“No te muevas… che… ey…”, me dice Mariano mientras me apuntaba. Me habría notado que estaba distraído pensando rápido cómo salir de ésta.
Lo miré serio, “Che boludito por qué no bajás el fierro, eh? Mirá cómo te tiembla la mano, vas a lastimar a alguien sin querer.”
“Vos… vos preocupate por lo tuyo. Quedate quieto”, me dice. Está tratando de hacerse el duro pero le queda clarísimo a todos los presentes que los nervios lo delatan. Suena como un tipo que de repente estaba en una situación que no se imaginaba estar, ni lo quería.
“Te estás yendo a la mierda, nene…”, le digo mirándolo, “Esto se está yendo de las manos.”
“Callate, Monchi!”, escucho a la otra conchuda levantar la voz mientras seguía revolviendo cajones, “Mariano pegale un tiro en la pierna, en algún lado, yo que sé! Que te diga dónde está!”
Lo veo a Mariano que baja el arma y me empieza a apuntar más abajo, hacia mi estómago, más abajo hasta mi ingle. Le gruño un poco, “Me tirás ahí y de acá no salen, hijos de puta…”
“Vos de acá no vas a salir!”, chilla la pendeja. No había encontrado nada. No había estado ni cerca de donde guardaba las cosas yo. Se le puso al lado al pibe y miraba como me apuntaba, “Dale, Marian la puta madre! Tirale de una vez! Tirale en la pierna vas a ver como nos dice!”
Siento mi cuerpo tensarse solo. Como un reflejo, anticipando el tiro que va a venir. Me viene un pensamiento a la cabeza que por que no les digo directamente adonde está todo. Que se lo lleven y se vayan. Pienso en Vilmita en la cocina. Mil cosas se me vienen a la mente. Pero no me quiero rendir así. No quiero darles nada a éstos dos hijos de puta.
“DALE NENE QUE TE PASA?!”, le chilló la conchuda casi en el oído. Se estaba desesperando porque el pibe no hacía nada, “Querés la falopa y la guita? Tirale de una vez!”
A veces los milagros se le dan hasta a gente rota como yo.
Por detrás de ellos vi a la mole del Manija aparecer. Habría escuchado todo el quilombo y vino. Despacito, sin hacer ruido. Se dió cuenta enseguida porque será boludo pero no tan boludo. Estaba en cuero, con su panza peluda al aire. Se habría puesto los pantalones para no estar en bolas y vino. Vi esa masa de tipo aparecer por detrás de éstos dos conchudos, con su cabeza calva sudada y su barba negra y larga. Los miraba a éstos dos fijamente mientras se les acercaba. Tenía un caño en la mano, un tubo de plomería que lo habría encontrado en el cuartito. Aunque en el racimo de porongas que el Manija tenía como mano, parecía nada mas un palito.
No sé si le apuntó ahí o qué, o si nada más golpeó sin pensar mucho, pero le puso un cañazo al pibe en el hombro desde atrás que lo tumbó. El pendejo lanzó un alarido de dolor al caer y al mismo tiempo salté a la cama, temiendo que el arma se le caiga y se le escapara un tiro. Por suerte no pasó. Karina también lanzó un chillido de alarma y de sorpresa y como reflejo se alejó, casi saltando un par de pasos temerosos contra la pared. El pendejo estaba caído en posición medio fetal en el piso, agarrándose el hombro y aullando de dolor.
El Manija se le fue encima al pibe y así como estaba en el piso se agachó, lo agarró del cogote y con una de sus manazas libres hizo un puño fiero, metiéndole tres puñetazos fuertes al pibe que lo dejaron medio pelotudo. Lo soltó y el pibe quedó ahí en el piso, quejándose aún pero mucho más bajito. Mientras yo miraba para todos lados en el piso buscando a ver adonde había ido a parar el revólver, lo vi al Manija que se paró de nuevo y se le abalanzó a Karina con el caño en la mano.
