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Madre e hijo lo prohibido

En un pequeño pueblo argentino, donde las calles estrechas y las casas antiguas contaban historias de generaciones, vivía una madre y su hijo. La madre, una mujer de unos 40 años, era conocida por su belleza impresionante y su figura exuberante. Sus senos grandes pero firmes y su cola sexy la hacían el centro de atención donde quiera que fuera. A pesar de su apariencia, ella era una mujer sencilla y cariñosa, que vivía con su hijo de 18 años en una casa grande y cómoda, fruto de sus buenos recursos económicos.

El hijo, un joven llamado Mateo, siempre había admirado a su madre, pero al cumplir los 18 años, su admiración tomó un giro inesperado. Empezó a sentir una atracción intensa hacia ella, una mezcla de deseo y curiosidad que lo consumía. Mateo comenzó a buscar formas de ver a su madre de una manera más sensual, a veces incluso espiándola sin que ella lo supiera.

Una tarde, mientras su madre se cambiaba de ropa en su habitación, Mateo se asomó por la puerta entreabierta. Vio a su madre en ropa interior, su figura perfecta iluminada por la luz del atardecer que entraba por la ventana. Su corazón latía con fuerza y sintió una oleada de calor recorrer su cuerpo. Desde ese día, Mateo empezó a buscar más oportunidades para ver a su madre de esa manera, a veces incluso provocando situaciones que le permitieran hacerlo.

La confianza que había entre ellos era evidente. Hablaban de todo, desde sus sueños y miedos hasta los detalles más cotidianos de sus vidas. Esta confianza hizo que Mateo se sintiera más cómodo explorando sus sentimientos, aunque sabía que cruzaba una línea peligrosa.

Un día, mientras comían juntos en la cocina, Mateo no pudo contenerse más. "Mamá, ¿te has dado cuenta de que eres muy atractiva?" le preguntó, su voz temblando ligeramente. Su madre, sorprendida, sonrió y respondió: "Gracias, Mateo. Pero ¿a qué viene eso?" Mateo dudó, pero decidió seguir adelante. "Es que a veces te veo y... y me doy cuenta de lo hermosa que eres."

Su madre, con una mezcla de sorpresa y ternura, tomó la mano de Mateo y la apretó suavemente. "Gracias, mi amor. Significa mucho para mí que pienses eso. Pero recuerda que soy tu madre y siempre estaré aquí para ti, sin importar nada."

Mateo asintió, sintiendo una mezcla de alivio y confusión. Sabía que había dado el primer paso en un camino que podría cambiar sus vidas para siempre. Y así, en ese pequeño pueblo argentino, comenzó una serie de eventos que los llevaría a explorar los límites de su relación, llenos de deseo, confianza y una atracción que ninguno de los dos podía negar.

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