Para que se entienda mejor este. les dejo el anterior para que puedan seguir la historia.
http://www.poringa.net/posts/relatos/5653905/Desde-el-inicio-fui-sissy.html
http://www.poringa.net/posts/relatos/5655197/Decime-Anto-tu-sissy.html
http://www.poringa.net/posts/relatos/5680907/Me-dejaron-doliendo-la-colita.html
El mensaje me tomó por sorpresa. El muy hijo de puta aprovechó el momento en que yo estaba rendida después de la cogida que me dio para sacarme fotos. ¿Sería la única que tenía?
De cualquier forma la situación me seducía, me calentaba. Era como una pendeja emocionada porque había recibido un mensaje un rato después de terminar su cita con el chico que le gustaba. Sin embargo, yo sabia que esto era otra cosa. Yo no estaba enamorando a este galán. Este tipo me quería usar como un simple agujero, como un depósito de leche, como me había dicho él mismo.
Pero bueno, yo no soy una chica con demasiada dignidad. Así que, no solo iba a dejar que me usara como se le antojase, iba a buscar que lo hiciese cada vez más.
Fingí sorpresa e indignación, y le pregunté qué era esa foto, y por qué la tenía él. Me respondió que esa era Anto, la nueva puta que se estaba cogiendo, que lo tenía re caliente, y que el sábado quería romperle el culo otra vez.
En el momento exacto en que leí que yo lo tenía re caliente se me olvidó cualquier reconocimiento de temor que podía tener y cambié el tono de conversación a estar completamente dispuesta a lo que él quisiese.
Me contó que su señora y sus hijas se iban a ir para la casa de afuera, aprovechando el fin de semana largo. Me dijo que tenía planificado tener una comida con amigos el viernes, pero que el sábado iba a estar solo, y que le gustaría que yo le acompañara. Me encantó la propuesta, por supuesto que le dije que sí al instante. Me dijo que era una puta divina, y me obligó a mandarle algunas fotos de mi cola para recordar la tarde.
Ni lenta ni perezosa me saqué volando la ropa de varoncito que tenía puesta, me puse un corpiñito strapless negro, unas medias de red con liga, y me calcé una tanga calzadita en la cadera, bien arriba que hacía que se me metiera todita en la cola. Me daba miedo mostrar el rostro en las fotos, pero quería hacerle caritas a la cámara para mandarle fotos a Juan, así que me puse un pasamontañas rojo que tenía para estas ocasiones. Sexy, ja. Me puse frente al espejo y me saqué unas cuentas fotos haciendo poses de putita inocente, haciendo trompita, mordiéndome el labio, tocándome la boca. También hice algunas donde hacía un tremendo close up a mi cola entangada, en primer plano, grandota.
- Espero que te gusten, papi - le envié en el mensaje con cinco fotos adjuntas - .
Tardó unos minutos en responderme. Yo moría de la ansiedad por esa respuesta.
Hasta que sucedió.
- Sos toda una mujer, Anto. Naciste para ser puta. Buenas noches. - sentenció dejando en claro que la conversación terminaba ahí mismo - .
Mi pechó se infló de la forma más increíble en mi vida. Me sentí realizada. Diosa.
Me dio un poco de lástima que no me dejara seguir conversando con él. Yo estaba re caliente y quería seguir jugando.
Tenía que pajearme. No daba más, y ya estaba un poco más liberada de lo que Juan me dijera.
Vestidita de puta, y con el pasamontañas rojo aún, fui a buscar un juguetito a mi mesa de luz, y me fui directo a tirarme boca arriba en mi cama. Abrí mis piernas y levanté una para aclararme el camino. Cerré los ojos y recorrí con el juguetito el tramo final de mi pierna, llegando a mi agujerito y jugando a sus alrededores.
Pensaba en Juan. En mi papi. En cómo me había hecho su puta hoy, todo ese rato. En como yo me había entregado por completo a su placer. Como me usó, como me humilló, como dispuso de mí.
Me la empecé a meter, presionando con fuerza hacia mi interior. Imaginaba la pija de Juan. Toda su vergota llenándome.
Con mi otra mano me abrí los cachetes para poder hacermela más fácil. Cuando me entró toda, solté mi nalga y me puse a hacerme mimos en el clítoris.
En mi mente Juan me pegó otra tremenda cogida. Me besó, me insultó, me humilló, me utilizó. Yo gocé. La acabada de mi vida.
No volví a saber de Juan hasta la noche tarde del viernes. Yo, aunque me moría de ganas, jamás lo molestaba hasta que él decidiera que podía.
El zorro espero a que su familia se fuera y estar solo para escribirme.
- Mañana te cojo toda, putita. Trae el pasamontañas divino ese. - me mandó como iniciando una conversación - .
- ¡Ay si! ¡Qué rico! Si fuera por mi me cogerías hoy, y mañana jaja - respondí desinhibida - .
- Imposible. Hoy vienen los muchachos a un asado. - me contestó - .
- Y bueno. Voy de postre. - respondí redoblando mi apuesta - .
- Nena. Si te agarran estos no te dejan nada sano - me dijo advirtiéndome, amenazante - .
- Jajajaja. Bueno, mejor me quedo tranquilita jaja - le respondí reculando - .
No me volvió a contestar por un rato.
Yo estaba en mi casa, completamente pendiente del teléfono. Tenía una peli puesta en la tele, pero no tenía ni idea qué estaba pasando en ella.
Hasta que sonó mi celular.
