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Un fin de semana glorioso - Mi novio, mi chico y yo (Pt2)

Hola chicos, cómo va todo? 😘
Bueno... acá estamos de nuevo. Sé que desaparecimos un tiempito, perdón! Pero pasó algo muy lindo, nos casamos con Tomi 💍❤️ Sí, como leen. Después de todo lo que vivimos, decidimos dar ese paso, sin perder nunca lo que más nos gusta: la libertad, la confianza y el fuego entre nosotros. Pasaron unos meses tranquilos, intensos de otra manera. Pero claro... las fantasías no tardaron en volver.  Así que decidimos seguir con esta historia que dejamos colgada. Porque todavía quedan muchas escenas por contar, y la mejor parte... está por venir.
Espero que lo disfruten tanto como nosotros disfrutamos vivirlo.Con amor, morbo y un poquito de locura, Pau 💋❤️

Continuacion…


Al otro día me desperté con esa sensación de haber descansado como una reina, totalmente relajada y feliz. La habitación seguía a oscuras, pero se filtraba algo de luz por las cortinas. Al lado mío, Tomi dormía como un bebé, con la cara medio hundida en la almohada y la respiración profunda. Me dio ternura al principio, pero enseguida se me vino a la cabeza todo lo vivido la noche anterior y fue amor puro, y calentura, y amor otra vez.
Me quedé un rato quieta, mirando el techo, repasando escenas. Mi cuerpo estaba relajado, liviano, descansado, mi cabeza recordaba los chirlos en la cola de anoche pero mi cuerpo ya estaba recuperado para un  nuevo dia. Me estiré despacio, tratando de no despertarlo, y fue ahí cuando escuché algo.
Pasos por el pasillo. Puerta abriendose. Ducha abierta.

Bauti.
Mi cuerpo reaccionó antes de que pudiera pensar en otra cosa. Me levanté en silencio, sin siquiera buscar ropa, y caminé despacio hacia el pasillo. Cuando pasé por la puerta del baño, lo confirmé: estaba ahí, adentro, recién metiéndose a la ducha. La mampara todavía no se había empañado del todo. Lo volví a ver.
Dios mío.
El agua resbalando por ese lomo marcado. Los hombros, la espalda, las piernas fuertes. Tenía una presencia animal, de esas que te atrapan sin que puedas hacer nada. Me quedé ahí, parada, espiándolo en silencio como una nena curiosa. Pero era inevitable, al segundo ya sentía ese cosquilleo en el cuerpo. La calentura empezaba a reaparecer, despacio, como una ola conocida que venía a buscarme.
Sin pensar mucho, empujé apenas la puerta y entré.
No dijo nada. Se dio vuelta y me miró. Una sonrisa bastó. Me saqué la remera y la tanga. Quedé así, desnuda, frente a él. Me volvió a sonreír y me extendió la mano.
Me acerqué.
Nos empezamos a besar. Al principio suave, lento. Era como si nos estuviéramos midiendo. Disfrutando de nuestros cuerpos. Él todo duro: pectorales, brazos, espalda. Era como tocar una estatua viva. Disfrutando del agua tibia en esa mañana de verano. Pero no tardamos en darnos cuenta de que ya no había más nada que medir.
Mi cuerpo sabía lo que quería. Lo toqué, lo sentí todo duro, caliente, listo.
Me arrodillé sin decir nada. Puse mis manos sobre sus caderas, lo miré hacia arriba solo un segundo... y abrí la boca.
Empecé a chupársela con hambre contenida, como si fuera ese manjar que necesitaba volver a probar. Me encanta la forma que tiene, el peso, el sabor. Me encanta cómo reaccionaba él, esos pequeños suspiros que soltaba, las manos en mi pelo. Lo disfrutaba con todo mi cuerpo. Despacio, con lengua, con cariño. Hasta que...
—Subí —me dijo, tomándome de los brazos. Me puso contra la pared, me giró con firmeza. Yo ya sabía lo que venía. Apoyé las manos contra los azulejos fríos y arqueé la espalda, levantando la cola como si fuera lo más natural del mundo para mí.
Era una invitación descarada. Él no necesitó más.
Me la metió de una. Un gemido me explotó en la garganta.
Me cogía con ganas, con fuerza, pero sin brutalidad. Tenía ritmo, control, ese balance perfecto que hace que me entregue por completo. El agua caía sobre los dos, pero yo ya no sentía nada que no fuera su pija dándome desde atrás, mis tetas moviéndose, mis piernas temblando. Cada momento se volvía más caliente, más sexy, y mi mano reaccionó.
Me empecé a tocar mientras él me seguía cogiendo. Ya no podía sostenerme bien. Sentía cómo mi cuerpo se tensaba, cómo todo se contraía. Me vino ese calor que sube de los pies, ese punto en el que sabés que vas a acabar... y no hay vuelta atrás.
