Me quedé tan mal con ese par de videos que al otro día ni le dije nada. Ella tampoco me escribió, por supuesto. Encima me había sacado 70 mil pesos. Había entrado como un boludo. Si, ella se portó para la mierda, pero el boludo había sido yo. No veía muchas chances de recuperarlos, pero lo iba a intentar igual. Y también iba a intentar hablar con ella en persona.
Dejé pasar un dia. Ni le escribí porque sabía que no me iba a contestar nada. Al segundo día me fui a la tarde para la casa. Para colmo no vivíamos muy cerca que digamos, pero me fuí igual. Le toqué el portero eléctrico varias veces y no me contestaba nadie. Seguro que no estaba, así que me quedé esperándola ahí como un boludo en la puerta de su edificio, pensando una y otra vez que decirle.
Como a la hora y media recién la vi venir caminando. A los diez metros más o menos me vió y puso un poco de cara de orto.
“Qué hacés acá?”, me dijo cuando se acercó, buscando las llaves en su cartera.
Yo le sonreí suavemente, “Hola, no?”
“Hola. Qué hacés acá?”, me dijo de nuevo.
“Vine a hablar con vos, a verte.”
“Yo te llamé, Mariano? Te dije que vinieras?”
“No… yo vine…”
“Entonces es porque no tenemos nada para hablar.”, me dijo seca, mirándome con bronca.
“Pará, mi amor, escuchame, si? Sólo eso te pido…”, me quise acercar para darle un beso en la mejilla pero me sacó la cara. Se rió y sacudió un poco la cabeza.
“Me seguís diciendo ‘mi amor’, por Dios…”, se sonrió.
“Es porque sos mi amor”, le dije.
“No te das cuenta que ya fué, Mariano? En serio te digo.”, me miró fijo, estudiandome un poco, “Ya no estamos juntos, la tenés que cortar”
“Pará Ayelén, en serio… hablemos. No quiero que se termine todo y menos así”, le supliqué.
“Y a mi que me importa cómo querés que se termine?”, me dijo, “Ya fué, loco, basta. Entendelo.”
“No lo entiendo. No lo quiero entender”, le dije suave, “Quiero estar con vos…”
Ayelén dió un paso con las llaves en la mano y yo no me moví. Me miró un poco feo.
“Me dejás pasar?”
“Podemos subir y hablar tranquilos un poco? Un ratito te pido nada mas”
“Me dejás pasar, tarado? Qué te pasa?”, me dijo enojada, “Te corrés?”
“Podemos subir?”
“No. A mi casa no entrás, Mariano. Basta. Cortala.”, me dijo entre dientes apretados. Yo no quería que le saltara la térmica ahí en la calle y ya me la veía venir, la tenía que calmar.
“Dale, amor, por favor. Un ratito quiero hablar con vos, nada mas. Necesito que charlemos, necesito estar con vos…”, le supliqué suave para que no se enojara.
Ella se enojó igual. Me frunció las cejas, mirándome fijo, “Ah… ah, ahora me necesitás? No ves que sos un pelotudo, Mariano”, yo me quedé callado mirándola, “Primero me despreciás, me decís que me querés ver con otro tipo y cuando lo hago ahí me necesitás? Por qué no te vas a la mierda, Mariano.”
“... cuándo te desprecié, Ayelén? Nunca…”, dije pero me interrumpió.
“Me hiciste sentir como el orto, estúpido! Como que yo no valgo nada para vos.”
“Cuándo hice eso?! Nunca!”, le respondí.
“Y no sé, por ahí cuando me dijiste que preferías verme con otro. Imbécil”, me gruñó, “Te parece que no es un desprecio eso?”
“No entendiste nada…”, suspiré frustrado, “Lo malinterpretaste…”
“Me vas a decir a mí que yo no sentí eso? Que no me sentí así?”
“No, pero…”
Ayelén me interrumpió, “Ahora bancatelá, querido. Si soy tan poca cosa como para que me largues así, ahora te la bancás, pelotudo.”
“Mi amor…”
“Si yo no valgo nada para vos no sé por qué te estás haciendo tanto problema por mí, no? Ya está, ya fue. Ya no estoy en tu vida, no sé que te jode tanto! No es lo que querías?”
“No… pará… pará un poquito, escuchame”, le dije pero me ignoró.
