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Mi mamá me coge porque mi esposa me es infiel!

Seguimos con los relatos de mi amada y complaciente madre:   
El timbre sonó fuerte, como si alguienestuviera apurado. Al abrir, ahí estaba ella: mi madre, con el pelo recogido enun desorden sexy, una blusa blanca pegada al cuerpo por el calor y esos jeansque siempre le marcaban el culo como si fueran pintados.
Hijo, ¿puedo pasar? —dijo,mordiendo un poco el labio inferior—. Se fue el agua caliente en mi casa ynecesito bañarme... ¿Puedo usar el tuyo?
Su voz era dulce, pero había algo en susojos, una chispa que no encajaba con la excusa.
Claro, mamá... Alia no está, se fuecon los niños a esa fiesta con los Rojas —respondí, dejándola entrar.
Ella pasó rozándome sin querer con suscaderas, dejando un rastro de su perfume mezclado con el sudor del día.
El sonido del agua corriendo se colabapor la puerta del baño, que, curiosamente, no estaba del todo cerrada.Una rendija dejaba ver el vapor escapando y, si me acercaba lo suficiente, lasilueta de su cuerpo tras la cortina translúcida.
Me serví un trago, tratando de no pensaren eso. Pero entonces, el agua se detuvo.
¡Máximo! —llamó, con esa voz queparecía siempre al borde de una risa—. ¿Me pasas una toalla? Creo que nohay...
Al abrir la puerta, el vapor me golpeóen la cara. Ella estaba ahí, casi cubierta, con una toalla pequeñaapenas envuelta alrededor del torso, dejando sus piernas desnudas y ese escoteque no dejaba nada a la imaginación. Gracias a Dios que no había toallas paraverla así!
Gracias, hijo —dijo, tomándolacon dedos lentos—. Ay, qué pena... ¿Me dejas pasar a tu cuarto? Quierosecarme el pelo en el espejo de Alia... el mío no sirve para nada.
Le dije que sí que se sintiera como ensu casa. Ella pasó y se puso frente al espejo.
Entró al cuarto como si fuera suyo,sentándose frente al tocador de mi esposa. Empezó a secarse el pelo conmovimientos exagerados, haciendo que la toalla se corriera cada vez más.
Ay, qué buen secador tiene tumujer... —comentó, como si nada—. ¿Sabes? Hace tiempo que no me sientotan... cuidada.
Sus ojos se encontraron con los míos enel reflejo del espejo. Esa mirada, me recordó a lo vivido en el antro.
De pronto, agarró un frasco de perfumede Alia y se lo roció en el cuello, en las muñecas, incluso entre los senos,exagerando cada movimiento.
Mmm... ¿Te gusta cómo huele, hijo?—preguntó, mirándome fijamente—. A tu esposa le encanta ponérselo cuandosale sin ti... ¿sabías?
El corazón me latió con fuerza. ¿Quécarajos insinuaba?
Mientras seguía secándose el pelo, abrióel cajón de Alia con disimulo, como si solo estuviera curioseando. Peroentonces, sus dedos se cerraron alrededor de algo.
Ay, qué lindo... —susurró,sacando un conjunto de lencería negra, transparente, de esos que Aliasolo usaba "para ocasiones especiales".
Mamá... —traté de protestar,pero mi voz sonó ronca.
Ella se puso de pie, sosteniendo laprenda contra su cuerpo, como si estuviera midiéndosela.
¿Crees que me quedaría?—preguntó, con una sonrisa pícara—. Tu papá ya ni se fija en estas cosas...pero tú, tú sí sabes lo que vale una mujer, ¿verdad, Máximo?
El ambiente se puso espeso. El perfumede Alia, ahora en su piel, me mareaba.
¿Por qué hiciste eso? —pregunté,acercándome con una erección enorme.
Ella dejó escapar una risa baja,maliciosa.
Porque alguien tenía que recordartelo que vales... y lo que ella no te da.
¿Por qué dijiste eso? —pregunté,acercándome con cara de asustado, triste, decepcionado, yo sabía que Alia meera infiel, pero nunca alguien me lo había dicho en la cara tan directamente.
¿Qué diablos estás haciendo, mamá?—pregunté, pero mi voz sonó más ronca de lo que esperaba.
Ella sonrió, esa sonrisa que yaconocía demasiado bien, y se acercó lentamente, dejando que mis ojos seemborracharan de ella.
Lo que Alia no hace, hijo—susurró, pasando un dedo por mi pecho—. ¿O crees que no sé lo de susputerías?
El aire se me atoró en la garganta.
¿Qué mierda...?
Tu papá la vio. —Cortó mipregunta, clavándome sus uñas en el pecho—. Hace dos meses. En la camionetade ese pendejo de tu primo en un lugar solitario, no estaban haciendo nada perono deberían estar ahí solos o sí?
Sentí como si me hubieran golpeado en elestómago. Mi primo, el mismo cabrón que siempre se reía de mis chistes, el queme pedía dinero prestado.
¿Y por qué chingados no me dijeron?—gruñí, agarrándola de las muñecas.
Porque tu papá no quiere problemas oque vayas a alterarte y hacer algo que después te arrepientas—resopló,caliente contra mi oído—. Pero yo no. Yo sé lo que vales, Máximo. Les dastodo... y esa perra te paga así.
En ese preciso instante, mi teléfonocomenzó a vibrar sobre la mesa de noche. Era Alia. Deslicé el dedo paracontestar, llevándome el aparato a la oreja.
—¿Amor? ¿Cuánto te falta para llegar?Esto está un poco aburrido ya —dijo con un tono ligeramente quejumbroso.
Miré a mi madre, que observaba laconversación con una intensidad casi depredadora.
—En una hora llego, más o menos—respondí, tratando de mantener la voz firme a pesar del torbellino deemociones que me sacudía.
—Está bien —dijo Alia, sin notar nadaextraño en mi tono—. Te esperamos entonces.
Colgué el teléfono y lo dejé caer sobrela cama. El silencio en la habitación era denso.
—Date una ducha, hijo —dijo mi madre, suvoz ahora más suave, casi maternal—. Así nos dará tiempo de irnos a la fiestasin prisas. Y piénsalo bien, Máximo. No mereces esto.
Cuando salí de bañarme envuelto en unatoalla, el vapor del baño seguía empañando el espejo. Al entrar en lahabitación, mi corazón dio un vuelco. Ahí estaba ella. Mi madre. Recostada bocaabajo sobre la cama que comparto con Alia, con la cabeza girada hacia mí. Y nollevaba puesta su ropa. En su lugar, el conjunto de lencería negra ytransparente de Alia se ceñía a su cuerpo. La tela fina apenas cubría suscurvas, y su culo, ese que siempre me pareció enorme, se desparramaba sobre elcolchón, una vista descarada y provocativa.
 