“La puta madre noooo! Pará!!!!”, chillaba escapándose de la mole unos pasitos hasta que llegó con la espalda a la pared y no se pudo escapar más. El Manija le amagó feo que le iba a dar un cañazo y a Karina se le vencieron las piernas, cubriéndose con los brazos y deslizándose de culo al piso.
“Hija de mil puta’... quedate quietita ahí o te saco todo’ lo seso’... te abro toda la cabeza, me’cucha’!”, le gritó Manija
“S-si… si tranqui… porfa…”, murmuraba Karina todavía cubriéndose lo que podía de su cara y su cabeza con los brazos.
Yo por fin vi que el arma se había deslizado hasta apenas debajo de una de las cajoneras. La tomé y la inspeccioné rápido. Estaba toda cargada con sus seis balas. Hijos de puta.
“Ehhh.. que carajo pasa acá?”, me pregunta el Manija dándole un poco de lugar a la pendeja, mirándome un poco pero sin dejar de prestarle atención a éstos dos. También la veo a Rayito entrar a la pieza, terminando de arreglarse las tetas para cubrirlas de nuevo, seguro también estaba en bolas. Pregunta lo mismo, viendo la escena.
“Que carajo te pensás que pasa?”, le digo al Manija y le muestro el revólver, “Mirá…”
“Te iban a quemar?”, me preguntó Manija y a la pasada le pegó una patadita a Mariano que ya se estaba moviendo de nuevo en el piso, entre sus quejas de dolor.
“Me quisieron chorear”, le contesté y me fuí al lado de él, dándole una palmada suave en el hombro, “Gracias, amigo… llegaste justo.”
“Obvio, pa… ni lo diga’.”, me contesta y luego de un segundito agrega, “Y ahora que hacemo’ con estos do’?”
La veo a Karina que se levanta despacio, deslizando su espalda contra la pared y pegándose contra ella. Tenía los ojos llenos de miedo, “Eh… chicos, paren… porfa, en serio… nos equivocamos…”, arrancó.
La frené en seco con un grito, lleno de bronca y le apunté a la cara con el fierro, “Ah, si?! Te parece, la concha de tu madre?!”
Se cubre de nuevo, llena de miedo, “No… porfa che…”
Me da más bronca todavía. No me pude controlar y me le fuí encima. La agarré del cuello y la pendeja largó un chillido. Le puse la punta del revólver fuerte, bien fuerte en la mejilla, “La puta madre que te re mil parió, conchuda!”.
Juro que le quiero tirar. Tengo unas ganas increíbles de apretar el gatillo y volarle la cabeza a ésta hija de puta. Ahí contra la pared. Que pinte todo de rojo. Que aprenda. Que su última lección en la vida sea que a mi no se me puede robar así y encañonarme, encima con mi hijita ahí en mi casa. Pero no puedo. Pienso en Vilma en la cocina y no puedo. De a poco me voy calmando, viendo el pánico que la pendeja tenía en los ojos.
“Concha de su madre…”, protesto por lo bajo y le aflojo la presión del caño en la mejilla. La hija de puta lo nota enseguida. Sabe que no la voy a matar. Se da cuenta. Veo que se calma un poco y hasta me sonríe muy suavecito. Como jodiéndome. Ahí me dan ganas de nuevo de apretar el gatillo pero me distrae la voz de Rayito.
“Que pasa, che? Que pasa?”, pregunta.
“Nada, Rayito, nada…”, le digo sin dejar de mirar a los ojos a Karina.
“Cómo nada! Pero qué pasó?”, insiste, “Que, los vas a matar? Mirá cómo quedó éste…”, dijo de Mariano. Se agachó para ponerle una mano al pibe en el piso y él reculó entre sollozos como si le hubiesen pegado. Estaba muerto de dolor y de miedo.
“Si se mueven los mato”, dije.
“Monchi, está la nena, no jodas…”, escuché el vozarrón de Manija detrás mío. Y me calmé. Tenía razón.
