Al otro día cuando abrí los ojos estaba tirado boca arriba en mi cama. Me había quedado dormido así y me sentía realmente para la mierda. Como si no hubiese dormido nada. Abombado, con la sensación de no haber descansado nada. Miré el reloj y eran como las once y media de la mañana, ya tardísimo. Yo nunca me despertaba tan tarde, ni los fines de semana. Me había terminado durmiendo a cualquier hora anoche.
Anoche…
Me vino una sensación fea cuando me acordé de anoche. No se si fea, no se si llamarla así. Pero incómoda. Como una prenda que era muy chica y no te entraba. La querías usar, pero no había forma. En la oscuridad total del living anoche, en nuestro sofá, Noelia me había chupado la pija mientras yo le penetraba y le sentía su vaginita húmeda con mi dedo. Fue curioso porque recuerdo que ni bien sentí esa boca hermosa aprisionarme la verga, junto con sus gemidos suaves… era lo que yo desde siempre había querido sentir, y en ese momento que estaba pasando, de los nervios y de la vergüenza un poco se me bajó. Pero a Noelia no pareció importarle mucho. Me la siguió chupando, lenta y amorosamente, dándome placer hasta que se me tensó de nuevo. No le acabé en la boca. Cuando me sentí estallar se la saqué y me acabé todo encima de la remera, sintiendo sus dedos también en el palo de mi verga mientras yo me lo machacaba para acabar.
Cuando me recuperé me quedé ahí duro. Sin saber que hacer o qué decir. En la oscuridad completa junto con ella. Ella tampoco decía nada. Luego de un momento la sentí incorporarse, entre la poca luz que se filtraba por la ventana la vi que se acomodó un poco la ropa y la escuché decir muy, muy bajito, solamente “... me voy a acostar”. Y así desapareció en su cuarto, sin decir más y cerrando la puerta detrás de ella.
Yo me fuí al mío, tambaleando de cuerpo y mente. Me tiré ahí en la oscuridad y ahí me quedé en mi cama. Pensando y repensando en lo que acababa de hacer. En la cagada tremenda que me había mandado. La que dije que nunca iba a hacer. Podría perder todo… a mi hija, a mi libertad, a todo. Así me quedé despierto masticando todos esos pensamientos de lo que pasó y de lo pasaría, hasta que exhausto me debo haber desvanecido de sueño vaya a saber a qué hora.
Pero eso fué anoche. Hoy era hoy y no sabía que me esperaba fuera de mi cuarto. Me levanté, me cambié la ropa, más que nada porque tenía aún toda la remera salpicada con los restos secos de mi semen y salí de mi habitación. El departamento estaba en completo silencio. Pensé que Noelia no estaría, ya que normalmente habría prendido la TV o puesto música o lo que sea. Sin embargo estaba. La vi sentada en la mesa, sosteniéndose la cabeza con el codo apoyado mientras miraba algo en el teléfono. Tenía una taza grande de café frente a ella y se la veía también bastante desaliñada, totalmente de entrecasa y con el pelo bastante revuelto como lo debía tener yo. Estaba en sus pijamas y una remera vieja.
Cuando me vió aparecer caminando lento y en silencio en el living se me quedó mirando, sin mucha expresión en su cara. Tomó un sorbo de su café y me miraba como esperando a ver qué hacía yo. No la vi ni asustada, ni asqueada ni enojada. Tenía una expresión chata, tan sólo me miraba. Yo me frené casi por instinto, para no acercarme más a ella.
“Noe… yo… ehh…”, realmente no sabía qué decirle.
“Hay café. Hice.”, me dijo suavemente, muy suavemente como sin querer levantar la voz, “Querés?”
Me acerqué un par de pasos temerosos a la mesa a ver qué hacía ella, pero seguía igual, “Noe, eh… tenemos que hablar…”
“Si, ya lo creo, pa….”, me dijo.
“Noe, mi amor, lo de anoche…”, arranqué pero ella me interrumpió.
“Vas a querer café?”, me preguntó de nuevo. La vi que se levantó suavemente, “Sentate que traigo, dale.”
Me senté a la mesa y me agarré la cabeza, me frotaba la cara entre dormido y avergonzado. Noelia me debe haber visto el estado en que estaba. Al ratito volvió con una taza de café humeante que me dejó frente a mí y se volvió a sentar donde estaba a la mesa.
Yo tomé un sorbo y la verdad que me hizo bien enseguida. No se si me despabiló, pero sentir algo caliente bajándome al estómago me hizo sentir mejor, “Gracias…”
La vi que me asintió en silencio y apagó la pantalla de su celular, sosteniendo su cabeza con el codo y mirándome tomar sin decir palabra.
Yo la miré con todo el amor que pude conjurar en mi estado, “Por favor, hija, perdoname por lo de anoche. Me siento horrible… por favor, te pido perdón.”
“Te perdono si te hace falta, pa”, me dijo con calma, “Pero no sé. Para mí ya está, ya fué, no te preocupes.”
Yo me extrañé, “Que ya fué? Fue muy serio lo que hice, Noe…”
“Si? De verdad?”, me preguntó.
“Que, a vos no te parece?”
Ella se encogió un poquito de hombros y tomó un poco de su café, “No sé, estuve pensando anoche. Y hoy también, viste. Me levanté temprano. Pensé que ibas a estar despierto, pero te dejé dormir.”, dijo y yo le asentí, “La verdad… no me parece algo para hacer tanta historia, pa. Ya fué.”
