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Le robé la mujer a mi vecino - Parte 3

Después de esa tarde en la pileta yo quedé en la duda. Varias cosas se me mezclaron en la cabeza. Luego de la foto con Laura no hicimos nada. Le pasé la foto, la vió, le gustó mucho pero se volvió a poner su top de bikini y ahí nos quedamos, charlando de otras cosas. Bien, como siempre.

Yo pensaba, soñaba más bien, que si se animó a desnudarse un poco para la foto, que también tendría el coraje de querer hacer algo más, pero no. O no se animaba, o para ella era lo más normal del mundo que el vecino le sacara una foto en tetas. Después de la foto no la noté distinta a ella. No la ví tímida ni con ganas de querer irse. Seguimos mateando, charlando de otras cosas y punto. La foto fue una cosa más que hicimos y listo..

Decidí en ese momento no apurarla más, al menos esa tarde. Si no se dió, no se dió. Por ahí ella no quería o tendría sus razones. No querría cagar así al forro del marido, por ahí lo quería en serio. O por ahí era de esas minas que les gustaba joder así y calentar. No lo sabía. Pero yo no quería cometer ningún error.

Además, en unos pocos días, iba a llegar Susan de Buenos Aires. Mirá si hacía algo y embarraba la cancha. No daba por ahí para acelerar tanto considerando que mi novia llegaba en unos días. Claro que estaba recontra caliente con Laura, aún más que siempre después de las fotos, pero tenía que aguantar y descargar mi calentura con Susan.

Dato curioso, sin embargo, cuando le pasé la foto topless a Laura para que la tuviera, en ningún momento me pidió que la borrara de mi teléfono. O se olvidó, o no le importaba. De cualquier manera, le dediqué una linda pajita esa noche a esas gomas hermosas y a esa cara de perrita picarona.

Por suerte no la ví mucho a Laura esos días. Se había puesto feo el clima y llovía seguido, por lo que no salía mucho de casa. Pero sí nos mensajeabamos todos los días. Hola que tal, si alguno necesitaba algo para la casa, y nada más.

El jueves, un día antes de que llegara Susan, casi se descarriló todo de muy mala manera. O de buena manera, según cómo se lo mire. A la tarde Laura me mandó un mensaje, diciendo que estaba embolada y si no quería ir a tomar un café a la casa. Le dije que sí, obvio. Yo también estaba al re pedo. Tenía la idea firme de no hacer nada, no apretar ningún acelerador, pero tampoco me iba a perder estar a solas un rato con Laura en su casa. Estaba el día medio lluvioso así que me apuré, tratando de esquivar la lluvia y los charcos, hasta que le toqué el timbre.

La guacha fué a atender la puerta casi en bolas. Tenía puesta una remera, si, pero abajo estaba descalza y en ropa interior. Estaba en su casa, yo no tenía por qué decirle nada, pero ya me veía que ésta visita había sido un error y que yo la iba a pasar como el orto, sin poder hacer nada. Al otro día llegaba Susan.

Nos saludamos, me vió medio mojado y me llevó para adentro de la casa a darme una toalla para secarme aunque sea el pelo. El baño estaba al lado de la habitación de ellos, me dijo que me secara tranquilo y que iba a traer los cafés ahí. Menos mal que se fue porque yo ya estaba al palo de estar ahí en la habitación del matrimonio, excitado de estar a solas con ella. Laura volvió enseguida, se ve que tenía los cafés ya listos y humeantes. Me pasó una de las tazas y nos quedamos charlando ahí en su cuarto, ella tirada lo más pancha en su cama y yo sentadito en una silla que tenía sobre la ventana.

Pronto me relajé un poco. Si, la situación no era la ideal, pero no la veía a Laura como tirándome onda de nada ni queriendo forzar ninguna situación. Si me llegaba a dar algo de pie, pensaba yo, ya no me importaría nada. Me la iba a coger ahí mismo y que se fuera todo a la mierda. Yo volaba de calentura ya con ésta mujer. Pero no lo hizo. Charlamos, puso música, nos colgamos ahí compartiendo un poco la tarde, tomando café y mirando la llovizna por el ventanal.