- A los muchachos les encantó tu pasamontañas, Anto - me escribió el muy hijo de puta - .
¡Le había mostrado las fotos que yo le había mandado ayer!
- ¡¿Les mostraste las fotos?! - dije escupiendo mi asombro.
- Quedaron todos calientes contigo. Dicen que no puede ser que seas tan arrastrada y me mandes estas fotos, y yo se las muestre. - me respondió, y no me respondió más en toda la noche.
Inmediatamente, sentí como un tsunami me sacudía con furia por dentro. Me dio ansiedad de verme tan expuesta ante personas que ni siquiera conocía. qué podían pensar cualquier cosa de mí. No tenía ningún control de la situación y eso me desbordaba.
Me sentí infinitamente humillada, y eso me provocaba una mezcla de angustia y calentura que no podía explicar. Estaba enferma, era claro.
La ansiedad me estaba matando, así que decidí terminar la noche para no seguir padeciendo. Me tomé algo, me hice una linda pajita y procedí a hacer nono.
El sábado me desperté enloquecida. Lo primero que hice fue buscar el celular y comprobar que Juan no me hubiese escrito. Para mi decepción, así era. Ni un solo mensaje suyo.
Mi día transcurrió conmigo completamente enloquecida por cómo ese hombre y mis fotos podrían haber terminado la noche. Estuve por arrepentirme de seguir adelante con los plantes como cinco veces, y eso solo en la mañana.
Juan siguió sin escribirme durante casi toda la tarde, haciendo que enloqueciera un poco más, incluso llegué a pensar que se había olvidado y que nada sucedería.
Hasta que finalmente, a eso de las seis de la tarde me escribió que en un par de horas ya estaría listo para ir a buscarme. Mi corazón percutía como un motor de un fórmula uno.
Me puse a correr y aprontarme toda apurada. Me sentía una torpe, apurada todo se me caía. Me duché y depilé para estar prontísima y como mi macho se merecía.
Me puse la ropita que había elegido para esa noche. Medias de red negras con ligas, corpiño y tanguita chiquitita haciendo juego, y un portaligas para completar. Encima me coloqué todo mi disfraz de nene para salir a la calle camuflada. Llevé, como la otra vez, mi mochila con todo lo que restaba de mi apronte para la noche. Además, agregué otras opciones de ropa interior que incluían un disfraz de conejita y uno de mucama.
Llamé un taxi y lo esperé con la mayor de las ansiedades al lado de la puerta. Por suerte llegó re rápido y pude estar en viaje a estar toda cogida en un instante.
**
Llegúe a la casa y Juan me recibió con su ya familiar galantería, haciéndome sentir muy cómoda, como si no me fuera a ir con la colita rota cuando luego de esa noche.
Me invitó a pasar al baño para que estuviera cómoda y pudiese aprontarme tranquila. Tenía un baño hermoso, perfumado, sobrio. No había nada fuera de lugar.
Movida por mi ansiedad, me apronté los más rápido que pude. Me puse una tanga negra chiquita, un corpiñito haciendo juego y unas medias de red. Un vestido negro al cuerpo y unos tacos que me había conseguido coronaban el look. Me decidí a salir a devorarme a ese macho. Tenía toda la noche por delante.
Cuando salí del baño y entré de nuevo en el living sentí que el corazón se me detuvo.
En lugar de estar Juan esperándome, sentado en el sillón, todo para mí, había otro hombre más sentado al lado suyo, que me veía llegar poniendo una cara completamente lasciva. Este tipo no se parecía mucho a Juan, aunque quizás fuera más o menos de su misma edad. Al contrario de él, que tiene un físico de veterano cuidado, este era un poco más gordo, aunque no re gordo, con un aspecto un poco más desaliñado, aunque no sucio.
Juan, al verme, puso cara de simpático, dando una sensación de tranquilidad y normalidad que me espantaba un poco.
- ¡Anto! Te presento a Mario, mi gran amigo. - dijo manteniendo ese corte normal de la situación - .
- ¡Hola Anto! Mucho gusto - me dijo Mario seguidamente, levantándose del sofá.
- Hola Mario - dije por respeto - ¡¿Qué es esto Juan?! No habíamos hablado nada de esto - le reclamé a mi macho desesperadamente - .
- Anto, tranqui. - me calmaba Juan - Marito vio tus fotos ayer, y no pude sacarlo de casa. ¡Quedó fascinado¡ ¿Qué pasa no te gusta? - me dijo parándose y dirigiéndose hacia mi - .
- ¡No, no es eso! ¡Pero me podías haber avisado! - le dije un poco desencajada - .
- Bueno, no me dio el tiempo. Si no querés, estás en tu derecho. ¿Querés que te lleve a tu casa? - dijo con una calma que me desesperaba aún más - .
Yo me quedé paralizada. En silencio. Mi mente iba a mil. Estaba ahí en el living de la casona de mi macho, con la posibilidad de que me enfiestaran dos tipos sin escrúpulos. Mis emociones se empezaron a dar vuelta en el aire.
- Perdón Mario. No es con vos. Pero me agarró todo de sorpresa - le dije disculpándome - .
- Tranquilo, princesa. Se re entiende. Mucha información de golpe - .
- ¿Te llevo, Anto? - me preguntó Juan intentando confirmar - .
- (Pensé un poco, o simulé hacerlo) No, tranqui. Me quedo un rato. Pero, ¿me llevás cuando me quiera ir? - le dije haciendo un poco de puchero.