“Qué querés subir a hablar de qué? A decirme qué? Qué, querés las setenta lucas que te devuelva? Estás haciendo éste circo por eso?”, me dijo.
“No… no es eso…”, ella seguía ignorándome y despachándose enojada.
“Metetelas en el orto las setenta lucas, tarado!”, la ví sonreírse un poco a través de la bronca que llevaba en la cara, “Aparte ya casi me las gasté ya. Jodete.”
“Pará amor, no es eso…”
La ví sonreír más. Una sonrisa fea. Mala. Me miró fijo y me dijo, “Lo que me queda de esa guita la voy a usar hoy, seguro. A la noche salgo con Iván.”
“C-con el plomero?”, me quedé medio helado mirándola.
“Se llama Iván, tarado. No es ‘el plomero’ “, me sonrió, “Y si, hoy la noche salimos. Le dije de salir.”
“No me hagas ésto, Ayelén… mi amor, por favor…”, le supliqué. Me dió un nudo en el estómago cuando la escuché decirme eso, pero ella siguió enterrándome el cuchillo.
“No te estoy haciendo nada, tarado. Estoy haciendo mi vida”
“Pero…”
“Pero nada, Mariano. No era lo que querías? Bueno, acá está. Hoy salgo con Iván. Que encima es mucho más hombre que vos, pelotudo. Ya con lo poco que lo conozco ya me doy cuenta”, se sonrió, “Ahora jodete. Tomá. Salgo con otro tipo, bancátela”
La ví que me iba a escupir otra cosa fea pero se frenó porque justo pasaba una vieja, despacito por al lado nuestro, con su changuito de las compras. Ayelén esperó que se fuera más lejos la señora y se me puso casi en la cara, bajando la voz, con una sonrisita feliz.
“Sabés qué pija hermosa tiene Iván? La viste? Eh? Viste los videítos que te mandé, puto?”
“Ayelén.. No me digas eso.. No me hablés así, por favor. Me duele…”
Ella siguió, cebada, “No sabés lo que me encantó chupársela cuando vino. Es hermosa.”
“Mi amor…”, yo balbuceaba, mirándole el fuego feo y malo que tenía en esos ojitos hermosos.
“Nunca había chupado una pija tan, pero tan rica. Nunca, te juro. Cómo la disfruté!”, se rió, “Mmm… se me hace agua la boca ahora pensar en esa pija”
“Ayelén…”
Ella se sonrió más, “Encima es un amor, Iván. Re copado. Le dije que me grabara para mandártelo a vos, para que me vieras hacerlo. Así aprendías a no descartarme tan fácil…”
“Nunca te dije eso… no fue así…”
“Se prende en todas, Iván, me parece. Ya lo descubriré”, me dijo con una risita.
“Por favor… no…”, yo estaba con ganas de llorar ya.
“Encima viste lo que es esa pija? Lo grande y dura que la tiene? Hmm? La viste?”, se rió, “Seguro que la viste. Seguro que la viste bien. Seguro que te pajeaste pensando en chupársela vos también al lado mío, puto. Maricón de mierda. Cómo te deben haber gustado esos videítos…”
“Ayelén, pará… nada que ver…”
Ella se rió, “Hoy a la noche ojalá se dé. Te voy a mandar mas videítos, asi te entretenés tocándote esa pijita que tenés vos. Por lo menos ves lo que es un hombre en serio, por ahí aprendés algo.”
“No seas hija de puta… vos no sos así”, le dije.
A Ayelén se le fué la sonrisa de golpe, me miró con mucha bronca por un par de segundos, “No puedo creer… no me entra en la cabeza la pérdida de tiempo que fue el estar con vos, Mariano. Como pude estar dos años de mierda al lado tuyo.”
“Por qué decís eso…”
“Porque sos un pelotudo y un puto. Un pendejo de veintinueve años. Tendrás veintinueve pero por dentro seguís siendo un pendejo pelotudo que todavía no es hombre de verdad”
“Y éste plomero de mierda cuantos tiene?”, le pregunté.
“Treinta y ocho tiene”
“Uf.. .dale, Ayelén, con un tipo así? Aunque sea…”
“Aunque sea nada, tarado. Es MI vida, okey?”, me gruñó, “No te voy a permitir que me digas con quien tengo que estar? Quién te creés que sos, pelotudo de mierda?”
