Seis meses habían pasado desde aquella primera vez que cogí con mi suegra. Mi esposa había vuelto a su rutina de trabajo, y yo había hecho lo mismo, tratando de olvidar lo que había sucedido entre Eva y yo. Pero los viajes familiares estaban a la vuelta de la esquina, y este año mi mujer había decidido que debíamos ir a la playa con su madre.
La idea de pasar días enteros con Eva después de lo que había pasado entre nosotros, me ponía sumamente nervioso. Al llegar al hotel, mi esposa y yo decidimos bajar a la playa mientras Eva se preparaba. Me senté en la arena, disfrutando del sol, tratando de despejar mi mente, pero era imposible no pensar en ella.
Finalmente, la vi. Apareció con un bikini que dejaba poco a la imaginación. El sol iluminaba su piel bronceada y su figura era simplemente deslumbrante. Mis pensamientos se dispararon de inmediato. "¡Dios mío!", pensé, "¿Cómo es posible que a esta mujer le queden tan bien los años?"
Sentí que me ardían las mejillas, y un sudor frío me recorrió la espalda. Intenté desviar la mirada, concentrándome en un libro que había traído, pero no podía evitar robarle un par de miradas.
A medida que pasaban los días, la tensión entre nosotros parecía aumentar. Cada vez que me encontraba con Eva, era como si el aire se volviera más denso. Ella me sonreía de forma seductora, se acercaba a mi y buscaba cualquier pretexto para pegar su cuerpo al mío
Un día, mientras mi esposa se encontraba en el spa del hotel, Eva y yo nos quedamos solos en la playa. Ella estaba tomando el sol recostada en una silla, jugando distraídamente con un hilo de su bikini, y, de repente, me lanzó una mirada que me hizo temblar.
—¿Qué opinas de mi traje de baño? —preguntó, levantándose y girando lentamente para mostrarme su figura.
La pregunta era una simple provocación, pero el efecto que tuvo en mí fue inmediato. La boca se me secó y el corazón empezó a latir con fuerza. No podía contenerme más.
—Te ves increíble, Eva. Muy sexy —respondí, y mi voz salió más grave de lo que pretendía.
Ella sonrió, satisfecha con mi respuesta. —He estado esperando que me dijeras eso
Eva se acercó un poco más. Podía sentir el calor de su cuerpo, el aroma de su piel bronceada y el roce de su bikini contra el mío.
— ¿Sabes? Todavía sigo pensando en aquella noche… en lo que hicimos.
—¿En serio? —pregunté, tratando de contener la emoción que amenazaba con desbordarse.
—Sí —respondió, su voz suave y provocativa—. Nadie nunca me ha culeado así otra vez.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo al escuchar sus palabras
—¿Y si…? —empecé a decir, pero Eva me interrumpió.
—¿Y si qué? —preguntó, acercándose aún más, su aliento cálido rozando mi piel.
—¿Y si lo repetimos? —logré articular, sintiendo cómo la tentación me envolvía—.
Al escuchar eso, Eva sonrió, con esa expresión de putita que me calentaba tanto.
—Creo que sería una excelente idea —murmuró, y sus palabras fueron como un fogonazo en mi interior.
Sin pensarlo dos veces, tomé su mano y la llevé hacia la habitación del hotel. La adrenalina corría por mis venas mientras atravesábamos el pasillo, y cada paso era un recordatorio de lo prohibido que era lo que estábamos a punto de hacer.
Apenas llegamos, la puerta se cerró tras nosotros y el mundo exterior desapareció. Eva se volvió hacia mí, y antes de que pudiera decir algo más, la atraje hacia mí y la besé con desesperación. Nuestros labios se encontraron en una danza ardiente, como si el tiempo se detuviera. Sus manos recorrían mi espalda, y yo las deslicé por su cintura, sintiendo la suavidad de su piel bajo mis dedos.
Deslicé mis manos por su espalda, desabrochando la parte de arriba de su bikini y lo dejé caer al suelo, dejando sus pechos expuestos. Me tomé un momento para admirarlos, sus pezones grandes y redondos ya estaban erectos. Me incliné y tomé uno en mi boca, rodeándolo con la lengua. Ella jadeó, aferrándose a mi cabello.
—Ay sí —gimió ella.
