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Mi primera pajita 😍

Mi nombre es Felicitas, y recuerdo ese día como si fuera ayer. Tenía catorce años, y el mundo parecía un lugar lleno de secretos que aún no lograba descifrar. Era una tarde calurosa de verano, una de esas en las que el aire se siente pesado, casi líquido, y el ventilador de mi habitación apenas conseguía mover las sábanas revueltas sobre mi cama. Ese día, mientras revisaba mi celular, recibí un mensaje inesperado. No reconocí el número al principio, pero cuando abrí el video adjunto, supe de inmediato quién era: un pibe del barrio, unos años mayor que yo, siempre rodeado de rumores. Lo veía a menudo con sus amigos fumando porro en la plaza, con esa actitud despreocupada que tanto criticaban los vecinos pero que, en secreto, me parecía intrigante. El video no tenía texto, solo imágenes que me dejaron sin aliento: sus manos grandes y seguras moviéndose con confianza sobre su miembro, duro y pulsante, mientras él se masturbaba frente a la cámara. Escuché el sonido de su respiración entrecortada antes de que la pantalla se apagara automáticamente. Sentí un calor intenso entre mis piernas, un hormigueo que se extendió rápidamente por todo mi cuerpo. Mi piel se erizó, y mi sexo comenzó a palpitar como si supiera exactamente lo que quería. Apagué el celular rápidamente, avergonzada, pero ya era tarde. La imagen estaba grabada en mi mente, y mi cuerpo respondía como nunca antes lo había hecho.

Estaba sola en casa. Mis padres habían salido, y por primera vez en mucho tiempo sentí que el silencio me abrazaba. No era un silencio vacío, sino uno cargado de posibilidades, como si algo importante estuviera a punto de suceder. Me acosté en mi cama, con el pijama todavía puesto aunque hacía horas que había despertado, y dejé que mis pensamientos fluyeran sin rumbo fijo. Pero no podía sacarme de la cabeza ese video. Cada vez que cerraba los ojos, veía sus manos moviéndose con precisión, imaginaba su expresión de placer aunque no hubiera visto su rostro. Sentí cómo mi respiración se aceleraba, y mis pezones se endurecieron bajo la tela del pijama. Mis manos, casi por voluntad propia, comenzaron a vagar por mi cuerpo. Rozaron mis pechos primero, pellizcando mis pezones con suavidad, enviando pequeñas descargas eléctricas directamente a mi sexo. Luego bajaron lentamente, trazando un camino hacia lugares que nunca antes había tocado conscientemente.

En algún momento, mientras miraba el techo y escuchaba el zumbido distante del ventilador, mi mano rozó mi muslo de manera accidental. Fue un toque ligero, casi imperceptible, pero algo dentro de mí se encendió. Sentí cómo un calor húmedo comenzaba a extenderse entre mis piernas, como si mi cuerpo supiera exactamente lo que quería antes de que yo misma lo entendiera. Ese calor era diferente, más intenso, como una promesa de algo que estaba a punto de descubrir. Recordé la imagen de él en el video, su cuerpo tenso y su respiración agitada, y sentí una mezcla de curiosidad y deseo que me hizo temblar. Mis dedos se deslizaron por mi abdomen, acercándose cada vez más a mi sexo. Podía sentir cómo mi respiración se volvía más pesada, más audible, mientras anticipaba lo que estaba a punto de hacer. Imaginé que él estaba allí, observándome, y eso solo intensificó la sensación.

Sin pensarlo demasiado, dejé que mi mano siguiera explorando. Al principio fue lento, casi tímido, como si temiera cruzar una línea invisible. Pero pronto esa timidez se transformó en curiosidad, y luego en algo más intenso. Mi piel respondía al contacto con una mezcla de sorpresa y placer, como si cada caricia estuviera despertando partes de mí que nunca antes había conocido. Mis dedos se deslizaron por mi abdomen, acercándose cada vez más a mi sexo. Podía sentir cómo mi respiración se volvía más pesada, más audible, mientras anticipaba lo que estaba a punto de hacer. Mis dedos encontraron el borde de mis bragas, y dudé por un segundo antes de deslizarlos debajo, tocando por primera vez esa parte tan sensible de mí. Sentí una oleada de calor cuando mis dedos rozaron mi clítoris, que ya estaba hinchado y palpitante. Un gemido ahogado escapó de mi garganta mientras mis caderas se movían involuntariamente, buscando más contacto.