“Es un viejo!”
“Me chupa un huevo!”, me gritó, levantando bien la voz, “Es más hombre que lo que vos fuiste, FORRO! Pedazo de hijo de puta… sabés que a los diez segundos de estar chupándosela, sabés qué hizo? Sabés que me dijo?”
“No… ni quiero…”, le balbuceé, me sentía enfermo. Mal del estómago.
“Me dijo que se la chupaba hermoso. Que tenía una boca divina. Que lo estaba haciendo gozar tanto… y me acariciaba”, se sonrió, “Diez segundos! Y vos, pedazo de hijo de puta, ni en dos años enteros me dijiste algo así”
“... si te lo dije…”
“NUNCA ME DIJISTE UNA MIERDA HIJO DE PUTA!”, estalló feo, “Ahora querés hablar? Ahora me necesitás? ANDATE A LA MIERDA! Sabés qué, Mariano? Le voy a decir a Iván a ver si se copa, seguro que sí, porque es re buena onda… te voy a mandar mas videítos, para que veas lo que hago con un hombre en serio.”
“Ayelén, no… ni se te ocurra”, le dije.
“Hijo de puta… te voy a llenar de videos. Te voy a ahogar de videos. Para que veas. Para que aprendas cómo es un hombre de verdad… ya vas a ver.”
“Me mandás eso y te bloqueo…”, le dije.
Ayelén protestó y directamente me empujó con el hombro, mientras pasaba para abrir la puerta e irse a su departamento, “Pero tomátelas, tarado. Si no tenés huevos. No tenés los huevos de bloquearme. Mariconazo. Puto. Dejame en paz, querés? Dejame vivir.”
No le pude decir nada. La vi desaparecer, embroncada y enojada, por el hall de su edificio, entrar al ascensor e irse para arriba a su departamento. Yo me volví a casa, sintiendome asqueado y enfermo. Realmente tenía mucho dolor de estómago de los nervios. Hasta tuve que vomitar y acostarme cuando llegué a mi casa.
Lo que me terminó de rematar fue cuando, ya tarde a la noche, fiel a su promesa, Ayelén me mandó los videos que había dicho. Y no perdió la oportunidad de insultarme y forrearme por el chat. Yo ni le contestaba, porque qué le podía contestar?




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Dejé pasar un dia. Ni le escribí porque sabía que no me iba a contestar nada. Al segundo día me fui a la tarde para la casa. Para colmo no vivíamos muy cerca que digamos, pero me fuí igual. Le toqué el portero eléctrico varias veces y no me contestaba nadie. Seguro que no estaba, así que me quedé esperándola ahí como un boludo en la puerta de su edificio, pensando una y otra vez que decirle.
Como a la hora y media recién la vi venir caminando. A los diez metros más o menos me vió y puso un poco de cara de orto.
“Qué hacés acá?”, me dijo cuando se acercó, buscando las llaves en su cartera.
Yo le sonreí suavemente, “Hola, no?”
“Hola. Qué hacés acá?”, me dijo de nuevo.
“Vine a hablar con vos, a verte.”
“Yo te llamé, Mariano? Te dije que vinieras?”
“No… yo vine…”
“Entonces es porque no tenemos nada para hablar.”, me dijo seca, mirándome con bronca.
“Pará, mi amor, escuchame, si? Sólo eso te pido…”, me quise acercar para darle un beso en la mejilla pero me sacó la cara. Se rió y sacudió un poco la cabeza.
“Me seguís diciendo ‘mi amor’, por Dios…”, se sonrió.
“Es porque sos mi amor”, le dije.
“No te das cuenta que ya fué, Mariano? En serio te digo.”, me miró fijo, estudiandome un poco, “Ya no estamos juntos, la tenés que cortar”
“Pará Ayelén, en serio… hablemos. No quiero que se termine todo y menos así”, le supliqué.
“Y a mi que me importa cómo querés que se termine?”, me dijo, “Ya fué, loco, basta. Entendelo.”
“No lo entiendo. No lo quiero entender”, le dije suave, “Quiero estar con vos…”
Ayelén dió un paso con las llaves en la mano y yo no me moví. Me miró un poco feo.
“Me dejás pasar?”