Cambié al otro pezón y lo chupé de la misma manera. Su cuerpo temblaba de placer y su respiración estaba entrecortada. Luego dejé un rastro de besos por su vientre, explorando con mis manos cada curva de su cuerpo.
Llegué al borde de la braguita de su bikini y lo tome de los costados, bajándolo por sus piernas. Se lo quité, dejándola completamente desnuda. La miré y mis ojos se encontraron con los suyos.
—Eres tan hermosa —dije con la voz cargada de deseo.
Acto seguido, metí mi cara entre sus piernas y me acerqué a su coño. Me incliné y la besé ahí, recorriendo con mi lengua la comisura de sus labios. Ella gimió, levantando las caderas de la cama.
— Mmm, que rico —dijo con la voz entrecortada.
Metí un dedo en su interior, sintiendo su estrechez. Estaba tan mojada, tan lista. Curvé el dedo, encontrando ese punto que la hacía gemir aún más fuerte.
—Oh si, justo ahí —jadeó ella.
Añadí otro dedo y estiré si coño, preparándola para lo que estaba por venir. Sentía sus músculos tensarse alrededor de mis dedos, su cuerpo respondiendo a mi tacto. Me incliné y chupé su clítoris con la boca, rozándolo con la lengua. Ella gritó, aferrándose a las sábanas.
— ¡Si, así! ¡Ay dios! —gimió ella.
Sentía su cuerpo tensarse, su orgasmo acercándose. Quería saborearla, sentirla correrse en mi boca. Aumenté la presión de mi succión, mis dedos moviéndose más rápido dentro de ella.
— ¡Ay si, sigue, sigue que me voy a venir! —jadeó.
Y entonces lo hizo. Su cuerpo se convulsionó, su coño apretaba mis dedos mientras se corría con fuerza.
— ¡Mierda! —jadeó ella, con su cuerpo todavía temblando. La miré con una sonrisa de satisfacción y me acerqué a besarla otra vez.
Tras besarnos un momento, Eva se agachó y me agarró la verga, rodeándola con su mano. Gemí, y la sensación de su tacto me provocó escalofríos.
— Ahora te toca a ti —dijo ella con voz sensual.
Se puso de rodillas frente a mi y mientras seguía pajeandome, comenzó a darme pequeños besitos en la punta. Sus labios rodearon la cabeza de mi pene, y la escuché susurrar:
— Mmm, no sabes cómo extrañé esta verga—
Comenzó a deslizar su boca lentamente hacia abajo, tragándosela toda. La sentía moverse con habilidad, su lengua recorriendo cada centímetro de mi piel. Los sonidos de su garganta vibraban alrededor de mi verga, y cada vez que la escuchaba, sentía un escalofrío recorrer mi espalda.
— Aaaah, Eva —susurré con voz entrecortada.
Me incliné hacia adelante, tomando su cabello entre mis manos. Ella miró hacia arriba con sus ojos llenos de deseo, y continuó su labor con más intensidad. Mis caderas comenzaron a moverse, empujando mi verga más profundo en su garganta. Ella respondió con un gemido profundo, sus manos apretando mis muslos.
— Más, quiero más —dije, jadeando.
Ella obedeció, tomando casi toda mi longitud en su boca. Comenzó a tener pequeñas arcadas, pero continuó. Los sonidos de su boca alrededor de mi verga eran música para mis oídos, y cada vez que la escuchaba, mi excitación crecía.
— Eva, estás siendo una puta perfecta —dije con una voz llena de lujuria.
Finalmente, no pude más. Me agarré de su cabello y la empujé hacia abajo, sintiendo cómo mi verga explotaba en su boca. Ella se tragó todo mi semen y cuando finalmente me soltó, se limpió los labios con la mano, mirándome con una sonrisa traviesa.
— ¿Te gustó? —preguntó ella con una voz llena de satisfacción. Yo asentí, incapaz de articular palabra alguna.
Eva entonces se levantó y se recostó sobre la cama, mirándome con una expresión traviesa. Sus ojos brillaban de lujuria y deseo.
—Quiero darte algo especial —dijo, con una voz suave pero llena de intención. Me acerqué a ella y la miré con curiosidad.
—¿Qué tienes en mente? —pregunté, sintiendo cómo mi verga comenzaba a endurecerse de nuevo.