Cerré los ojos y me permití sentir. Era como si mi cuerpo hubiera estado esperando este momento durante años, guardando en secreto esta capacidad para el placer. Cada roce enviaba pequeñas corrientes eléctricas que recorrían mi espalda, mi abdomen, mis piernas. Mi respiración comenzó a acelerarse, y sentí cómo mi corazón latía más fuerte, mientras mis dedos se movían con más confianza ahora, trazando círculos suaves alrededor de mi clítoris, explorando esa zona que parecía estar hecha exclusivamente para el placer. Sentí cómo mi humedad aumentaba, facilitando cada movimiento, y un calor intenso comenzó a extenderse desde mi vientre hasta mis muslos. Mis caderas empezaron a moverse involuntariamente, buscando más contacto, más fricción. Imaginé que él estaba allí, observándome, tocándome con sus manos grandes y seguras, y eso solo intensificó la sensación.

Mis pensamientos eran un torbellino. "¿Qué estoy haciendo?" me pregunté al principio, pero rápidamente esa pregunta se desvaneció. En su lugar, apareció otra: "¿Por qué no lo hice antes?". Era como si hubiera encontrado una puerta que siempre había estado ahí, pero que nunca me había atrevido a abrir. Y ahora que la había abierto, no quería volver a cerrarla.

El placer crecía lentamente, como una ola que se acerca a la orilla. Podía sentir cómo mi cuerpo se tensaba y relajaba al mismo tiempo, como si estuviera en un constante vaivén entre el control y la entrega. Mis dedos se movían con más confianza ahora, trazando círculos más rápidos y firmes alrededor de mi clítoris, explorando esa zona que parecía estar hecha exclusivamente para el placer. Sentí cómo mi humedad aumentaba, facilitando cada movimiento, y un calor intenso comenzó a extenderse desde mi vientre hasta mis muslos. Mis caderas empezaron a moverse involuntariamente, buscando más contacto, más fricción. Mis dedos se deslizaron hacia abajo, explorando mi entrada, sintiendo cómo mi cuerpo respondía con una contracción involuntaria. Gemí más fuerte esta vez, incapaz de contenerme, mientras mi mente se llenaba de imágenes de él. Imaginé que él estaba allí, observándome, tocándome con sus manos grandes y seguras, y eso solo intensificó la sensación.

Cuando finalmente llegué al clímax, fue como una explosión de luz detrás de mis párpados. Todo mi cuerpo se estremeció, y por un momento olvidé dónde estaba. Un calor abrasador me invadió, y mis músculos internos se contrajeron alrededor de mis dedos, como si quisieran aferrarse a esa sensación por más tiempo. Un gemido profundo y gutural escapó de mi boca mientras mi espalda se arqueaba contra el colchón. El placer era tan intenso que casi dolía, pero no quería que terminara. Mis dedos seguían moviéndose, prolongando la sensación, hasta que finalmente me dejé caer sobre la cama, jadeando, con el corazón latiendo desbocado. Sentí cómo mi cuerpo se relajaba lentamente, pero sabía que esto no sería la última vez.

No supe en ese momento que aquello sería solo el comienzo. A partir de ese día, descubrí que mi cuerpo era un territorio inexplorado, lleno de rincones que quería conocer mejor. Comencé a buscar momentos a solas con más frecuencia, anhelando repetir esa experiencia. Pronto me di cuenta de que podía hacerlo varias veces al día, y cada vez encontraba nuevas formas de intensificar el placer. Aprendí a usar mis dedos de maneras diferentes, a explorar ritmos y presiones que me llevaban al borde del éxtasis una y otra vez. Con el tiempo, aprendí a disfrutarlo sin culpa, sin miedo. Me convertí en una exploradora de mi propio ser, y cada vez que me tocaba, era como si estuviera escribiendo una nueva página de mi historia. Una historia que solo yo conocía, pero que me hacía sentir viva de una manera que nada más podía igualar.

