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Me hicieron primera paja, ni sabía qué era

Me desperté con esa sensación rara abajo. Como si tuviera algo hinchándose poco a poco entre las piernas, algo que no entendía pero que me hacía sentir… bien. Muy bien.

El cuarto estaba lleno de luz tenue, como si el sol se hubiera quedado dormido también. Olía a mi nueva colonia, esa que Jessi me había comprado porque decía que ya era hora de que oliera como un hombre. No sabía qué quería decir con eso, pero me gustaba cómo lo decía.

Y entonces ella entró.

Morocha, con ese pelo largo y brillante como el azabache, con esos ojos oscuros que parecían guardarme secretos. Su vestido blanco ceñido le marcaba todo, y cuando caminaba, se movía como el agua. Sus piernas eran blancas, suaves, larguísimas, y me daban ganas de tocarlas. Pero no me atrevía.

Se sentó en el borde de la cama con esa sonrisa dulce, esa que me hacía sentir seguro aunque no entendiera por qué.

—Buenos días, cielito —me dijo, acariciándome la frente con dedos tibios—. ¿Ya estás despierto?

—Sí… creo —murmuré, todavía medio dormido.

Jessi bajó la mirada hacia mi pantalón y sonrió, como si hubiera descubierto algo.

—Parece que tu pajarito también quiere saludar hoy.

Fruncí el ceño.

—¿Mi qué?

Ella rio bajito, como siempre que le decía algo inocente.

—Tu pajarito, cielo. Ese que vive ahí abajo —dijo, señalando con un dedo justo donde notaba el cosquilleo—. Y que ahora está muy contento de verte.

No entendía mucho, pero algo en su voz me hizo quedarme quieto. Me gustaba cómo sonaba cuando hablaba así, como si estuviera contándome un secreto solo para mí.

Entonces, muy lentamente, metió su mano debajo de mi pijama. Primero rozó mi vientre, suave como una pluma. Luego bajó más, y me tocó por encima del pantaloncito. Justo ahí.

Gemí sin querer. Fue apenas un sonido, pero ella lo oyó. Lo noté porque se rió otra vez, bajito, como si le gustara.

—Ay, mi vida… qué bonito pajarito tenés…

Sentí calor por todas partes. En la cara, en la panza, en el pecho… y más abajo, donde sus dedos seguían moviéndose despacio, como si estuvieran aprendiendo mi forma.

—¿Duele? —me pregunto, se veía asustada, pero creo que sólo estaba fingiendo.

—No, Jessi —respondí y me beso la mejilla—.

—Tu cuerpo está aprendiendo a sentir cosas nuevas. Cosas buenas. Cosas bonitas— me explicó.

Me sacó el pantalón del pijama con cuidado, como si fuera algo precioso. Nunca antes me había visto desnudo alguien que no fueran mis padres o yo mismo. Pero con ella era distinto. Con ella me sentía seguro. Como si estuviera protegido.

Su mano volvió, esta vez directa sobre la piel. Sobre mi pitito tieso, pequeño, palpitante. Me agarró entero, con la palma abierta, rodeándome como una flor cerrándose sobre una gota de rocío.

—Así —me dijo—. Así, mi amor. Muy tranquilo. Dejate mimar.

Y empezó a moverse. Arriba y abajo. Despacio al principio, muy suave, como si estuviera acariciando a un animalito asustadizo. Sus dedos resbalaban fácilmente, porque ya estaba mojado. Mis juguitos salían solos, como si también quisieran jugar.

Cerré los ojos. Todo se sintió más intenso. Su tacto, su perfume, el roce de su ropa contra mi piel. Era como si estuviera soñando, pero no era un sueño.

—¿Te gusta, verdad? —me preguntó, acariciándome el pelo con la otra mano.

Asentí, sin poder hablar. Solo podía sentir.

Jessi bajó un poco más la cabeza, hasta que su boca estuvo muy cerca de mi oreja.

—Imaginate que soy una bruja, cielo… y que estoy lanzando un hechizo sobre tu pajarito. Un hechizo para que vuele alto, muy alto…

Sus palabras me hicieron temblar. No entendía bien por qué, pero me gustaban. Me hacían sentir… especial.

Aumentó un poco el ritmo. No mucho, pero suficiente para hacerme jadear. Gemí, sin poder evitarlo, y apreté las sábanas con mis puños.

—Shhh… tranquilo, mi vida. Dejalo salir. Dejalo volar.

Sus dedos se movían ahora con más firmeza, pero siempre con cariño. Con paciencia. Era como si supiera exactamente cómo me gustaba, como si hubiera estado esperando este momento desde siempre.

Yo empecé a moverme un poco, imitando su ritmo, empujando hacia arriba, buscando más contacto. Ella rio otra vez, bajito, y me besó en la mejilla.

—Mira cómo late tu pajarito… —susurró, señalando con los ojos mi polla—. Está emocionado. Contento. Te quiere dar algo muy rico hoy.

—¿Qué cosa?

—Un regalo. Una sorpresa. Pero tienes que dejarte llevar. Tienes que confiar en Jessi.

—Confío… —dijo, casi sin voz.

Y entonces, sin dejar de masturbarme, se inclinó un poco más, y empezó a jugar con mis huevitos. Los rozó con la punta de los dedos, primero uno, luego el otro, como si estuvieran jugando a las canicas.

—¿Sabías que estos son los huevos de tu pajarito? —me dijo, con voz baja y traviesa—. Son muy delicados. Hay que tocarlos con mucho cuidado.

Movió la mano un poco más abajo, y me agarro todo: la cola, los huevitos, todo junto, envolviéndolo con suavidad, como si fuera un tesoro escondido.

—Mmm… qué cosquillas —gemí, retorciéndome un poco.

—Shhh… déjame jugar, cielo —dijo ella, con una risita—. Tu cuerpo tiene muchas cositas bonitas que descubrir.

Volvió a mi pito, pero esta vez fue más rápido, más firme. Subía y bajaba con más fuerza, mientras con la otra mano me masajeaba los huevos, los apretaba suavemente, los estiraba un poco.

—Jessi… —jadeé, sin entender bien por qué me sentía así.

—Tranquilo, mi cielo… tranquilo… vas a volar… vas a volar…

Y entonces, sin avisar, me apretó un poco más fuerte justo en la punta, y fue como si todo explotara adentro. Como si mil mariposas blancas salieran volando desde mi panza, subiendo hasta el corazón, llenándolo todo de luz. Grité, pero apenas salió un sonido. Era demasiado. Era todo.

Jessi no paró. Siguió acariciándome hasta que me calmé, hasta que me quedé quieto, sudoroso, con los ojos cerrados y el pecho subiendo y bajando como si hubiera corrido una carrera.

Cuando terminó, me limpió con una servilleta suavecita, me puso el pantalón del pijama otra vez, y me abrazó.

—¿Viste cómo vuela tu pajarito, cielo?

Asentí, con los ojos cerrados, sonriendo.

—Gracias, Jessi.

2 comentarios - Me hicieron primera paja, ni sabía qué era

Srta-Felicitas +4
es hermoso como transformaste un abuso en algo tan sexual... y que valiente! te mando un beso giggante nico!
j12_a12_ +1
Excelente relatos, espero haya otras partes .