Le largo el cuello a Karina y me alejo un poco, soltándola. El pibe estaba hecho mierda en el piso. La hija de puta ésta era la única que me preocupaba. Sin dejar de apuntarla le hice una seña con el revólver, “Sentate en la cama y callate.”
Vi que Karina obedeció en silencio. Despacio y calladita se sentó en la cama y me miraba como le seguía apuntando.
“Rayito”, le dije a la gorda, “Haceme un favor…”
“Que quere’?”
“Llevalo al pibe al otro cuartito… que se acueste ahí a ver si se recupera solo. Y después me vas a cuidar a Vilmita? Eh? Hacete un mate con bizcochito y que tome ella también. Tómense un matecito las dos tranqui.”, le digo.
“Si Monchi, seguro?”, me pregunta.
“Si, dale, gracias”, le digo, “Después te doy unos pesos por la molestia y la buena onda. Dale, haceme la gauchada. Ah, y revisale la billetera al forrito éste… quedate con lo que quieras.”
A Rayito se le encendieron un poco los ojitos cuando oyó lo de la guita, “Uh, bueno… si, dale…”
La gorda se agachó y trabajosamente lo levantó a Mariano, lo puso en pie y entre sus quejas lo llevó al otro cuartito. Lo acostó en el catre que había ahí y después la vi pasar para la cocina a estar con Vilma. Yo me quedé ahí con Manija, mirando a la pendeja, quien nos miraba en silencio a ver que hacíamos.
“Que onda, Monchi?”, me preguntó, “Qué hacemo’?”
Karina por fin también habló, temerosamente, “Si.. loco… que… que onda?”
“Te tendría que pegar un tiro…”, le dije seriamente mientras le seguía apuntando.
El Manija se rió suave, “Seeeh, pegale un tiro y listo, Monchi… que tanta’ vuelta’”, me tocó con un codo cómplice y agregó, “O aguantá que me traigo el celu y la filmo como la matá…”
“Cerrá la puerta, amigo…”, le dije. Manija hizo lo que le pedí, “No quiero que Vilma escuche el tiro. Ya escuchó bastante me parece…”
Manija volvió a mi lado y nos quedamos mirando los tres un momento. La que habló fue la pendeja, “No me vas a matar, Monchi. Si me hubieses querido tirar ya lo habrías hecho… no tenés huevos”, me dijo desafiante, mirándome fijo a los ojos.
“Que mierda sabés vos?”, le dije, “Por ahí a mí me gusta esperar, hacerlos sufrir un poco…”
“Si, dale…”, me contestó sin creerme, “Vos me ves que estoy sufriendo?”
Karina se paró despacito, levantándose de la cama y cruzó los brazos, mirándonos. “Yo sé lo que quieren ustedes. Me quieren coger, ya sé.”, dijo y se arregló un poquito las mechas largas que tenía.
“No me quiero coger a la pendeja loca hija de puta que me quiso chorear…”, le digo. Pero sé que es mentira. Me la quiero recontra culear. Yo lo sé y ella también lo sabe. Me hace una muequita la hija de puta.
“Podemos quedar a mano”, me dice, “Ustedes me cogen y nosotros nos vamos. Y yo me los cojo re lindo, hermoso. Me cogen como nunca se cogieron a nadie. Quedamos a mano y nos olvidamos de ésto.”
Se me empieza a acercar despacito y yo no puedo dejar de mirarla. Esa boquita hermosa, esas tetas marcándole el top, como menea las caderas y ese culo paradito de un lado a otro. No puedo evitar sentir que se me está parando la verga de nuevo al oírla hablar así. Me la quiero recontra culear.
“Pará hija de puta!”, le grito y se frena unos pasitos frente a mi, “Loca de mierda! Te movés y te tiro!”, agrego apuntándole directo a la cara.
“Uh.. Monchi, dale…”, arranca pero la interrumpo.
“Cerrá el orto!”, le grito de nuevo y ésta vez me acerco yo. Le pongo el caño directo en la frente, apretándolo para que lo sienta. Se le van los ojitos bizcos para arriba tratando de verlo y noto como le cambia el humor. De nuevo tiene miedo en la cara, “Te vas a quedar callada la puta que te parió!”
