaba en el lento proceso de levantar de nuevo. Ya se me daría y volvería a estar bien, lo sabía. Era cuestión de tiempo, pero ya la había olvidado completamente. A ella y a todo lo que se refería a ella.

Pero Ayelén tenía otros planes.

Unos tres meses después ya era verano. En poco más de un mes a mi me vencía el contrato donde yo alquilaba. Mi intención era renovarlo, claro. Me gustaba vivir ahí y ya estaba instalado hacía años. No me quería ir a otro lugar y tener que lidiar con la mudanza, algo que detesto hacer. El problema es que los dueños, con la inflación que había, me iban a aumentar el nuevo contrato a una barbaridad. No era impagable, claro, pero lo rozaba. Como opción y como tenía algo de tiempo todavía, me puse a buscar otros departamentos más o menos por la zona. Para tener en mente en caso que decidiera no renovar ahí. Pero todos también estaban pidiendo una barbaridad. Entre los gastos, meses de depósito, garantías y todo eso, me quedaban igual o más caro que donde yo estaba. Así que decidí directamente renovar donde estaba, ajustarme el cinturón un poco todos los meses y seguir así.

Me senté una noche a planificar los nuevos gastos, considerando el nuevo alquiler, la suba de expensas y todo. Iba a estar muy justo. Se podía hacer, pero quedaba justo todos los meses. Pensando de dónde podía sacar más guita para ir llevando la cosa, se me prendió la lamparita. Todavía tenía la cuenta esa separada que teníamos con Ayelén. Me había olvidado de esa cuenta. No había una cantidad enorme de plata ahí, para nada, y los dos habíamos puesto plata de cada uno ahí. No quería hablar con ella pero de última podía hacer un último esfuerzo de revivirla en mi cabeza, hablarle, decirle que iba a sacar mi parte y punto. Podía usar esa plata.

Cuando entré con mi compu a ver el estado de la cuenta me bajó la presión. Decía que había dos pesos. Literalmente, sólo había dos pesos. $2. Me desesperé. La hija de puta de Ayelén había vaciado la cuenta, seguro. Pero cuando fui a ver los movimientos de cuenta, para ver cuándo había pasado, noté que no había sido hace mucho. Nueve días, nada más. Y no había sido transferido a una cuenta de ella. Fue a un número de CBU que no conocía.

Cuando lo busqué, salió el nombre de Iván.

En total me habían desaparecido como cuatrocientos mil pesos, de los míos. La hija de puta se había chupado los ochocientos cincuenta mil que recordaba que había, menos los dos pesos que dejó ahí.

SI, YA SE ESO TAMBIEN. Que fui un boludo, que nunca saqué la guita de ahí, que nunca cerré esa cuenta. Que mi olvido total de Ayelén también incluyó eso, o quizás inconscientemente asumí que nunca se iba a animar a hacer algo así. Pero lo hizo.

Me agarré una bronca enorme, tomé el celular y le escribí. A ver si todavía me tenía bloqueado. Por suerte no. En algún momento de esos meses sin contacto me había desbloqueado pero nunca me escribió. Los mensajes le estaban llegando.


La peor separación de mi vida - Parte 4 (fin)


loca


ex novia


cornudo


Yo me había levantado a prenderme un cigarrillo de los nervios que me estaba dando esa charla. Cuando agarré el celular de nuevo, ya sabía lo que se venía. No necesitaba verlo. Quise apurarme para bloquearla, pero no llegué. No me dió tiempo. Antes de que pudiera hacerlo vi que me había llegado un video. Si me mandó más después de eso, no lo sé.

Pero el video quedó ahí en el chat. No tenía intenciones de verlo. Borrar el chat entero… eso no lo quería hacer, si la iba a denunciar necesitaba esa evidencia. No le había dado play todavía al video. Y debatí si hacerlo. Lo debatí mucho. Decidí que no. Que no hacía falta verlo. Que iba a ser una mierda que me iba a hacer sentir mal. A hacer sentir peor. Apagué la pantalla del celular y me puse a buscar y a informarme como hacer la denuncia de ésto y qué se hacía en éstos casos. Lo había logrado. Había podido controlarme. Ya Ayelén no me iba a refregar más por la cara las cosas que hacía. Yo era más fuerte. Estaba orgulloso de mí.

Y estuve realmente orgulloso de mi hasta esa noche a las tres y media de la mañana cuando no pude aguantar más y le di play al video.


cuernos

Después de ese día, de verdad ésta vez, no volví a hablar con ella. Hablé con un amigo abogado un tiempo después que me desalentó. Me dijo que sí, que si quería le podía hacer la denuncia. Pruebas había. Pero que me iba a gastar mucho más en honorarios de abogado y todo iba a tardar tanto tiempo que no valía la pena tanto esfuerzo por esa cantidad de plata.

No vi más a Ayelén. Nunca volvimos a hablar o chatear. Quedó algo de mi ropa en su casa, remeras y eso, que la verdad me chupa un huevo recuperar. Lo que sí me quedó fue una experiencia imborrable de mala. Aprendí, si, pero aprendí a la fuerza. Ojalá ésto sirva de testimonio de lo mal que pueden llegar a salir éstas cosas.

2 comentarios - La peor separación de mi vida - Parte 4 (fin)

nukissy3017
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DnIncubus
Hasta que al fín se dio cuenta, mujeres así hay un montón y en Argentina es la mayoría, me extraña que con la situación del país hayas dejado la plata ahí y más con la loca ésa con la cuenta en conjunto, debiste sacar tu parte. Queda la experiencia no más