Ella se volteó y se puso de rodillas en la cama, levantando su trasero hacia mí.
—Te voy a dar mi culo —susurró, mirándome por encima de su hombro.
Mi corazón latió más rápido y mi verga palpitó con anticipación. Me acerqué a ella y comencé a acariciar sus nalgas, sintiendo su suavidad bajo mis manos.
—Parece que estás muy ansiosa por esto —dije, mientras mis manos recorrían su trasero.
Me incliné y besé sus nalgas mientras ella sonreía y me acariciaba la cabeza.
Luego, me puse de pie y busqué una botella de aceite para masaje que había visto antes en la habitación. Lo abrí y vertí un poco en mi mano, calentándolo antes de aplicarlo en su trasero. Mis dedos comenzaron a masajear su agujero y a lubricarlo profundamente.
—Mmm, sí, eso se siente bien —murmuró.
Comencé a prepararla, insertando primero un dedo y moviéndolo lentamente dentro de ella. Eva respiraba profundamente, acostumbrándose a la sensación. Luego, añadí otro dedo, estirándola un poco más.
Finalmente me puse de pie y me coloqué detrás de ella, con mi verga lista para entrar.
— ¿Estás lista? —pregunté, mientras mis manos recorrían su trasero.
—Sí, quiero sentirte dentro de mí —respondió ella.
Me incliné y coloqué la cabeza de mi verga en su agujero. Comencé a empujar lentamente, sintiendo cómo su cuerpo se abría para recibirme. Ella jadeó, sintiendo la penetración.
— ¡Ouch! Sí, sigue —dijo con su voz llena de placer y un poco de dolor.
Continué empujando, metiendo más y más de mi verga en su culo. Sus nalgas temblaban con cada empujón, y yo sentía cómo su cuerpo se adaptaba a mí.
— Ay, dios, qué bien se siente —susurró ella.
Comencé a moverme con más fuerza, sintiendo cómo su culo apretaba mi verga. Ella gimió, levantando las caderas para recibirme mejor.
— ¡Más, quiero más! —dijo, su voz entrecortada.
Obedecí, aumentando el ritmo de mis embestidas. Mis manos agarraron sus caderas con fuerza, guiándola mientras la penetraba.
—Dios, Eva, tu culo es increíble —dije, jadeando.
— ¿Si? ¿Te gusta cogerte por el culo a la putita de tu suegra? —
— Uff si, no hay nada más rico que romperle el culo a mi suegrita puta— Respondí sintiendome muy caliente por la forma tan guarra en qué me hablaba Eva.
De repente, levanté la mano y le di una nalgada. Ella gimió, sintiendo el impacto.
—¿Te gusta que te dé de nalgadas mientras te cojo por el culo? —pregunté, mientras mi verga seguía moviéndose dentro de ella.
— ¡Sí, me encanta! —respondió ella con su voz llena de placer.
Le di otra nalgada, más fuerte esta vez, y ella jadeó, sintiendo el dolor y el placer al mismo tiempo.
—Quiero que me des más —susurró.
Asentí y continué follándola con más fuerza, mis nalgadas resonando en su trasero. Sus gemidos se volvieron más intensos, su cuerpo temblando con cada embestida.
— ¡Si, más rápido! ¡Cógeme más rápido papi! — gritó ella.
Obedecí, aumentando el ritmo de mis embestidas hasta el punto en que nuestros cuerpos se chocaban con fuerza. Ella gimió, sintiendo cómo mi verga la llenaba por completo.
— ¡Más duro, más duro, si! —
Continué moviéndome con más fuerza, sintiendo cómo su culo apretaba mi verga. Los sonidos de nuestros cuerpos chocando llenaban la habitación, nuestras respiraciones entrecortadas y nuestros gemidos de placer. Finalmente, no pude más. Me agarré de sus caderas y me moví con toda mi fuerza, sintiendo cómo mi verga explotaba dentro de su culo. Ella gimió, sintiendo mi semen llenarla.
— Uff, qué bien te corriste. Me llenaste todo mi culito de lechita—dijo Eva mientras su cuerpo todavía temblaba.
Me incliné y la besé en el cuello, sintiendo cómo su piel sudada y suave se deslizaba bajo mis labios.
—Fue increíble —susurré con absoluta satisfacción.