- ¿Segura? - me preguntaron los dos al unísono - .
- Si - contesté bajito, tímidamente - .
- Yo sabía - me contestó Juan - ¿Tomamos un vino? - preguntó y todos contestamos afirmativamente -
Y así empezaba la noche, llena de anécdotas que, espero, solo queden en nuestras mentes. Empezó con una charla que, como la primera vez en el auto, Juan se encargó de llevar hasta hacerme olvidar que estaba vestido de puta en el sillón con dos hombres maduros, que casi ni conocía.
Hasta que al rato...
- ¡Uy! Nos quedamos sin vino - dijo Mario señalando su copa - .
- ¡No puede ser! - dije yo ya completamente en el papel femenino de la mesa - .
- Esto es inadmisible - dijo Juan ya un poco copeteado - ¡Voy a buscar más! - se paró de repente - ¿Me bancan? - preguntó mirándome a mí directamente - .
Yo miré a Mario como explorando mis posibilidades.
- Si, claro. Andá tranqui, Juan. Yo me quedó charlando con Mario - dije animadamente, haciéndome la copada - .
Juan se levantó y se tropezó mientras iniciaba la marcha. Todos nos reímos, incluído él. Agarró su abrigo y salió por la puerta al grito de “Vuelvo enseguida”.
Ahí nos quedamos Mario y yo, solitos.
- Bueno y vos, ¿Cómo empezaste con esto? - me preguntó de una rompiendo un poco el hielo - .
- Procedí a contarle mi historia. Él me escuchaba interesadisimo.
Repasé toda mi trayectoria, desde las primeras veces que me puse bombachita de chiquita, hasta que volví a hacerlo de grande. Después, le conté cómo había conocido a Juan, y cómo habíamos arreglado para tener nuestra primera vez. Yo contaba cotorreando todo como una campeona, y veía como al tipo le iba subiendo el calor. Me sentía un poco en control de la situación, para variar. Y no estaba mal.
- Bueno, pará un poco con la historia que me estoy calentando - me dijo el tipo, sobándose un poco la pija - .
- ¡Ay! ¿En serio? - dije yo haciéndome la tontita - ¡Perdón! Me calmo - terminé - .
- No tenés por qué calmarte. Si querés, podemos cambiar de tema - y se paró yendo directo hacia donde yo estaba sentada - .
- ¿Cómo cambiar de tema? - dije haciéndome la boluda - .
- Sí. Podemos hablar de algo más interesante. Como tu cola, por ejemplo. Y lo linda que te quedan las tanguitas - .
- ¡Ay! ¿Usted cómo sabe? - pregunté con un aire de inocencia - No me diga que Juan anda mostrándome como un trofeo - .
- ¿Y si me mostrás vos a mí? - me preguntó ya con una cara de viejo alzado que me hizo calentar - .
- ¿Le parece que estaría bien? ¿Y si llega Juan? - me preocupaba que la cosa se complicara - .
- Juan y yo compartimos todo. No se va a enojar - me respondió concreto - .
- Si usted dice - respondí, y acto seguido me paré del sillón, me puse de espaldas al señor, y me levanté de a poquito el vestido.
Sentí mi cola rebotar cuando se liberó de la presión del vestido ceñído que llevaba.
- ¡Ay, bebé! ¡Mirá lo que es ese culo! ¡No puede estar tan bien! - dijo casi gritando.
Yo no sabía qué hacer. Por un segundo su manoseo y forcejeo me asustó. Intenté apartarlo pero fue inútil, mi fuerza ya no alcanzaba para nada. Por un segundo quise que todo se terminara lo más rápido posible.
Mario quedó a mis espaldas. Apretaba su verga, ya gomosa contra mi cola, haciendo círculos profundos con su cadera, como refregándose contra mí. De la nada, como con una ráfaga de instinto de supervivencia, mis nalgas se abrieron como por arte de magia. Sentí la dureza de su pija sobándose contra mi agujerito. Y me calenté muchísimo.
Perdí el control de mi cadera, que iba hacia atrás y acompañaba los movimientos del gordo asqueroso que tenía atrás, presionando mi agujerito contra su obelisco.
- Aahh. ¡Cómo te ponés, pu-ti-ta! - dijo Mario susurrando lo último, como si le estuviera dando vergüenza - .
´- Siiiihh, ¿Te gusta? - salieron palabras de mi boca con un tono felinesco - .
- Me encanta - dijo Mario de nuevo en voz baja, casi como entrecortado - .
Seguimos así durante unos buenos minutos. Yo paraba la cola y me dejaba sentir toda esa verga dura en la puerta de mi femineidad. Mientras tanto, Mario parecía querer atravesar su bóxer, el hilito de mi tanguita negra y mi cuerpo entero. Pobrecita yo, me querían romper la tanguita.
- Arrodillate - me ordenó con una seguridad arrolladora - .
Obedecía al instante. El seguía con la bermuda puesta, pero había abierto su cierre, y desde allí se notaba su tremendo bulto detrás de la tela blanca de su bóxer. No resistí la tentación y le dí un pequeño mordisco usando solo mis labios, colocando mi cabeza levemente de costado. Le dejé la marca de mi saliva en su bóxer, rodeando el tronco vestido de su vergota.
- No la podés tocar todavía. - me dijo con voz dura - .
- ¿Por qué no papi? - le pregunté con la mayor voz de putita que hice en la noche - .
- Porque no. - contestó seco - al tiempo que me agarraba de la nuca y hundía mi cara en sus genitales.
