Hola amigos, les dejo la segunda parte de mi relato sobre mi primera experiencia de cuckold con mi esposa... ojalá les guste

Estuve un rato largo encerrado en el baño. No sabía qué hacer, dónde meterme, pensando que había dejado a mi esposa sola en la habitación con otro hombre. Levanté la tapa del inodoro, que tenía el papel que suelen colocar en los hoteles para indicar que el mismo fue desinfectado, pero no hice nada. Di un par de vueltas en el interior del baño, abrí la canilla y me mojé la cara. Me sentía muy nervioso, ansioso por ver qué estaba haciendo ella con el flaco. Pegué la oreja a la puerta para ver si ya habían empezado a hacer algo, atento a los gemidos o cualquier indicio de acción, pero nada. Apenas logré escuchar una risita de ella. Así que respiré profundo, me acomodé y salí.
Había silencio en el ambiente, y enseguida descubrí a qué se debía: estaban chapando. Ver a mi esposa besándose con otro era una imagen con la que había fantaseado mucho, pero ahora, que se estaba concretando, me resultaba muy fuerte. Imagínense lo que fui sintiendo a medida que los minutos fueron avanzando…
Ella lo abrazaba y él la acariciaba suavemente, le recorría el cuerpo con delicadeza. Ella le daba besos cortitos, suaves, casi con amor, pero no tardó mucho en abrir bien la boca. Y mientras se escuchaba el sonido de la saliva y las lenguas que jugaban en las bocas, el flaco empezó a manosearle la cola gorda a mi esposa. Ver la cola cuadrada y carnosa de de ella con entre manos de él fue tremendo. Además, se notaba que a ella le encantaba cómo la tocaba, le amasaba las nalgas con todas las ganas.
Finalmente, después de un momento el flaco apretó el acelerador y le levantó la remera. Ella quedó en corpiño unos instantes mientras seguían chapando, pero enseguida él empezó a maniobrar para dejarla en tetas. Yo me mordía los labios de los nervios, el flaco también estaba nervioso, o mejor dicho ansioso, caliente por comerle las gomas, pero no le podía sacar el sutién. El problema es que ella se había apretado tanto el corpiño para levantárse las tetas (las tiene gordas, grandes, pesadas y caídas) que los breteles se le enterraban en la carne y el flaco no podía quitar el ganchito. Entonces ella dejó de abrazarlo, llevó sus manos a la espalda y en un movimiento certero se desabrochó el corpiño. Inmediatamente las tetas se le desplomaron y le cayeron hasta la panza. El flaco, entonces, se dio el gusto con el que se venía maquinando desde hacía días: comerle las tetotas a mi esposa.
Acá se produjo el punto final de inflexión. ¿Y cómo lo noté? Porque ella empezó a calentarse de verdad: su timidez se fue diluyendo y poco a poco se fue soltando. Su respiración se agitó, la piel se le empezó a perlar de transpiración y, suavecitos, comenzó a soltar unos pequeños gemidos.
El flaco entonces después de degustar un largo rato las tetas de mi esposa la apoyó en la cama y le sacó el jeans. Como dije más arriba, al ser ella gordita fue con toda la ropa ajustada para sostener la carne, así que le costó un poco de trabajo, se le trababa la tela en los muslos de lo ajustado que estaba el pantalón, pero logró bajarle el jeans y la tanga juntos.
Enseguida hundió la cabeza entre los muslos de ella y empezó a comerle la concha. Cuando sintió la lengua del flaco, ella empezó a retorcerse y gemir muy fuerte. Siendo sincero, me chocaba la situación, ya que conmigo nunca se había quejado de ese modo. Tenía la pija dura hasta ese momento, pero se me bajó un toque al ver cómo ella reaccionaba. Sin embargo, duró muy poco ya que, como venía pasando, el morbo me ganaba. Me acerqué a la cama, mi gorda estaba tirada toda desparramada, y le chupé un poquito las tetas y la besé. Me dio un beso de lengua re caliente como nunca me lo había dado. Me volvió loco eso. Estaba gozando como loca.
Le dedicó un buen rato, un rato bien largo, a hacer gozar a mi esposa con su lengua. Ella se estremecía, se ponía seria y tensa, y después se relajaba. Signo clarísimo de que estaba acabando. Y pasó varias veces eso hasta que él emergió de entre los muslos de mi esposa, todo transpirado. Y bueno, ahí llegó el momento clave. El flaco se paró, se bajó el pantalón y el boxer y quedó con la pija durísima al aire. Ella había seguido con detenimiento todos los movimientos de él y cuando la pija saltó del boxer se mordió el labio inferior. Fue un gesto rápido, pero lo capté justo. Obviamente, tenía mejor pija que yo.