—¿Te bañaste? —preguntó, su voz unmurmullo sensual que apenas superaba el latido de mi propio pulso en mis oídos.Se irguió un poco, apoyándose en los codos, y la lencería se tensó, revelandoaún más.
No pude articular palabra. Mi miradaestaba fija en el encaje que apenas cubría la parte baja de su espalda, en laforma en que sus muslos se apoyaban en el colchón.
—Sabía que te gustaría —continuó, conuna sonrisa pícara—. Siempre he tenido buen ojo para la ropa, ¿no crees?
El olor a su perfume, mezclado con el deAlia, ahora emanaba de ella con una fuerza que me drogaba. Di un paso, luegootro, sintiendo mis pies pesados.
Con sus manos hizo una seña para que meacercara. Ella rió, una risa grave y ronca que me erizó los vellos de la nuca.
—Te estoy mostrando lo que te has estadoperdiendo, hijo. Lo que mereces. ¿Crees que me queda bien? ¿O prefieres cómo lequeda a tu esposa cuando se lo pone para otros?
La pregunta me golpeó, una punzada decelos y una oleada de excitación. Mis ojos no podían apartarse de ella.
No dudé, me acerqué a ella, sin mediarpalabras metí mi miembro en su boca, la empujaba con todo hasta adentro, ellala escupía y gemía, metí mis dedos en su vagina y sentí como estaba todomojado, súper lubricado, le dije que se ponga en cuatro, hice a un lado latanga y se la dejé ir de golpe.
Me excitaba saber que me estaba cogiendoa mi mamá ahora sin el temor de que ella se molestara, si no todo lo contrario,con su permiso.
— Alia se mueve así de rico?— Me dijo —No, ni de cerca verdad?  te imaginas que así la pone tu primo? Con estalencería? — 
Mi miembro estaba más que duro, estaba apunto de recordar, entonces recordé un juego que tenía con Alia que era la defantasear con que ella es otra mujer.
— De quién es este culo que me estoycogiendo? Le pregunté
— De tu hermana Estrella, soy Estrellatu hermana Máximo! Me respondió
Mi verga se puso más dura aún!
—  Porqué me dices eso? le pregunté
— He visto como la ves, como un hombrecuando desea a una mujer! —  Me respondió
— De quién es este culo que me estoycogiendo? Le pregunté nuevamente
— De Estrella, de Estrella!
Los dos terminamos al mismo tiempo en unrico orgasmo, al sacar mi miembro lo limpié sobre la tanga… para tener elrecuerdo.
No sabía que mi mamá era igual depervertida que yo…. tal vez de ella lo heredé.

Mi mamá me coge porque mi esposa me es infiel!

3 comentarios - Mi mamá me coge porque mi esposa me es infiel!

The-Boss84 +1
Que rico relato, has mas partes
Ruben_lades
Que más ha pasado con tu mamita hermosa ❤️🤤
Elfran_looo
Exitante relato como siempre, mas relatos, mas, fotos con vestidos sexis, erea el mejor