Sus manos empujaban mi cabeza como en intervalos. Me empujaba, me soltaba. Me empujaba, me soltaba. Así se divertía con mi cara, refregándose contra mí. Como si fuera un juguete.
Recontra caliente ya, mordí la tela de su ropa interior y dejé la cabeza de su verga al descubierto. Calculé exactamente el momento en que iba a empujar de nuevo contra sí, y aprovechando el impulso me lancé hacia esa masa de carne con toda mi boca, haciendo contacto por fin. Dejando mi sello de baba.
-
Ahh putita. ¡Qué boca, putita!- dijo reconociéndome el esfuerzo - .
Con su pija en mi boca, logré ponerla en posición horizontal, perpendicular a mi cara, abriendo mi boca lo más que pude abrazándola con mis labios, comiendomela toda. Esta actitud mía destrabó a mi macho de turno, que no pudo sostener su actitud dura y prohibitiva, poniendose dispuestisimo a cumplirme mis caprichos.
Redondeaba mis labios para que rodearan la pija caliente de Mario, que golpeaba mis comisuras cada vez que entraba en mi boca. La mano de mario pasó de sostener a agarrar mi cabeza, y moverla para pajearse mejor. El tipo me estaba cogiendo la boca.
-¡Qué genio que es Juan! Siempre encuentra las mejores putas - dijo casi riéndose de mí - .
¡Gmmmmphh! ¡Mmpfh! ¡Glummff! - era lo único que se me escuchaba, ni siquiera yo sabía que quería decir. Estaba en un semi trance - .
¡Callate y comeme la verga! - me ordenaba Mario, despreocupado por lo que estuviese queriendo decir - .
Puse mis manos en sus muslos y empujé mi boca directamente contra su pelvis, metiendo por completo su verga dentro de mi boca. Mario soltó mi cabeza, sorprendido, pero no dejo de mover su cadera, ahora cogiendome la profundidad de mi garganta, lento, con movimientos cortitos.
- Glup, glup, glup - hacía el ruido de mi garganta, tragando pija - .
Libre de la presión de las manos de Mario, me liberé de la pija un instante, para mirar a los ojos a mi nuevo macho. Me hice para atrás unos centímetros y agarré con ambas manos el tronco, únicamente la cabecita liberada. Empecé a darle chuponcitos, y a lamer ese glande con la puntita de mi lengua, haciendo pirar al tipo.
Mario bufaba de calentura. Pareció haber perdido la consciencia durante un tiempo. Cuando volvió en sí, liberó su pija de mis garras, me agarró del pelo, y me guió gateando por el living, hasta que se sentó en uno de las butacas, y me dejó de frente a su verga.
- Chupame bien los huevos, Anto - dijo corriéndose la pija con una mano para liberarme el camino - .
Yo me relamí, me acomodé la carita, y me dirigí directo a alcanzar con mis labios sus dos bolas, alternando el juego con mi lengua entre uno y otro cada poquito tiempo. Eran más o menos del tamaño de una mandarina muy pequeña, aunque intentaba meterme los dos en la boca, no me era posible y los llenaba de baba en mis fallidos intentos.
Estuve un rato comiéndole los huevos, tal como él me había ordenado, hasta que soltó su pija y cayó directamente encima de mi cara, haciendo que no pudiera resistir la tentación a recorrer esa carne caliente con mi lengua.
Le clavé la mirada directa a los ojos y ensayé la cara de puta más grande del mundo, mientras tanto me comía toda su pija, subiendo y bajando con mi boca y una de mis manos. Lo estaba pajeando rico, el viejo nunca se había sentido así.
- Despacio, hija de puta. Que me vas a hacer acabar - me advirtió mientras me agarraba la cabeza para detenerla un poco - .
Sosteniendo la mirada, hice caso omiso a su advertencia, y seguí comiéndole la verga tal cual venía haciéndolo. Es más, me decidí a aumentar el ritmo de mi chupada.
Bueno, te voy a acabar puta. Abrí lal boca y tragátela toda - dijo con una calma asombrosa para su estado de calentura - .
Sentí su cuerpo tensarse por completo y latir su pija. De repente, mi boca se llenó de un líquido espeso y ácido que me hizo hacer algunas arcadas, haciendo que desbordara mis labios, cayendo un poco sobre una de sus piernas. Me quedé así durante un largo tiempo, mientras él sostenía mi cabeza contra su pija y bufaba. Tragué todo lo que pude, pero algo se me escapó de la boca de nuevo.
- Aaaaaahhhhhhh, qué rico. A ver, mostrame la boquita - .
Solté su pija y abrí la boca en dirección hacia su vista.
- Muy bien. Pero se te escapó un poco acá. Me ensuciaste. Cumplí en limpiarlo, Anto - me dijo mientras señalaba la leche que le había quedado en su pierna - .
Yo, ya toda dentro del rol de puta de mierda, lo miré a los ojos de nuevo con mi cara gatuna, y sacando toda mi lengua limpié cada mililitro de leche que había derramado.
¡Qué bien entrenadita te tienen, putita! - me felicitó - Ahora limpiate la boca que debe estar por venir Juan - dijo levantándose y volviéndose a vestir rapidamente - .