Manija se rió bajito, “Che, Monchi… ojo que lo que dijo ‘taba bueno eh…”
“Vos también callate che!”, le grito a él, “Te creés que no se que pasa acá? Te creés que no se lo que está haciendo ésta conchuda? Me está haciendo el versito. No vamos a coger, ni en pedo. Se va a hacer la buenita y en cuanto pueda va a agarrar el fierro y nos quema a los dos!”
“Ay, Monchi, mirá si voy a hacer eso…”, dijo Karina pero la interrumpí.
“Callate te dije!”, le grito, “Ya sé que te voy a hacer”. La miré fijamente a los ojos. Quiero que lo piense. Quiero que me mire a los ojos y trate de adivinarlo, “Che, Mani?”, le digo sin mirarlo.
“Que?”
“Preparate un pumba…”, le digo, “De la buena.”
“Que, te vas a pica’ ahora?”, me pregunta.
“Nah, amigo, yo no. Es para conchita… así la prueba por primera vez.”
“Eh?”, me dijo Manija sin entender.
Pero Karina entendió. Entendió enseguida y el pánico le invadió los ojos. Me mira a los ojos y lo único que veo es miedo y desesperación. Viendo a ésta hija de puta desmoronarse por adentro, viendo como los ojitos se le hacían dos pasas de uva del cagazo fue glorioso. Yo le sonrío, para que me vea sonreír. Para que vea como estoy disfrutando de la idea de hacerla bien mierda y que sepa quien es el que manda acá.
“M-Monchi…”, empieza a balbucear pero yo no le doy bola.
“Dale, Mani, preparalo.”
“Bueh… ya va…”
“Monchi, pará… no hagas eso… porfa…”, empieza a rogar. Se le van los ojitos a mirar al Manija que ya estaba buscando los elementos, “Manija… escuchame…”
“Callate! Cerrá el orto te dije!”, le gruño apretándole el caño en la frente, “Acostate tranquilita y callate!”
Karina tímidamente da unos pasos atrás hasta encontrar el borde de la cama y se sienta, no se acuesta. No sabe si mirarme a mí o a lo que estaba haciendo Manija.
“Monchi… perdóname, por favor… me equivoqué mal”, me gesticula con sus manitos delicadas suplicando. Haciéndose la inocente. La chetita que no sabía lo que hacía ni adonde se había metido. El cuentito. “Fue todo idea de Mariano, loco… yo no quería saber nada… no me gustó”
Yo ya no digo nada. Solo estoy parado ahí mirándola y apuntándole todavía por las dudas. Pero ella ya ni me mira. Está viendo temerosa como Manija prepara todo. La mezcla y la aguja, ahí cerquita de ella en la mesita de luz. Yo ni tengo que supervisar, Manija sabe bien cómo se hace.
“Dale… Monchi… loco, por favor!”, sigue Karina, “Dale chicos… porfa. Pará, mirá… miren… cojanmé… dale, cojanmé porfa…”, se reclina un poco en la cama y se abre de piernas enfrente mío. Yo obvio que miro porque me encanta verla así, pero no digo nada y el Manija tampoco.
La pendeja ya estaba desesperada, seguía ahí hablando abierta de gambas sobre el colchón. Pero era la única que hablaba, con el miedo brotándole en cada tembleque de su voz, “Dale chicos! Por favor! No es joda… lo juro… cojanmé! S-si me drogan va a ser una mierda… s-seguro no cojo bien! Quiero ser su puta… toda la noche si quieren! Haganmé lo que quieran, porfa! Los dos a la vez, si quieren, no importa! Q-quiero pija!”
Vi que el Manija terminó de preparar el cóctel y se me puso al lado. Apretó la jeringa para sacar el aire y junto con eso saltaron unas gotitas al aire del menjunje marrón.
“Dale el brazo al Manija”, le dije a la pendeja secamente.
