
El viento ululaba fuera de la Taberna del Cuervo Ardiente, un antro mugriento en las afueras de Desembarco del Rey donde los borrachos, mercenarios y putas se mezclaban en un caos de risas y gemidos. Tyrion Lannister empujó la puerta de madera astillada, el olor a cerveza rancia y carne asada golpeándolo como un puñetazo. Sus botas resonaron en el suelo pegajoso mientras se abría paso hacia una mesa en un rincón oscuro, su capa de lana negra ondeando tras él. Otra noche, otro intento de olvidar que soy un Lannister... o un maldito enano, pensó, con una mezcla de amargura y desafío. Había aprendido a llevar su estatura como una armadura, pero en noches como esta, su cuerpo anhelaba algo más que hidromiel y sarcasmos.

Se dejó caer en una silla, el respaldo crujiendo bajo su peso, y alzó una mano para llamar a una camarera. Que los Siete me concedan una jarra fría y una conversación que no termine en insultos, pensó, sus ojos escaneando la sala. La taberna era un hervidero: un mercenario manoseaba a una prostituta en una esquina, un trovador aporreaba un laúd desafinado, y el aire vibraba con promesas de placer y peleas.


Entonces la vio. Avina DeVyne cruzó la sala como un relámpago envuelto en cuero rojo, su vestido tan ceñido que parecía una segunda piel, apenas conteniendo sus curvas voluptuosas. Su cabello negro caía en cascada sobre sus hombros, y sus labios carmesí dibujaban una sonrisa que era mitad invitación, mitad desafío. Llevaba una bandeja con tres jarras de cerveza, la espuma desbordándose como si supiera lo que provocaba. Sus ojos se encontraron con los de Tyrion, y él sintió un calor que no tenía nada que ver con el fuego crepitante de la chimenea. Por los dioses, esa mujer no camina, devora, pensó, su pulso acelerándose mientras ella se acercaba con un contoneo que hacía girar cabezas.

Avina (dejando una jarra frente a Tyrion, inclinándose lo suficiente para que su escote fuera imposible de ignorar):
"Mi señor Lannister... o debería decir, mi pequeño león?" Su voz era un ronroneo, cálida y cargada de insinuación, mientras deslizaba un dedo por el borde de la jarra, dejando una estela de espuma. "Esta cerveza es fuerte, pero algo me dice que tú lo eres más. ¿O me equivoco, pequeño?" Sus ojos brillaron con un hambre que hizo que Tyrion apretara la jarra con más fuerza.

