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putita la prima 13

Habían pasado unas semanas desde el cumpleaños de Juan en Núñez, y la electricidad entre Caro y yo no había disminuido. Los mensajes seguían llegando, cada vez más subidos de tono, con fotos que me dejaban al borde de la locura. La que mas me gustó fue una que me mando metiendose un juguete en la concha. Pero no nos habíamos vuelto a cruzar hasta la fiesta de disfraces en una casona antigua en zona sur, organizada por un amigo en común. El lugar estaba lleno de luces tenues, música fuerte y gente disfrazada perdiéndose en la multitud. Todos bastante drogados por lo que se deducía de los movimientos bruscos de los biales.
Llegué tarde, vestido con una máscara de Zorro y una capa negra que me hacía sentir medio ridículo, pero encajaba con el ambiente. Mientras buscaba un trago, mis ojos escaneaban la multitud, esperando encontrarla. Y ahí estaba Caro, imposible de no reconocer, aunque llevaba un disfraz de gatita: orejas negras, maquillaje con bigotes dibujados, un top ajustado que dejaba poco a la imaginación y una falda corta con una cola de peluche. A su lado, otra chica, también disfrazada de gatita, con un atuendo parecido pero en rojo. Caro me vio, sonrió con esa mezcla de picardía y peligro, y se acercó con su amiga.
“Mirá quién apareció, el Zorrito mas pajero”, dijo Caro, riéndose mientras me quitaba la máscara para verme mejor. “Te presento a Julia, mi amiga. Está un poco... perdida esta noche”. Julia, con el pelo largo teñido de rubio y una sonrisa tímida pero cargada de intención, me dio un beso en la mejilla que duró un segundo de más de lo que duran los besos comunes. Sus ojos, enmarcados por el maquillaje felino, me recorrieron de arriba abajo. “Encantada”, dijo, y su voz tenía un tono que pervercito. O yo ya me estaba calentando y no me daba cuenta.
Charlamos un rato, tomando Gyn tonic y riéndonos de los disfraces ridículos de la fiesta. Pero la tensión crecía con cada mirada de Caro, que no paraba de rozarme “sin querer” o de susurrarme cosas al oído que me ponían la piel de gallina. Julia no se quedaba atrás, acercándose más de lo necesario, dejando que su mano descansara en mi brazo mientras hablaba. En un momento, Caro se inclinó hacia mí y dijo, bajito: “Vamos al patio, ahí atrás hay no hay tanto ruido”. No era una sugerencia, era una orden.
Los tres salimos al patio trasero, donde la música se apagaba un poco y la oscuridad era rota solo por algunas guirnaldas de luces colgadas en los árboles. Caminamos hasta un rincón apartado, cerca de un árbol grande que nos cubría de miradas curiosas. El aire estaba fresco, pero el calor entre nosotros tres era sofocante. Caro se apoyó contra el tronco, cruzando los brazos bajo sus tetas, que el top de gatita apenas contenía. “Julia ya vio fotos que yo le mande tuyas, esas que me mandas cuando te pones pajero, ¿sabías?”, dijo, mirando a su amiga con una sonrisa perversa. “Y yo quiero ver cómo la hacés feliz, primito”.
Julia se rió, nerviosa pero excitada, y se acercó a mí. “¿Es cierto lo que dice Caro? ¿Sos tan bueno como ella cuenta?”, preguntó, mordiéndose el labio. Antes de que pudiera responder, Caro se acercó y, sin mediar palabra, me empujó suavemente hacia Julia. “Menos charla, más acción. Quiero ver todo, hagan un show bien porno”, dijo, y su tono era puro fuego.