Después de un rato ahí, sentí que tenía ganas de orinar así que le pedí pasar al baño. No tardé nada, pero cuando volví… la hija de puta seguía ahí tirada cómodamente en la cama, pero se había sacado también la remera.


Le robé la mujer a mi vecino - Parte 3


Yo me quedé medio duro al entrar, ahí mirándola. Me vió y me puso un poco cara de orto, medio seria, lo que me descolocó. Me estaba queriendo calentar o yo estaba juzgando muy mal la situación?


“Que pasa, nene?”, la escuché decirme y ahí recién la pude mirar a los ojos, “Te colgaste mirando?”
Yo sonreí, tenía que pilotearla de alguna manera para no quedar como un tarado, lo mejor era devolvérsela, “Y vos qué hacés? Te estás poniendo en bolas? Ya sé que es tu casa, pero…”
Ella se rió, “Jaja, no, todo bien. Hace calor acá adentro con todo cerrado…”
Yo también me sonreí y le dije, “Che, si salgo y vuelvo a entrar qué? Te vas a sacar otra cosa? Así funciona acá? Porque si es así salgo…”
Laura largó una risita y tomó de su café, “No, tranqui. Aparte ya me viste más que ésto, no?”
“Eso es verdad”, le dije y me volví a sentar en la silla.

Seguimos charlando y cafeteando un rato más, pero yo noté que la onda había cambiado. Nos estábamos mirando más los dos. Yo, obviamente, porque tenía enfrente a esa hembra increíble a medio vestir tirada en su cama. Y ella… vaya uno a saber por qué. Si quería algo, no me lo estaba ni diciendo ni insinuando, más allá de su poca vestimenta. De pronto después de un breve silencio se me ocurrió preguntarle.

“Estás aburrida? Querés hacer unas fotos?”, le dije.
Ella me miró con una sonrisita cómplice, “Mmm… sabés que justo estaba pensando eso, no sé por qué…”
Yo le devolví la sonrisa, “Te picó el bichito, eh?”
“Que bichito?”
“El bichito de que te saquen fotos”, le dije, “Está todo bien, está bueno.”
“Bueno, no siempre tengo un profesional a mano, no?”, me sonrió.
“Tenés razón, aprovechame”, le dije y nos reímos. De lo que dije y de lo que había sugerido al decirlo, “Bueno, que querés hacer? Querés así acá? Abajo, arriba, algún desnudo? Guiame un poco.”

No me olvido más el gesto que puso, pensando, mordiéndose pícaramente una de sus uñas con la mirada perdida en la ventana.
“Un desnudo por ahí puede ser, no?”


madura


Yo le sonreí nada más. “En serio? Te animás?”
“Si… si me guiás un poco, si.”, me dijo, “Algo que quede lindo.”
“Si, artístico”, asentí.
“Claro, eso.”
“Okey… entonces aguantame que voy a casa a buscar una cámara. Con el celu no va a salir bien”, le dije.

Fui a casa y volví. La verdad que no sabía si hacerme una paja mientras estaba en casa, para sacarme la calentura que me hervía y asegurarme de no hacer nada con ella… o jugármela a ver qué pasaba cuando volvía. Decidí no aliviarme y que pasara lo que pasara. Había dejado la puerta de la casa de Laura abierta así que cuando volví no tuve más que entrar y dirigirme al dormitorio, con una de mis cámaras en mano. Ella seguía ahí en la cama. Que habría pensado mientras yo no estaba, no lo sé.