Enrique me había dicho una vez, en alguna de nuestras tantas charlas, de lo mal que estaban los pendejos y las pendejas hoy en día. De lo zafados que estaban, que no les importaba nada. Era el caso de Noelia también? Anoche le había mamado la verga al padre y hoy “ya fué”? Así era? Tan distinta era a las chicas que yo me acuerdo cuando tenía su edad? Tanto había cambiado todo?
La verdad que yo no sabía si agradecerle a todos los santos que Noelia aparentaba estar normal y que nada de ésto le importaba, o si preocuparme y enojarme porque no le importaba, “Creeme que estoy muy apenado, Noe. En serio te digo”, le dije nada más.
“Si, te veo bastante … mal, no sé. Triste.”, me dijo.
“Te parece que no tendría que estar?”
Noelia respiró hondo, encogió los hombros y exhaló, “No sé, pa. Pasó lo que pasó y ya está, que se yo. Si, fue raro y la verdad que bastante turbio, no sé. Digo, para mí. Pero tampoco es tan terrible.”
“Si estás enojada conmigo te juro que lo entiendo”, le dije, “Y me lo recontra merezco. Pero creéme que nunca más voy a hacerte algo así”, la miré avergonzado.
Pero ella me miró raro un momento al escuchar eso. Me frunció un poco las cejas, “No estoy enojada, pa. Tranqui. Todo bien.”
“Tu cara me dice que algo enojada estás”, le contesté.
“No, no es eso… es que no termino de entender”
Yo suspiré, “No te lo puedo explicar, Noe. No hay explicación. Soy un idiota que hizo lo que hizo. Me dejé llevar y nunca tendría que haber pasado”
“No, pa”, me dijo suavemente, “No entiendo por qué te culpas tanto.”
“Eh?”
Me miró en silencio un momento, “Lo que hicimos lo hicimos los dos, no? Entonces si hay culpa…”
La frené enseguida, “Noe, no. No te culpes vos por algo que fue cosa mía y mía sola”
“Ah, si? Tuya sola, pa?”, me frunció de nuevo las cejas, “Me parece que no te acordás nada de anoche.”
“Que me tengo que acordar?”, le pregunté tomando un poco de mi café.
Ella suspiró suave, “Vos me viste irme anoche? Eh? Vos me viste salir espantada cuando me di cuenta que estaba pasando?”
“No, Noe, pero…”, le iba a argumentar algo pero ella protestó y arrimó un poco la silla hasta donde yo estaba. Dulcemente me puso una mano en el antebrazo y después buscó mi mano con la suya.
“Lo hicimos los dos, pa”, me dijo suavemente, “No estoy enojada con vos, ni asqueada ni nada de eso. Está todo bien.”
“Cómo podés decir que está todo bien…”, dije suavemente y no pude mirarla a los ojos. Miré para abajo avergonzado.
“Te digo la verdad, nada más”, la escuché, “En serio, no te jodería con algo así”
“Soy un hijo de puta que no te merece…”, dije bajito.
“No digas eso. No digas algo así, pa…”, oí su voz suave.
“Como te voy a hacer algo así… todo por mi calentura…”, dije y la sentí que me largó la mano. La miré y tenía los principios de un enojo en el rostro. Ya lo conocía bien. Le estaba empezando a saltar la térmica y se dejaba ver el carácter podrido que podía llegar a tener.
“Ah, claro, que yo no estaba caliente anoche tampoco?!”, me protestó subiendo un poco la voz, “Fuiste todo vos, todo vos… dejate de joder, pa! En serio te digo. Deja de culparte por algo que hicimos los dos, por favor.”
“Vos no tuviste nada que ver, Noe…”, le insistí, pero eso la puso peor.
“Ufff… como detesto cuando te ponés así en víctima!”, me dijo seriamente, “Te veo así… medio hecho mierda… y te seguís culpando. Basta, papá!”
“Vos no hiciste nada, mi amor…”
Me frunció las cejas feo, “Escuchame una cosa, pa. Me escuchás? Me podés mirar?”, yo la miré y nuestros ojos se encontraron.
“Que, Noelia…”
“Podemos hablar bien? Hablar en serio?”
“... siempre podemos”, le dije.
“Eso espero. Porque anoche sabés cuando me desperté? Me desperté cuando sentí que me estabas colando un dedo…”, me dijo y yo puse cara que no quería oírlo, “No, pará, escuchame. Me desperté ahí y no entendía nada. Ni me moví. De repente medio dormida llego a ver que te estabas… eh… ahí masturbando enfrente de mi cara.”
“Noe…”
“Que querías que hiciera, pa? Eh?”, me gruño un poco, “Te pensás que eras el único que estaba caliente anoche? Después de ver todo el porno que vimos? Si vos estabas caliente y te mandaste a hacer eso, bueno… yo también estaba re caliente.”
“Es distinto, Noelia”, le dije.
“No es nada distinto”, contestó, “De repente tengo un dedo tuyo adentro mío y me ponés la pija en la cara!”
“Noelia! Calmate che”, le dije, “No hablés así!”
No le gustó ni medio eso, “Ay, cortala papá! No seas ridículo por favor!”
“Ridículo cómo?”