Me fui corriendo al baño a limpiarme. Pensé que quizás Juan se enojaría por lo que había hecho. Me puse un poco nerviosa. Me acondicioné y salí al living. Mario ya estaba nuevamente sentado, tomando lo que le quedaba de vino. Me senté en el living esperando que Juan no demorase mucho.
http://www.poringa.net/posts/relatos/5653905/Desde-el-inicio-fui-sissy.html
http://www.poringa.net/posts/relatos/5655197/Decime-Anto-tu-sissy.html
http://www.poringa.net/posts/relatos/5680907/Me-dejaron-doliendo-la-colita.html
El mensaje me tomó por sorpresa. El muy hijo de puta aprovechó el momento en que yo estaba rendida después de la cogida que me dio para sacarme fotos. ¿Sería la única que tenía?
De cualquier forma la situación me seducía, me calentaba. Era como una pendeja emocionada porque había recibido un mensaje un rato después de terminar su cita con el chico que le gustaba. Sin embargo, yo sabia que esto era otra cosa. Yo no estaba enamorando a este galán. Este tipo me quería usar como un simple agujero, como un depósito de leche, como me había dicho él mismo.
Pero bueno, yo no soy una chica con demasiada dignidad. Así que, no solo iba a dejar que me usara como se le antojase, iba a buscar que lo hiciese cada vez más.
Fingí sorpresa e indignación, y le pregunté qué era esa foto, y por qué la tenía él. Me respondió que esa era Anto, la nueva puta que se estaba cogiendo, que lo tenía re caliente, y que el sábado quería romperle el culo otra vez.
En el momento exacto en que leí que yo lo tenía re caliente se me olvidó cualquier reconocimiento de temor que podía tener y cambié el tono de conversación a estar completamente dispuesta a lo que él quisiese.
Me contó que su señora y sus hijas se iban a ir para la casa de afuera, aprovechando el fin de semana largo. Me dijo que tenía planificado tener una comida con amigos el viernes, pero que el sábado iba a estar solo, y que le gustaría que yo le acompañara. Me encantó la propuesta, por supuesto que le dije que sí al instante. Me dijo que era una puta divina, y me obligó a mandarle algunas fotos de mi cola para recordar la tarde.
Ni lenta ni perezosa me saqué volando la ropa de varoncito que tenía puesta, me puse un corpiñito strapless negro, unas medias de red con liga, y me calcé una tanga calzadita en la cadera, bien arriba que hacía que se me metiera todita en la cola. Me daba miedo mostrar el rostro en las fotos, pero quería hacerle caritas a la cámara para mandarle fotos a Juan, así que me puse un pasamontañas rojo que tenía para estas ocasiones. Sexy, ja. Me puse frente al espejo y me saqué unas cuentas fotos haciendo poses de putita inocente, haciendo trompita, mordiéndome el labio, tocándome la boca. También hice algunas donde hacía un tremendo close up a mi cola entangada, en primer plano, grandota.
- Espero que te gusten, papi - le envié en el mensaje con cinco fotos adjuntas - .
Tardó unos minutos en responderme. Yo moría de la ansiedad por esa respuesta.
Hasta que sucedió.
- Sos toda una mujer, Anto. Naciste para ser puta. Buenas noches. - sentenció dejando en claro que la conversación terminaba ahí mismo - .
Mi pechó se infló de la forma más increíble en mi vida. Me sentí realizada. Diosa.
Me dio un poco de lástima que no me dejara seguir conversando con él. Yo estaba re caliente y quería seguir jugando.
Tenía que pajearme. No daba más, y ya estaba un poco más liberada de lo que Juan me dijera.
Vestidita de puta, y con el pasamontañas rojo aún, fui a buscar un juguetito a mi mesa de luz, y me fui directo a tirarme boca arriba en mi cama. Abrí mis piernas y levanté una para aclararme el camino. Cerré los ojos y recorrí con el juguetito el tramo final de mi pierna, llegando a mi agujerito y jugando a sus alrededores.
Pensaba en Juan. En mi papi. En cómo me había hecho su puta hoy, todo ese rato. En como yo me había entregado por completo a su placer. Como me usó, como me humilló, como dispuso de mí.
Me la empecé a meter, presionando con fuerza hacia mi interior. Imaginaba la pija de Juan. Toda su vergota llenándome.
Con mi otra mano me abrí los cachetes para poder hacermela más fácil. Cuando me entró toda, solté mi nalga y me puse a hacerme mimos en el clítoris.
En mi mente Juan me pegó otra tremenda cogida. Me besó, me insultó, me humilló, me utilizó. Yo gocé. La acabada de mi vida.
No volví a saber de Juan hasta la noche tarde del viernes. Yo, aunque me moría de ganas, jamás lo molestaba hasta que él decidiera que podía.
El zorro espero a que su familia se fuera y estar solo para escribirme.
- Mañana te cojo toda, putita. Trae el pasamontañas divino ese. - me mandó como iniciando una conversación - .
- ¡Ay si! ¡Qué rico! Si fuera por mi me cogerías hoy, y mañana jaja - respondí desinhibida - .
- Imposible. Hoy vienen los muchachos a un asado. - me contestó - .
- Y bueno. Voy de postre. - respondí redoblando mi apuesta - .
- Nena. Si te agarran estos no te dejan nada sano - me dijo advirtiéndome, amenazante - .
- Jajajaja. Bueno, mejor me quedo tranquilita jaja - le respondí reculando - .
No me volvió a contestar por un rato.
Yo estaba en mi casa, completamente pendiente del teléfono. Tenía una peli puesta en la tele, pero no tenía ni idea qué estaba pasando en ella.
Hasta que sonó mi celular.
- A los muchachos les encantó tu pasamontañas, Anto - me escribió el muy hijo de puta - .