“Loco, les pago! Cuánto quieren? Tengo mucha guita!”, suplicó Karina.
“Ah, si? La llevás encima?”, le pregunté.
“N-no… pero vamos a mi depto… ahí tengo trescientos dólares…”
Yo le niego con la cabeza, “Estirá el brazo, forra…”
“Mañana… mañana voy al banco y saco todo! Te doy todo lo que tengo en la cuenta!”, seguía rogando.
“Callate, pelotuda. Estirá el brazo de una vez o te lo agarro yo y va a ser peor”, le escupí con bronca.
“Chicos, delen, por favor! No quieren la guita?”, me dijo mirándome.
“Mirá si voy a confiar en cualquier cosa que me digas. Che, Mani, me cansé…”, le dije de costado al Manija, “Dale con el caño ese en la cabeza hasta que se duerma y ahí la pinchamos.”
“Listoooo…”, dijo Manija y se movió para ir a buscar el caño, pero Karina lo frenó.
“No! No! Pará! Esta bien… esta bien”, dijo y lentamente nos estiró el bracito, “No me pegues con eso…”
El Manija se le acercó, se le inclinó y con una de sus manazas le apretó fuerte a la altura del biceps, hasta que se le marcó bien la vena. Con la otra, pese al tamaño de sus enormes dedos, Manija era bastante hábil con la aguja y la pinchó a la pendeja sin problemas. La hija de puta me miraba a mi con bronca, resoplando fuerte por la nariz. A mi no me gustó esa mirada de bronca. La quería ver con miedo.
“P-por lo menos está limpia la aguja?”, preguntó.
“Si, tranqui…”, contesto Manija, “Es nueva, la abrí recién.”
“Algo mas para decir?”, le pregunté.
“Que carajo importa”, dijo Karina mirándome, “Van a hacer lo que ustedes quieran… lo que yo diga no importa una mierda. Son dos hijos de mil putas…”, me resopló con bronca.
Yo me reí bajito. Que loca de mierda. Casi que me gustaba. Me daba un poco de pena hacerla mierda, pero ella se lo buscó.
“Dale, Mani…”, le dije.
El Manija apretó la jeringa suavemente y el contenido desapareció dentro de la pendeja. Ella miraba resoplando y solo dijo bajito, “Puta madre…”. Se nos quedó mirando fijo por un ratito hasta que empezó a hacer efecto. Lentamente no se pudo sostener más y fue cayendo, los ojitos le empezaron a girar un poco, y el cuerpo se le desplomó suavemente sobre el colchón. El Manija no le estaba dando mucha bola. Después de pincharla nada más se fue a guardar de nuevo todos los elementos. Pero yo me quedé mirándola ahí, parado frente a la cama. Por fin pude dejar de apuntar con el revólver, ya se me estaba durmiendo el brazo de tanto sostenerlo. Respiré un poco aliviado y la miré.
De tanta experiencia que yo tenía con ésto, yo sabía que lo que le había preparado Manija le podía pegar bastante mal, por ser la primera vez. Pero, de vez en cuando, a algunos suertudos les pegaba muy bien. No se, no me pregunten, era el cuerpo de cada uno. A ésta pendeja suertuda hija de puta ya veía que les estaba empezando a pegar bárbaro. El cuerpo delgadito ya se le estaba tensando y relajando suavemente de placer, gemía bajito y tenía la mirada perdida ya en algún lado, con los párpados revoloteando rápido como las dos mariposas hermosas que eran.
Vi que una mano se agarró de la sábana fuerte y lanzó un gemidito de placer hermoso. Le estaba encantando. Por ahí ya estaba quedando completamente adicta y yo me había ganado una clienta nueva.
Manija terminó de guardar todo el kit y se paró al lado mío, mirando como la pendeja volaba en la cama.
“Que hacemo’, amigo… la ponemo’ en bola’ y la cogemo’?”, me preguntó con una sonrisa.