“Que, tu hija te la puede chupar pero no puede decir malas palabras?!”, me lanzó. Yo me quedé callado, no tenía que contestarle, “Cómo me hacés enojar a veces…”
“No es mi intención, sabés que no…”
“Bueno entonces escuchame de una vez”, me dijo fuerte, “Vos te calentaste, hiciste lo que hiciste, okey, perfecto. No me jode, está todo bien. Pero sabés qué? Yo también me calenté. Y yo también hice lo que hice porque lo quise hacer. Punto.”, me dijo y se cruzó de brazos, molesta, recostándose en la silla.
“Bueh… bueh…”
Noelia resopló, era idéntica a la madre cuando se enojaba así, “Loco, parece que… te escucho hablar así y parece que yo no tuviera derecho a calentarme. Que sólo vos tenés permitido hacer lo que querés hacer…”
“No, no lo quise decir así, Noe…”, le dije suavemente tratando de empezar a desactivar la bomba, “Por supuesto que tenés derecho. Ya estas grande, ya te lo dije mil veces.”
“Bueno, no parece”
“Pasa que ésto es distinto… soy tu papá, Noe. No tendría que haber hecho todo lo que hice”, le dije.
“Y yo soy tu hija. Y tampoco tendría que haber hecho lo que hice. Pero lo hice.”, me miró.
Yo suspiré, un poco frustrado, “No me estás entendiendo”
“Bueno, explicame a ver…”
“Yo soy tu papá, Noelia. Lo que hice… eh… olvidate de la sociedad, de que es un delito, de que está mal visto. Olvidate de todo eso, si?”, le dije y ella me miraba a ver para donde estaba apuntando, “Se supone que yo como tu papá te tengo que cuidar, guiarte… hay una especie de contrato entre los dos así implícito que dice que es así. Y yo no puedo dejar que por mi calentura me permita lastimarte o abusar de tu confianza…”
“No abusaste de nada, papá…”, me dijo, “Otra vez? Yo también quise.”
“Si, eso ya lo sé. Y te entiendo.”, traté de sonreírle pero me sentía tan mal que no se si me salió, “Pero yo como padre tendría que haber parado todo. La responsabilidad de frenar las cosas era mía. Frenar en vez de acelerar. Anoche no me pude detener.”
Ella se quedó en silencio un rato, pensando en mis palabras. Se estiró para tomar su taza de nuevo y bebió un sorbito, quedándosela entre las manos, “Me explicás qué te pasó?”
Yo suspiré, “Me calenté, Noe… nada más. Me calenté y no lo pude evitar.”
“No. Mas.”, me dijo mirándome fijo.
“Mas qué?”, pregunté.
“Es medio boluda esa respuesta. Estamos hablando bien o no? Explicame mas”, me dijo.
Yo tardé en contestarle, midiendo mucho lo que le iba a decir. Ni en pedo quería blanquearle mi perversión y mis deseos, “No sé. Habíamos visto el porno ese y a mi también me quedó en la cabeza, mi amor. Te quedaste dormida y te ví ahí… tan linda. No es una excusa, pero… hace tanto que yo … bueno, que yo no estoy con una mujer, viste. Por un momento… por un ratito me olvidé que eras mi hija. Y te vi como mujer, como la mujer hermosa que sos… y bueno.”
Noelia me miró en silencio mientras hablaba, prestándome toda su atención. Pareció aceptar la respuesta, asintiendo suavemente con su cabecita y tomando café. No me pidió que siguiera expandiendo, lo cual fue bueno porque no sabía más que decirle sin tener que llegar a la verdad. Que no fue porque ella era cualquier mujer, porque no era cualquier mujer. Ella era ella.
“Te puedo preguntar yo ahora?”, le dije.
“Que cosa?”
“Yo te expliqué que me pasó. Ahora me gustaría que vos me digas”, le dije suavemente.
Noelia no estuvo ni cerca de tardar lo que tardé yo para contestarle, ni preparó la respuesta. Me dijo lo que le salió, “La verdad? Yo también estaba re caliente. Y cuando me despertaste con el dedo.. Me gustó mucho. Pensé en quedarme ahí y disfrutar eso nada más, pero enseguida la sacaste. Cuando la vi ahí cerca de mi cara, ahí nomás… bueno, me salió chupártela. Pensé que te iba a gustar y que lo necesitabas”, terminó.
“Por qué no te levantaste y te fuiste?”, la miré.
Ella recién ahí medio que me apartó la mirada, pero apenas, “... porque me estabas haciendo sentir re bien con el dedo… y porque yo también lo necesitaba.”
“Bueno”, le dije solamente.
Hay momentos que pueden pasar de la calma a la tormenta así, en un abrir y cerrar de ojos. En un chasquido de los dedos. Noelia lo pudo haber dejado todo ahí. Pudo haberlo dejado ahí. Pensé que ahí había quedado todo, ya que los dos nos quedamos unos latidos de corazón en silencio, sorbiendo nuestros cafés y ni siquiera mirándonos. Pero ella rompió el silencio, con su vocecita suave, mirándome atentamente.
“... y ahí cuando terminaste fue que me levanté y me fuí”, me dijo.
Yo asentí, “Si.”
Ella me miraba fijo sin decir nada, hasta que me di cuenta que lo estaba haciendo y la miré, “Vos habías acabado. Yo no, pero bueh…”
“Si, ya sé…”, le dije, sin saber que estaba queriendo decir.
La vi tomar aire y un sorbito de su café, “Se ve que estabas tan confuso que .. bueh… no lo captaste.”