—Aaaahhh... sí... sí... sí... —grité. Lo hice sin querer, fue como un rugido animal.
Mi cuerpo se derrumbó en espasmos. Acabé con la pija de Bauti adentro, fuerte, mojada, palpitante. No sé cuánto tiempo duró. Pero cuando estaba ahí, todavía jadeando, él me agarró de la cintura más fuerte, me la metió hasta el fondo otra vez... y despues de unos segundos maravillosos, la saco y acabó también. Todo sobre mi. 
Sentí su leche caliente llenándome la cola. Y como si no fuera suficiente, me la empezó a esparcir con sus manos. Me acariciaba con esa mezcla de suavidad y poder que me enloquece. Me sentí una diosa. Me sentí suya.
Después de eso nos bañamos un poco más, sin decir mucho. Una especie de silencio cómplice. Me puse la toalla, agarré mi ropa y volví al cuarto.
Tomi seguía durmiendo.
Y ahí me paralicé. No sabía qué hacer. Porque sabía que había hecho algo mal. Era la primera vez que había estado con Bauti sin el consentimiento explícito de Tomi. Más allá del morbo y de todo lo que compartimos, sentía que algo en esa escena había cruzado un límite. Tenía miedo de que se enojara. Y despertarlo con esa noticia no me pareció lo mejor.
Así que me acerqué, me subí a la cama con cuidado. Lo besé suavemente en la mejilla.
—Buen día, mi amor...
Él abrió los ojos medio dormido. No llegó a decir nada antes de que yo dejara caer la toalla frente a él, mostrándole mis tetas mojadas en primer plano. Me acerqué y se las froté un poquito por la cara, como si fuera una caricia de buenos días.
—Me voy a cambiar... —le dije con una sonrisa traviesa.
Y me fui caminando despacito hacia el vestidor.
Como si nada hubiera pasado.
Después del tremendo desayuno que Bauti preparó como si hubiera estado viviendo en esa casa de toda la vida, decidimos ir para la playa. Yo elegí un outfit nuevo para estrenar: bikini roja, una camisa blanca abierta encima, y unas sandalias livianas. Me puse los anteojos negros, me enganché el pelo en un rodete medio despeinado, y ya estaba lista.
Fuimos por separado: Tomi y Bauti en el auto, y yo en el cuatri. (Dato: me encantan los autos y las motos. Y el cuatri no es la excepción). Esa sensación de poder y libertad no se compara con nada.
Nos instalamos en el parador, dejamos las cosas en el camastro bajo la sombrilla y nos tiramos al sol. Pero antes de los diez minutos... ya estaba con ganas de jugar. De provocarlos.
—¿Alguno me ayuda con el protector?
Bauti estaba más cerca y enseguida se levantó dispuesto a la tarea.
Pero Tomi estaba atento.
—¡Ey, yo también quiero! —dijo.
—Hay para los dos, mi amor —le respondí.
Los dos me pusieron sus manos para que les ponga protector como nenes obedientes y me lo empezaron a pasar, uno en cada lado. Tomi empezó por la espalda, despacio, con movimientos suaves que conocía de memoria. Bauti fue por las piernas, primero con timidez, después con más seguridad. Sentir sus manos sobre mí al mismo tiempo fue... demasiado. Por dentro no sabía si reírme, gemir o agradecerle al universo.
Pasamos el resto de la mañana tranquilos, jugando a las cartas, charlando de boludeces. Pero después de un rato se hizo el mediodía y ya empezábamos a tener hambre de nuevo. Bauti se ofreció a buscar algo para almorzar mientras nosotros nos quedábamos en la playa. Así que se subió al cuatri y se fue. Nos quedamos solos.
Tomi estaba tirado boca arriba, con los anteojos puestos. Yo me giré hacia él, me apoyé sobre un codo, y lo miré.
—¿En qué pensás? —le pregunté.
—En vos —me dijo, sin vueltas.
—¿En serio?
—Sí. En lo que estamos viviendo. En lo mucho que me gusta esto.
Nos quedamos en silencio unos segundos. Solo el mar y el viento.
—¿Estás bien? —le pregunté.
—Más que bien. Es raro, ¿no? Porque estamos haciendo cosas que “no se hacen”, pero me siento en paz. Me siento feliz.
—A mí me pasa igual —le dije—. Es como si esto... no sé. Como si estuviera todo bien porque sos vos. Porque lo estamos haciendo juntos.
Tomi se sacó los anteojos y me miró directo.
