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Padre y Hombre - Parte 1

Mi nombre es Gabriel, pero todos me dicen Gaby. Tengo 41 años y desde hace unos 6 que estoy divorciado. Mi ex-mujer, Diana, es Brasileña y luego de la separación decidió volver a su país, dejando a nuestra hija, Noelia, conmigo.

La separación no fue fácil. No tanto por Diana, sino por Noelia. Se alargó mucho por ella. La verdad que ya estábamos bastante separados de hecho, por más que los papeles todavía no se habían firmado. Diana por supuesto tenía la idea de llevarse a Noelia con ella a vivir a Brasil. Y, pese a lo triste que me hacía sentir, yo también creía que el lugar para mi hija era con su madre, sea donde fuera.

Pero Noelia no quería saber nada con mudarse a otro país. Tenía once años ella y me acuerdo que nos habló a los dos un día de ésto. Con una madurez que nos sorprendió a ambos. Nos dijo que no quería saber nada con irse a Brasil, que ella tenía su escuela, sus amigos, amigas, y su vida acá. Que acá le gustaba. Realmente nunca le importó mucho que la mitad de su ascendencia sea brasileña. Nunca le dió mucha bola al país, a la cultura y ni siquiera aprendió mucho portugués, pese a los esfuerzos de Diana. Noelia sencillamente no quería.

Finalmente decidimos entre todos que se iba a quedar en Buenos Aires conmigo. Vería seguido a la madre, por supuesto, ya veríamos cómo repartir los tiempos, costear los viajes y todos los detalles. Pero la decisión estaba tomada.

Noe es una nena hermosa. Su carita era muy parecida a la de la madre, que siempre me encantó como mujer. Tenía esos rasgos hermosos de morena brasileña bien bella. Era flaquita, muy flaquita, con un pelo negro largo y lacio. No tenía normalmente el tono de piel café con leche de Diana, pero le bastaba con ponerse a tomar sol que se bronceaba rápido y la piel se le tornaba con ese color dulce y suave.


Padre y Hombre - Parte 1

Desde los once, entonces, fue cuando Diana volvió a su Brasil natal y que Noelia vive en casa conmigo. Se pasa los veranos en Brasil con la madre y alguna otra vez, si podemos costearlo, también sus vacaciones de invierno a mitad de año. Ahora ya tiene diecisiete años y está hecha toda una señorita. La convivencia de nosotros dos solos, sin Diana, al principio no fue fácil ya que mi ex-mujer era la que se ocupaba de todo lo de la casa. Ni Noelia ni yo sabíamos poco más que hacernos un huevo frito, pero entre los dos nos fuimos ayudando y aprendiendo a mantener el nuevo hogar. Yo me había mudado a un departamento por el barrio de Palermo, pero no en una de las zonas más caras ni mucho menos. Era residencial y vivíamos bien.

Siempre nos tuvimos mucho cariño con Noelia, siempre estuvo más apegada a mí que a la madre, vaya uno a saber por qué. Los hijos siempre salen para un lado o para otro, es así. Realmente hoy en día me cuesta mucho creer, de verdad, que la chiquita que yo tenía en brazos todo el tiempo se convirtió de pronto en una joven mujer. Ya sé que no fue “de pronto”, fueron pasando muchos años, pero para mí se sintieron nada más como meses.

A sus diecisiete entonces fue cuando comenzó a ocurrir todo el embrollo de éste relato. Yo ni lo vi venir y mucho menos me imaginé cómo iba a terminar. Pero me estoy adelantando un poco.

Siento que tengo que aclarar algo de entrada, porque es importante y no quiero que se malinterprete. Lo voy a decir directamente - yo siempre estuve enamorado de mi hija. Más allá, quiero decir, del amor que cualquier padre puede tener. Estoy hablando sexualmente. Sin embargo, jamás le toqué ni un pelo, ni lo haría. No me pregunten cuándo fue que comenzó mi atracción por ella. Seguramente cuando se empezó a poner más grande ya y también ya vivíamos solos. Al principio me costó mucho entender lo que me estaba pasando. No sentirme asqueado, pese a la insistencia de esos sentimientos que me afloraban. No quería dejarla de lado o alejarme, forzando a Noelia a que se apenara por la perversión y el problema que era mío. No era justo.

Hice terapia un tiempo, arranqué en un momento difícil de mi vida hace unos años cuando por estrés, por la situación económica, por la soledad que sentía sin pareja… varias cosas se habían sumado para que esos sentimientos e ideas que me surgían para con Noelia me afloraran más fuerte. Y la verdad que me dió miedo. Me di miedo a mi mismo que se me escapara de las manos y que alguna vez hiciera algo.

Por suerte la terapeuta que encontré era buena y me entendió perfectamente. Me dijo que no era inusual a veces sentir esas cosas. Me ayudó a entenderlo y a aceptar esa parte de mi, siempre y cuando la mantuviera bajo control y que nunca convirtiera en realidad esos deseos. Que los mantuviera sublimados, no ignorados, pero bien controlados. Que quizás con el tiempo Noelia se iría de casa a hacer su propia vida y yo ya no la tendría al lado todo el tiempo, con su rostro que me recordaba tanto el de Diana, y no tendría la tentación permanente del día a día.