Nos quedamos así por un momento, disfrutando del calor y la intensidad de nuestros cuerpos unidos. Después nos limpiamos, nos vestimos y arreglamos todo antes de que regresara mi esposa.
La idea de pasar días enteros con Eva después de lo que había pasado entre nosotros, me ponía sumamente nervioso. Al llegar al hotel, mi esposa y yo decidimos bajar a la playa mientras Eva se preparaba. Me senté en la arena, disfrutando del sol, tratando de despejar mi mente, pero era imposible no pensar en ella.
Finalmente, la vi. Apareció con un bikini que dejaba poco a la imaginación. El sol iluminaba su piel bronceada y su figura era simplemente deslumbrante. Mis pensamientos se dispararon de inmediato. "¡Dios mío!", pensé, "¿Cómo es posible que a esta mujer le queden tan bien los años?"
Sentí que me ardían las mejillas, y un sudor frío me recorrió la espalda. Intenté desviar la mirada, concentrándome en un libro que había traído, pero no podía evitar robarle un par de miradas.
A medida que pasaban los días, la tensión entre nosotros parecía aumentar. Cada vez que me encontraba con Eva, era como si el aire se volviera más denso. Ella me sonreía de forma seductora, se acercaba a mi y buscaba cualquier pretexto para pegar su cuerpo al mío
Un día, mientras mi esposa se encontraba en el spa del hotel, Eva y yo nos quedamos solos en la playa. Ella estaba tomando el sol recostada en una silla, jugando distraídamente con un hilo de su bikini, y, de repente, me lanzó una mirada que me hizo temblar.
—¿Qué opinas de mi traje de baño? —preguntó, levantándose y girando lentamente para mostrarme su figura.
La pregunta era una simple provocación, pero el efecto que tuvo en mí fue inmediato. La boca se me secó y el corazón empezó a latir con fuerza. No podía contenerme más.
—Te ves increíble, Eva. Muy sexy —respondí, y mi voz salió más grave de lo que pretendía.
Ella sonrió, satisfecha con mi respuesta. —He estado esperando que me dijeras eso
Eva se acercó un poco más. Podía sentir el calor de su cuerpo, el aroma de su piel bronceada y el roce de su bikini contra el mío.
— ¿Sabes? Todavía sigo pensando en aquella noche… en lo que hicimos.
—¿En serio? —pregunté, tratando de contener la emoción que amenazaba con desbordarse.
—Sí —respondió, su voz suave y provocativa—. Nadie nunca me ha culeado así otra vez.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo al escuchar sus palabras
—¿Y si…? —empecé a decir, pero Eva me interrumpió.
—¿Y si qué? —preguntó, acercándose aún más, su aliento cálido rozando mi piel.
—¿Y si lo repetimos? —logré articular, sintiendo cómo la tentación me envolvía—.
Al escuchar eso, Eva sonrió, con esa expresión de putita que me calentaba tanto.
—Creo que sería una excelente idea —murmuró, y sus palabras fueron como un fogonazo en mi interior.
Sin pensarlo dos veces, tomé su mano y la llevé hacia la habitación del hotel. La adrenalina corría por mis venas mientras atravesábamos el pasillo, y cada paso era un recordatorio de lo prohibido que era lo que estábamos a punto de hacer.
Apenas llegamos, la puerta se cerró tras nosotros y el mundo exterior desapareció. Eva se volvió hacia mí, y antes de que pudiera decir algo más, la atraje hacia mí y la besé con desesperación. Nuestros labios se encontraron en una danza ardiente, como si el tiempo se detuviera. Sus manos recorrían mi espalda, y yo las deslicé por su cintura, sintiendo la suavidad de su piel bajo mis dedos.
Deslicé mis manos por su espalda, desabrochando la parte de arriba de su bikini y lo dejé caer al suelo, dejando sus pechos expuestos. Me tomé un momento para admirarlos, sus pezones grandes y redondos ya estaban erectos. Me incliné y tomé uno en mi boca, rodeándolo con la lengua. Ella jadeó, aferrándose a mi cabello.
—Ay sí —gimió ella.
Cambié al otro pezón y lo chupé de la misma manera. Su cuerpo temblaba de placer y su respiración estaba entrecortada. Luego dejé un rastro de besos por su vientre, explorando con mis manos cada curva de su cuerpo.