“Podemos subir y hablar tranquilos un poco? Un ratito te pido nada mas”
“Me dejás pasar, tarado? Qué te pasa?”, me dijo enojada, “Te corrés?”
“Podemos subir?”
“No. A mi casa no entrás, Mariano. Basta. Cortala.”, me dijo entre dientes apretados. Yo no quería que le saltara la térmica ahí en la calle y ya me la veía venir, la tenía que calmar.
“Dale, amor, por favor. Un ratito quiero hablar con vos, nada mas. Necesito que charlemos, necesito estar con vos…”, le supliqué suave para que no se enojara.
Ella se enojó igual. Me frunció las cejas, mirándome fijo, “Ah… ah, ahora me necesitás? No ves que sos un pelotudo, Mariano”, yo me quedé callado mirándola, “Primero me despreciás, me decís que me querés ver con otro tipo y cuando lo hago ahí me necesitás? Por qué no te vas a la mierda, Mariano.”
“... cuándo te desprecié, Ayelén? Nunca…”, dije pero me interrumpió.
“Me hiciste sentir como el orto, estúpido! Como que yo no valgo nada para vos.”
“Cuándo hice eso?! Nunca!”, le respondí.
“Y no sé, por ahí cuando me dijiste que preferías verme con otro. Imbécil”, me gruñó, “Te parece que no es un desprecio eso?”
“No entendiste nada…”, suspiré frustrado, “Lo malinterpretaste…”
“Me vas a decir a mí que yo no sentí eso? Que no me sentí así?”
“No, pero…”
Ayelén me interrumpió, “Ahora bancatelá, querido. Si soy tan poca cosa como para que me largues así, ahora te la bancás, pelotudo.”
“Mi amor…”
“Si yo no valgo nada para vos no sé por qué te estás haciendo tanto problema por mí, no? Ya está, ya fue. Ya no estoy en tu vida, no sé que te jode tanto! No es lo que querías?”
“No… pará… pará un poquito, escuchame”, le dije pero me ignoró.
“Qué querés subir a hablar de qué? A decirme qué? Qué, querés las setenta lucas que te devuelva? Estás haciendo éste circo por eso?”, me dijo.
“No… no es eso…”, ella seguía ignorándome y despachándose enojada.
“Metetelas en el orto las setenta lucas, tarado!”, la ví sonreírse un poco a través de la bronca que llevaba en la cara, “Aparte ya casi me las gasté ya. Jodete.”
“Pará amor, no es eso…”
La ví sonreír más. Una sonrisa fea. Mala. Me miró fijo y me dijo, “Lo que me queda de esa guita la voy a usar hoy, seguro. A la noche salgo con Iván.”
“C-con el plomero?”, me quedé medio helado mirándola.
“Se llama Iván, tarado. No es ‘el plomero’ “, me sonrió, “Y si, hoy la noche salimos. Le dije de salir.”
“No me hagas ésto, Ayelén… mi amor, por favor…”, le supliqué. Me dió un nudo en el estómago cuando la escuché decirme eso, pero ella siguió enterrándome el cuchillo.
“No te estoy haciendo nada, tarado. Estoy haciendo mi vida”
“Pero…”
“Pero nada, Mariano. No era lo que querías? Bueno, acá está. Hoy salgo con Iván. Que encima es mucho más hombre que vos, pelotudo. Ya con lo poco que lo conozco ya me doy cuenta”, se sonrió, “Ahora jodete. Tomá. Salgo con otro tipo, bancátela”
La ví que me iba a escupir otra cosa fea pero se frenó porque justo pasaba una vieja, despacito por al lado nuestro, con su changuito de las compras. Ayelén esperó que se fuera más lejos la señora y se me puso casi en la cara, bajando la voz, con una sonrisita feliz.
“Sabés qué pija hermosa tiene Iván? La viste? Eh? Viste los videítos que te mandé, puto?”
“Ayelén.. No me digas eso.. No me hablés así, por favor. Me duele…”
Ella siguió, cebada, “No sabés lo que me encantó chupársela cuando vino. Es hermosa.”
“Mi amor…”, yo balbuceaba, mirándole el fuego feo y malo que tenía en esos ojitos hermosos.