Una noche, decidí ir más allá. Estaba sola en casa, y el silencio era absoluto. Encendí una pequeña lámpara junto a mi cama, dejando que su luz tenue iluminara mi cuerpo. Me quité el pijama lentamente, desnudándome frente al espejo de mi habitación. Observé mis pechos, mis pezones erectos, mi vientre plano y mis muslos temblorosos. Me acaricié frente al espejo, viendo cómo mis manos exploraban cada centímetro de mi piel. Mis dedos se deslizaron hacia mi sexo, y esta vez no tuve miedo de perder el control. Separé mis labios vaginales con delicadeza, sintiendo cuán húmeda estaba. Introduje dos dedos en mi interior, moviéndolos con fuerza y rapidez, mientras mi pulgar masajeaba mi clítoris con movimientos circulares. Mi respiración se volvió errática, y mis gemidos llenaron la habitación. Imaginé que él estaba allí, frente a mí, mirándome con esos ojos oscuros que siempre parecían ocultar algo. Imaginé sus manos sobre mí, su lengua recorriendo mi cuerpo, su miembro entrando en mí con fuerza. El pensamiento fue suficiente para llevarme al límite. Sentí cómo mi orgasmo se construía desde lo más profundo de mi ser, una ola gigantesca que amenazaba con arrasar con todo a su paso. Cuando llegó, fue devastador. Mis músculos internos se contrajeron violentamente alrededor de mis dedos, y un torrente de humedad caliente brotó de mí. Grité sin contenerme, dejando que el sonido resonara en las paredes de mi habitación. Mi cuerpo se convulsionó, y caí sobre la cama, exhausta pero completamente satisfecha.

Pero no me detuve ahí. Quería más. Necesitaba más. Me levanté de la cama, temblando aún por el orgasmo anterior, y decidí explorar aún más. Volví a acostarme, pero esta vez me concentré en cada detalle. Separé mis piernas lo más que pude, exponiendo mi sexo completamente. Mis dedos comenzaron a trabajar de nuevo, pero esta vez con una intensidad que nunca antes había intentado. Introduje tres dedos en mi interior, moviéndolos con fuerza, sintiendo cómo mi cuerpo los aceptaba completamente. Mi pulgar seguía trabajando en mi clítoris, aplicando una presión firme y rápida. Mis caderas se movían descontroladamente, buscando más fricción, más contacto. Mis gemidos se convirtieron en gritos incontrolables, y mi cuerpo se sacudía con cada oleada de placer. Imaginé que él estaba dentro de mí, follando con fuerza, poseyéndome como nunca nadie lo había hecho. El pensamiento fue suficiente para llevarme al borde nuevamente. Esta vez, cuando el orgasmo llegó, fue como una explosión nuclear. Mi visión se nubló, y mi cuerpo se convulsionó violentamente. Sentí cómo mi sexo se contraía alrededor de mis dedos, y un torrente de humedad caliente brotó de mí, empapando las sábanas. Caí sobre la cama, completamente exhausta, pero con una sonrisa en mi rostro. Sabía que había descubierto algo que cambiaría mi vida para siempre.

6 comentarios - Mi primera pajita 😍

kf4k +1
Es algo espectacular cuando descubres que puedes hacer eso con tu cuerpo
Srta-Felicitas
hasta el dia de hoy sigue siendolo!
kf4k +1
@Srta-Felicitas ja lo mejor de todo es que lo puedes hacer cuando quieras , claro mientras tengas privacidad
Royito49 +1
Uffff que calentura no hay nada más lindo cuando el cuerpo se contorsiona solo
Srta-Felicitas
ay si viste!
333354 +1
Buen relato dejo puntos subí más material saludos
Srta-Felicitas +1
gracias corazon! si podes ayudame con un aporte minimo en la pagina de mi bio