El flaco se colocó el forro, subió las piernas a mi esposa a sus hombros y le clavó la pija. No me voy a olvidar más la cara que puso ella al sentir esa verga grande y dura adentro. Abrió grande la boca y los ojos y por un momento no respiró. Pegó un pequeño grito y ahí el flaco empezó a darle bomba. El flaco estaba enloquecido por la forma en que se había mojado mi esposa. Estaba empapada y eso podía escucharse desde el lugar donde yo estaba. El flaco la iba cambiando de posiciones y no paraba de escucharse el “plaf, plaf plaf” de sus huevos chocando contra la carne de mi esposa, y el sonido de la concha empapada.
El flaco era tremendo. Se la cogió en un montón de posiciones: piernas al hombro, misionero, de costado. En un momento la puso a cabalgar mirando hacia mí. Ella por momentos me miraba como con culpa, pero enseguida esa pija dura que entraba y salía la hacía olvidar de todo.
Ella lo cabalgó un momento, pero estaba tan mojada que casi no le sentía la pija. Así que él volvió a subirse encima. Observé del detalle que se le mojaron hasta los huevos a él mientras ella lo cabalgaba. Y finalmente, ahí sí el flaco se sacó, le empezó a dar pija fuerte. Los gritos de mi esposa esta vez sí que se elevaron, lo cuál retroalimentaba la calentura del flaco, que le dio unas embestidas tremendas en las que le explotó la pija. Mi esposa toda desparramada en la cama tenía los brazos abiertos y agarraba con fuerza las sábanas. El flaco sacó la pija todavía bien firme, y vi que el forro estaba lleno de leche. Los dos estaban agitadísimos, bañados en transpiración. Y la cara de alegría de mi esposa no la voy a poder olvidar nunca más en mi vida.
Así fue el primer polvo de cuckold con mi pareja. Esa fue la primera pija que hizo acabar mi gorda desde que empezamos con esto.

Estuve un rato largo encerrado en el baño. No sabía qué hacer, dónde meterme, pensando que había dejado a mi esposa sola en la habitación con otro hombre. Levanté la tapa del inodoro, que tenía el papel que suelen colocar en los hoteles para indicar que el mismo fue desinfectado, pero no hice nada. Di un par de vueltas en el interior del baño, abrí la canilla y me mojé la cara. Me sentía muy nervioso, ansioso por ver qué estaba haciendo ella con el flaco. Pegué la oreja a la puerta para ver si ya habían empezado a hacer algo, atento a los gemidos o cualquier indicio de acción, pero nada. Apenas logré escuchar una risita de ella. Así que respiré profundo, me acomodé y salí.
Había silencio en el ambiente, y enseguida descubrí a qué se debía: estaban chapando. Ver a mi esposa besándose con otro era una imagen con la que había fantaseado mucho, pero ahora, que se estaba concretando, me resultaba muy fuerte. Imagínense lo que fui sintiendo a medida que los minutos fueron avanzando…
Ella lo abrazaba y él la acariciaba suavemente, le recorría el cuerpo con delicadeza. Ella le daba besos cortitos, suaves, casi con amor, pero no tardó mucho en abrir bien la boca. Y mientras se escuchaba el sonido de la saliva y las lenguas que jugaban en las bocas, el flaco empezó a manosearle la cola gorda a mi esposa. Ver la cola cuadrada y carnosa de de ella con entre manos de él fue tremendo. Además, se notaba que a ella le encantaba cómo la tocaba, le amasaba las nalgas con todas las ganas.
Finalmente, después de un momento el flaco apretó el acelerador y le levantó la remera. Ella quedó en corpiño unos instantes mientras seguían chapando, pero enseguida él empezó a maniobrar para dejarla en tetas. Yo me mordía los labios de los nervios, el flaco también estaba nervioso, o mejor dicho ansioso, caliente por comerle las gomas, pero no le podía sacar el sutién. El problema es que ella se había apretado tanto el corpiño para levantárse las tetas (las tiene gordas, grandes, pesadas y caídas) que los breteles se le enterraban en la carne y el flaco no podía quitar el ganchito. Entonces ella dejó de abrazarlo, llevó sus manos a la espalda y en un movimiento certero se desabrochó el corpiño. Inmediatamente las tetas se le desplomaron y le cayeron hasta la panza. El flaco, entonces, se dio el gusto con el que se venía maquinando desde hacía días: comerle las tetotas a mi esposa.