“Nunca había chupado una pija tan, pero tan rica. Nunca, te juro. Cómo la disfruté!”, se rió, “Mmm… se me hace agua la boca ahora pensar en esa pija”
“Ayelén…”
Ella se sonrió más, “Encima es un amor, Iván. Re copado. Le dije que me grabara para mandártelo a vos, para que me vieras hacerlo. Así aprendías a no descartarme tan fácil…”
“Nunca te dije eso… no fue así…”
“Se prende en todas, Iván, me parece. Ya lo descubriré”, me dijo con una risita.
“Por favor… no…”, yo estaba con ganas de llorar ya.
“Encima viste lo que es esa pija? Lo grande y dura que la tiene? Hmm? La viste?”, se rió, “Seguro que la viste. Seguro que la viste bien. Seguro que te pajeaste pensando en chupársela vos también al lado mío, puto. Maricón de mierda. Cómo te deben haber gustado esos videítos…”
“Ayelén, pará… nada que ver…”
Ella se rió, “Hoy a la noche ojalá se dé. Te voy a mandar mas videítos, asi te entretenés tocándote esa pijita que tenés vos. Por lo menos ves lo que es un hombre en serio, por ahí aprendés algo.”
“No seas hija de puta… vos no sos así”, le dije.
A Ayelén se le fué la sonrisa de golpe, me miró con mucha bronca por un par de segundos, “No puedo creer… no me entra en la cabeza la pérdida de tiempo que fue el estar con vos, Mariano. Como pude estar dos años de mierda al lado tuyo.”
“Por qué decís eso…”
“Porque sos un pelotudo y un puto. Un pendejo de veintinueve años. Tendrás veintinueve pero por dentro seguís siendo un pendejo pelotudo que todavía no es hombre de verdad”
“Y éste plomero de mierda cuantos tiene?”, le pregunté.
“Treinta y ocho tiene”
“Uf.. .dale, Ayelén, con un tipo así? Aunque sea…”
“Aunque sea nada, tarado. Es MI vida, okey?”, me gruñó, “No te voy a permitir que me digas con quien tengo que estar? Quién te creés que sos, pelotudo de mierda?”
“Es un viejo!”
“Me chupa un huevo!”, me gritó, levantando bien la voz, “Es más hombre que lo que vos fuiste, FORRO! Pedazo de hijo de puta… sabés que a los diez segundos de estar chupándosela, sabés qué hizo? Sabés que me dijo?”
“No… ni quiero…”, le balbuceé, me sentía enfermo. Mal del estómago.
“Me dijo que se la chupaba hermoso. Que tenía una boca divina. Que lo estaba haciendo gozar tanto… y me acariciaba”, se sonrió, “Diez segundos! Y vos, pedazo de hijo de puta, ni en dos años enteros me dijiste algo así”
“... si te lo dije…”
“NUNCA ME DIJISTE UNA MIERDA HIJO DE PUTA!”, estalló feo, “Ahora querés hablar? Ahora me necesitás? ANDATE A LA MIERDA! Sabés qué, Mariano? Le voy a decir a Iván a ver si se copa, seguro que sí, porque es re buena onda… te voy a mandar mas videítos, para que veas lo que hago con un hombre en serio.”
“Ayelén, no… ni se te ocurra”, le dije.
“Hijo de puta… te voy a llenar de videos. Te voy a ahogar de videos. Para que veas. Para que aprendas cómo es un hombre de verdad… ya vas a ver.”
“Me mandás eso y te bloqueo…”, le dije.
Ayelén protestó y directamente me empujó con el hombro, mientras pasaba para abrir la puerta e irse a su departamento, “Pero tomátelas, tarado. Si no tenés huevos. No tenés los huevos de bloquearme. Mariconazo. Puto. Dejame en paz, querés? Dejame vivir.”
No le pude decir nada. La vi desaparecer, embroncada y enojada, por el hall de su edificio, entrar al ascensor e irse para arriba a su departamento. Yo me volví a casa, sintiendome asqueado y enfermo. Realmente tenía mucho dolor de estómago de los nervios. Hasta tuve que vomitar y acostarme cuando llegué a mi casa.
Lo que me terminó de rematar fue cuando, ya tarde a la noche, fiel a su promesa, Ayelén me mandó los videos que había dicho. Y no perdió la oportunidad de insultarme y forrearme por el chat. Yo ni le contestaba, porque qué le podía contestar?




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