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Mi querido señor de las verduras, lléneme por favor.

La mujer abrió el paraguas qué sostenía con la mano derecha al percibir las gotas de agua. Echó un vistazo al cielo y en segundos la lluvia se volvió intensa. Cruzó la calle con velocidad y al ver que había llegado a su destino se detuvo de golpe. El hombre de las verduras recogía su venta con velocidad, la miró y ella no dudo en entrar, con un ágil movimiento juntos elevaron las canastas de frutas. La acción se repitió aproximadamente tres veces.

—No sabía que iba a llover tanto —dijo el hombre. Moviendo sus manos y contando las canastas de la venta del día. —. Menos mal hoy me quedé aquí y no salí a vender.

La mujer sonrió y asintió, dando a entender un claro menos mal.

Él era corpulento, de brazos anchos y manos grandes. El cabello lo recubría una suave capa de pelo semi blanca. Tenía entre 45 a 50 años. Con una barba recién afeitada. Sus ojos eran oscuros, y lo rodeaba un delicado degrade grisáceo.

Lo llamaban el señor de las verduras. Era el único que vendía verduras y frutas a un módico precio en el pueblo. Rara vez decían su nombre, incluso nadie le llamaba por su nombre. La mujer sacó una lista y comenzó a leer mentalmente lo que necesitaba. El hombre se adentró y tras unos estantes agarró una canasta de mano para ayudar a la mujer a elegir sus verduras. El ya sabia quien era ella, no había persona que no la reconociera. Era la maestra de todos los adolescentes del pueblo, pero no por eso era conocida. Su cabello era oscuro y largo, con ciertas ondas al final. Siempre llevaba lentes, y ticamente usaba pantalones de mezclilla fuera de su horario laboral y justo por eso era reconocida. La silueta que le hormaba al usar aquellos pantalones eran siempre un foco de atención, quizás no tenía los senos más grandes del lugar, pero si los glúteos perfectamente formados. Y era imposible no mirarlos esporádicamente. Aun que si pudiera sus ojos estarían clavados ahí en el pantalón de la mujer.

Como era de esperarse, él le vio las nalgas antes de que ella levantara el rostro.

—Esto es lo que voy a necesitar. —con suavidad le mostró la hoja y el hombre la agarró. La leyó con velocidad y asintió. En segundos comenzó a separar lo que la mujer necesitaba.

La lluvia se había convertido en un diluvio. Si ella no estuviera resguardada allí el agua le llegaría a la pantorrilla. Las gotas eran tan fuertes que obligaron al hombre a cerrar la puerta de par en par. El hizo una mueca y ella le respondió de la misma manera. El volvió a su actividad de pesar, y contar frutas y verduras.

El bombillo perdía su luz suavemente y en un abrir y cerrar de ojos se fue por completo. Ellos intercambiaron miradas.

—Creo que no podre salir de aquí —dijo la mujer entre risas. Elevo la mano y se tapo lentamente la comisura de los labios.

El hombre detuvo lo que hacía, sacó algunas mandarinas de una canasta y la volteo, se acerco y le indico donde sentarse, ella agradeció y lo terminó asiendo.

El lugar era pequeño, pero se veía grande cuando estaba la puerta abierta. Justo cerca de la caja de cobro había unos anaqueles que ocultaban un tipo de espacio pequeño justo donde alguien se sentaría para comer y que nadie lo vería. A un lado una puerta blanca que llevaba a algún lugar. La mujer le hecho un vistazo al hombre que ya estaba sacando cuentas así que sin perder tiempo se levanto para rectificar que todas las verduras estuvieran en la bolsa. Ella llevo una de sus manos hacia los bolsillos traseros del pantalón e hizo una mueca.

El hombre por su parte tecleo el costo del último kilo y dijo el total. La vio con detenimiento y ella solo se tocaba con brusquedad el pantalón como si hubiera perdido algo. La mujer estaba distraída y era casi imposible desviar la mirada a su tan atractivo cuerpo. La orilla del sujetador era mas visible, y la línea de sus senos parecía mas con profundidad tras aquellos movimientos.

La mujer ser rindió. Levanto el rostro y tocándose la frente con preocupación le dijo al hombre que si había alguna posibilidad de pagarle de otra manera.

El con total honestidad le respondió que todo estaba bien, que podía pasar cuando quisiera.
Ella se alarmo.

—No. No me gusta deberle a nadie. —dijo la mujer con la voz baja.