—Pau... yo te amo. Esto es un juego. Uno que nos calienta, que nos explota la cabeza, pero no cambia lo que siento por vos. No hay nadie más con quien me animaría a vivir esto. Sos la persona con la que quiero todo. Lo loco, lo tierno, lo sexual, lo emocional. Todo.
Sentí cómo se me aflojaba el pecho, literal. Esa mezcla de emoción y pasión que me atraviesa cada vez que Tomi me habla así.
—Yo también te amo, bebé. Y te admiro. No solo por lo que estamos haciendo... sino por cómo sos. Tu forma de hablar, tu paciencia, tu cabeza, tu manera de cuidarme incluso cuando me estás soltando. Me hacés sentir segura. Libre. Y eso me calienta más que cualquier otra cosa.
Hubo una pausa. Y yo ya no aguanté más.
—Tengo que contarte algo.
—¿Qué pasó?
—Hoy a la mañana... cuando me desperté... escuché que Bauti se estaba duchando.
Él no dijo nada. Solo me miraba.
—Entré. No sé por qué lo hice. No pensé. Me dejé llevar. Me metí a la ducha con él... y bueno...
—¿Cogieron? —preguntó tranquilo.
Asentí, con la mirada baja.
—Perdoname, amor. Sé que no habíamos hablado nada, y yo no quería hacer nada sin vos. Me sentí mal. Por eso no te dije nada al despertarte...
Y ahí me sorprendió. Tomi sonrió. No una sonrisa irónica. Una sonrisa cálida. Cómplice. Y me dijo:
—Ya lo sabía.
—¿Qué?
—Sí. Me desperté al rato de que te levantaste. Te seguí, sin que me vieras. Y sí, mi amor... Te vi en la ducha con Bauti.
Me quedé helada. Literalmente. No podía creer lo que escuchaba.
—¿Nos viste?
—Todo. Me escondí, no quise interrumpir. Te vi pasándola muy bien. Pero la escena fue demasiado para mí. Y más con el condimento de saber que lo estabas haciendo a escondidas.
Me agarró una mezcla de alivio, calentura y amor tan fuerte que no supe qué decir. Solo lo miré. Estaba atónita frente a su reacción.
—¿Estás loco?
—Un poco. Por vos, seguro. Y eso no es todo. Debo confesarte que me rompiste la cabeza haciendo eso. Y no me aguanté... me toqué. Y acabé mientras te veía con él. Vi cómo te apoyabas en la pared, cómo gemías, cómo te tocabas... Fue hermoso.
Me reí. Y fue como si algo dentro mío hiciera “click”. Estábamos bien. Estábamos más que bien. Éramos un equipo.
—La puta madre, Tomás... te amo.
—Te amo, Paula. Sos la mujer de mi vida.
—Y vos el hombre de la mía.
—Sí, pero no la pija de tu vida...
Me largué a reír fuerte. Ese humor estúpido y perfecto que tiene para sacarme de cualquier drama. Esa manera de llevarnos de un estado a otro sin perder la conexión.
—¡Jajaja! No digas eso, pero... sí. ¿Vos viste la pija que tiene ese pibe? —le dije con una sonrisa juguetona y descarada. 
Tomi levantó las cejas, divertido, picante.
—¿Posta que nunca habías tenido una así?
—No, amor. Es una roca cuando se le pone dura. Me sorprende. Es una locura.
—Es porque es gruesa, amor —me dijo.
Y ahí no pude evitar suspirar, recordando la sensación.
Disfrutala, —me respondió, sin vueltas.
Me volví a recostar a su lado, apoyé la cabeza en su pecho, y cerré los ojos por un momento. Sentía el sol, el viento, el amor. Y una tranquilidad absoluta.
A los minutos vimos venir a Bauti con las bolsas. Traía comida, birras y agua, y una sonrisa gigante. Las empanadas estaban buenísimas, pero lo mejor fue la charla.
Nos pusimos a hablar de todo. De la vida. Del caos del mundo. De la felicidad. De cómo lo único que importa a veces es encontrar personas con las que podés ser vos mismo sin miedo. Con las que podés jugar, reírte, calentarte y también hablar profundo.
En un momento, Bauti nos dijo algo que me quedó resonando:
—Algún día me encantaría conocer a alguien con quien pueda compartir algo así. Esa complicidad que tienen. La confianza que tienen ustedes es increíble. 
Nos miramos con Tomi y se nos escapó una sonrisa.
—Gracias. Eso que decís vale un montón —dijo Tomi, sincero.
—Al principio pensé que era todo verso —siguió Bauti—, pero a medida que los fui conociendo me demostraron que no. Que se aman de verdad. Y más allá de los juegos y el morbo, tienen algo muy lindo. Muy real.
Awww, sos más tierno! —me acerqué para darle como un abrazo improvisado y breve.