“No, primero yo. Solo. Después vos, si querés”, le dije. Yo ya tenía la verga hecha un fierro de nuevo al verla así.
“Uh… bueh..”
“Por que no vas a ver si está todo bien con Vilma y Rayito? A ver si le hizo el mate..”, le dije.
Manija asintió, “Bueh, dale. Veo que esté bien y después me voy a darle murra al pendejo un poco…”
Yo lo miré, “Al pibe?”
Manija asintió con una sonrisa y se acomodó el bulto que él también llevaba debajo del pantalón, “Jajaj… seh… ese de arriba tampoco se la lleva. Debe tener un lindo culito también… Bueh, despue’ vuelvo, dale tranqui.”
Yo sacudí la cabeza. No era nada que me sorprendiera del Manija. Lo vi retirarse del cuartito, esa mole al mismo tiempo pelada en la cabeza y peluda en el pecho agachándose un poco para no golpearse la cabeza con el marco de la puerta. El chetito no la iba a pasar nada bien, pensé, pero Manija seguro que sí.
Cuando se cerró la puerta por fin me quedé solo con la pendeja. Apoyé el revólver en la mesita de luz y me senté en la cama al lado de ella. Todavía le quedaba un poco de conciencia y de alerta, pese al viajazo que se estaba pegando. Me miró y le pregunté cómo venía, si le iba bien, cómo le estaba pasando. Me dijo algo de Dios, no llegué a entenderle mucho.
Lo que sí entendí fue el tirón impresionante que me dió la verga debajo de mi pantalón. Tranquilo y sin que nadie me jodiera, la empecé a desvestir. Una vez que le saqué toda la ropa me quedé admirandola, su cuerpo pálido y hermoso ahí retorciéndose suavemente en el catre. Yo también me saque toda la ropa.
A ésta pendeja la iba a disfrutar. La iba a disfrutar bien. Lindo y largo. Me deslicé encima de su cuerpo desnudo y nos empezamos a besar. Pese a que estaba en otro lado, un poco me respondía los besos, mientras le metía mano por todos lados. En esas gomas y ese culo divino que tenía. Con los dedos le sentí la conchita y le colé un par de dedos, para sentirla así, como previa de mi verga. Que linda sensación. Y acompañada de sus gemidos cuando me sintió así, tanto mejor.
Yo le hablaba. Le decía cositas lindas. A veces me contestaba balbuceando, otras no. La combinación del placer que tenía en las venas y el que le estaba dando yo seguro que la estaba sobrepasando completamente. Me deslicé para abajo hasta tener mi cara frente a su concha afeitadita y la entré a chupar con ganas. Qué deleite, qué gusto delicioso que tenía. Y cómo gemía de placer.
Estuve un buen rato así, disfrutando. Se que quizás a otros hombres no, pero a mi me encantaba chupar conchas. Más aún si eran conchas tan rosaditas y divinas como la de ésta pendeja. Que linda que era! Yo me quería tomar mi tiempo ahí, quería disfrutarlo todo, y estuve ahí un buen rato hasta que de pronto mientras la estaba chupando empecé a escuchar lo que ya estaba pasando en el cuartito de al lado.
Un par de grititos, voces, una puteada. Y enseguida el inconfundible chillido rítmico de los alambres del catre. Manija seguro ya le estaba rompiendo el culo al pibe. Por lo bajo lo escuchaba quejarse y protestar al pendejo, y ya escuchaba los gemidos roncos del Manija. Seguro la estaba pasando bárbaro. Y, quién te dice, por ahí el pendejo eventualmente también. Seguro que el tremendo pijón de oso del Manija le iba a costar mucho, pero sobre gustos… yo no soy quién para juzgar. El tremendo bicho que le iba a quedar al pibe después que Manija le llenara el culo de leche, bueno ese era otro tema, pero sería problema de él y para más adelante.