Los consejos de la terapeuta me sirvieron, si, me ayudaron bastante pero hasta ahí nomás. Esos sentimientos e ideas que me avergonzaban realmente nunca se fueron y debo reconocer que más de una vez en mis momentos de calentura mas fuertes… mas de una vez pensaba en mi hija mientras me masturbaba a solas en el silencio de mi habitación. Mi atracción por ella no era algo que me atormentaba, pero si era algo que tenía siempre presente. Como un animal que yo tenía que estar domando constantemente para seguir siendo un buen padre para ella y una persona decente.

Para mí, aún hasta ese momento del final de su adolescencia, seguía siendo mi hijita. La nena. Si por supuesto vi como había crecido tanto y era una joven mujer ya, pero yo la seguía sintiendo claramente mi hijita de siempre. Mi nena.

Fue de golpe que me enteré lo equivocado que estaba y lo mal que estaba viendo las cosas. Ahí fue cuando comenzó todo. La nena había desaparecido hacía rato y yo era el tarado que consciente o inconscientemente no la veía así.

Luego de mi separación con Diana, vendí el departamento donde vivíamos y me pude comprar uno mas chico para Noelia y para mí por Palermo. Ahí fue cuando conocí a Enrique, el portero del edificio. La verdad que nos caímos muy bien de entrada. Desde el primer día que me estaba mudando, acarreando nuestras cosas.

Era un tipo pelado, cincuentón y bastante gordo, pero no de esos tipos de obesidad morbosa. Se lo veía rotundo y fuerte. Un tipo macizo que me llevaba media cabeza, fácil, y ni hablar del ancho ya que yo soy bastante flaquito. Parecía tener pelo por todo el cuerpo por lo que se le notaba escapándose de abajo de los botones de las camisas de manga corta que usaba, o por debajo de las mangas.

Enrique estaba siempre de buen humor y se llevaba bien con todo el mundo. Siempre charlando con algún vecino, tirando algún chiste o lo que sea. Y la verdad que es muy buen portero también. Se da maña para arreglar cualquier cosa en el edificio o en el departamento de alguien. La mayoría de los vecinos lo queremos mucho. Yo también, por supuesto. Enseguida nos hicimos amigos y nos quedamos charlando varias veces en el hall del edificio cuando se daba que yo volvía del trabajo y él estaba ahí. De lo que sea. De cosas del edificio, del laburo, de política, de fútbol. No importaba.

Con Noelia también se llevaba bien, pero no por nada macabro que se puedan imaginar. Era porque se llevaba bien con todo el mundo. Noelia en ese entonces era una de las nenas vecinas del edificio, como había tantas otras y a todas las trataba por igual, con bondad y confianza.

Así fue pasando nuestra vida y los años viviendo ahí en el edificio. Con momentos buenos y malos, como todo el mundo, pero bien. Cuando Noelia cumplió sus diecisiete, sin embargo, fue que empezaron a pasar cosas raras. Yo no soy el tipo más avispado del mundo, lo reconozco, pero hasta yo me daba cuenta.

Es difícil de explicar, realmente no sé cómo hacerlo. La relación y el trato de Noelia con el portero nunca cambió. Siempre fue el mismo. Siempre. No puedo indicar un momento o una cosa en particular que pueda señalar y decir, por ejemplo, “Ah, acá está.. Ésto fue lo que hizo el tipo o ella”. Para nada. Por lo menos hasta ese momento yo no podía indicarlo. Las veces que yo salía o entraba al edificio con Noelia y nos cruzabamos con Enrique, el buen trato y los saludos eran los mismos de siempre. O a veces también cuando Enrique me golpeaba la puerta para avisarme algo, o venir a casa a arreglar algo. Nada había cambiado. Sin embargo, yo notaba algo raro. Principalmente en ella, pero luego después prestando más atención, también lo ví en él.

Se miraban demasiado, quizás es la mejor descripción. O se miraban raro.

Al principio lo archivé en mi cabeza como lo que era normal. Un tipo cualquiera que por ahí mira a una pendeja linda. El hecho de que era mi hija no cambiaba nada. No me enojaba ni mucho menos. Tampoco podía estar enojandome por cada tipo en la vida que miraba a mi hija. No le di más bola que eso y, para ser sinceros, me ponía hasta contento de tener una hija tan linda a quien los tipos miraban.

Lo archivé, hasta que no lo pude archivar más de lo frecuente que parecía estar notándolo. Ella no decía nada, Enrique por supuesto tampoco. Ahí no estaba pasando absolutamente nada, sin embargo bajo la superficie yo ya tenía la idea que algo había. Por ahí eran nada más que boludeces o ideas mías. Pero… la otra cara de la moneda era que por ahí no lo eran y realmente había algo. Me resultaba raro, pero no podía descartar la posibilidad.

Estaba seguro, pero segurísimo que Enrique no le había hecho nada a Noelia, desde ya. No era para nada ese tipo de persona. Y además, si hubiese pasado algo, lo que fuere, Noelia me lo habría dicho enseguida si la hubiese molestado. Teníamos mucha confianza y yo siempre le dije que si algún tipo la jodía en algún momento que me dijera inmediatamente. Así que no podía ser.