Julia se dio vuelta, apoyando las manos contra el árbol, arqueando la espalda para que su culo, apenas cubierto por la falda corta del disfraz, quedara expuesto. La cola de peluche colgaba a un lado, y la tanga roja que llevaba apenas tapaba nada. “Dale, Zorro, sorprendeme, mostrame lo que haces con esa lengua”, dijo, mirando por encima del hombro con una mezcla de desafío y deseo. Caro se quedó a un lado, mirándonos, y empezó a tocarse las tetas por encima del top, apretándolas mientras sus ojos no se despegaban de nosotros.
Me arrodillé detrás de Julia, con el corazón latiéndome en el pecho. El pasto húmedo se sentía frío contra mis rodillas, pero no me importaba. Levanté su falda con cuidado, dejando a la vista su culo redondo y firme. La tanga roja era una tira fina que se perdía entre sus nalgas, y el olor de su excitación ya llenaba el aire. Con las manos, separé suavemente sus cachetes, exponiendo su culo hermoso, casi nuevo, pequeño y fruncido, que palpitaba ligeramente bajo la luz tenue de las guirnaldas.
Acerqué mi cara, y mi lengua rozó la piel suave alrededor de su orto, trazando círculos lentos. Julia soltó un gemido bajito, empujando las caderas hacia atrás como pidiendo más. El sabor era intenso, una mezcla de su piel cálida y la humedad que empezaba a gotear desde su concha. Lamí con más confianza, recorriendo la entrada de su culo con la punta de la lengua, entrando apenas, sintiendo cómo se contraía y relajaba con cada movimiento. “ay! que lindo primito pajero”, murmuró Julia, con la voz entrecortada, mientras sus manos se aferraban al tronco del árbol.
Miré de reojo a Caro, que seguía apoyada a un lado, con una mano ahora dentro de su top, pellizcándose un pezón mientras nos observaba. “Así, pajero, chupale el culo como si fuera el mío”, ordenó, y su voz tenía ese filo que me volvía loco. Volví a concentrarme en Julia, lamiendo más rápido, alternando entre círculos amplios y pequeños toques precisos en el centro de su ano. Mi lengua se deslizaba con facilidad, lubricada por mi saliva y su propia humedad, que empezaba a correr por sus muslos. Cada vez que mi lengua entraba un poco más, Julia gemía más fuerte, y su culo se abría ligeramente, invitándome a seguir.
“Qué puta que sos, Juli”, dijo Caro, riéndose, mientras se acercaba para tener una mejor vista. Ahora estaba tan cerca que podía oler su perfume mezclado con el aroma de su propia excitación. “Mirá cómo le gusta, enfermo. No pares. Esta es mas puta que yo”. Mis manos apretaban las nalgas de Julia, manteniéndolas abiertas, mientras mi lengua trabajaba sin descanso, entrando y saliendo, lamiendo cada centímetro de su culo. Julia temblaba, y sus gemidos se mezclaban con el ruido lejano de la fiesta. “Te acabo toda la boca si seguís así” dijo con la voz entrecortada, y eso solo me hizo ir más rápido, chupando y lamiendo con más intensidad, sintiendo cómo su culo contraía contra mi lengua.
Caro, todavía tocándose, se inclinó hacia Julia y le susurró algo al oído que no pude escuchar. Julia asintió, gimiendo, y de repente, su cuerpo se tensó. “¡Acabo hijo de pouta, acabo!”, gritó, aunque intentó bajar la voz. Su culo palpitó contra mi lengua, y sentí cómo su cuerpo se convulsionaba mientras el orgasmo la atravesaba. No paré, seguí lamiendo suavemente, prolongando las olas de placer hasta que Julia, agotada, se inclinó más contra el árbol, jadeando.
Caro aplaudió despacito, con una sonrisa satisfecha. “Buen chico, primito. mostrame como tenes la pija, a ver como se te puso?”. Me miró con esos ojos que prometían más caos, mientras Julia, todavía temblando, se giraba para mirarme la verga con una mezcla de agradecimiento y lujuria. La noche, claramente, estaba lejos de terminar.

3 comentarios - putita la prima 13

nukissy3544
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Cacho6922
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