Lo cierto es que escuchar al Manija cogiéndose al pendejo me empezó a calentar todavía más. Yo también tenía que acabar, y ya mismo. Dejé de chuparle la concha a la chetita y sin perder mucho tiempo me la monté. Ni opuso resistencia. Cuando sintió el peso de mi cuerpo presionarla entre las piernas y apretarla contra el catre, casi que hasta me abrazó. Seguía murmurando y gimiendo.
Yo ya no aguantaba más. Le abrí la conchita de un buen pijazo y se la enterré toda. Enseguida sentí ese calor y esa humedad hermosa, su vagina rodeando mi verga y empezando a amarla así. Me volvía loco. Entre besitos y lamidas en la cara empezamos a coger. Y digo empezamos porque fue así, también. Yo pensé que no iba a reaccionar mucho pero al poco tiempo de sentirme entrar y salir, me abrazó fuerte y comenzó a responderme los besos, tratando con sus caderas de cogerse ella también en mi verga. Fue hermoso.

“Esto… Esto no te lo enseñan en la facu, eh?”, le dije sonriendo entre mis embates, “Pendeja puta… que buena que estás!”, la vi sonriendo un poquito y me abrazó más fuerte entre sus gemidos. Por ahí si tenía suerte también la hacía adicta a mi pija villera. Que le estaba encantando no había duda.
Le di murra así un rato, enterrándome en esa concha divina cada vez más rápido y más fuerte. De pronto ella acabó en mis brazos después de un par de fuertes empellones de mi verga. Lo que debe haber sido ese orgasmo en su cabecita, mezclado con el placer enorme que le estaba dando la droga. Empezó a gritar fuerte de placer y yo le tapé la boca con la mía para que no hiciera mucho quilombo. Me soplaba su placer por su nariz en mi cara y eso me calentaba todavía más. Me estaba cogiendo a ese cuerpo pálido y hermoso, haciéndolo acabar dulcemente en mis brazos, mientras mi verga marrón y dura la abría duro, una y otra vez.
Cuando por fin terminó de acabar le saqué la boca y se calmó. Seguía murmurando y gimiendo. Seguro nunca había sentido tanto placer junto. Yo ya estaba que explotaba. Algo le gruñí en la cara, ni me acuerdo, y cambiando un poco el ángulo me le puse más encima todavía, levantándole las caderas, poniéndole las piernas mas en el aire y entrándole mas duro y más fuerte.
Hasta que no pude más y tuve que acabar. Quería seguir cogiéndomela para siempre, lo juro, pero no aguanté más. Me escuché lanzar un gemido largo de placer y sentí mi verga explotar dentro de ella, bien profundo, bien en el fondo. Los huevos me dolían y la empecé a llenar de mi leche espesa y caliente. Una y otra vez, bien llenita. Entre mi placer mientras le acababa pensaba lo lindo que sería también dejarla preñada a ésta hija de mil putas. A ver que hacía. Como se lo explicaba a papi. Que un día salió de casa una señorita y la noche volvió drogadicta de por vida y preñada de un villero. La puta madre, qué hermoso sería. Era justo lo que se merecía ésta conchuda.
Le dejé adentro absolutamente todo lo que llevaba en mis huevos. No quedó nada. Se lo dí todo a ella en mi largo y dulce orgasmo. Al terminar me desplomé sobre su cuerpo delgado y pálido y nos seguimos besando y acariciando, con mi pija encastrada bien en el fondo de su concha de chetita.
Después de un rato de disfrute así, me incorporé y se la saqué, viendo como mi leche le brotaba suavemente de la concha, goteando eventualmente sobre el catre. Karina seguía ahí y al mismo tiempo no ahí, de puro viaje. Para joderla un poco me sacudí la verga de los restos de mi semen, manchándole el estómago. También con la mano junté un poco de mi leche que le estaba chorreando y también se lo salpiqué. Que linda que estaba manchada con mi leche.

Prestando un poco de atención mientras me recuperaba lo seguía escuchando a Manija con el pibe en el otro cuartito. Y por los gemidos del oso, él también la estaba pasando bárbaro.
2 comentarios - Nunca aventajes a un villero - Parte 2