El ser cornudo lo veía como una fantasía de videos porno, algo que me gustaba ver para salir de la rutina y no como algo que aceptaría en mi vida.
Soy un profesionista del ámbito del periodismo, tengo un buen puesto dentro de un corporativo y tengo una vida cómoda. Una esposa y dos hijastros. Ella tiene 27 años y yo 31.
Tengo cerca de 3 años que inicie mi vida con mi esposa y acepte a los dos hijos para iniciar una familia.
Al comienzo todo bien, una vida normal, la etapa de luna de miel, puro enamoramiento, yo no pensaba en otra mujer y todo era bueno en mi vida, pensé que aquí sería por fin esa familia ideal para sentirme seguro y edificar.
Un día vi que se iluminó su pantalla, alcancé a notar que era una notificación de WhatsApp, era un amigo de ella. No le tomé tanta importancia hasta que vi su emoción y su rapidez para correr al baño a responder el mensaje.
De ahí comencé a poner más atención, en la cama se giraba para que yo no viera su pantalla, cuando nos sentábamos, se sentaba frente a mí y no soltaba el teléfono en ningún momento, sonrisas y hasta mordidas de labio.
Le puse atención al hijastro cuando usaba el celular y logré saber la contraseña del teléfono, 2020, fue la llave que abrió la caja de Pandora.
Decidí comprar unas cervezas, no era de tomar tanto pero esa vez yo la motive, le puse música que le gusta, le preparé unos clamatos y seguimos la noche. Al pasar de las copas ya la veía con algo de sueño, saqué unos caballitos y le di un par de shots de tequila. Fueron los últimos clavos de ese ataúd.
Cayó rendida, la tuve que llevar hasta la cama y cuando escuché el primer ronquido, supe que era el momento. Tome el teléfono, 2020 digité y comenzó la investigación.
No tardé nada, en WhatsApp había mensajes con amigos, desde el típico “hola perdida” hasta los “ya me voy a separar” pasando por los “si me regañan pero no te preocupes”.
El último mensaje era de su jefe, ven a Nuevo León, te conseguí dos semanas de cursos de actualización y sirve que te quedas conmigo a pagarme el favor… yo pensaría que diría que no pero le mando una foto encuerada diciéndole que le pagaba todo lo que quisiera.
Y así muchos mensajes de hombres de más de 40 años, que le coqueteaban, casi todos algun tipo de favor por sexo.
Yo ardía, me latía el corazón pero noté una erección en el pantalón, me detuve a ver leer cada conversación, me la jalé casi 5 veces leyendo como les calentaba las bolas, como se exponía a sus deseos y buscaba que más la morbosearan. Creaban escenarios de lo que harían la próxima vez que se vieran.
Parte en 3 semanas a ver a uno… les iré contando
Soy un profesionista del ámbito del periodismo, tengo un buen puesto dentro de un corporativo y tengo una vida cómoda. Una esposa y dos hijastros. Ella tiene 27 años y yo 31.
Tengo cerca de 3 años que inicie mi vida con mi esposa y acepte a los dos hijos para iniciar una familia.
Al comienzo todo bien, una vida normal, la etapa de luna de miel, puro enamoramiento, yo no pensaba en otra mujer y todo era bueno en mi vida, pensé que aquí sería por fin esa familia ideal para sentirme seguro y edificar.
Un día vi que se iluminó su pantalla, alcancé a notar que era una notificación de WhatsApp, era un amigo de ella. No le tomé tanta importancia hasta que vi su emoción y su rapidez para correr al baño a responder el mensaje.
De ahí comencé a poner más atención, en la cama se giraba para que yo no viera su pantalla, cuando nos sentábamos, se sentaba frente a mí y no soltaba el teléfono en ningún momento, sonrisas y hasta mordidas de labio.
Le puse atención al hijastro cuando usaba el celular y logré saber la contraseña del teléfono, 2020, fue la llave que abrió la caja de Pandora.
Decidí comprar unas cervezas, no era de tomar tanto pero esa vez yo la motive, le puse música que le gusta, le preparé unos clamatos y seguimos la noche. Al pasar de las copas ya la veía con algo de sueño, saqué unos caballitos y le di un par de shots de tequila. Fueron los últimos clavos de ese ataúd.
Cayó rendida, la tuve que llevar hasta la cama y cuando escuché el primer ronquido, supe que era el momento. Tome el teléfono, 2020 digité y comenzó la investigación.
No tardé nada, en WhatsApp había mensajes con amigos, desde el típico “hola perdida” hasta los “ya me voy a separar” pasando por los “si me regañan pero no te preocupes”.
El último mensaje era de su jefe, ven a Nuevo León, te conseguí dos semanas de cursos de actualización y sirve que te quedas conmigo a pagarme el favor… yo pensaría que diría que no pero le mando una foto encuerada diciéndole que le pagaba todo lo que quisiera.
Y así muchos mensajes de hombres de más de 40 años, que le coqueteaban, casi todos algun tipo de favor por sexo.
Yo ardía, me latía el corazón pero noté una erección en el pantalón, me detuve a ver leer cada conversación, me la jalé casi 5 veces leyendo como les calentaba las bolas, como se exponía a sus deseos y buscaba que más la morbosearan. Creaban escenarios de lo que harían la próxima vez que se vieran.
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