Pero si no podía ser nada, entonces que era?

La idea me empezó a carcomer la cabeza. Por semanas. Por suerte yo en ese momento estaba bastante tiempo en casa, trabajaba remoto tres días a la semana. Eso me tranquilizaba porque Noelia en casa seguía igual de normal que siempre. Yendo a la escuela, a hacer algún mandado, visitando o recibiendo a alguna amiga. La vida normal de una chica de su edad. Y a Enrique también lo veía siempre.

Nada había cambiado, pero yo sentía que por algún motivo, sensación o presentimiento, todo había cambiado. No sabía que era y me jodía demasiado. Cada vez más. No quería confrontarla a Noelia porque iba a quedar como un perseguido y paranoico, acusándola de cualquier cosa sin razón. Y menos decirle algo a Enrique. Si se le había escapado de decirle algo alguna vez a Noelia o lo que fuere, tampoco es para acusar a un tipo así de la nada de algo tan grave sin pruebas.

Ni hablar que si nos llegábamos a pelear y cagar a trompadas, Enrique me iba a partir en seis pedazos y tirarme a la basura. Es un chiste, estoy jodiendo, Enrique no es un tipo violento, pero perfectamente tiene la fuerza para hacerlo si quisiera.

Cuanto más pensaba en todo ésto y más me quería autoconvencer que era todo ideas mías, siempre saltaba algo que me hacía pensar que no. Algún detalle, alguna miradita de más entre los dos, algún “buen día” dicho un poco más dulzón… a ese tipo de pelotudeces había llegado mi cabeza.

Estuve así por semanas, sin exagerar. Ya se me notaba que no estaba tranquilo la mayoría del tiempo, pero Noelia nunca me dijo nada. Por suerte, porque no sabría cómo explicarle por qué me sentía así. Por fin, una noche de insomnio no aguanté más. Sabía que lo que iba a hacer era realmente una mierda, lo sabía. Sabía que estaba muy mal, pero ya no lo soportaba más. Eran como las tres de la mañana ya. Noelia dormía en su cuarto plácidamente, ella era de sueño pesado.

Yo estaba así porque esa tarde sí que noté a Noelia algo rara. Había llegado de hacer unas compras y vi que extrañamente se había encerrado en su cuarto, sin decir nada ni dar ninguna explicación. A veces lo hacía, claro. A veces quería estar sola con sus cosas, pero ésta vez me llamó mucho la atención. No la noté enojada ni nada. Normal, pero se encerró. Yo estaba trabajando en mi computadora así que mucha bola no le dí, pero me quedó en la cabeza todo el tiempo que se pasó en su cuarto hasta que salió, normal como siempre, a seguir con nuestra rutina de todos los días.

Yo sabía que algo había pasado, lo intuía, y si ella no me iba a decir nada entonces, por feo que era, tenía que revisarle el celular. No me enorgullece admitir que lo hice, no está nada bueno, pero no me quedaba otra alternativa para empezar a desenredar lo que estaría pasando. Me acerqué con cuidado a la mesita de luz, tomé su celular y me lo llevé a mi cuarto, para revisarlo tranquilo. Ella lo tenía con clave, pero yo la sabía. Ella también sabía la clave del mío, por cualquier emergencia.

Pensé que me iba a encontrar con cualquier otra cosa. Algo normal. Que habría discutido o se habría peleado con alguna compañera del cole, o que habría sacado alguna mala nota o la habrían disciplinado, lo cual era raro. O por ahí había empezado a salir con algún chico y no me lo había dicho todavía y algo había pasado. Pero nunca pensé que me iba a topar con lo que me encontré en su celular.

En la oscuridad de mi habitación, se me fueron los ojos a ese chat enseguida. Fue magnético.


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Me quedé absolutamente pasmado al leer todo eso. No era el hecho que tenía a Enrique en sus contactos, eso ya lo sabía. Tanto Noelia como yo estábamos en el chat de los vecinos, junto con el portero. Pero esa conversación, si bien no lo explicaba todo, explicaba tanto… En la soledad de mi cuarto a oscuras y en el silencio de la noche, me mandé las capturas de todo ese chat a mi email para resguardarlo y verlo después tranquilo. Borré las copias que habían quedado en las imágenes del teléfono y con cuidado volví a la habitación de Noelia, dejando su celu tal cual estaba.

Debo admitir que esa noche no dormí. No pegué un ojo. Me avergüenza mucho decirlo, pero me la pasé leyendo y releyendo las capturas del chat en mi email. Y por supuesto, masturbándome furiosamente.

1 comentarios - Padre y Hombre - Parte 1

Exkalyon20 +2
Me encanta mucho la forma en la que vas llevando el morado del relato hasta un punto sublime. Todo el morbo de la situación es excelente, no el porno, eso está muy usada y ya muy pocos construyen el morboLa verdad espero una próxima parte. Está buenísimo.
Murcielagos77 +1
Muchas gracias!