“Okey, acá la traje. No te sientas con vergüenza ni intimidada”, le dije y me volví a sentar.
“No, para nada, tranqui”, me sonrió.
“Si no querés no lo hacemos, todo bien eh?”
Me sonrió, “Jaja, no, dale”
“Te animás, en serio?”, le dije mientras seguía jugando con los seteos de la cámara y la lente.
“Ay, si, Ricky. No pasa nada, dale. No te preocupes por mí”, me sonrió.

Y así empezó nuestra sesión improvisada de fotos. No saqué muchas. Yo estaba más interesado en verla a ella que en sacar fotos. Guiándola un poco, haciéndome un poco el profesional que era, le iba indicando poses ya que ella mucha idea no tenía. Le tomé algunas fotos así, pero ninguna me llamaba la atención. Es difícil de explicar si no sos fotógrafo o estás en tema. Algunas fotos pueden estar técnicamente bien, sin ningún problema, pero no ser buenas. No llaman la atención ni provocan nada. Y todas estaban saliendo así.

Pensando cómo mejorarlas, le dije que se sentara a medias en la cama y que mantuviera la posición. La vi en el cuadro y estaba bien, pero le faltaba algo. Sin decirle nada a Laura, en silencio me estiré, tomé una de las tiras de su corpiño y se la bajé un poco por el brazo. Ahí tomé la foto. Fue cuestión de unos segundos nada más, pero a Laura le cambió la cara. Notablemente. No se si fue que me sintió acercarse, o que sintió el toque suave de mis dedos en la piel al bajarle un poco la prenda o qué, pero la cara seria de calentura que se le dibujó en el rostro fue increíble. El mismo rostro que había quedado plasmado en la foto.


Vecino


La noté un poco tensa así que luego de unas fotos más así, le dije que se tomara el tiempo que ella quisiera. Si quería sacarse la ropa y hacer el desnudo estaba bien y si no también. Pero ella no me dijo casi nada. Me dijo algo como “okey, está bien” en un murmullo, sacándose su ropa interior y quedando completamente desnuda frente a mi.

Yo ya llevaba la verga tan dura que si hubiese querido por ahí hasta podía operar los seteos de la cámara con la pija. Laura se acostó ella sola en una pose hermosa, dándome ella sola una especie de tres cuartos yaciendo que me volvió loco. Salió una foto casi tan hermosa como ella.


infiel


Dios, lo que era ese cuerpo de mujer. Ese cuerpo de hembra. Y esa cara de calentura que me miraba tan fijo. Yo le decía que mirara a la cámara, y Laura lo hacía, pero a través de la pantalla de la cámara me estaba comiendo a mí con esos ojazos.

“Así está bien? Viene bien?”, me preguntó y por fin se le dibujó una sonrisita en la boca después de tanto tiempo.
“Perfecto. Están saliendo muy bien”, le dije la verdad.
“Buenísimo”, me sonrió.
“Dame un poquito más”, me animé a pedirle.
“Un poquito más? De qué?”
“De vos. De lo que le quieras dar a la cámara.”, le contesté. Se puso un poco de costado, y un par más le saqué, pero no me convencieron. Lo tenía al viejo Atilio en mi cabeza diciéndome que a veces te la tenías que jugar y disparar. Que había que confiar en la cámara, y en uno mismo, por más que no estuviéramos viendo “la foto” en ese momento. Que por ahí después se presentaría sola.

“Mostrame más, Lau”, le dije, “Entregate un poco más…”
“Okey… cómo querés?”, me preguntó.
Yo no lo dudé, “Abrite de piernas.”
Se le dibujó algo raro en los ojos, como una mezcla de nervios y excitación, “Así nomás?”, me preguntó.
“Mostrate toda”, le dije, “Entregate toda a la cámara. Esto es para Playboy… para Hustler… para que el tipo que te vea se mate a pajas con vos… con la diosa que no puede tener…”, terminé mirándola por encima de la cámara.