—Pero sí, no tenés que preocuparte. Sos un tipazo, Bau. En serio —le dije—. La vida te va a presentar un minón, vas a ver. Te lo merecés.
—Gracias Pau, sos una divina —me dijo.
—Pero ojo con quién, eh. Que quizás me ponga un poquito celosa. Jajaja!
La carcajada fue general. Y el morbo, otra vez, latente.
Y ahí sentí esa cosa rara pero hermosa. Los tres vibrábamos igual. Nos sentíamos en paz. Conectados. Como si esto que estábamos viviendo tenía que pasar.



Volvimos de la playa cansados pero contentos. Había sido un día espectacular. Sol, charlas, confesiones, calor... mucho calor.
Apenas entramos a la casa, cada uno fue en su mundo. Yo me tiré un rato en la cama para bajar un poco el ritmo. Cerré los ojos unos minutos, aunque no sé si llegué a dormirme. Sentía el cuerpo liviano, tibio, todavía con restos de sal en la piel. Al rato, escuché el agua correr. Primero uno, después el otro. Los chicos ya se estaban bañando.
Cuando me levanté, Tomi estaba en la habitación, medio en cuero, eligiendo ropa frente al espejo. Me dijo algo, pero no lo registré bien, porque justo me asome por el pasillo y lo vi. A Bauti. Saliendo del baño solo con una toalla en la cintura.
Estaba empapado. Literal. Pelo mojado, pecho brillante, gotas bajando por ese cuerpo armado que parece hecho para el pecado. Y con esa sonrisa despreocupada que lo hace aún más seductor. Salí de la habitación y cuando pasé a su lado, fue como un impulso: le apreté la pija por encima de la toalla. Suave, pero clara. Una caricia descarada. Ya era de noche, la luna estaba saliendo, y mi lado más zorra empezaba a despertarse.
Él no dijo nada. Solo me miró, sorprendido. La toalla se le empezó a levantar, despacito. Me fui caminando como si nada. Lo dejé así.
La respuesta no tardó en llegar.
Al rato, después de la ducha, estaba terminando de arreglarme frente al espejo, maquillándome, cuando siento que alguien se apoya en el marco de la puerta. Levanto la vista. Era Bauti. Remera blanca oversize, cadena fina en el cuello y una pulsera que le hacía juego. Unos chinos que le quedaban pintados, y desde donde estaba podia sentir ese perfume que me volvía loca. Le quedaba todo perfecto. Estaba para el crimen. Me miraba fijo. De arriba abajo. Lento. Disfrutando.
—¿Y esta bomba? —me dijo—. ¿Así vas a salir conmigo y con tu novio?
Yo sonreí. El comentario tenía ese toque justo entre el halago y la provocación. Me estaba desnudando con los ojos. Y me encantaba.
El outfit elegido era un mono de encaje negro bastante transparente, todo ajustado al cuerpo. Sabía muy bien lo que quería generar en esos dos. El mono hablaba por mí: cortito, tipo shortcito que apenas me cubría un poquito más allá del culo, con un escote que las apretaba y juntaba de forma ideal. El toque final era la mini tanga negra que tenía debajo: lo único entre ese mono y mi piel. Me encantaba cómo se me veía el cuerpo con ese conjunto. No solo me sentía para matar: era mi declaración de guerra.
—¿Sabés lo que me pasa? —le dije, sin dejar de mirarlo—. Que te agraria ahora mismo y te tiraria en esa cama. 
—¿Y qué te lo impid
e? —me respondió, levantando apenas una ceja.
—Nada... por ahora. Pero acordate que cuando me decido, no hay marcha atrás.
Me sostuvo la mirada unos segundos más. No dijo nada. Solo sonrió con esa boca que te calienta sin tocarte.
—Voy a terminar de prepararme. Así llegamos a horario —le dije, con voz dulce.
—Dale... te espero con el cornudito de tu novio abajo —me contestó, y se fue.
Al rato bajé. Completé el look con unos buenos tacos y una carterita negra.

Cuando me vieron bajar por la escalera, se hizo un pequeño silencio. Me escanearon con la mirada como si fuera una aparición.
—¿Vos estás jodiendo? —dijo Tomi—. ¿Así vas a salir a la calle?
—Así y más —le dije, mientras giraba para que vean todo.
—Dios mío —murmuró Bauti—. No sé si quiero salir o volver al sillón.
—Estas para el infarto, mas perra no se puede, que hija de puta! —dijo Tomi—. 
Nos reímos. Pero el ambiente ya estaba cargado. Muy cargado.
Salimos para el centro a cenar.
Tomi, como siempre, impecable. Estilo más europeo: pantalón de lino beige, camisa celeste bien planchada, cinturón de cuero trenzado. Un look simple, pero con mucha clase.