¡Le había mostrado las fotos que yo le había mandado ayer!
- ¡¿Les mostraste las fotos?! - dije escupiendo mi asombro.
- Quedaron todos calientes contigo. Dicen que no puede ser que seas tan arrastrada y me mandes estas fotos, y yo se las muestre. - me respondió, y no me respondió más en toda la noche.
Inmediatamente, sentí como un tsunami me sacudía con furia por dentro. Me dio ansiedad de verme tan expuesta ante personas que ni siquiera conocía. qué podían pensar cualquier cosa de mí. No tenía ningún control de la situación y eso me desbordaba.
Me sentí infinitamente humillada, y eso me provocaba una mezcla de angustia y calentura que no podía explicar. Estaba enferma, era claro.
La ansiedad me estaba matando, así que decidí terminar la noche para no seguir padeciendo. Me tomé algo, me hice una linda pajita y procedí a hacer nono.
El sábado me desperté enloquecida. Lo primero que hice fue buscar el celular y comprobar que Juan no me hubiese escrito. Para mi decepción, así era. Ni un solo mensaje suyo.
Mi día transcurrió conmigo completamente enloquecida por cómo ese hombre y mis fotos podrían haber terminado la noche. Estuve por arrepentirme de seguir adelante con los plantes como cinco veces, y eso solo en la mañana.
Juan siguió sin escribirme durante casi toda la tarde, haciendo que enloqueciera un poco más, incluso llegué a pensar que se había olvidado y que nada sucedería.
Hasta que finalmente, a eso de las seis de la tarde me escribió que en un par de horas ya estaría listo para ir a buscarme. Mi corazón percutía como un motor de un fórmula uno.
Me puse a correr y aprontarme toda apurada. Me sentía una torpe, apurada todo se me caía. Me duché y depilé para estar prontísima y como mi macho se merecía.
Me puse la ropita que había elegido para esa noche. Medias de red negras con ligas, corpiño y tanguita chiquitita haciendo juego, y un portaligas para completar. Encima me coloqué todo mi disfraz de nene para salir a la calle camuflada. Llevé, como la otra vez, mi mochila con todo lo que restaba de mi apronte para la noche. Además, agregué otras opciones de ropa interior que incluían un disfraz de conejita y uno de mucama.
Llamé un taxi y lo esperé con la mayor de las ansiedades al lado de la puerta. Por suerte llegó re rápido y pude estar en viaje a estar toda cogida en un instante.
**
Llegúe a la casa y Juan me recibió con su ya familiar galantería, haciéndome sentir muy cómoda, como si no me fuera a ir con la colita rota cuando luego de esa noche.
Me invitó a pasar al baño para que estuviera cómoda y pudiese aprontarme tranquila. Tenía un baño hermoso, perfumado, sobrio. No había nada fuera de lugar.
Movida por mi ansiedad, me apronté los más rápido que pude. Me puse una tanga negra chiquita, un corpiñito haciendo juego y unas medias de red. Un vestido negro al cuerpo y unos tacos que me había conseguido coronaban el look. Me decidí a salir a devorarme a ese macho. Tenía toda la noche por delante.
Cuando salí del baño y entré de nuevo en el living sentí que el corazón se me detuvo.
En lugar de estar Juan esperándome, sentado en el sillón, todo para mí, había otro hombre más sentado al lado suyo, que me veía llegar poniendo una cara completamente lasciva. Este tipo no se parecía mucho a Juan, aunque quizás fuera más o menos de su misma edad. Al contrario de él, que tiene un físico de veterano cuidado, este era un poco más gordo, aunque no re gordo, con un aspecto un poco más desaliñado, aunque no sucio.
Juan, al verme, puso cara de simpático, dando una sensación de tranquilidad y normalidad que me espantaba un poco.
- ¡Anto! Te presento a Mario, mi gran amigo. - dijo manteniendo ese corte normal de la situación - .
- ¡Hola Anto! Mucho gusto - me dijo Mario seguidamente, levantándose del sofá.
- Hola Mario - dije por respeto - ¡¿Qué es esto Juan?! No habíamos hablado nada de esto - le reclamé a mi macho desesperadamente - .
- Anto, tranqui. - me calmaba Juan - Marito vio tus fotos ayer, y no pude sacarlo de casa. ¡Quedó fascinado¡ ¿Qué pasa no te gusta? - me dijo parándose y dirigiéndose hacia mi - .
- ¡No, no es eso! ¡Pero me podías haber avisado! - le dije un poco desencajada - .
- Bueno, no me dio el tiempo. Si no querés, estás en tu derecho. ¿Querés que te lleve a tu casa? - dijo con una calma que me desesperaba aún más - .
Yo me quedé paralizada. En silencio. Mi mente iba a mil. Estaba ahí en el living de la casona de mi macho, con la posibilidad de que me enfiestaran dos tipos sin escrúpulos. Mis emociones se empezaron a dar vuelta en el aire.
- Perdón Mario. No es con vos. Pero me agarró todo de sorpresa - le dije disculpándome - .
- Tranquilo, princesa. Se re entiende. Mucha información de golpe - .
- ¿Te llevo, Anto? - me preguntó Juan intentando confirmar - .
- (Pensé un poco, o simulé hacerlo) No, tranqui. Me quedo un rato. Pero, ¿me llevás cuando me quiera ir? - le dije haciendo un poco de puchero.
- ¿Segura? - me preguntaron los dos al unísono - .
- Si - contesté bajito, tímidamente - .