No había casi luz, y el ambiente de afuera no ayudaba. Todo se veía muy opaco.
El hombre aclaro con amabilidad que en cualquier momento podía pagarlo. Ya que todos se conocían en el pueblo. Según él, entre risas, si pasaba algo la iría a buscar. Era obvio que intentaba hacerle una broma, pero ella no quitaba su semblante de preocupación. Se llevó la mano a la cabeza y acomodo su camisa. Ante el movimiento sin mucho caso se vio la curvatura de los senos caídos en gota. El hombro hizo un sonido con la garganta y dirigió su mirada a otro lado. Los senos naturales de la mujer eran la imagen que el repetía en su cabeza como disco rayado.

—¿Le gustan? —pregunto ella con seguridad.

El hombre la miro sin entender la pregunta.

Ella negó con el rostro como si el fuera un inocente. Justo frente a él, ella llevo las manos hacia su propia camisa y con suavidad bajo el extremo mostrando esta vez todo su sostén y con el un poco de piel.

El abrió mucho los ojos como respuesta, si esto era una broma, se estaba pasando. Pero ¿Por qué sería una broma? Era una mujer hermosa, de unos 30 años, claramente casada por la argolla en su dedo anular. El hombre no estaba del todo seguro si lo que estaba viviendo era real, así que pestañeo varias veces y al final asintió dudoso.

Ella con una mirada picarona lo tomo de la mano y lo arrastro justo detrás de aquellos anaqueles. Si alguien se asomaba por la ventana parecería que el lugar estuviese vacío. El seguía sin decir ni una palabra. Pero de algo si estaba seguro, la mujer se divertía. Ella le dio la espalda y el solo miraba de arriba para abajo, bajo el pantalón hasta el final de las nalgas y se veía con claridad la ropa interior de la mujer, sus bragas no eran para nada sexy, pero eso no importaba, ya que sus nalgas se veían perfectas, suaves, y blancas. El hombre lo dudo, pero al final puso la mano sobre los muslos de la mujer. El seguía sin saber si eso era real, la mujer estiro la mano e hizo que el hombre se pegara sobre su culo. El paquete del hombre estaba erecto, ella lo palpaba con las nalgas.
Él no sabía si quería ser penetrada, o quería solo ser tocada así que con la mano le acaricio hasta donde se escondían los genitales de la dama. Ella hacia movimientos circulares y la vista que tenía era maravillosa, se sentía como si las nalgas de la mujer los hechizaran.

Ella se giró levemente y lo vio a los ojos. Lo detuvo poniendo la mano sobre su pecho y volvió a preguntar.

—¿En diez días puedo volver?

El asintió sin decir ni una palabra. Ella sonrió se subió sus pantalones, agarro su bolsa, la sombrilla y se fue.

El hombre solo parpadeo varias veces y la dejo ir.

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Ya había pasado varios días, el hombre toda la semana estuvo mirando su calendario. Era una calurosa tarde, el ya se había resignado; ella no volvería. La gente entraba, y los dos jóvenes que había contratado lo ayudaban a organizar y a hacer las bolsas. El hombre entró a la puerta del almacén pequeño cerca de los anaqueles, sacó un saco de manzanas, lo puso en su hombro y al salir, uno de los jóvenes estaba atendiendo a la mujer. Llevaba un vestido blanco y no traía sostén, desde donde estaba podía ver el relieve de sus pezones, sus miradas se encontraron así que él caminó a toda velocidad acercándose al chico y le obligo a contar las manzanas. La mujer lo saludo y el la hizo pasar nervioso sin saber que pasaría.

Ella le mostro su lista. Él tragó saliva y lleno su canasta. Justo cuando iba a acabar la mujer le hizo una seña hacia los anaqueles, a lo que el hombre asintió sin dudar. El hombre antes de irse les dijo a los chicos que estaría ocupado. Se fijo nuevamente a la mujer y caminaron hasta llegar a su destino. En esta ocasión el hombre señalo el pequeño almacén.
Al entrar ella analizo todo el lugar, ahí cabían aproximadamente 10 personas, más que eso haría que todos estuvieran comprimidos. La mujer luego se fijo en el hombre, y fue lo único que necesitó para que su pene estuviera erecto.

La mujer se mordió el labio y con suavidad se subió el vestido hasta las caderas, al parecer ninguno quería perder el tiempo. Esta vez ella traía tanga, él con velocidad giro a la mujer y ella apoyó las manos en la pared. Miro sus nalgas y corrió la tanga hacia un lado y sin pensarlo mucho se puso en sus rodillas y agilidad paso la lengua en abertura de la mujer, con una mano el hombre descubrió los senos y estos salieron con un movimiento brusco. Ella tomo la cabeza de él y seguía pegando la cara del hombre a su vagina, cavidad que babeaba de forma descontrolada.