Acá se produjo el punto final de inflexión. ¿Y cómo lo noté? Porque ella empezó a calentarse de verdad: su timidez se fue diluyendo y poco a poco se fue soltando. Su respiración se agitó, la piel se le empezó a perlar de transpiración y, suavecitos, comenzó a soltar unos pequeños gemidos.
El flaco entonces después de degustar un largo rato las tetas de mi esposa la apoyó en la cama y le sacó el jeans. Como dije más arriba, al ser ella gordita fue con toda la ropa ajustada para sostener la carne, así que le costó un poco de trabajo, se le trababa la tela en los muslos de lo ajustado que estaba el pantalón, pero logró bajarle el jeans y la tanga juntos.
Enseguida hundió la cabeza entre los muslos de ella y empezó a comerle la concha. Cuando sintió la lengua del flaco, ella empezó a retorcerse y gemir muy fuerte. Siendo sincero, me chocaba la situación, ya que conmigo nunca se había quejado de ese modo. Tenía la pija dura hasta ese momento, pero se me bajó un toque al ver cómo ella reaccionaba. Sin embargo, duró muy poco ya que, como venía pasando, el morbo me ganaba. Me acerqué a la cama, mi gorda estaba tirada toda desparramada, y le chupé un poquito las tetas y la besé. Me dio un beso de lengua re caliente como nunca me lo había dado. Me volvió loco eso. Estaba gozando como loca.
Le dedicó un buen rato, un rato bien largo, a hacer gozar a mi esposa con su lengua. Ella se estremecía, se ponía seria y tensa, y después se relajaba. Signo clarísimo de que estaba acabando. Y pasó varias veces eso hasta que él emergió de entre los muslos de mi esposa, todo transpirado. Y bueno, ahí llegó el momento clave. El flaco se paró, se bajó el pantalón y el boxer y quedó con la pija durísima al aire. Ella había seguido con detenimiento todos los movimientos de él y cuando la pija saltó del boxer se mordió el labio inferior. Fue un gesto rápido, pero lo capté justo. Obviamente, tenía mejor pija que yo.
El flaco se colocó el forro, subió las piernas a mi esposa a sus hombros y le clavó la pija. No me voy a olvidar más la cara que puso ella al sentir esa verga grande y dura adentro. Abrió grande la boca y los ojos y por un momento no respiró. Pegó un pequeño grito y ahí el flaco empezó a darle bomba. El flaco estaba enloquecido por la forma en que se había mojado mi esposa. Estaba empapada y eso podía escucharse desde el lugar donde yo estaba. El flaco la iba cambiando de posiciones y no paraba de escucharse el “plaf, plaf plaf” de sus huevos chocando contra la carne de mi esposa, y el sonido de la concha empapada.
El flaco era tremendo. Se la cogió en un montón de posiciones: piernas al hombro, misionero, de costado. En un momento la puso a cabalgar mirando hacia mí. Ella por momentos me miraba como con culpa, pero enseguida esa pija dura que entraba y salía la hacía olvidar de todo.
Ella lo cabalgó un momento, pero estaba tan mojada que casi no le sentía la pija. Así que él volvió a subirse encima. Observé del detalle que se le mojaron hasta los huevos a él mientras ella lo cabalgaba. Y finalmente, ahí sí el flaco se sacó, le empezó a dar pija fuerte. Los gritos de mi esposa esta vez sí que se elevaron, lo cuál retroalimentaba la calentura del flaco, que le dio unas embestidas tremendas en las que le explotó la pija. Mi esposa toda desparramada en la cama tenía los brazos abiertos y agarraba con fuerza las sábanas. El flaco sacó la pija todavía bien firme, y vi que el forro estaba lleno de leche. Los dos estaban agitadísimos, bañados en transpiración. Y la cara de alegría de mi esposa no la voy a poder olvidar nunca más en mi vida.
Así fue el primer polvo de cuckold con mi pareja. Esa fue la primera pija que hizo acabar mi gorda desde que empezamos con esto.
6 comentarios - Mi experiencia cuckold real (parte 2)