Laura sonrió y por fin me dió “la foto”.


cornudo


Por suerte, pronto los dos nos tentamos con algo y nos entramos a cagar de risa juntos. Si había alguna especie de onda que se estaba creando, o algún momento de esos previos a algo mas heavy, mas sexual, nuestras risas lo hicieron volar y esfumarse. Le dije que ya había sacado un montón, que ya estaba. No hizo falta que se lo indicara, ella ya se estaba poniendo la ropa interior de nuevo. Nos sentamos los dos en la cama, pegaditos, y le fui mostrando las fotos. Ella se moría de risa al verse así, pero no de vergüenza. Le terminaron gustando mucho. Le dije que las iba a bajar de la cámara a mi computadora, retocarlas un poco y después se las pasaba. Pero que eran muchas, que me dejara hacer una selección.

La pobre se sintió mal porque decía que me estaba haciendo trabajar en mis vacaciones. Yo solo me reí, diciéndole que no había problema. Que cuando trabajaba con modelos así de hermosas, realmente no era ningún trabajo. Mirándonos los dos a los ojos, ahí sentados en su cama, ella me sonrió, me dió un piquito en los labios y me dijo que se iba a hacer más café.

Y así la tarde pasó. Volvimos a ser “amigos y vecinos”, por llamarlo de alguna manera. Más que alguna mirada de más o algún comentario medio subido de tono en la confianza que ya nos teníamos, no pasó nada.


Al otro día, el viernes a la noche llegó Susan y, pobrecita, le pegué una cogida que la dejó con las piernitas temblando. Después abrazaditos en la cama me dijo que parecía que la había extrañado mucho, riéndose. Yo no tuve el coraje de decirle la verdad, de las cosas que me estaba imaginando mientras cogíamos. De las cosas que no eran de ella.

Igual la pasamos bien esos días. Pese a que estaba nublado casi todo el tiempo la llevé a recorrer un poco la provincia, de acá para allá, pasando unos lindos días juntos. El domingo a la noche era su última noche conmigo, ya al otro día temprano se volvía a Buenos Aires. Ese día Laura no tuvo mejor idea que mandarlo al imbécil del marido a decirme que por qué no íbamos a cenar los cuatro a algún lado, o si queríamos que él ponía la casa. Ya que estaba Susan de visita y todo eso.

Mucha gracia no me hacía, pero Susan dijo inmediatamente que sí antes que yo, así que cagué. A la nochecita me llevé un par de vinos para no caer con las manos vacías y fuimos para la otra casa. La verdad no la pasamos tan mal. Laura había cocinado unas pastas que le quedaron muy bien. Alejandro se me colgaba a hablarme de cosas que estaba haciendo en el campo que la verdad me chupaban un reverendo huevo, pero no me quedaba otra que darle charla y fingir que estaba interesado en semillas. La única semilla que me interesaba era la que quería dejarle bien en el fondo de la concha a su mujer, la verdad, pero la llevé como pude. A veces Susan se le ponía a hablar a él y me daba un descanso. Para charlar algo con Laura.

Para charlar y disfrutar las miradas que nos estábamos dando sin que los otros dos se dieran cuenta. Si el día anterior no se había descarrilado la cosa, milagrosamente, con el jueguito de las fotos, esa noche sí se terminó de ir a la mierda completamente.

En un momento de la cena, Laura se fue a la cocina y le oí decir desde ahí, “Uh… amor, no hay más hielo…”
“Eh? No hay?”, le contestó Alejandro.
“No compraste?”
“No sabía que no había…”, dijo él.
Ahí me metí, “Pará, yo tengo en casa, traigo. No hay drama.”, dije y me levanté. No lo hice con esa intención, de verdad. Lo dije porque de verdad tenía hielo y de verdad lo quería traer, pero Laura salió de la cocina casi al mismo tiempo.
“Ah, que genio… gracias.”
“No hay problema. Traigo un par de gaseosas también?”, pregunté.
A Susan no le gustaba mucho que digamos el vino, así que ella se anotó con el pedido también, “Dale Ricky, trae…”
Laura me sonrió, “Te acompaño, asi te ayudo con las botellas”

Fue perfecto. Sin querer, lo juro, pero fue perfecto.