El hombre con velocidad se quitó la correa y saco su pene. Se levanto y toqueteo la abertura de la mujer introduciendo dos de sus dedos, con la punta de su pene palpo el agujero y la penetro. Ella apretó el cuerpo, y el sintió como se abría para él. Entre embestidas ella cerraba las piernas y sus senos se movían hacia arriba y hacia abajo. El estar dentro de ella se sentía de alguna manera caliente, ella se mordía el labio para no gemir a lo que le susurro que los chicos no escucharían.

La mujer se dejó ir y el no dejaba de penetrarla. Sus gemidos inundaban el lugar y era casi imposible que afuera no se escuchara. La voz de la mujer era tan deliciosa que el hombre se acercó a su oído y le susurro una vez más que se vendría si seguía así. Antes de que él se saliera de ella, la mujer echó su cuerpo atrás imposibilitándole a él escapar, en segundos el vertió todo de si dentro de ella. El hombre preocupado intento pedirle disculpas. Ella respondió, que lo que mas le gustaba era eso. Con su entre pierna chorreando, se puso la tanga. Antes de despedirse la mujer especifico que vendría en 15 días. Salió del lugar y los jóvenes que estaban muy adultos para comprender lo que había pasado se miraron entre ellos, y la vieron salir. Luego miraron al dueño que estaba serio y con brusquedad les pidió que se metieran en sus asuntos.

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El estaba ansioso, contaba todos los días para verla. Se había perfumado, había comido bien, y se había mandado a cortar el cabello. Un joven miraba su celular, mientras que el otro atendía a una familia.

Ella entró y en esta ocasión traía un short de mezclilla muy corto. El hombre la vio, y los jóvenes también, ellos ya intuían que sucedería. Antes de entrar saludo a los chicos y buscó al señor de las verduras. El hombre se acercó a ella e hizo la lista en tiempo récord, ella animada le dijo que esperara, miro un poco y analizo el lugar. Vio el sector de frutas y se acercó a algunas miro un plátano y lo agarró. Mientras caminaba la mujer hacia la puerta, pelaba aquel plátano. Ella entro y obligo al hombre a sentarse, al parecer el solo debía ver. Con suavidad la mujer quito su short y jugueteo con el plátano sin concha, lo lamia y lo pasaba sobre su camisa, bajo las tiras y saco sus senos, puso el plátano en la mitad de sus pechos y lamio la punta. Se volteo y con movimientos suaves bailaba mientras se quitaba las prendas. Le entregó el plátano al hombre. Ya desnuda puso sus manos sobre sus nalgas y abrió su vagina para que la mirara. El intuyo con velocidad, puso la fruta en la entrada de la mujer, antes de penetrarla se levantó y la obligo a que le echara saliva, la tomo de quijada y lo metió con brusquedad. A ella se le aguaron los ojos por lo profundo que metía el plátano en su garganta, con felicidad lo suelto desesperada volvió a abrir el hueco de su vagina.

Él sin medir tiempo la penetro con la fruta, con la mano izquierda le tocaba el clítoris, y ella solo se movía ante sus movimientos, lo detuvo. Ella necesitaba que el mirara como ella se comía la fruta con su vagina. En segundos la fruta comenzó a desesperarse en la abertura de la mujer, el la nalgueo y ella lo soltó sacando por completo el plátano. El plátano callo y el hombro con velocidad la penetro, obligándola a que se sentara con ella. El plátano era mucho mal delgado, así que al sentir al hombre la abertura se abría a su paso. Ella lo cabalgaba y le pedía entre susurros al hombre que la llenara, quería salir por la puerta llena de su semen, con el hueco que solo él podría hacerle. La mujer no paraba de repetirle al hombre que la dejara chorreando y el dejándose llevar lo realizo. Se vino dentro de ella, ella apretó los muslos y antes de que el semen se le callera se puso la tanga, luego el short y se vistió. Con un me encanta ella se giro para recoger su cabello.

El la analizaba de pies a cabeza, se subió los pantalones y antes de irse ella le pregunto al hombre, sobre la edad que tenían los chicos de afuera, él le respondió que uno tenia 20 y el otro 25. Ella le pregunto si había alguna posibilidad de invitarlos. El no sabia que responder, pero había una cosa que el había dios atrás pensando. Antes de responder la pregunta de ella, él le hizo una.

—¿Y su marido?

