Estábamos de vacaciones. En el hotel, un mesero llamó mi atención. Era un negraso de 1.85, manos enormes, brazos duros, pectorales de ensueño. Recien lo vi mi tanga se humedeció, tardé 5 minutos pidiendole explicaciones sobre los platos que se anunciaban en el menu. No podia quitarle los ojos de encima. Le pregunté su nombre (Ibrahim) y para el final de la cena ya tenia su whatsapp.
Mi marido, atónito, no daba crédito a mi cínica putería. Fui al baño y aproveché a hacerme un dedito mientras me texteaba con Ibrahim.
– A qué hora sales del hotel?
– A las 11pm.
– Te vienes a mi cuarto? 606.
– Pero, y tu marido? Es tu marido o tu padre?
– Es mi marido. Por él no hay problema, le gusta ser cornudo. Aubque el lo presenciará todo, sino te molesta.
– No, no me molesta.
La suerte estaba echada. Mi largo tiempo fantasía de cogerme un negro porfin iba a suceder. Estaba un poco ansiosa de imaginarne lo que ese negraso iba a hacer con mi pequeño y frágil cuerpo.
La noche fue una locura. Lo que pasó en esa habitación esa noche fue lujuria pura. Me olvidé por completo que estaba mi marido y me comporté como la más puta de las putas. Mi cara (llena de sudor, saliva y esperma) y cabello (desecho y mojado de sudor) no ocultaban lo radiante de mi rostro. Esa noche la coroné con algo que no había hecho nunca frente a mi cornudo. Al sentir que la dureza de mi amante se incrementaba supe que Ibrahin estaba por expulsar su esperma en mi. Un arco reflejo me hizo abrazarlo con mis piernas para evitar que se saliera y se viniera otra vez en mis tetas o cara, en cambio, mis piernas lo sujetaron a mi con todas mis fuerzas hasta que sentí sus chorros de caliente esperma impactando contra mi útero. Me ceñí a el colgando mi cintura en el aire colgándome con las piernas. Sus disparos iban perdiendo potencia e hice contracciones vaginales para literalmente exprimirle hasta la última gota de esperma.
Lo sentí desvanecerse exhausto sobre mi empapado en sudor. Me sentí la hembra más poderosa del planeta. Mi pequeño cuerpo de 22 años había logrado derrotar en combate a este gran macho que yacía ahora inerte a mi lado.
Fue cuando regresé a este mundo y recordé que mi marido seguía ahí, sentado en el sofa cercano al lecho infiel que yo compartía con mi macho. Por primera vez lo vi dudoso, celoso, incrédulo.
– Si no estás preñada es un milagro. Lo exprimiste como nunca a nadie.
Quedé dormida. Esa noche no tuve sexo con mi marido como era rutina después de cornearlo. Desperté a medio día con mi macho pasando su glande sobre mis labios vaginales. Recién abrí los ojos me la metió hasta el fondo. Le dediqué la mejor de mis sonrisas y nos fundimos en un beso lleno de lujuria y entrega.
Mientras me puso en cuatro y me daba duro noté que mi marido no estaba. Esta vez (la cuarta) Ibrahim se vino en tetas y cuello. De dónde sacará tanta leche este macho – recuerdo que pensé.
Me reuní en dos ocasiones más con Ibrahim. Lo invité a mi ciudad y lo hospedé en un motel cercano a mi casa. Pero eso no se lo he dicho a mi marido ni lo pienso hacer.
Por cierto, el milagro se hizo realidad. Ibrahim no me preño. No entiendo cómo fue que no. Si me hubiera preñado lo hubiera tenido. Habría sido un escándalo familiar el tener un bebe de un negro estando casada con un blanco pero no me hubiera importado. Si mi marido hubiera decidido dejarme, habría corrido a las piernas de Ibrahim. Mi gran macho, mi semental.
Mi marido, atónito, no daba crédito a mi cínica putería. Fui al baño y aproveché a hacerme un dedito mientras me texteaba con Ibrahim.
– A qué hora sales del hotel?
– A las 11pm.
– Te vienes a mi cuarto? 606.
– Pero, y tu marido? Es tu marido o tu padre?
– Es mi marido. Por él no hay problema, le gusta ser cornudo. Aubque el lo presenciará todo, sino te molesta.
– No, no me molesta.
La suerte estaba echada. Mi largo tiempo fantasía de cogerme un negro porfin iba a suceder. Estaba un poco ansiosa de imaginarne lo que ese negraso iba a hacer con mi pequeño y frágil cuerpo.
La noche fue una locura. Lo que pasó en esa habitación esa noche fue lujuria pura. Me olvidé por completo que estaba mi marido y me comporté como la más puta de las putas. Mi cara (llena de sudor, saliva y esperma) y cabello (desecho y mojado de sudor) no ocultaban lo radiante de mi rostro. Esa noche la coroné con algo que no había hecho nunca frente a mi cornudo. Al sentir que la dureza de mi amante se incrementaba supe que Ibrahin estaba por expulsar su esperma en mi. Un arco reflejo me hizo abrazarlo con mis piernas para evitar que se saliera y se viniera otra vez en mis tetas o cara, en cambio, mis piernas lo sujetaron a mi con todas mis fuerzas hasta que sentí sus chorros de caliente esperma impactando contra mi útero. Me ceñí a el colgando mi cintura en el aire colgándome con las piernas. Sus disparos iban perdiendo potencia e hice contracciones vaginales para literalmente exprimirle hasta la última gota de esperma.
Lo sentí desvanecerse exhausto sobre mi empapado en sudor. Me sentí la hembra más poderosa del planeta. Mi pequeño cuerpo de 22 años había logrado derrotar en combate a este gran macho que yacía ahora inerte a mi lado.
Fue cuando regresé a este mundo y recordé que mi marido seguía ahí, sentado en el sofa cercano al lecho infiel que yo compartía con mi macho. Por primera vez lo vi dudoso, celoso, incrédulo.
– Si no estás preñada es un milagro. Lo exprimiste como nunca a nadie.
Quedé dormida. Esa noche no tuve sexo con mi marido como era rutina después de cornearlo. Desperté a medio día con mi macho pasando su glande sobre mis labios vaginales. Recién abrí los ojos me la metió hasta el fondo. Le dediqué la mejor de mis sonrisas y nos fundimos en un beso lleno de lujuria y entrega.
Mientras me puso en cuatro y me daba duro noté que mi marido no estaba. Esta vez (la cuarta) Ibrahim se vino en tetas y cuello. De dónde sacará tanta leche este macho – recuerdo que pensé.
Me reuní en dos ocasiones más con Ibrahim. Lo invité a mi ciudad y lo hospedé en un motel cercano a mi casa. Pero eso no se lo he dicho a mi marido ni lo pienso hacer.
Por cierto, el milagro se hizo realidad. Ibrahim no me preño. No entiendo cómo fue que no. Si me hubiera preñado lo hubiera tenido. Habría sido un escándalo familiar el tener un bebe de un negro estando casada con un blanco pero no me hubiera importado. Si mi marido hubiera decidido dejarme, habría corrido a las piernas de Ibrahim. Mi gran macho, mi semental.
3 comentarios - Corneando a mi marido