Un par de minutos después estaba con Laura en la cocina de mi casa, abrazados, metiéndonos mano por todos lados y compitiendo a ver quien le metía más la lengua en la boca al otro, asesinándonos a besos. Ninguno de los dos dijo nada. Los dos sabíamos lo que queríamos y lo que habíamos llevado guardado ya tanto tiempo.

Yo llevaba la pija que me explotaba de dura, mientras recorría ese cuerpazo que tanto había deseado, con las manos, con mis labios y con la lengua. Escuchándola gemir suave y sintiendo como ella me exploraba también, tan hambrienta. No aguanté más y me saqué la remera, ahí mismo en la penumbra de mi cocina. Le gruñí en el cuello y en el oído que me la quería coger ya mismo. Ahí. Ahora.

Laura me besó y me dijo que estaba loco, que estaban los otros dos en su casa, que no teníamos tiempo. Ahí nomás se puso de rodillas frente a mi, me bajó las bermudas y mi verga saltó al aire como un resorte de lo dura que estaba. Sin dudarlo la agarró por la base y se la llevó a la boca. Suave y profundo. Ella también lo necesitaba y lo había deseado mucho. Se le notaba por como sonaban sus suaves gemidos nasales, mientras su lengua me amaba y me recorría la verga dentro de su boca una y otra vez.

Yo la miraba y le acariciaba ese pelo negro hermoso, explotando de placer y también gimiéndole a ella, para que supiera lo hermosa que era, lo bien que me estaba haciendo sentir. Para joder, mientras la estaba disfrutando, manoteé mi celu y le saqué una foto así como estaba. Tan hermosa, tan apasionada tratando de tragarse mi pija dura.



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El flash en la penumbra de la cocina la sobresaltó un poco. Me la dejó de chupar y me miró, un poco seria, mientras seguía sosteniéndome la pija en su mano.
“Ricky… dejate de joder”, me dijo bajito mientras recuperaba un poco su respiración, “Hace falta, nene?”

Yo estaba que volaba de calentura. Este pedazo de hembra iba a ser mía. Sólo mía y yo ya lo sabía. A la mierda Susan y a la mierda el tarado de Alejandro. No me pregunten de donde saqué el coraje para decírselo en ese momento, en esa situación, pero lo hice. Si salía bien, Laura iba a ser mía. Y si no, bueno, se ofendía. Después lo arreglaría de alguna manera.

Con una mano la tomé suave del pelo y la separé un poco de mi verga. Me incliné hacia ella, nos miramos fijo un par de segundos así y le dije, bajito, solo para ella, “Nene, las pelotas. Dejá de decirme nene. Si tenés mi pija en la boca es porque soy tu hombre, no tu nene…”

El relámpago de calentura y de pasión pura que se le dibujó en el rostro a Laura no se lo había visto nunca a ninguna mujer. Jamás. Me miró fijo un momento y de nuevo me la empezó a chupar. Fuerte. Lindo. Profundo. Los ángeles no chupan pija asi de bien. Los ángeles no tienen el fuego en los ojos que Laura tenía después de haber escuchado eso.



madura y joven


Y también creo, aunque no estoy seguro y no tengo forma de verificarlo, que los ángeles tampoco gimen tanto y tan hermoso de placer al tragarse tanta cantidad de leche.

4 comentarios - Le robé la mujer a mi vecino - Parte 3

Lunatico109
Por Dios que mujer que te estás comiendo ahí van 10 puntos espero la próxima parte
DnIncubus +1
Hasta que al fin se la va a coger, tanta vuelta 😊😁
Mauricio_2431
espectacular tu relato. dan ganas de culiar hasta a la pared
Murcielagos77
Jajajaj noooo, pobre pared! Muchas gracias!