La cena fue increíble. Tragos, risas, chicanas, miradas cómplices. Éramos tres personas disfrutando sin máscaras. A veces parecía una pareja y un amigo, a veces un triángulo de fuego, a veces una especie de historia que no se puede explicar con palabras. Y estábamos bien así.
La calentura y el morbo ya se sentían en el aire. Los tres sabíamos que se venía algo grande. El alcohol fue un gran punto de partida para meternos en ese mood.
Volvimos temprano, tipo una. Ya estábamos de vuelta.
Ya no hacía tanto calor como a la tarde, pero la noche estaba muy linda.
Apenas llegamos, yo misma fui la que lo propuso:
—¿Fumamos uno?
Saqué el porro de mi cartera, lo prendí y nos fuimos al borde de la pileta. Tomi y Bauti se sentaron a mis costados. El agua reflejaba la luz del jardín. El aire olía a pasto mojado y marihuana.
La tensión era tan densa que se podía cortar con la lengua.
En un momento me paré para ir al baño. Y cuando volví, justo al pasar frente a ellos, Bauti me agarró un cachete del culo. Así, sin disimulo. Me reí. Fue como apretar un botón.
Porque después de eso, se levantó enseguida para buscarme la boca. Y los besos empezaron a aparecer. El clima cambió. Lo besé suave, provocativa, sacando la putita de adentro. Mientras sabía que mi novio me miraba sentadito ahí al lado.
—Espérenme adentro —les dije, sonriendo como quien tiene un plan.
Y tenía un plan.
Ellos se fueron al sillón del living. Yo subí a la habitación.
Sabía exactamente lo que iba a ponerme.
Y cuando bajé... ya no era la misma Pau de la playa.



Bajé las escaleras despacio, paso a paso, con los tacos marcando el ritmo. El mono ya había desaparecido, y esta vez no había lugar para sutilezas: puse toda la carne al asador.
Me puse un conjunto hecho de correas de cuero negro con hebillas metálicas. Todo con un estilo bondage, de esos que cuando te los ves puestos, sabés que no hay vuelta atrás.
El top era tipo arnés. Cuero brillante, abierto. “Cupless”, como dicen. Dejaba la parte inferior de las tetas totalmente expuesta. Las correas se cruzaban sobre el pecho y se conectaban en el centro con un aro metálico. Me ajusté las hebillas sobre los hombros, una por una. El cuero se tensaba contra mi piel. Sentía el poder.
Abajo, me dejé la tanga negra. Y por encima, un arnés con tiras de cuero que me abrazaban la cintura y bajaban en forma de “V” hacia la entrepierna, todo unido por argollas metálicas frías. Las correas laterales me rodeaban los muslos. Cada paso era una promesa. Cada hebilla, una amenaza deliciosa.
La parte de atrás era directamente una obra de arte. Las tiras cruzaban mi espalda, marcaban la curva de la cintura y bajaban hasta conectar con los muslos y la cola. Era como si mi cuerpo estuviera enmarcado para dominar... y ser dominado.
La luz cálida del living me acariciaba los hombros, y sentía sus ojos clavados en mí antes de verlos.
Estaban ahí. Sentados en el sillón. Los dos. Uno a cada lado, como si me estuvieran esperando para un ritual. Me sentí diosa. Una diosa que los tenía comiendo de la palma de la mano.
Fui directo al celular que tenía la música. Cambié el ambiente. Puse una playlist más lenta, más densa, con base caliente. Algo que marque el clima. Que baje la luz y suba la temperatura.
Y empecé a moverme.
Primero despacio. Un vaivén suave de caderas. Los tacos clavándose en el piso, el culo dibujando el aire. Me acerqué a ellos. Les pasé las tetas por la cara sin tocarlos, tan cerca que podían oler mi piel. Les giré sobre las piernas, los acaricié con los ojos. Me agaché. Me levanté. Me alejé de nuevo.
Tomi quiso estirarse a tocarme.
—Shhh... no —le dije, con un dedo en los labios—. No está permitido tocar.
Bauti sonrió. Tomi tragó saliva. Los tenía como quería.
Seguí bailando. Solté el pelo. Me di vuelta. Moví el culo justo frente a ellos, a centímetros de sus pijas duras bajo los pantalones. Lo sentía. Sentía su energía desbordando. No podian mas. 
Y ahí empecé a hablar.
—¿Sabías, Bau, que alguien nos estuvo espiando hoy a la mañana?
—¿Ah, sí? Mirá vos… no sabía —dijo con una sonrisa ladeada.
—Decime una cosa, amor... —le hablé a Tomi, sin mirarlo todavía—. ¿Te gustó lo que viste esta mañana?
Silencio. Lo disfruté.