“Que no capté qué, Noe?”, le pregunté extrañado, “Dijiste que te ibas a dormir, no pasó nada mas…”
“No, pá…”, me dijo suavemente sin sacarme los ojos de encima, “No te dije que me iba a dormir… te dije que me iba a acostar…”
Yo me quedé duro, mirándola y sintiendo como mis ojos se me hacían de vidrio. Hasta que me cayó lo que me había querido decir, lo que me había querido insinuar. El corazón me empezó a latir fuerte en el pecho y fue como que vi todo rojo. Enseguida me alteré, me enojé mucho. Le dije todo lo que le tenía que decir como padre. Que eso era un asco, que no importaba la calentura. Que ni se le ocurriera. Que cómo podía pensar eso. Le tiré todo el speech. Noelia nada mas me miraba, avergonzada, recibiendo todo lo que le tiraba yo y queriéndome detener sin éxito.
Eso se lo estaba diciendo el padre. El hombre, sin embargo, lo único que quería hacer ahí mismo era agarrarla, cargársela en los brazos, llevarla a su habitación y darle la mejor cogida que habría tenido en la vida. Pero el que se impuso fue el padre, no el hombre. Le dije que no quería hablar más del tema, que se olvidara, que dejáramos todo ahí y punto. Y que estaba muy enojado, que iba a salir por ahí a hacer unas cosas. Que ella hiciera lo que quisiera. Me fui a mi habitación, me vestí, agarré mi billetera y mi teléfono y me fui, dejándola a Noelia en casa sin más.
La verdad era que no quería estar ahí sólo con ella. Porque ya no confiaba en mí.
Estuve todo el resto de la mañana y la tarde afuera. Haciendo nada. Caminando por ahí. Me metí en un bar a la tarde a tomarme un café con leche y un sandwich de miga. Le escribí a Enrique diciéndole que me avisara si Noelia buscaba contacto. El me dijo que okey, pero nunca me avisó nada. No sabía si Noelia se había quedado en casa o qué. Pero no me importaba. Me tenía que aclarar la cabeza lejos de ahí y de ella.
Volví a casa mucho tiempo después. Como a eso de las ocho y media. Había estado todo el día afuera. Noelia estaba en casa, viendo la tele. Ni siquiera me había mandado un mensaje en todo el día, por ahí tendría miedo de hablarme después del tremendo reto que le había largado a la mañana. Me miró y me sonrió un poco cuando entré.
“Hola, pa…”, me dijo mientras yo dejaba mis cosas en la mesita.
“Hola Noe…”, le dije secamente sin mirarla.
“Querés que pida una pizza? Comemos?”, la oí preguntarme. Yo nada mas le sacudí la cabeza.
“No. No tengo hambre la verdad. Pedite una vos si querés.”
“... bueno…”, la escuché decir un poco decepcionada.
Me fui a duchar, me tomé un par de vasos de gaseosa y sin decir nada me fuí a mi habitación, cerrando la puerta. Me había llevado un paquete de galletitas de la cocina. En realidad si tenía hambre, nada más no quería cenar con Noelia. Me la pasé ahí tirado en la cama, con mi PC, mirando Netflix y Youtube. Dejando que las horas pasaran. De Noelia no escuchaba nada, sólo el sonido de la TV que eventualmente, ya muy tarde, se apagó. La escuché ir al baño y luego a su habitación. Eventualmente me quedé dormido, luego de un largo día de caminar por todos lados.
Escuché un ruido y me sobresalté, despertándome enseguida. Miré el reloj y era la una y veinte de la mañana. Sentí mi puerta que chilló un poquito al abrirse y vi la silueta de Noelia, a oscuras, a contraluz de la iluminación que venía a través del ventanal lejano del living.
“Uff… que… que pasa, Noe? Pasó algo?”, le murmuré.
“No. Nada.”, escuché que decía y la vi acercarse lentamente. Cuando se acercó lo suficiente la luz que venía de la calle por mi ventana le fue iluminando el cuerpo lentamente, de abajo a arriba. Estaba solamente vestida con su ropa interior, en su bombachita y corpiño. Yo me quedé helado viendo esa imagen.
Se subió a la cama y despacio, apoyándose en sus manos y rodillas comenzó a gatear sobre el colchón hasta que cubrió la poca distancia hasta donde estaba yo. Hacía algo de calor, estaba lindo, por lo que yo solo estaba tapado con una sábana. La tomó suavemente con una mano y la corrió, exponiéndome. Por suerte yo no dormía desnudo, estaba con mis boxers puestos.
“Noe… que… pará…”, balbuceé.
Noelia se subió encima mío con suavidad, como montándome, sin dejar de mirarme a los ojos y sonreírme dulcemente. Ya tenía sus piernas alrededor de mis caderas cuando se inclinó sobre mi pecho, reclinándose amorosamente sobre mí y apoyandome las tetitas que llevaba capturadas en su corpiño. Sentí que me abrazó y se quedó ahí. Nos quedamos mirándonos mientras ella tomó de nuevo la sábana y nos cubrió a los dos así.
“Quiero dormir con vos hoy…”, sentí que me susurró.
No dije nada porque no pude decir nada. Estaba perdido en esos ojos hermosos, en la sensación de su piel suave contra la mía. En la dulce presión que la erección que llevaba debajo del boxer me hacía sentir su cuerpo ahí también. La abracé despacio, rodeando a mi hija hermosa con mis brazos, acariciándola, oyendo cómo suspiró bajito al sentir mi abrazo, y cómo suspiró de nuevo al sentir mi mano acariciándole una de sus nalgas donde no la cubría su lingerie.