Ella entre risas le aclaro que el sabe sobre su aventura. El hombre sorprendido, le dijo que estaba bien, al final le aseguró que traería a los chicos la próxima vez. La mujer se despidió y salió. Justo afuera los chicos la miraron, ella se volteo y comenzó a analizar algo que estaba en el piso, y ellos inevitablemente miraron su culo y justo donde se supone que recae los genitales de la mujer se veía humedecido. Los jóvenes quitaron la mirada, ella tomo sus bolsas y salió.

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La vagina le palpitaba, estaba deseosa en que tanto su culo como su cavidad estuviera llena de tanto semen que su cabeza no pudiera más. Pasó la calle junto a su marido. Un hombre bajo, con la mirada seria, con lentes y la barba en forma de candado. Cruzaron con velocidad y llegaron a la verdulería. Pasaron y los chicos los recibieron, el hombre al escuchar la voz de la mujer salió de la puerta del almacén y vio con quien venia, y eso le resulto extremadamente incomodo. El hombre les hizo una seña a sus chicos y ellos cerraron la puerta de par en par, incluyendo la ventana.

A ella se le veía la felicidad, llevaba una falda muy corta, blanca con negro. Y una camisa cuello tortuga, sobre la camisa se le veía el relieve de sus pezones. Ella los saludo, y presento a su marido que en silencio se sentó. El hombre intento ignorar a los demás y solo se concentro en ella, no sabía lo que tramaba, pero intuía lo que quería. Ella comenzó a bailar en la mitad de los hombres, primero fue por el de menos edad y rectifico el tamaño del pene, luego paso al siguiente hizo lo mismo, se fue hacia el hombre de las verduras, en cuanto a su marido, hizo como si no existiera. Concentrada en los tres con voz dulce les pidió sacar sus penes y ponerlos en su boca, saco la lengua y uno por no comenzaron a pasar sus miembros sobre el rostro de ella.

Ella se veía ansiosa, necesitaba que esos penes entraran en ella Ellos lo hicieron juguetearon con la lengua de la mujer, toqueteaban sus senos, y le quitaron la camisa de golpe, pasaron la punta de sus miembros por sus senos y con brusquedad ella se turnada para ser penetrada por la boca. Se volteo y su falda se recogió ante el movimiento y los tres lo vieron, ella no traía tanga, y su hueco al parecer ya había sido usado porque no paraba de chorrear. El más joven no dudó ni un segundo y la penetro. Ella se abrió para el mientras que otro la obligaba a mamárselo, el joven que la penetraba la sostuvo de las caderas y con la otra mano le tocaba el clítoris. Ella tenía la boca ocupada el hombre se acerco a ella y comenzó a acariciarle la piel. Apretaba los pezones de la mujer y acerco su pene para que también se lo mamara, ella se separo un momento y les dio indicaciones exactas a todos.

—Ven… vénganse dentro… de mí —dijo con dificultad.

El joven al escuchar esas palabras se vino dentro de ella, el siguiente lo vio y se acerco a ella, la levanto y la sentó frente a él, y se acostó en el piso, para que la mujer lo cabalgara. En segundos comenzó a penetrar aquella vagina que había sido llenada minutos atrás. Con esa posición el culo de la mujer quedaba al aire así que el hombre lo vio y mientras ella cabalgaba al joven. Penetró con los dedos el orificio más cerrado de la dama. Ella al sentirlo hizo un gruñido. Se volteo y lo miro asintiendo con desesperación. Mientras el chico de abajo la penetraba, el hombre también lo hacía, pero con los dedos. A los segundos cuando el hombre estaba seguro de que era el momento puso la punta de su pene sobre el otro orificio de la mujer. Ella apretó los ojos y al instante la penetro. Los dos se turnaban en meter sus penes en aquellos huecos.

Ella elevó el rostro. Estaba sudada, su vagina chorreaba semen de otros hombres, y su culo en segundos seria llenado, sus senos se movían y ella tocaba su propio clítoris mientras miraba a su marido. El solo la observaba con el pene erecto.

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Los días habían pasado, la mujer traía falda y miraba por la vitrina mientras pensaba que iba a comer hoy. Si carne o cerdo. Un hombre de aproximadamente 50 años se asomó, era completamente canoso, muy vivo, y muy despierto para su edad, el hombre clavo el cuchillo en la tableta de madera y le pregunto amablemente que quería el día de hoy. Ella iba a responder, pero elevo el rostro y vio que el hombre le miraba los senos.

Ella sonrió.

—¿Le gustan?




Mi querido señor de las verduras, lléneme por favor.

3 comentarios - Mi querido señor de las verduras, lléneme por favor.

jp195 +1
La de la foto eres tú? 😍
andredearmas +1
si mi corazon 😊
DnIncubus +1
Tremenda la maestra 😊 le toca al carnicero 🍖😊