Llegué al borde de la braguita de su bikini y lo tome de los costados, bajándolo por sus piernas. Se lo quité, dejándola completamente desnuda. La miré y mis ojos se encontraron con los suyos.
—Eres tan hermosa —dije con la voz cargada de deseo.
Acto seguido, metí mi cara entre sus piernas y me acerqué a su coño. Me incliné y la besé ahí, recorriendo con mi lengua la comisura de sus labios. Ella gimió, levantando las caderas de la cama.
— Mmm, que rico —dijo con la voz entrecortada.
Metí un dedo en su interior, sintiendo su estrechez. Estaba tan mojada, tan lista. Curvé el dedo, encontrando ese punto que la hacía gemir aún más fuerte.
—Oh si, justo ahí —jadeó ella.
Añadí otro dedo y estiré si coño, preparándola para lo que estaba por venir. Sentía sus músculos tensarse alrededor de mis dedos, su cuerpo respondiendo a mi tacto. Me incliné y chupé su clítoris con la boca, rozándolo con la lengua. Ella gritó, aferrándose a las sábanas.
— ¡Si, así! ¡Ay dios! —gimió ella.
Sentía su cuerpo tensarse, su orgasmo acercándose. Quería saborearla, sentirla correrse en mi boca. Aumenté la presión de mi succión, mis dedos moviéndose más rápido dentro de ella.
— ¡Ay si, sigue, sigue que me voy a venir! —jadeó.
Y entonces lo hizo. Su cuerpo se convulsionó, su coño apretaba mis dedos mientras se corría con fuerza.
— ¡Mierda! —jadeó ella, con su cuerpo todavía temblando. La miré con una sonrisa de satisfacción y me acerqué a besarla otra vez.
Tras besarnos un momento, Eva se agachó y me agarró la verga, rodeándola con su mano. Gemí, y la sensación de su tacto me provocó escalofríos.
— Ahora te toca a ti —dijo ella con voz sensual.
Se puso de rodillas frente a mi y mientras seguía pajeandome, comenzó a darme pequeños besitos en la punta. Sus labios rodearon la cabeza de mi pene, y la escuché susurrar:
— Mmm, no sabes cómo extrañé esta verga—
Comenzó a deslizar su boca lentamente hacia abajo, tragándosela toda. La sentía moverse con habilidad, su lengua recorriendo cada centímetro de mi piel. Los sonidos de su garganta vibraban alrededor de mi verga, y cada vez que la escuchaba, sentía un escalofrío recorrer mi espalda.
— Aaaah, Eva —susurré con voz entrecortada.
Me incliné hacia adelante, tomando su cabello entre mis manos. Ella miró hacia arriba con sus ojos llenos de deseo, y continuó su labor con más intensidad. Mis caderas comenzaron a moverse, empujando mi verga más profundo en su garganta. Ella respondió con un gemido profundo, sus manos apretando mis muslos.
— Más, quiero más —dije, jadeando.
Ella obedeció, tomando casi toda mi longitud en su boca. Comenzó a tener pequeñas arcadas, pero continuó. Los sonidos de su boca alrededor de mi verga eran música para mis oídos, y cada vez que la escuchaba, mi excitación crecía.
— Eva, estás siendo una puta perfecta —dije con una voz llena de lujuria.
Finalmente, no pude más. Me agarré de su cabello y la empujé hacia abajo, sintiendo cómo mi verga explotaba en su boca. Ella se tragó todo mi semen y cuando finalmente me soltó, se limpió los labios con la mano, mirándome con una sonrisa traviesa.
— ¿Te gustó? —preguntó ella con una voz llena de satisfacción. Yo asentí, incapaz de articular palabra alguna.
Eva entonces se levantó y se recostó sobre la cama, mirándome con una expresión traviesa. Sus ojos brillaban de lujuria y deseo.
—Quiero darte algo especial —dijo, con una voz suave pero llena de intención. Me acerqué a ella y la miré con curiosidad.
—¿Qué tienes en mente? —pregunté, sintiendo cómo mi verga comenzaba a endurecerse de nuevo.
Ella se volteó y se puso de rodillas en la cama, levantando su trasero hacia mí.
—Te voy a dar mi culo —susurró, mirándome por encima de su hombro.