No dije nada porque pronto ya no pude. Mi lengua ya estaba jugando con la de ella dentro de su boca hermosa.
Anoche…
Me vino una sensación fea cuando me acordé de anoche. No se si fea, no se si llamarla así. Pero incómoda. Como una prenda que era muy chica y no te entraba. La querías usar, pero no había forma. En la oscuridad total del living anoche, en nuestro sofá, Noelia me había chupado la pija mientras yo le penetraba y le sentía su vaginita húmeda con mi dedo. Fue curioso porque recuerdo que ni bien sentí esa boca hermosa aprisionarme la verga, junto con sus gemidos suaves… era lo que yo desde siempre había querido sentir, y en ese momento que estaba pasando, de los nervios y de la vergüenza un poco se me bajó. Pero a Noelia no pareció importarle mucho. Me la siguió chupando, lenta y amorosamente, dándome placer hasta que se me tensó de nuevo. No le acabé en la boca. Cuando me sentí estallar se la saqué y me acabé todo encima de la remera, sintiendo sus dedos también en el palo de mi verga mientras yo me lo machacaba para acabar.
Cuando me recuperé me quedé ahí duro. Sin saber que hacer o qué decir. En la oscuridad completa junto con ella. Ella tampoco decía nada. Luego de un momento la sentí incorporarse, entre la poca luz que se filtraba por la ventana la vi que se acomodó un poco la ropa y la escuché decir muy, muy bajito, solamente “... me voy a acostar”. Y así desapareció en su cuarto, sin decir más y cerrando la puerta detrás de ella.
Yo me fuí al mío, tambaleando de cuerpo y mente. Me tiré ahí en la oscuridad y ahí me quedé en mi cama. Pensando y repensando en lo que acababa de hacer. En la cagada tremenda que me había mandado. La que dije que nunca iba a hacer. Podría perder todo… a mi hija, a mi libertad, a todo. Así me quedé despierto masticando todos esos pensamientos de lo que pasó y de lo pasaría, hasta que exhausto me debo haber desvanecido de sueño vaya a saber a qué hora.
Pero eso fué anoche. Hoy era hoy y no sabía que me esperaba fuera de mi cuarto. Me levanté, me cambié la ropa, más que nada porque tenía aún toda la remera salpicada con los restos secos de mi semen y salí de mi habitación. El departamento estaba en completo silencio. Pensé que Noelia no estaría, ya que normalmente habría prendido la TV o puesto música o lo que sea. Sin embargo estaba. La vi sentada en la mesa, sosteniéndose la cabeza con el codo apoyado mientras miraba algo en el teléfono. Tenía una taza grande de café frente a ella y se la veía también bastante desaliñada, totalmente de entrecasa y con el pelo bastante revuelto como lo debía tener yo. Estaba en sus pijamas y una remera vieja.
Cuando me vió aparecer caminando lento y en silencio en el living se me quedó mirando, sin mucha expresión en su cara. Tomó un sorbo de su café y me miraba como esperando a ver qué hacía yo. No la vi ni asustada, ni asqueada ni enojada. Tenía una expresión chata, tan sólo me miraba. Yo me frené casi por instinto, para no acercarme más a ella.
“Noe… yo… ehh…”, realmente no sabía qué decirle.
“Hay café. Hice.”, me dijo suavemente, muy suavemente como sin querer levantar la voz, “Querés?”
Me acerqué un par de pasos temerosos a la mesa a ver qué hacía ella, pero seguía igual, “Noe, eh… tenemos que hablar…”
“Si, ya lo creo, pa….”, me dijo.
“Noe, mi amor, lo de anoche…”, arranqué pero ella me interrumpió.
“Vas a querer café?”, me preguntó de nuevo. La vi que se levantó suavemente, “Sentate que traigo, dale.”
Me senté a la mesa y me agarré la cabeza, me frotaba la cara entre dormido y avergonzado. Noelia me debe haber visto el estado en que estaba. Al ratito volvió con una taza de café humeante que me dejó frente a mí y se volvió a sentar donde estaba a la mesa.
Yo tomé un sorbo y la verdad que me hizo bien enseguida. No se si me despabiló, pero sentir algo caliente bajándome al estómago me hizo sentir mejor, “Gracias…”
La vi que me asintió en silencio y apagó la pantalla de su celular, sosteniendo su cabeza con el codo y mirándome tomar sin decir palabra.
Yo la miré con todo el amor que pude conjurar en mi estado, “Por favor, hija, perdoname por lo de anoche. Me siento horrible… por favor, te pido perdón.”
“Te perdono si te hace falta, pa”, me dijo con calma, “Pero no sé. Para mí ya está, ya fué, no te preocupes.”
Yo me extrañé, “Que ya fué? Fue muy serio lo que hice, Noe…”
“Si? De verdad?”, me preguntó.
“Que, a vos no te parece?”
Ella se encogió un poquito de hombros y tomó un poco de su café, “No sé, estuve pensando anoche. Y hoy también, viste. Me levanté temprano. Pensé que ibas a estar despierto, pero te dejé dormir.”, dijo y yo le asentí, “La verdad… no me parece algo para hacer tanta historia, pa. Ya fué.”