- Yo sabía - me contestó Juan - ¿Tomamos un vino? - preguntó y todos contestamos afirmativamente -
Y así empezaba la noche, llena de anécdotas que, espero, solo queden en nuestras mentes. Empezó con una charla que, como la primera vez en el auto, Juan se encargó de llevar hasta hacerme olvidar que estaba vestido de puta en el sillón con dos hombres maduros, que casi ni conocía.
Hasta que al rato...
- ¡Uy! Nos quedamos sin vino - dijo Mario señalando su copa - .
- ¡No puede ser! - dije yo ya completamente en el papel femenino de la mesa - .
- Esto es inadmisible - dijo Juan ya un poco copeteado - ¡Voy a buscar más! - se paró de repente - ¿Me bancan? - preguntó mirándome a mí directamente - .
Yo miré a Mario como explorando mis posibilidades.
- Si, claro. Andá tranqui, Juan. Yo me quedó charlando con Mario - dije animadamente, haciéndome la copada - .
Juan se levantó y se tropezó mientras iniciaba la marcha. Todos nos reímos, incluído él. Agarró su abrigo y salió por la puerta al grito de “Vuelvo enseguida”.
Ahí nos quedamos Mario y yo, solitos.
- Bueno y vos, ¿Cómo empezaste con esto? - me preguntó de una rompiendo un poco el hielo - .
- Procedí a contarle mi historia. Él me escuchaba interesadisimo.
Repasé toda mi trayectoria, desde las primeras veces que me puse bombachita de chiquita, hasta que volví a hacerlo de grande. Después, le conté cómo había conocido a Juan, y cómo habíamos arreglado para tener nuestra primera vez. Yo contaba cotorreando todo como una campeona, y veía como al tipo le iba subiendo el calor. Me sentía un poco en control de la situación, para variar. Y no estaba mal.
- Bueno, pará un poco con la historia que me estoy calentando - me dijo el tipo, sobándose un poco la pija - .
- ¡Ay! ¿En serio? - dije yo haciéndome la tontita - ¡Perdón! Me calmo - terminé - .
- No tenés por qué calmarte. Si querés, podemos cambiar de tema - y se paró yendo directo hacia donde yo estaba sentada - .
- ¿Cómo cambiar de tema? - dije haciéndome la boluda - .
- Sí. Podemos hablar de algo más interesante. Como tu cola, por ejemplo. Y lo linda que te quedan las tanguitas - .
- ¡Ay! ¿Usted cómo sabe? - pregunté con un aire de inocencia - No me diga que Juan anda mostrándome como un trofeo - .
- ¿Y si me mostrás vos a mí? - me preguntó ya con una cara de viejo alzado que me hizo calentar - .
- ¿Le parece que estaría bien? ¿Y si llega Juan? - me preocupaba que la cosa se complicara - .
- Juan y yo compartimos todo. No se va a enojar - me respondió concreto - .
- Si usted dice - respondí, y acto seguido me paré del sillón, me puse de espaldas al señor, y me levanté de a poquito el vestido.
Sentí mi cola rebotar cuando se liberó de la presión del vestido ceñído que llevaba.
- ¡Ay, bebé! ¡Mirá lo que es ese culo! ¡No puede estar tan bien! - dijo casi gritando.
Yo no sabía qué hacer. Por un segundo su manoseo y forcejeo me asustó. Intenté apartarlo pero fue inútil, mi fuerza ya no alcanzaba para nada. Por un segundo quise que todo se terminara lo más rápido posible.
Mario quedó a mis espaldas. Apretaba su verga, ya gomosa contra mi cola, haciendo círculos profundos con su cadera, como refregándose contra mí. De la nada, como con una ráfaga de instinto de supervivencia, mis nalgas se abrieron como por arte de magia. Sentí la dureza de su pija sobándose contra mi agujerito. Y me calenté muchísimo.
Perdí el control de mi cadera, que iba hacia atrás y acompañaba los movimientos del gordo asqueroso que tenía atrás, presionando mi agujerito contra su obelisco.
- Aahh. ¡Cómo te ponés, pu-ti-ta! - dijo Mario susurrando lo último, como si le estuviera dando vergüenza - .
´- Siiiihh, ¿Te gusta? - salieron palabras de mi boca con un tono felinesco - .
- Me encanta - dijo Mario de nuevo en voz baja, casi como entrecortado - .
Seguimos así durante unos buenos minutos. Yo paraba la cola y me dejaba sentir toda esa verga dura en la puerta de mi femineidad. Mientras tanto, Mario parecía querer atravesar su bóxer, el hilito de mi tanguita negra y mi cuerpo entero. Pobrecita yo, me querían romper la tanguita.
- Arrodillate - me ordenó con una seguridad arrolladora - .
Obedecía al instante. El seguía con la bermuda puesta, pero había abierto su cierre, y desde allí se notaba su tremendo bulto detrás de la tela blanca de su bóxer. No resistí la tentación y le dí un pequeño mordisco usando solo mis labios, colocando mi cabeza levemente de costado. Le dejé la marca de mi saliva en su bóxer, rodeando el tronco vestido de su vergota.
- No la podés tocar todavía. - me dijo con voz dura - .
- ¿Por qué no papi? - le pregunté con la mayor voz de putita que hice en la noche - .
- Porque no. - contestó seco - al tiempo que me agarraba de la nuca y hundía mi cara en sus genitales.