Pensamiento interno de Tyrion: Maldita sea, esta mujer es un incendio con piernas. No es una de esas cortesanas que fingen suspiros por un puñado de dragones. Hay deseo en esos ojos, un deseo que podría quemarme vivo. Y, por los Siete, quiero arder.
Tyrion (sonriendo, su tono afilado como una daga):
"No te equivocas, mi señora, aunque la fuerza de un hombre no siempre se mide en músculos... o en altura." Tomó un sorbo largo, sus ojos fijos en los de ella, sintiendo un cosquilleo en su entrepierna que no podía ignorar. "Dime, ¿es la cerveza lo único que sirves con tanto... entusiasmo?"
Avina se rió, un sonido gutural que resonó en el pecho de Tyrion como un tambor de guerra. Se apoyó en la mesa, su muslo rozando el brazo de él, el cuero de su vestido crujiendo tentadoramente. Un tatuaje de una serpiente enroscada asomaba por el borde de su falda, y Tyrion no pudo evitar imaginar dónde terminaba esa línea.Avina (inclinándose más, su aliento cálido contra la mejilla de Tyrion):
"Oh, pequeño león, sirvo mucho más que cerveza. Me gusta un hombre con fuego en la lengua... y en otros lados." Sus dedos rozaron la mano de Tyrion, deteniéndose en sus nudillos, como si estuviera saboreando su textura. "Dicen que los hombres como tú tienen talentos ocultos. ¿Quieres que descubra los tuyos... o prefieres seguir bebiendo solo?"Pensamiento interno de Tyrion: Esto es una trampa, y soy un condenado idiota por querer caer en ella. Pero, ¿cuándo he sido de los que huyen? Esta mujer no me ve como el bufón de la corte, el enano de los Lannister. Me ve como hombre. Y que me condenen si no voy a aprovecharlo.Tyrion (con una sonrisa pícara, inclinándose hacia ella):
"Beber solo es para los cobardes, y yo, mi señora, nunca lo he sido." Levantó la jarra, chocándola contra la de ella, sus ojos brillando con desafío. "Sigue sirviéndome... y veamos cuánto calor podemos soportar los dos."Avina sonrió, sus dientes brillando como si acabara de ganar una apuesta. Se alejó para buscar otra ronda, su trasero balanceándose con cada paso, sabiendo que Tyrion no podía apartar la mirada. Cuando volvió, trajo dos jarras más y se sentó en la mesa, cruzando las piernas de forma que el cuero se tensó, dejando entrever más piel tatuada. La taberna parecía desvanecerse a su alrededor, el ruido de los borrachos y las risas convirtiéndose en un eco lejano.Avina (deslizando una jarra hacia él, su voz baja y cargada):
"¿Sabes qué me gusta de los hombres como tú, pequeño león?" Se inclinó, sus labios a centímetros de los de él, su perfume a cuero y jazmín envolviéndolo. "Tienen hambre. No de poder, no de oro... de piel. De calor. Y yo, Tyrion, estoy famélica." Su mano se deslizó bajo la mesa, rozando el muslo de él, un toque ligero pero deliberado que lo hizo contener el aliento.Pensamiento interno de Tyrion: Por los dioses, esta mujer es un huracán. Nunca me han mirado así, como si fuera un banquete en lugar de un despojo. Quiero tocarla, probarla, perderme en ella hasta que olvide mi maldito nombre.Tyrion (con la voz ronca, su mano atrevida rozando la rodilla de Avina):
"Famélica, dices? Entonces, mi señora, permíteme ser tu festín." Sus dedos subieron lentamente por el muslo de ella, sintiendo el calor de su piel bajo el cuero, su corazón latiendo como un tambor de guerra.Avina gimió suavemente, un sonido que hizo que Tyrion apretara los dientes. Ella se inclinó más, sus labios rozando los de él en un beso fugaz, húmedo, que sabía a cerveza y promesas. Tyrion respondió, profundizando el beso, su lengua explorando la de ella con una urgencia que no podía controlar. Sus manos se volvieron más audaces, deslizándose por las caderas de Avina, apretando su carne con una mezcla de reverencia y lujuria.Avina (jadeando contra su boca, sus manos enredándose en el cabello de Tyrion):
"Mmm, pequeño león, sabes cómo encender a una mujer." Se apartó lo justo para mirarlo, sus ojos brillando con deseo crudo. "Pero esto es solo el aperitivo. Arriba hay una habitación... y yo quiero el plato principal. ¿Vienes conmigo, o te quedas aquí soñando con lo que podrías tener?"Pensamiento interno de Tyrion: Esto es más que deseo. Es redención. Por una noche, no soy el enano, el bastardo, el error. Soy el hombre que hace temblar a una diosa. Y que me condenen si no lo doy todo.Tyrion (poniéndose de pie, su mano aún en la cintura de ella):
"Guía el camino, Avina. Pero te advierto: cuando un Lannister paga sus deudas, lo hace con intereses." Dejó caer un puñado de monedas en la mesa, su sonrisa tan afilada como su deseo.Avina lo tomó de la mano, su agarre firme y cálido, y lo condujo a través de la taberna, sorteando a borrachos y prostitutas que lanzaban miradas curiosas. Subieron una escalera crujiente hasta una habitación con una cama cubierta de pieles, una lámpara que proyectaba sombras danzantes y una ventana empañada por el frío. La puerta se cerró con un golpe, y Avina se giró hacia él, sus ojos brillando con una lujuria que no admitía dudas.La habitación: Inspirada en Ava DevineAvina no perdió el tiempo. Con un movimiento fluido, se deshizo de su vestido, dejándolo caer al suelo como una cascada de cuero. Su cuerpo era un mapa de curvas y tatuajes, sus pechos pesados y su piel brillando bajo la luz tenue. Se arrodilló frente a Tyrion, sus manos desabrochando su túnica con una urgencia casi salvaje, su respiración agitada como si estuviera a punto de devorarlo.Avina (con una sonrisa depredadora, sus manos explorando el pecho de Tyrion):
"Pequeño león, me encantas. Cada maldito centímetro de ti." Sus dedos trazaron su piel, deteniéndose en cada cicatriz, cada imperfección, como si fueran trofeos. "Voy a hacerte rugir hasta que esta taberna se derrumbe."Pensamiento interno de Tyrion: Por los Siete, esta mujer es un volcán. Nadie me ha deseado así, con esa hambre cruda, sin lástima, sin fingimientos. Quiero que me consuma, que me haga olvidar todo menos este momento.Tyrion (jadeando, sus manos aferrándose a los hombros de Avina):
"Avina, si sigues así, no habrá taberna que resista." La atrajo hacia él, sus labios chocando en un beso feroz, sus manos explorando sus pechos, apretándolos con una mezcla de asombro y necesidad.Avina lo empujó hacia la cama, su risa resonando como un hechizo. Se subió sobre él, sus muslos aprisionándolo, su cuerpo moviéndose con una cadencia que era puro instinto. Inspirada en el estilo de Ava Devine, Avina era una fuerza de la naturaleza: su voz cargada de gemidos sucios, sus manos guiando las de Tyrion a donde ella quería, su cuerpo exigiendo todo de él. Cada movimiento era una declaración de placer sin límites, su amor por el cuerpo de Tyrion evidente en cada caricia, cada grito.Avina (susurrando mientras lo montaba, sus ojos fijos en los de él):
"Dime, pequeño león, ¿te gusta cuando te follo así? Quiero sentirte, quiero todo de ti." Sus uñas se clavaron en su pecho, su ritmo implacable, su placer tan crudo que era casi sagrado.Tyrion (gimiendo, sus manos aferrándose a sus caderas):
"Por los dioses, Avina, eres un maldito huracán." Su mente era un torbellino de éxtasis, cada sensación amplificada por la certeza de que ella lo deseaba, no por su oro, no por su nombre, sino por él.La habitación se llenó de sus jadeos, el crujir de la cama y los susurros sucios de Avina, que lo incitaba a dejarse ir, a rugir como el león que era. Tyrion se entregó por completo, su cuerpo y su alma consumidos por el placer que ella le arrancaba. Cuando el clímax los golpeó, fue como una tormenta, dejándolos exhaustos, enredados en las pieles, con Avina riendo suavemente contra su pecho.Avina (acariciando el rostro de Tyrion, su voz suave pero aún cargada):
"Pequeño león, esto es solo el comienzo. Quédate en esta taberna, y te mostraré cosas que ni los dioses se atreven a soñar."Tyrion (sonriendo, su mano enredada en el cabello de ella):
"Avina, si esto es el comienzo, que me condenen eternamente." Por primera vez en años, no había cinismo en su voz, solo una felicidad cruda, visceral.Pensamiento interno de Tyrion: Esta noche, no fui un Lannister, no fui un enano. Fui un hombre, y ella me hizo sentir como un rey. Que venga el amanecer, pero esta noche es mía.
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