Enrique me había dicho una vez, en alguna de nuestras tantas charlas, de lo mal que estaban los pendejos y las pendejas hoy en día. De lo zafados que estaban, que no les importaba nada. Era el caso de Noelia también? Anoche le había mamado la verga al padre y hoy “ya fué”? Así era? Tan distinta era a las chicas que yo me acuerdo cuando tenía su edad? Tanto había cambiado todo?
La verdad que yo no sabía si agradecerle a todos los santos que Noelia aparentaba estar normal y que nada de ésto le importaba, o si preocuparme y enojarme porque no le importaba, “Creeme que estoy muy apenado, Noe. En serio te digo”, le dije nada más.
“Si, te veo bastante … mal, no sé. Triste.”, me dijo.
“Te parece que no tendría que estar?”
Noelia respiró hondo, encogió los hombros y exhaló, “No sé, pa. Pasó lo que pasó y ya está, que se yo. Si, fue raro y la verdad que bastante turbio, no sé. Digo, para mí. Pero tampoco es tan terrible.”
“Si estás enojada conmigo te juro que lo entiendo”, le dije, “Y me lo recontra merezco. Pero creéme que nunca más voy a hacerte algo así”, la miré avergonzado.
Pero ella me miró raro un momento al escuchar eso. Me frunció un poco las cejas, “No estoy enojada, pa. Tranqui. Todo bien.”
“Tu cara me dice que algo enojada estás”, le contesté.
“No, no es eso… es que no termino de entender”
Yo suspiré, “No te lo puedo explicar, Noe. No hay explicación. Soy un idiota que hizo lo que hizo. Me dejé llevar y nunca tendría que haber pasado”
“No, pa”, me dijo suavemente, “No entiendo por qué te culpas tanto.”
“Eh?”
Me miró en silencio un momento, “Lo que hicimos lo hicimos los dos, no? Entonces si hay culpa…”
La frené enseguida, “Noe, no. No te culpes vos por algo que fue cosa mía y mía sola”
“Ah, si? Tuya sola, pa?”, me frunció de nuevo las cejas, “Me parece que no te acordás nada de anoche.”
“Que me tengo que acordar?”, le pregunté tomando un poco de mi café.
Ella suspiró suave, “Vos me viste irme anoche? Eh? Vos me viste salir espantada cuando me di cuenta que estaba pasando?”
“No, Noe, pero…”, le iba a argumentar algo pero ella protestó y arrimó un poco la silla hasta donde yo estaba. Dulcemente me puso una mano en el antebrazo y después buscó mi mano con la suya.
“Lo hicimos los dos, pa”, me dijo suavemente, “No estoy enojada con vos, ni asqueada ni nada de eso. Está todo bien.”
“Cómo podés decir que está todo bien…”, dije suavemente y no pude mirarla a los ojos. Miré para abajo avergonzado.
“Te digo la verdad, nada más”, la escuché, “En serio, no te jodería con algo así”
“Soy un hijo de puta que no te merece…”, dije bajito.
“No digas eso. No digas algo así, pa…”, oí su voz suave.
“Como te voy a hacer algo así… todo por mi calentura…”, dije y la sentí que me largó la mano. La miré y tenía los principios de un enojo en el rostro. Ya lo conocía bien. Le estaba empezando a saltar la térmica y se dejaba ver el carácter podrido que podía llegar a tener.
“Ah, claro, que yo no estaba caliente anoche tampoco?!”, me protestó subiendo un poco la voz, “Fuiste todo vos, todo vos… dejate de joder, pa! En serio te digo. Deja de culparte por algo que hicimos los dos, por favor.”
“Vos no tuviste nada que ver, Noe…”, le insistí, pero eso la puso peor.
“Ufff… como detesto cuando te ponés así en víctima!”, me dijo seriamente, “Te veo así… medio hecho mierda… y te seguís culpando. Basta, papá!”
“Vos no hiciste nada, mi amor…”
Me frunció las cejas feo, “Escuchame una cosa, pa. Me escuchás? Me podés mirar?”, yo la miré y nuestros ojos se encontraron.
“Que, Noelia…”
“Podemos hablar bien? Hablar en serio?”
“... siempre podemos”, le dije.
“Eso espero. Porque anoche sabés cuando me desperté? Me desperté cuando sentí que me estabas colando un dedo…”, me dijo y yo puse cara que no quería oírlo, “No, pará, escuchame. Me desperté ahí y no entendía nada. Ni me moví. De repente medio dormida llego a ver que te estabas… eh… ahí masturbando enfrente de mi cara.”
“Noe…”
“Que querías que hiciera, pa? Eh?”, me gruño un poco, “Te pensás que eras el único que estaba caliente anoche? Después de ver todo el porno que vimos? Si vos estabas caliente y te mandaste a hacer eso, bueno… yo también estaba re caliente.”
“Es distinto, Noelia”, le dije.
“No es nada distinto”, contestó, “De repente tengo un dedo tuyo adentro mío y me ponés la pija en la cara!”
“Noelia! Calmate che”, le dije, “No hablés así!”
No le gustó ni medio eso, “Ay, cortala papá! No seas ridículo por favor!”
“Ridículo cómo?”
“Que, tu hija te la puede chupar pero no puede decir malas palabras?!”, me lanzó. Yo me quedé callado, no tenía que contestarle, “Cómo me hacés enojar a veces…”
“No es mi intención, sabés que no…”
“Bueno entonces escuchame de una vez”, me dijo fuerte, “Vos te calentaste, hiciste lo que hiciste, okey, perfecto. No me jode, está todo bien. Pero sabés qué? Yo también me calenté. Y yo también hice lo que hice porque lo quise hacer. Punto.”, me dijo y se cruzó de brazos, molesta, recostándose en la silla.