Mi corazón latió más rápido y mi verga palpitó con anticipación. Me acerqué a ella y comencé a acariciar sus nalgas, sintiendo su suavidad bajo mis manos.
—Parece que estás muy ansiosa por esto —dije, mientras mis manos recorrían su trasero.
Me incliné y besé sus nalgas mientras ella sonreía y me acariciaba la cabeza.
Luego, me puse de pie y busqué una botella de aceite para masaje que había visto antes en la habitación. Lo abrí y vertí un poco en mi mano, calentándolo antes de aplicarlo en su trasero. Mis dedos comenzaron a masajear su agujero y a lubricarlo profundamente.
—Mmm, sí, eso se siente bien —murmuró.
Comencé a prepararla, insertando primero un dedo y moviéndolo lentamente dentro de ella. Eva respiraba profundamente, acostumbrándose a la sensación. Luego, añadí otro dedo, estirándola un poco más.
Finalmente me puse de pie y me coloqué detrás de ella, con mi verga lista para entrar.
— ¿Estás lista? —pregunté, mientras mis manos recorrían su trasero.
—Sí, quiero sentirte dentro de mí —respondió ella.
Me incliné y coloqué la cabeza de mi verga en su agujero. Comencé a empujar lentamente, sintiendo cómo su cuerpo se abría para recibirme. Ella jadeó, sintiendo la penetración.
— ¡Ouch! Sí, sigue —dijo con su voz llena de placer y un poco de dolor.
Continué empujando, metiendo más y más de mi verga en su culo. Sus nalgas temblaban con cada empujón, y yo sentía cómo su cuerpo se adaptaba a mí.
— Ay, dios, qué bien se siente —susurró ella.
Comencé a moverme con más fuerza, sintiendo cómo su culo apretaba mi verga. Ella gimió, levantando las caderas para recibirme mejor.
— ¡Más, quiero más! —dijo, su voz entrecortada.
Obedecí, aumentando el ritmo de mis embestidas. Mis manos agarraron sus caderas con fuerza, guiándola mientras la penetraba.
—Dios, Eva, tu culo es increíble —dije, jadeando.
— ¿Si? ¿Te gusta cogerte por el culo a la putita de tu suegra? —
— Uff si, no hay nada más rico que romperle el culo a mi suegrita puta— Respondí sintiendome muy caliente por la forma tan guarra en qué me hablaba Eva.
De repente, levanté la mano y le di una nalgada. Ella gimió, sintiendo el impacto.
—¿Te gusta que te dé de nalgadas mientras te cojo por el culo? —pregunté, mientras mi verga seguía moviéndose dentro de ella.
— ¡Sí, me encanta! —respondió ella con su voz llena de placer.
Le di otra nalgada, más fuerte esta vez, y ella jadeó, sintiendo el dolor y el placer al mismo tiempo.
—Quiero que me des más —susurró.
Asentí y continué follándola con más fuerza, mis nalgadas resonando en su trasero. Sus gemidos se volvieron más intensos, su cuerpo temblando con cada embestida.
— ¡Si, más rápido! ¡Cógeme más rápido papi! — gritó ella.
Obedecí, aumentando el ritmo de mis embestidas hasta el punto en que nuestros cuerpos se chocaban con fuerza. Ella gimió, sintiendo cómo mi verga la llenaba por completo.
— ¡Más duro, más duro, si! —
Continué moviéndome con más fuerza, sintiendo cómo su culo apretaba mi verga. Los sonidos de nuestros cuerpos chocando llenaban la habitación, nuestras respiraciones entrecortadas y nuestros gemidos de placer. Finalmente, no pude más. Me agarré de sus caderas y me moví con toda mi fuerza, sintiendo cómo mi verga explotaba dentro de su culo. Ella gimió, sintiendo mi semen llenarla.
— Uff, qué bien te corriste. Me llenaste todo mi culito de lechita—dijo Eva mientras su cuerpo todavía temblaba.
Me incliné y la besé en el cuello, sintiendo cómo su piel sudada y suave se deslizaba bajo mis labios.
—Fue increíble —susurré con absoluta satisfacción.
Nos quedamos así por un momento, disfrutando del calor y la intensidad de nuestros cuerpos unidos. Después nos limpiamos, nos vestimos y arreglamos todo antes de que regresara mi esposa.
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