Bauti me miraba con esa mezcla de admiración y morbo absoluto.
—¿Sabés qué fue lo mejor de esa escena? —seguí— Que no sabías si interrumpir... o seguir mirándome mientras era una putita  para otro.
Tomi ya respiraba agitado.
—Sabés que eso no se hace, ¿no? —me acerqué a su cara, con voz suave—. No se espía a la gente. No se la pajea uno solo mientras otros garchan. Eso tiene consecuencias...
—¿Ah, sí? ¿Y cuáles serían? —preguntó él, con la voz quebrada de deseo.
—Ahora vas a ver todo. Como esta mañana. Pero esta vez... no vas a poder hacer nada.
Me acerqué a la mesa. Agarré una silla y la puse frente al sillón. Lo invité a sentarse ahí. Él ya sabía lo que venía.
Saqué las esposas que había escondido en la cartera. Las mostré en alto. Despacio. Sin apuro.
Me paré detrás de Tomi. Le agarré las manos, se las pasé por detrás de la silla y, sin decir más, lo esposé.
Quedó en una posición incómoda. Vulnerable. Expuesto.
Perfecto.
Tomi estaba ahí, atado, duro como una roca, respirando hondo. Mirándome como si yo fuera todo lo que deseaba.
Me acerqué. Le di un beso suave en la boca. Solo eso. Un beso. Casi una caricia.
Y después... me di vuelta y me fui con Bauti.
Me acerqué a Bauti sin decir nada. Solo lo miré, lo tomé del cuello y me le senté encima. Mis piernas rodearon sus caderas como si fueran territorio conocido.
Él no dudó ni medio segundo. Puso las manos en mi culo y lo apretó con fuerza. Me besó con una mezcla de hambre y devoción, como si estuviera probando algo que ya conocía, pero esta vez más profundo, más caliente. Yo también lo besé con todo. Lengua, dientes, saliva. Nada suave. Nada contenido.
Le saqué la remera despacio, mientras mis caderas se frotaban contra él. Sentía su verga endurecerse debajo mío, creciendo, empujando. Le besé el pecho. Le pasé la lengua por el esternón, por los hombros, por esa línea marcada entre los abdominales que tanto me calienta.
Era hermoso. Y era mío. Por ahora, mío.
Me alejé un poco solo para verlo. El cuerpo de Bauti era una escultura viva. Palpitante. Hecha para ser adorada. Y justo ahí, entre sus piernas, el bulto ya era una amenaza.
Me bajé despacio. Me arrodillé frente a él. Lo miré a los ojos. Y luego giré la cabeza.
Tomi me miraba desde la silla. Atado. Duro. Respirando por la boca. Su pija parecía querer romper el pantalón. Yo sonreí. Me sentía perra. Dueña de todo. De ambos.
—¿Estás cómodo, mi amor? —le pregunté a Tomi, suave, casi tierna.
Él no respondió. Solo me clavó los ojos.
—Tranquilo. Vas a ver todo. Vas a ver cómo se la chupo enterita.
Me giré hacia Bauti y le hice una seña con la cabeza. Se paró. Yo me quedé de rodillas. Le desabroché el pantalón con las dos manos, bajé el cierre despacito, sintiendo cómo latía debajo. Se lo bajé junto con el bóxer. Todo. Me tomé mi tiempo.
Y ahí estaba. Esa verga hermosa. Gruesa, pesada, dura como una roca.
—Mirá lo que me espera... —susurré, sabiendo que ambos me escuchaban.
La agarré con la mano. La acaricié. Le di un beso suave en la punta. La rodeé con la lengua. La chupé como si estuviera explorando un caramelo nuevo. Despacio. Sensual. Como si no tuviera apuro. Como si fuera solo mía.
Bauti soltó un gemido bajo, ronco.
—Ufff... la concha de tu madre, Pau...
Cerraba los ojos, apoyaba la cabeza hacia atrás. Me acariciaba el pelo con una mano, pero sin dominar. Yo marcaba el ritmo. Yo mandaba.
Lo metí más. Lo dejé entrar. Primero lento. Después más. Y más.
Mi boca se llenaba. Mi garganta se abría. Lo sostenía con las dos manos por los muslos, sintiendo el calor, la firmeza, el poder. Cada centímetro de su hermosa pija caliente entre mis mejillas me hacía temblar por dentro.
De a poco, me fui entregando más. El ritmo subía. El sonido de la saliva y la respiración lo llenaban todo. El cuerpo de Bauti temblaba. El mío se arqueaba.
Me babeaba sin culpa. Dejaba que la saliva me chorree por la comisura. Dejaba que él lo vea. Dejaba que Tomi lo vea.
En un momento, abrí la boca al máximo y dejé que Bauti me la meta con fuerza.