“Bueh… bueh…”
Noelia resopló, era idéntica a la madre cuando se enojaba así, “Loco, parece que… te escucho hablar así y parece que yo no tuviera derecho a calentarme. Que sólo vos tenés permitido hacer lo que querés hacer…”
“No, no lo quise decir así, Noe…”, le dije suavemente tratando de empezar a desactivar la bomba, “Por supuesto que tenés derecho. Ya estas grande, ya te lo dije mil veces.”
“Bueno, no parece”
“Pasa que ésto es distinto… soy tu papá, Noe. No tendría que haber hecho todo lo que hice”, le dije.
“Y yo soy tu hija. Y tampoco tendría que haber hecho lo que hice. Pero lo hice.”, me miró.
Yo suspiré, un poco frustrado, “No me estás entendiendo”
“Bueno, explicame a ver…”
“Yo soy tu papá, Noelia. Lo que hice… eh… olvidate de la sociedad, de que es un delito, de que está mal visto. Olvidate de todo eso, si?”, le dije y ella me miraba a ver para donde estaba apuntando, “Se supone que yo como tu papá te tengo que cuidar, guiarte… hay una especie de contrato entre los dos así implícito que dice que es así. Y yo no puedo dejar que por mi calentura me permita lastimarte o abusar de tu confianza…”
“No abusaste de nada, papá…”, me dijo, “Otra vez? Yo también quise.”
“Si, eso ya lo sé. Y te entiendo.”, traté de sonreírle pero me sentía tan mal que no se si me salió, “Pero yo como padre tendría que haber parado todo. La responsabilidad de frenar las cosas era mía. Frenar en vez de acelerar. Anoche no me pude detener.”
Ella se quedó en silencio un rato, pensando en mis palabras. Se estiró para tomar su taza de nuevo y bebió un sorbito, quedándosela entre las manos, “Me explicás qué te pasó?”
Yo suspiré, “Me calenté, Noe… nada más. Me calenté y no lo pude evitar.”
“No. Mas.”, me dijo mirándome fijo.
“Mas qué?”, pregunté.
“Es medio boluda esa respuesta. Estamos hablando bien o no? Explicame mas”, me dijo.
Yo tardé en contestarle, midiendo mucho lo que le iba a decir. Ni en pedo quería blanquearle mi perversión y mis deseos, “No sé. Habíamos visto el porno ese y a mi también me quedó en la cabeza, mi amor. Te quedaste dormida y te ví ahí… tan linda. No es una excusa, pero… hace tanto que yo … bueno, que yo no estoy con una mujer, viste. Por un momento… por un ratito me olvidé que eras mi hija. Y te vi como mujer, como la mujer hermosa que sos… y bueno.”
Noelia me miró en silencio mientras hablaba, prestándome toda su atención. Pareció aceptar la respuesta, asintiendo suavemente con su cabecita y tomando café. No me pidió que siguiera expandiendo, lo cual fue bueno porque no sabía más que decirle sin tener que llegar a la verdad. Que no fue porque ella era cualquier mujer, porque no era cualquier mujer. Ella era ella.
“Te puedo preguntar yo ahora?”, le dije.
“Que cosa?”
“Yo te expliqué que me pasó. Ahora me gustaría que vos me digas”, le dije suavemente.
Noelia no estuvo ni cerca de tardar lo que tardé yo para contestarle, ni preparó la respuesta. Me dijo lo que le salió, “La verdad? Yo también estaba re caliente. Y cuando me despertaste con el dedo.. Me gustó mucho. Pensé en quedarme ahí y disfrutar eso nada más, pero enseguida la sacaste. Cuando la vi ahí cerca de mi cara, ahí nomás… bueno, me salió chupártela. Pensé que te iba a gustar y que lo necesitabas”, terminó.
“Por qué no te levantaste y te fuiste?”, la miré.
Ella recién ahí medio que me apartó la mirada, pero apenas, “... porque me estabas haciendo sentir re bien con el dedo… y porque yo también lo necesitaba.”
“Bueno”, le dije solamente.
Hay momentos que pueden pasar de la calma a la tormenta así, en un abrir y cerrar de ojos. En un chasquido de los dedos. Noelia lo pudo haber dejado todo ahí. Pudo haberlo dejado ahí. Pensé que ahí había quedado todo, ya que los dos nos quedamos unos latidos de corazón en silencio, sorbiendo nuestros cafés y ni siquiera mirándonos. Pero ella rompió el silencio, con su vocecita suave, mirándome atentamente.
“... y ahí cuando terminaste fue que me levanté y me fuí”, me dijo.
Yo asentí, “Si.”
Ella me miraba fijo sin decir nada, hasta que me di cuenta que lo estaba haciendo y la miré, “Vos habías acabado. Yo no, pero bueh…”
“Si, ya sé…”, le dije, sin saber que estaba queriendo decir.
La vi tomar aire y un sorbito de su café, “Se ve que estabas tan confuso que .. bueh… no lo captaste.”