Sus manos empujaban mi cabeza como en intervalos. Me empujaba, me soltaba. Me empujaba, me soltaba. Así se divertía con mi cara, refregándose contra mí. Como si fuera un juguete.
Recontra caliente ya, mordí la tela de su ropa interior y dejé la cabeza de su verga al descubierto. Calculé exactamente el momento en que iba a empujar de nuevo contra sí, y aprovechando el impulso me lancé hacia esa masa de carne con toda mi boca, haciendo contacto por fin. Dejando mi sello de baba.
-
Ahh putita. ¡Qué boca, putita!- dijo reconociéndome el esfuerzo - .
Con su pija en mi boca, logré ponerla en posición horizontal, perpendicular a mi cara, abriendo mi boca lo más que pude abrazándola con mis labios, comiendomela toda. Esta actitud mía destrabó a mi macho de turno, que no pudo sostener su actitud dura y prohibitiva, poniendose dispuestisimo a cumplirme mis caprichos.
Redondeaba mis labios para que rodearan la pija caliente de Mario, que golpeaba mis comisuras cada vez que entraba en mi boca. La mano de mario pasó de sostener a agarrar mi cabeza, y moverla para pajearse mejor. El tipo me estaba cogiendo la boca.
-¡Qué genio que es Juan! Siempre encuentra las mejores putas - dijo casi riéndose de mí - .
¡Gmmmmphh! ¡Mmpfh! ¡Glummff! - era lo único que se me escuchaba, ni siquiera yo sabía que quería decir. Estaba en un semi trance - .
¡Callate y comeme la verga! - me ordenaba Mario, despreocupado por lo que estuviese queriendo decir - .
Puse mis manos en sus muslos y empujé mi boca directamente contra su pelvis, metiendo por completo su verga dentro de mi boca. Mario soltó mi cabeza, sorprendido, pero no dejo de mover su cadera, ahora cogiendome la profundidad de mi garganta, lento, con movimientos cortitos.
- Glup, glup, glup - hacía el ruido de mi garganta, tragando pija - .
Libre de la presión de las manos de Mario, me liberé de la pija un instante, para mirar a los ojos a mi nuevo macho. Me hice para atrás unos centímetros y agarré con ambas manos el tronco, únicamente la cabecita liberada. Empecé a darle chuponcitos, y a lamer ese glande con la puntita de mi lengua, haciendo pirar al tipo.
Mario bufaba de calentura. Pareció haber perdido la consciencia durante un tiempo. Cuando volvió en sí, liberó su pija de mis garras, me agarró del pelo, y me guió gateando por el living, hasta que se sentó en uno de las butacas, y me dejó de frente a su verga.
- Chupame bien los huevos, Anto - dijo corriéndose la pija con una mano para liberarme el camino - .
Yo me relamí, me acomodé la carita, y me dirigí directo a alcanzar con mis labios sus dos bolas, alternando el juego con mi lengua entre uno y otro cada poquito tiempo. Eran más o menos del tamaño de una mandarina muy pequeña, aunque intentaba meterme los dos en la boca, no me era posible y los llenaba de baba en mis fallidos intentos.
Estuve un rato comiéndole los huevos, tal como él me había ordenado, hasta que soltó su pija y cayó directamente encima de mi cara, haciendo que no pudiera resistir la tentación a recorrer esa carne caliente con mi lengua.
Le clavé la mirada directa a los ojos y ensayé la cara de puta más grande del mundo, mientras tanto me comía toda su pija, subiendo y bajando con mi boca y una de mis manos. Lo estaba pajeando rico, el viejo nunca se había sentido así.
- Despacio, hija de puta. Que me vas a hacer acabar - me advirtió mientras me agarraba la cabeza para detenerla un poco - .
Sosteniendo la mirada, hice caso omiso a su advertencia, y seguí comiéndole la verga tal cual venía haciéndolo. Es más, me decidí a aumentar el ritmo de mi chupada.
Bueno, te voy a acabar puta. Abrí lal boca y tragátela toda - dijo con una calma asombrosa para su estado de calentura - .
Sentí su cuerpo tensarse por completo y latir su pija. De repente, mi boca se llenó de un líquido espeso y ácido que me hizo hacer algunas arcadas, haciendo que desbordara mis labios, cayendo un poco sobre una de sus piernas. Me quedé así durante un largo tiempo, mientras él sostenía mi cabeza contra su pija y bufaba. Tragué todo lo que pude, pero algo se me escapó de la boca de nuevo.
- Aaaaaahhhhhhh, qué rico. A ver, mostrame la boquita - .
Solté su pija y abrí la boca en dirección hacia su vista.
- Muy bien. Pero se te escapó un poco acá. Me ensuciaste. Cumplí en limpiarlo, Anto - me dijo mientras señalaba la leche que le había quedado en su pierna - .
Yo, ya toda dentro del rol de puta de mierda, lo miré a los ojos de nuevo con mi cara gatuna, y sacando toda mi lengua limpié cada mililitro de leche que había derramado.
¡Qué bien entrenadita te tienen, putita! - me felicitó - Ahora limpiate la boca que debe estar por venir Juan - dijo levantándose y volviéndose a vestir rapidamente - .
Me fui corriendo al baño a limpiarme. Pensé que quizás Juan se enojaría por lo que había hecho. Me puse un poco nerviosa. Me acondicioné y salí al living. Mario ya estaba nuevamente sentado, tomando lo que le quedaba de vino. Me senté en el living esperando que Juan no demorase mucho.
1 comentarios - Cada día más Sissy. Cada día más putita.