Me sujetó la cara. Empezó a bombear suave. Después más fuerte. Me estaba cogiendo la boca. Y yo lo amaba.
—Aaaahh... —gemía él—. Qué bien me la estás chupando, puta hermosa...
—Mirá, Tomi... —dijo de pronto, sin dejar de moverse—. Tu novia está atragantada con mi pija. Y no puede parar.
Esa frase me atravesó. Me calentó de una forma nueva. Más profunda. Más bestia.
Las arcadas llegaron. Reales. Desordenadas. Hermosas. Me limpié la baba con la mano y lo volví a meter. Lo quería entero. Hasta el fondo. Hasta donde doliera.
Sentía la tensión. El placer. El dominio. Y el poder de estar haciendo eso... así... frente al hombre que amo.
Era una puta. Una reina. Una loca hermosa en el centro exacto de su fantasía.
Después de un rato ya no podia aguantar mi propia calentura. La tanga estaba completamente empapada. Queria lo que me merecia. me separé de Bauti. Tenía la boca húmeda, la cara caliente, los muslos tensos. Su verga seguía dura, brillante de mi saliva, palpitando.

Acto seguido Bauti me agarro por la cintura para besarme el cuello y empezar a sacarme todo. quede desnuda. (aclaracuon de como era ella desnuda frente e esos dos hombres)
Me incorporé sin decir nada. Me di vuelta. Y caminé hacia Tomi.
Se me aceleraba el corazón. Sentía el deseo en la piel. La adrenalina de saber lo que iba a pasar. Lo que ya estaba pasando.
Me paré frente a él. Despacio. Tan cerca que casi podía sentir su respiración.
Me incliné hacia adelante, apoyando las manos sobre el respaldo de la silla, justo detrás de su cabeza. Mi cola quedó levantada, bien alta, apuntando directo hacia atrás. Tenia a su novia  Abierta. Entregada. A centímetros de su cara.
Él no podía tocarme. Ni un dedo. Solo mirar.
—¿Así me querías, amor? —le dije, con voz ronca, mordiéndome el labio—. ¿Así... toda trolita, toda entregada?
No esperé respuesta.
Bauti vino por detrás y me agarró de la cintura. Firme. Seguro. En un segundo, me la metió de nuevo. Toda. Sin filtro.
Un gemido se me escapó sin permiso.
—Aaaahhh... sí...
Sus manos se aferraban a mis caderas mientras su verga me abría en dos. Me cogía con ritmo. Con hambre. Con esa mezcla de potencia y precisión que solo él tenía. Y yo, mientras tanto, gemía frente a Tomi. Lo miraba. Le mostraba mi placer.
A veces podía sostenerle la mirada. Otras, tenía que cerrarla de puro goce.
Él no decía nada. Pero yo veía su pecho subir y bajar. Sus piernas tensas. Su verga a punto de estallar bajo el pantalón. Estaba desbordado. Y completamente mío.
El ritmo aumentaba. Bauti me marcaba de verdad. El sonido de las embestidas llenaba la habitación. Me sentía atravesada, deseada, usada como quería serlo. Y de pronto, lo sentí: sus dedos bajaban por mi espalda, por mis glúteos... y uno empezó a jugar con mi cola.
Era suave al principio. Rozaba. Exploraba.
Y de a poco, empezó a meter su pulgar. Apenas. Jugando con los límites. Eso me rompió. Me desarmó. Mi cuerpo se contrajo, pero no de miedo. De placer. De algo tan profundo que no podía describir.
—¡Aaahhh... sí... sí... no pares... así...! —grité. No podía más.
Todo mi cuerpo temblaba. Las piernas flojas. Las manos firmes sobre la silla. Y él, detrás, firme, sin detenerse. Sentía el calor, la presión, la plenitud. Y un orgasmo tan intenso que no lo podía controlar.
Me vine con todo.
Me temblaron las piernas, los brazos, la boca. Sentí electricidad por la espalda, por la nuca, por las tetas. Sentí que me partía al medio. El orgasmo me envolvió como una ola y me dejó colapsada, rendida.
Bauti se detuvo. Pero seguía dentro mío. Duro. Latente.
Respirábamos todos. Fuerte. Desordenado. El living parecía un altar. Tomi, todavía atado, con los ojos rojos, me miraba como si acabara de ver un milagro sucio.
Pero yo sabía que no había terminado.
Esto recién empezaba.
No puedo explicar cuánto duró ese orgasmo, pero jamás voy a olvidarme de esa sensación de tener esa pija todavía durísima, gigante, enterrada dentro mío. Y ahí supe que tenía que terminar el trabajo.
Me di vuelta y me arrodillé ante ese dios griego que tenía enfrente.