“Que no capté qué, Noe?”, le pregunté extrañado, “Dijiste que te ibas a dormir, no pasó nada mas…”
“No, pá…”, me dijo suavemente sin sacarme los ojos de encima, “No te dije que me iba a dormir… te dije que me iba a acostar…”
Yo me quedé duro, mirándola y sintiendo como mis ojos se me hacían de vidrio. Hasta que me cayó lo que me había querido decir, lo que me había querido insinuar. El corazón me empezó a latir fuerte en el pecho y fue como que vi todo rojo. Enseguida me alteré, me enojé mucho. Le dije todo lo que le tenía que decir como padre. Que eso era un asco, que no importaba la calentura. Que ni se le ocurriera. Que cómo podía pensar eso. Le tiré todo el speech. Noelia nada mas me miraba, avergonzada, recibiendo todo lo que le tiraba yo y queriéndome detener sin éxito.
Eso se lo estaba diciendo el padre. El hombre, sin embargo, lo único que quería hacer ahí mismo era agarrarla, cargársela en los brazos, llevarla a su habitación y darle la mejor cogida que habría tenido en la vida. Pero el que se impuso fue el padre, no el hombre. Le dije que no quería hablar más del tema, que se olvidara, que dejáramos todo ahí y punto. Y que estaba muy enojado, que iba a salir por ahí a hacer unas cosas. Que ella hiciera lo que quisiera. Me fui a mi habitación, me vestí, agarré mi billetera y mi teléfono y me fui, dejándola a Noelia en casa sin más.
La verdad era que no quería estar ahí sólo con ella. Porque ya no confiaba en mí.
Estuve todo el resto de la mañana y la tarde afuera. Haciendo nada. Caminando por ahí. Me metí en un bar a la tarde a tomarme un café con leche y un sandwich de miga. Le escribí a Enrique diciéndole que me avisara si Noelia buscaba contacto. El me dijo que okey, pero nunca me avisó nada. No sabía si Noelia se había quedado en casa o qué. Pero no me importaba. Me tenía que aclarar la cabeza lejos de ahí y de ella.
Volví a casa mucho tiempo después. Como a eso de las ocho y media. Había estado todo el día afuera. Noelia estaba en casa, viendo la tele. Ni siquiera me había mandado un mensaje en todo el día, por ahí tendría miedo de hablarme después del tremendo reto que le había largado a la mañana. Me miró y me sonrió un poco cuando entré.
“Hola, pa…”, me dijo mientras yo dejaba mis cosas en la mesita.
“Hola Noe…”, le dije secamente sin mirarla.
“Querés que pida una pizza? Comemos?”, la oí preguntarme. Yo nada mas le sacudí la cabeza.
“No. No tengo hambre la verdad. Pedite una vos si querés.”
“... bueno…”, la escuché decir un poco decepcionada.
Me fui a duchar, me tomé un par de vasos de gaseosa y sin decir nada me fuí a mi habitación, cerrando la puerta. Me había llevado un paquete de galletitas de la cocina. En realidad si tenía hambre, nada más no quería cenar con Noelia. Me la pasé ahí tirado en la cama, con mi PC, mirando Netflix y Youtube. Dejando que las horas pasaran. De Noelia no escuchaba nada, sólo el sonido de la TV que eventualmente, ya muy tarde, se apagó. La escuché ir al baño y luego a su habitación. Eventualmente me quedé dormido, luego de un largo día de caminar por todos lados.
Escuché un ruido y me sobresalté, despertándome enseguida. Miré el reloj y era la una y veinte de la mañana. Sentí mi puerta que chilló un poquito al abrirse y vi la silueta de Noelia, a oscuras, a contraluz de la iluminación que venía a través del ventanal lejano del living.
“Uff… que… que pasa, Noe? Pasó algo?”, le murmuré.
“No. Nada.”, escuché que decía y la vi acercarse lentamente. Cuando se acercó lo suficiente la luz que venía de la calle por mi ventana le fue iluminando el cuerpo lentamente, de abajo a arriba. Estaba solamente vestida con su ropa interior, en su bombachita y corpiño. Yo me quedé helado viendo esa imagen.
Se subió a la cama y despacio, apoyándose en sus manos y rodillas comenzó a gatear sobre el colchón hasta que cubrió la poca distancia hasta donde estaba yo. Hacía algo de calor, estaba lindo, por lo que yo solo estaba tapado con una sábana. La tomó suavemente con una mano y la corrió, exponiéndome. Por suerte yo no dormía desnudo, estaba con mis boxers puestos.
“Noe… que… pará…”, balbuceé.
Noelia se subió encima mío con suavidad, como montándome, sin dejar de mirarme a los ojos y sonreírme dulcemente. Ya tenía sus piernas alrededor de mis caderas cuando se inclinó sobre mi pecho, reclinándose amorosamente sobre mí y apoyandome las tetitas que llevaba capturadas en su corpiño. Sentí que me abrazó y se quedó ahí. Nos quedamos mirándonos mientras ella tomó de nuevo la sábana y nos cubrió a los dos así.
“Quiero dormir con vos hoy…”, sentí que me susurró.
No dije nada porque no pude decir nada. Estaba perdido en esos ojos hermosos, en la sensación de su piel suave contra la mía. En la dulce presión que la erección que llevaba debajo del boxer me hacía sentir su cuerpo ahí también. La abracé despacio, rodeando a mi hija hermosa con mis brazos, acariciándola, oyendo cómo suspiró bajito al sentir mi abrazo, y cómo suspiró de nuevo al sentir mi mano acariciándole una de sus nalgas donde no la cubría su lingerie.
No dije nada porque pronto ya no pude. Mi lengua ya estaba jugando con la de ella dentro de su boca hermosa.
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