Sentía el pulso de Bauti latirme en la lengua. Su cuerpo tenso. Sus manos en mi cara. Su verga empapada de mi saliva, dura como una piedra.
Ya no pensaba. No analizaba. Solo sentía. Solo quería.
Le abrí la boca bien grande. Posé mis manos sobre sus muslos marcados para afirmarme. Lo miré un segundo, como pidiéndole que me lo dé todo. Y él lo entendió.
Bauti me la metió con todo. Sin aviso. Con hambre. Me sujetó de los costados de la cara con firmeza y empezó a bombear con fuerza. Ya no era yo la que la chupaba. Era él el que me estaba cogiendo la boca.
—Aaaahhh... así... así, putita... —jadeaba—. Me vas a hacer acabar como un animal...
Las arcadas eran cada vez más fuertes. La baba me chorreaba por la mandíbula. El piso mojado. Mi garganta vibrando con cada embestida. Me faltaba el aire, pero no quería que pare. No podía.
Mi nariz chocaba contra su pelvis. Mis mejillas rojas. Y aun así, lo seguía dejando entrar. Lo miraba con los ojos vidriosos, con la boca llena. Y gemía. Como podía. Como una bestia feliz.
—Uff... te voy a acabar toda, putita... —dijo él, apretando los dientes—. Te acabo toda...
Y ahí fue.
Lo sentí temblar. Lo sentí estallar. Un calor espeso y glorioso me llenó la boca. Varias veces. Golpes intensos, profundos, como latidos.
No lo saqué.
Me quedé ahí. Boca llena. Mirándolo. Disfrutándolo.
Después levanté la vista. Giré hacia Tomi.
Y me acerqué a él.
Le agarré la cara con las dos manos. Abrí la boca despacio, dejando que vea todo. La leche todavía en mi lengua. Un hilo blanco bajándome por el labio inferior.
—¿Querés probar, amor? —le dije con una sonrisa suave, casi dulce.
No esperé respuesta.
Lo besé. Fuerte. Abierto. Lento. Le compartí todo.
Y él me lo devolvió.
Me comió la boca con desesperación. Gemía contra mis labios. Se movía en la silla. Estaba tan caliente que el más mínimo roce de su verga fue suficiente. Se vino. Mojó los pantalones. Enteros.
Y lo supe.
Le acababa de dar el regalo más morboso del mundo. Y yo también me sentía bendecida.



Les dejo pic de los tres en la playa




Un fin de semana glorioso - Mi novio, mi chico y yo (Pt2)



21 comentarios - Un fin de semana glorioso - Mi novio, mi chico y yo (Pt2)

RenzoWib +1
Que bueno que volvieron a contar sus aventuras! +10
nukissy623
🍓Aquí puedes desnudar a cualquier chica y verla desnuda) Por favor, puntúala ➤ https://da.gd/erotys
Martin_Pepa2 +2
Que?!?! me vuelvo locoo, lo que espere este relato chicos
5asd1a51das56fa +2
los extrañaba, que lindo que vuelvan. me quemo el cerebro mal esto, los amo
cyberla13 +1
Acabo de encontrar de casualidad su perfil y estoy leyendo todo desde el principio, me volo la cabeza ! Lastima q estoy lejos en españa.
🔥
Godafe9 +2
2 años esperando y valió la pena !!!!
parejitaamor +2
Como se los extrañaba y que lindo que escriben chicos!!!; bienvenidos nuevamente y por mas relatos y fotos
Tronguy +1
Hay algo mas lindo que una parejita que tiene el semen del mismo macho en su vientre ahora?
JackG +2
La parte siguiente por favor!!
garcheskikpo +1
que bueno volver a leerlos, felicidades por el casorio!!
treemendo relato van puntos
Redblend2 +1
muy muy buen post relatoooo q lindoooooo ❤
pacaaaa1 +1
Felicitaciones por el casamiento, excelente relato
leonardoeroticus +3
la saga de relatos es excelente. la descripcion de vivencias y sensaciones es de lo mejor que leí . gracias por compartirlo.
cyberla13 +1
Una locura descubrirlos! Son todo lo que esta bien, ojala pudiera vivir algo asi con mi novia. Felicidades por dar el paso del casorio, espero tener pronto otro relato. Saludos de un argentino en españa, algún dia si viajan me avisan.
santo74
SOBERBIOOOO
Los felicito.
Nemocabezon
Hola , como.estan?? Hemos hablando por privado anteriormente,,,
RubioCalenton
ZARPADO MAL!! Felicitaciones por el casamiento!
Gracias x volver, que pedazo de relato chicos, me tienen re pajero con sus relatos desde que los descubri hace mil, hay mas aventuras?
que bien estaria que compartan alguna foto o video de cuanto lo ven a Bauti